Decíamos en otros apuntes que
históricamente, encontramos en la teoría de Freud, dos etapas (Laplanche,
325):
a) 1905 (en Tres
ensayos para una teoría sexual):
- aquí Freud introduce la palabra
Trieb, y señala tres componentes de la pulsión: fuente, objeto y
fin.
b) 1915 (en Pulsiones
y sus destinos):
- Introduce Freud el
cuarto componente de la pulsión, el empuje, y da una definición Según las
traducciones, la expresión ’empuje’ también fue traducida como ‘presión’ o
‘perentoriedad’
Empuje
Factor cuantitativo variable que
afecta a cada pulsión y que, en último análisis, explica la acción
desencadenada para obtener la satisfacción; incluso cuando la satisfacción es
pasiva (ser visto, ser pegado), la pulsión, en la medida que ejerce un
’empuje’, es activa (Laplanche, 114).
El empuje está relacionado con
las excitaciones endógenas, no exógenas: de éstas últimas el organismo puede
huir, pero de las endógenas (del empuje que ejerce la pulsión) no puede hacerlo
(Laplanche, 115).
El empuje es variable según la
época de la vida. Por ejemplo, durante la pubertad el empuje pulsional es
mayor.
Fuente
La fuente es de origen interno
específico de cada pulsión determinada:
- ya sea el lugar donde aparece la excitación (zona
erógena, órgano, aparato),
- ya sea el proceso somático que se produciría
en aquella parte del cuerpo y se percibiría como excitación (Laplanche,
167).
La fuente es el status físico-químico del organismo
a causa del cual un estímulo sensorial produce una excitación (Freud, Las
pulsiones y sus destinos).
Las excitaciones o estimulaciones
endógenas son las fuentes de la pulsión. En este sentido interesa la definición
de moción pulsional:
Moción pulsional:
Término utilizado por Freud para
designar la pulsión bajo su aspecto dinámico, es decir, en tanto que se
actualiza y se especifica en una determinada estimulación interna (Laplanche,
226).
Ejemplos importantes de fuentes
de la pulsión son las zonas erógenas y su excitación:
1) Zona erógena:
Toda región del revestimiento
cutáneo-mucoso susceptible de ser asiento de una excitación de tipo
sexual.
De un modo más específico,
ciertas regiones que son funcionalmente el asiento de tal excitación: zona
oral, zona anal, uretro-genital, pezón (Laplanche, 475).
Otros ejemplos de fuente
pulsional son la musculatura, para el caso de la pulsión de apoderamiento, el
ojo para el caso de la ‘pulsión de ver’, etc. (Laplanche,
168,331).
En cualquier caso, la fuente
tiene siempre un carácter somático. Para que una zona del cuerpo funcione como
zona erógena, debe tener erogeneidad:
- Erogeneidad:
Capacidad que posee toda región corporal de constituir la fuente de una
excitación sexual, es decir, de comportarse como zona erógena (Laplanche,
120).
Según su fuente, las pulsiones
pueden ser por ejemplo la pulsión oral y la pulsión anal.
Fin
El fin o meta pulsional es la
actividad hacia la que empuja la pulsión y que conduce a una resolución de la
tensión interna; esta actividad está sostenida y orientada por fantasías (Laplanche,
159).
El fin de un instinto es su
satisfacción, y para ser más precisos, el acto estrictamente específico de
descarga que elimina el estado físico de excitación y origina, con ello, la
satisfacción (Fenichel, 74).
Vemos así la relación entre
fuente y fin: la excitación de la zona erógena (fuente) genera una tensión que
debe ser descargada (fin).
La emoción que acompaña a la
descarga de la pulsión se llama satisfacción (Rycroft,
104).
Asimismo, se llama motivo a
aquello que impulsa a una persona hacia un fin o una meta (Rycroft,
78).
Esta definición, muy general,
puede referirse a factores externos (incentivos) o internos (pulsionales). En
el contexto de la teoría de las pulsiones sólo nos interesan estos últimos.
Si el fin de una pulsión de
autoconservación es un acción específica que elimina un estado
de tensión producido por una necesidad, localizable en una zona del cuerpo (por
ejemplo boca) y que exige una realización efectiva (por ej. comer), el fin de
la pulsión sexual es más difícil de determinar, ya que halla su satisfacción en
una función vital que le sirvió de soporte pero profundamente pervertida
(separada del fin original) en relación a aquella función vital. En este
desplazamiento se inserta una actividad fantaseadora que puede incluir
elementos a menudo alejados del prototipo corporal (Laplanche, 161).
Según su fin, las
pulsiones pueden ser:
la pulsión de ver, la pulsión de
apoderamiento, etc. (Laplanche, 331), donde los fines son mirar y
apoderarse.
La denominación del tipo ‘pulsión
de ver’ apunta al fin, y la denominación del tipo ‘pulsión oral’ apunta a la
fuente, pero obviamente estas últimas tienen también su fin, por ejemplo
succionar (Laplanche 159-160), así como la pulsión de ver tiene
también su fuente (el ojo como zona erógena).
Ejemplos más
fundamentales de fines pulsionales son los pares antitéticos actividad-pasividad,
como por ejemplo mirar-ser mirado (para la pulsión escoptofílica o pulsión de
ver).
Actividad - Pasividad
Uno de los pares
antitéticos fundamentales de la vida psíquica. Especifica determinados tipos de
fines pulsionales. Desde un punto de vista genético, la oposición activo-pasivo
figuraría en primer lugar con respecto a oposiciones ulteriores en las cuales
viene a integrarse aquélla: fálico-castrado, masculino-femenino (Laplanche,
8).
Par antitético: Término
frecuentemente utilizado por Freud para designar algunas grandes
oposiciones básicas, ora al nivel de las manifestaciones psicológicas o
psicopatológicas (por ejemplo: sadismo-masoquismo, voyeurismo-exhibicionismo),
ora al nivel metapsicológico (por ejemplo pulsiones de vida-pulsiones de
muerte) (Laplanche, 268).
Hasta aquí vimos que toda pulsión
tiene un fin. Pero este fin no es inexorable. Las pulsiones pueden cambiar de
fin, y damos aquí tres ejemplos típicos: la transformación en lo contrario, la
pulsión coartada o inhibida en su fin, y la sublimación.
Transformación en lo contrario: Proceso
en virtud del cual el fin de una pulsión se transforma en su contrario, al
pasar de la actividad a la pasividad (Laplanche, 446). Es la conversión
directa del amor en odio, y un ejemplo es la actitud con el objeto abandonante
en la melancolía (Bodni, 118).
Por ejemplo pasar del sadismo
(pegar) al masoquismo (ser pegado), o del voyeurismo (mirar) al exhibicionismo
(ser mirado). La transformación en lo contrario es por lo general pasar de la
actividad a la pasividad, pero no siempre es así (Rycroft, 116).
Coartado o inhibición en su fin: Califica
una pulsión que, por efecto de obstáculos externos o internos, no alcanza su
modo directo de satisfacción (o fin) y encuentra una satisfacción atenuada en
actividades o relaciones que pueden considerarse como aproximaciones más o
menos lejanas del primer fin (Laplanche, 54).
Bodni da un
ejemplo: cuando el niño aprendió que el (otro) no es un carretel sino otro niño
que va a contestar su violencia, puede defenderse de ello mediante la
inhibición de la agresión (Bodni, 118). Sin embargo, los principales
ejemplos de Freud tienen que ver con la inhibición de
las pulsiones sexuales (véase más abajo).
Sublimación
Se dice que una pulsión se sublima
en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia
objetos socialmente valorados como la ciencia o el arte (Laplanche,
415).
Implica esencialmente un cambio
de fin, pero también un cambio de objeto (Laplanche, 160).
La sublimación está emparentada
pero no es equivalente a la pulsión coartada o inhibida en su fin. Freud parece
ver en la inhibición como un inicio de sublimación, pero se preocupó por
distinguir ambas cosas: la pulsión inhibida no ha abandonado su fin sexual
directo, pero resistencias internas le impiden alcanzarlo, con lo cual se
contentan con aproximarse en cierta medida a la satisfacción, lo que explica
por ejemplo los sentimientos de ternura, los lazos duraderos de amistad, o los
lazos afectivos en el matrimonio, nacidos originalmente de la atracción sexual
(Laplanche, 54).
El 4º componente de la pulsión es
el objeto. Esta palabra puede designar dentro del psicoanálisis tres
cosas:
- como aquello que el sujeto
percibe y conoce (lo que se ve en la segunda tópica, cuando se habla de las
funciones del yo como percibir, etc.),
- como aquello que se ama o se
odia (que se ve en la teoría de la libido, donde al respecto se usa el adjetivo
‘objetal’), y finalmente
- como correlato de la pulsión.
Este último sentido es que aquí nos interesa.
Objeto
Como correlato de la pulsión, es
aquello en lo cual y mediante lo cual la pulsión busca alcanzar su fin, es
decir, cierto tipo de satisfacción. Puede tratarse de una persona o de un
objeto parcial, de un objeto real o de un objeto fantaseado (Laplanche,
258). Objeto es aquello hacia lo cual se dirige una acción o un deseo, aquello
que el sujeto exige con el fin de obtener satisfacción instintiva (Rycroft,
82).
Objeto parcial:
Tipo de objetos a los que apuntan
las pulsiones parciales, sin que esto implique que se tome como objeto de amor
a una persona en su conjunto. Se trata principalmente de partes del cuerpo,
reales o fantasmáticas (pecho, heces, pene) y de sus equivalentes simbólicos.
Incluso una persona puede identificarse o ser identificada con un objeto
parcial). Si bien el término es específicamente kleiniano, Freud afirma
su existencia y da variados ejemplos, sobre todo en “Sobre las transposiciones
de las pulsiones y especialmente del erotismo anal” al hablar de las
equivalencias y relaciones entre los diversos objetos parciales (niño= pene=
heces= dinero= regalo) (Laplanche, 263).
Las pulsiones pueden mantenerse
en el mismo objeto, o bien cambiar de objeto. Fenichel dice
que los psicoanalistas saben cuán fácilmente intercambiables resultan ser los
objetos y los fines (Fenichel, 74). En el caso donde las pulsiones se
mantienen en el mismo objeto se habla de una constancia objetal, y en el caso
de la variabilidad del objeto se habla de la vuelta hacia la propia persona,
que es un ejemplo típico:
Constancia objetal:
Capacidad para mantener una
relación a largo plazo con un objeto específico, individual; o inversamente, la
tendencia a rechazar sustitutos de un objeto familiar, esto es, un bebé que
despliega ‘constancia objetal’ rechaza el cuidado material de cualquier otra
persona que no sea su madre (Rycroft, 82).
Desde esta perspectiva, el objeto
es más bien entendido como correlato del amor y el odio, pero si lo entendemos
como correlato de la pulsión, hay que pensar más bien en una variabilidad del
objeto especialmente en el caso de las pulsiones sexuales, pero también de las
pulsiones de muerte, lo que nos remite al segundo concepto:
·
Vuelta hacia la propia persona: Proceso
mediante el cual la pulsión reemplaza un objeto independiente por la propia
persona (Laplanche, 456). Un sinónimo es Vuelta sobre sí mismoU(Rycroft,
120)
Este concepto parece usarse
solamente para explicar el Masoquismo moral, el fenómeno que se
observa con mayor claridad en las neurosis obsesivas, donde el paciente dirige
su sadismo contra sí mismo (Rycroft, 120).
En efecto, la vuelta sobre sí
mismo consiste en la mutación del sadismo en masoquismo, de lo activo en pasivo
como forma de procesar la pulsión. La descarga hostil se realiza a costa de
ofrendar al Yo como objeto.
Este mecanismo, Masoquismo
secundario, se observa en numerosos cuadros narcisistas (Bodni,
118).
Cambiar de objeto y cambiar de
fin son dos procesos inextricablemente unidos, como lo prueban los dos ejemplos
principales:
- el sadismo-masoquismo y
-el voyeurismo-exhibicionismo.
Por ejemplo, la vuelta del
sadismo en masoquismo implica a la vez pasar de la actividad a la pasividad
(cambio de fin), y también pasar de la otra a la propia persona (cambio de
objeto (Laplanche, 446). De aquí que el pasaje del sadismo al masoquismo
sea, al mismo tiempo y respectivamente, un ejemplo de transformación en lo
contrario y de vuelta sobre la propia persona.
Cuatro eran los destinos
que Freud había asignado en “Las pulsiones y sus destinos” (1915)
a las pulsiones:
1.
la transformación en lo contrario,
2.
la sublimación,
3.
la vuelta hacia la propia persona y
4.
la represión.
Todos estos caminos deben ser
entendidos como estratagemas para evitar que la pulsión alcance su fin
original, lo que puede obtener cambiando de fin (típicamente en la transformación
en lo contrario), cambiando de objeto (típicamente en la vuelta hacia la propia
persona), o cambiando a la vez de fin y objeto (típicamente en la sublimación).
Decimos ‘típicamente’ porque en mayor o menor medida casi todos los destinos
pulsionales implican a la vez un cambio de fin y de objeto.
El destino del cual aún no hemos
hablado es la represión, un mecanismo fundamental para la
comprensión tanto de la salud como de la neurosis, y del cual Freud se
ocupó extensamente.
La idea de represión está
vinculada con otros conceptos importantes, afecto y representación, en tanto
entendamos por represión la separación del afecto de la representación.
Sugerimos al lector que, antes de
leer la sección correspondiente a la teoría de la represión, aborde previamente
el siguiente ítem sobre afecto y representación.
b) Afecto y representación
Tanto en el lenguaje cotidiano
como en la psicología puramente descriptiva, por afecto entendemos una emoción
o un sentimiento que experimentan las personas, placentero o
displacentero.
Freud tomó
‘afecto’ en este sentido, pero luego buscó explicarlo metapsicológicamente en
base a la idea de ‘quantum de afecto’, por lo que ambos conceptos están
indisolublemente unidos.
Afecto
Palabra tomada por el psicoanálisis
de la terminología psicológica alemana y que designa todo estado afectivo,
penoso o agradable, vago o preciso, ya se presente en forma de una descarga
masiva, ya como una tonalidad general.
Según Freud, toda
pulsión se manifiesta en los dos registros del afecto y la representación. El
afecto es la expresión cualitativa de la cantidad de energía pulsional y de sus
variaciones (Laplanche, 11).
Quantum de afecto
Factor cuantitativo postulado
como substrato del afecto vivido subjetivamente, para designar lo que permanece
invariable en las diversas modificaciones de éste: desplazamiento, separable de
la representación, transformaciones cualitativas (Laplanche, 348).
En ‘Proyecto de una
psicología para neurólogos’, ya Freud utilizaba la letra
“Q” para representar energía cuantificable.
“Q” (que proviene de
quantum=cantidad), fue concebida como una energía incorporada a las neuronas y
capaz de pasar de una neurona a otra.
QUANTUM (Q) es
el antecedente del concepto posterior freudiano de energía psíquica (Rycroft,
35-36) y, para lo que aquí nos interesa, de quantum de afecto o energía de la
pulsión.
El quantum de afecto es
homologable a la pulsión, pero en tanto y en cuanto se ha desprendido o
separado de la representación correspondiente, y encuentra una expresión
adecuada a su cantidad en procesos que percibimos como afectos (Freud, LA
REPRESIóN, 1915).
Conclusión:
La pulsión se expresa en
los registros de la representación y el afecto.
Cuando el afecto se separa de la
representación, pasa a denominarse quantum de afecto (aspecto cuantitativo), el
cual se manifiesta corporal o subjetivamente como afecto (aspecto cualitativo).
O sea, una cierta cantidad de energía pulsional se desprende de la
representación y tendrá diferentes destinos, adquirirá cualidades distintas,
como por ejemplo transformarse en angustia, o en una parálisis histérica, etc.
Todos estos destinos son los
afectos propiamente dichos, con lo cual vemos que se trata de un concepto
amplio porque incluye modificaciones corporales (en la angustia también, pues
se siente como opresión en la garganta).
Examinemos ahora el concepto de
representación.
REPRESENTACION
En el sentido clásico:
Término utilizado
clásicamente en filosofía y psicología para designar ‘lo que uno se representa,
lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento’ y ‘especialmente
la reproducción de una percepción anterior’ (Laplanche, 367).
La ‘representación’ viene de
‘re-presentación’, es decir presentar algo de nuevo.
Cuando percibo a una persona hay
una presentación de la persona, pero después me ha quedado cierta impresión o
recuerdo de ella, que es la forma como me la presento de nuevo (o sea, es una
re-presentación).
Tal es el sentido que
utiliza Rycroft cuando define representación como aquello que
permite a la mente que se presente ante ella misma la imagen de algo que en
realidad no está presente. Una ‘representación mental’ es una imagen
relativamente permanente de algo que ha sido percibido previamente, y también
designa el proceso por el cual se construyen tales imágenes (Rycroft,
102).
Esta idea de representación en el
sentido clásico está relacionada directamente con el concepto de huella
mnémica, el cual nos permitirá articular la primera con la idea de
representación en el sentido psicoanalítico:
Huella mnémica:
Término utilizado por Freud,
a lo largo de toda su obra, para designar la forma en que se inscriben los
acontecimientos en la memoria. Las huellas mnémicas se depositan en diferentes
sistemas; persisten de un modo permanente, pero sólo son reactivadas una vez
catectizadas. (Laplanche, 177).
Freud no
tomará esta idea en el sentido empirista, según el cual la huella mnémica sería
una ‘débil impresión’ que guarda una relación de similitud con el objeto
percibido (Laplanche, 368), sino en el sentido propiamente
psicoanalítico, según el cual no interesa tanto la relación de la huella
mnémica con el objeto sino las relaciones mutuas de esas huellas entre sí,
formando sistemas de huellas mnémicas donde, en virtud de ciertas características
(simultaneidad, causalidad, etc.), una huellas pueden asociarse a otras, siendo
esto lo que permite por ejemplo la asociación libre en el análisis. Así, un
cierto recuerdo puede ser reactualizado dentro de un determinado contexto
asociativo (Laplanche, 178).
El hecho de afirmar que las
huellas mnémicas constituyen sistemas, hizo que se comparara esa idea con el
concepto de ‘significante’ en el sentido de De Saussure.
En sí, la idea clásica de
representación es sencilla, pero Freud la desmenuzará, la
diversificará y la vinculará con el quantum de afecto y el afecto en sí, con el
fin de explicar el proceso de la represión. Una prueba de esta complejización
del concepto original la tenemos en las diferentes ideas que registró Laplanche en
relación al término en cuestión, como resultado de su lectura de Freud:
representación-fin, representante-representativo, representante de la pulsión,
representante psíquico, representación de cosa, representación de palabra.
Incluso se habla también de representaciones inconscientes, representaciones
patógenas (Laplanche, 368), representaciones compensatorias (Wyss,
93), y representaciones de objeto (Rycroft, 102)
Iremos definiendo todas estas
ideas y relacionándolas entre sí para presentar un cuadro lo más sencillo,
entendible y al mismo tiempo fiel al pensamiento freudiano tanto como nos sea
posible.
Afortunadamente muchos de estos
términos son a grandes rasgos sinónimos, como por ejemplo ‘representación de
cosa’ y ‘representación de objeto’.
También resultan ser
prácticamente sinónimos los vocablos ‘representante de la pulsión’,
‘representante-representativo’ y ‘representante psíquico’: el mismo Laplanche reconoce
que se trata del mismo concepto y que son términos intercambiables entre sí en
la mayor parte de los textos freudianos (Laplanche, 372).
Tal vez la única diferencia
significativa sea que a veces Freud utiliza
‘representante-representativo’ en un sentido más amplio, al incluir también al
afecto (Laplanche, 371). En las traducciones de las obras de Freud que
hizo Etcheverry, ‘representante-representativo’ aparece con el
nombre de ‘delegado pulsional’.
Representación (en
el sentido psicoanalítico):
Representación o grupo de
representaciones a las cuales se fija la pulsión en el curso de la historia del
sujeto, y por medio de las cuales se inscribe en el psiquismo.
En este sentido Freud contrapone
la representación al afecto, siguiendo cada uno de estos elementos, en los
procesos psíquicos, un diferente destino.
Destacamos que, en el proceso de
la represión, lo que se reprime no es la pulsión ni el afecto sino la
representación (Laplanche, 378).
Destacamos que: dentro del
sistema de representaciones, hay alguna o algunas de ellas que son
especialmente importantes, que están privilegiadas en el sentido que ejercen
una atracción sobre las demás, como por ejemplo la tarea a realizar en el caso
de pensamientos conscientes, o el fantasma inconsciente en el caso de someterse
el sujeto a la regla de la asociación libre.
Cada una de estas representaciones
privilegiadas reciben el nombre de Representación.
FIN (Laplanche,
370).
Relación entre representación en
sentido psicoanalítico y huella mnémica: la representación recatectiza, reaviva
la huella mnémica, que en sí misma no es más que la simple inscripción del
acontecimiento (Laplanche, 369).
Completemos nuestra visión de las
representaciones diciendo que éstas pueden ser de dos tipos: representaciones
de cosa y representaciones de palabra.
Representación cosa -
representación palabra:
Términos usados por Freud en
sus textos metapsicológicos para distinguir dos tipos de representaciones, uno
esencialmente visual que deriva de la cosa, y otro esencialmente acústico que
deriva de la palabra. Esta distinción tiene para él un alcance metapsicológico,
caracterizándose el sistema preconsciente-consciente por la ligazón de la
representación de cosa a la representación de palabra correspondiente, a
diferencia del sistema inconsciente, que sólo comprende representaciones de
cosa (Laplanche, 369).
En la representación consciente
coinciden cosa y palabra; en el inconsciente no sólo se separan una de la otra,
sino que el inconsciente guarda exclusivamente las representaciones de cosa (Wyss,
94).
a) Las
representaciones de cosa están en una relación más inmediata con la cosa, con
el objeto percibido: en la ALUCINACION PRIMITIVA, la representación
de cosa sería considerada por el niño como el equivalente del objeto percibido,
y catectizada en ausencia de éste (Laplanche, 368).
Mientras no sea catectizada la
representación no es tal, sino sólo una huella mnémica que incluso puede ser no
sólo visual sino también táctil, sonora, cenestésica, etc. Además, cabe pensar
que las primeras tentativas de un niño antes de poder hablar, para comprender
una cosa -por ejemplo una pelota o una muñeca-, dejan impresiones en el
inconsciente que preceden a la representación verbal o de palabra (Wyss,
94).
Con el advenimiento del lenguaje,
la representación de cosa quedará ligada a la correspondiente representación de
palabra en el sistema Preconciente, y sobre esta articulación entre ambas
actuará la represión.
b) Respecto
de las representaciones de palabra: una idea inconsciente es una representación
del objeto mismo, de la cosa, mientras que una idea consciente ha incorporado a
sí misma una imagen verbal, que fue aprendida de los otros (Rycroft, 91)
ya que el lenguaje es un producto cultural. Enlazar representación de cosa con
representación de cosa es, para dar un ejemplo muy simple, relacionar una
pelota percibida visualmente (cosa) con el sonido o imagen acústica ‘pelota’
(palabra).
Dice Freud: “la
representación consciente engloba la representación de cosa más la
representación palabra correspondiente” (Freud S., LO
INCONSCIENTE, 1915).
Las representaciones de palabra
se instalan mediante el proceso de VERBALIZACION, o sea el acto de
poner nombre a las cosas o sus imágenes. Por ejemplo, contar un sueño es
convertir el pensamiento del proceso primario del sueño en sí, en el
pensamiento verbal del estado consciente.
Al respecto, Rycroft indica
que el psicoanálisis constituye un intento de verbalizar lo que no es
verbalizable ya que su tema básico, la actividad mental inconsciente, es
intrínsecamente no verbal y es distorsionada, en consecuencia, por las formulaciones
verbales (Rycroft, 118).
No obstante, la verbalización es
condición sine qua nonpara la toma de conciencia (Laplanche,
369) y, por ende, para el proceso de la cura.
Tengamos presente por último, que
las representaciones de cosa son significantes pre-verbales y están regidas por
el proceso primario, mientras que las representaciones de palabra son
significantes verbales, y están regidas por el proceso secundario.
c) Teoría de la represión
REPRESION:
En sentido propio, es una
operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el
inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una
pulsión.
La represión se produce en
aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por
sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras
exigencias.
La represión es particularmente
manifiesta en la histeria, si bien desempeña también un papel importante en las
restantes afecciones mentales, así como en la psicología normal.
Puede considerarse como un
proceso psíquico universal, en cuanto se hallaría en el origen de la
constitución del inconsciente como dominio separado del resto del psiquismo (Laplanche,
375).
Hay otro sentido más vago de
represión, en relación con la defensa, que examinaremos en una próxima entrega
(“Formaciones patológicas del inconsciente“).
La represión es la que arrebata
la suma de excitación a la representación, la que disocia la carga afectiva.
Este proceso se realiza en el inconsciente o, la mayoría de las veces, en el
preconsciente. La representación queda entonces ya sin carga afectiva o bien la
recibe del inconsciente (Wyss, 92).
La operación de
represión puede considerarse:
a) desde
el punto de vista tópico:
Si bien la represión se describe,
en la primera teoría del aparato psíquico, como mantenimiento fuera de la
conciencia, Freud no asimila la instancia represora a la
conciencia.
El modelo lo proporciona la
censura. En la segunda tópica, la represión se considera como una operación
defensiva del yo (parcialmente inconsciente)
b) desde
el punto de vista económico,
La represión supone un juego
complejo de retiro de catexis, recatectización y contracatexis que afectan a
los representantes de la pulsión.
c) desde
el punto de vista dinámico
La cuestión principal es la de
los motivos de la represión: cómo una pulsión cuya satisfacción, por
definición, engendra placer, llega a suscitar un displacer que obliga a la
represión (Laplanche, 379).
CENSURA:
Función que tiende a impedir, a
los deseos inconscientes y a las formaciones que de ellos derivan, el acceso al
sistema preconsciente-consciente. La censura es una barrera permanente y
selectiva entre el inconsciente, por un lado, y el sistema preconsciente-consciente
por la otra, y se halla en consecuencia en el origen de la represión (Laplanche,
53).
También se suele hablar de una
‘segunda censura’, que Freud sitúa entre el consciente y el
preconsciente (Laplanche, 422).
Antes de pasar a los tiempos de
la represión, diferenciemos antes represión de supresión.
SUPRESION:
En sentido amplio, operación
psíquica que tiende a hacer desaparecer de la conciencia un contenido
displacentero o inoportuno: idea, afecto, etc. En este sentido, la represión
sería un tipo especial de supresión.
En sentido más estricto, designa
ciertas operaciones del sentido anterior distintas de la represión:
a) ya
sea por el carácter consciente de la operación y por el hecho de que el
contenido suprimido se convierte en preconsciente y no en inconsciente;
b) ya
sea, en el caso de la supresión de un afecto, porque éste no es traspuesto al
inconsciente, sino inhibido, abolido (Laplanche, 422).
La supresión es entonces
consciente, ocurre a nivel de la segunda censura. La represión en cambio ocurre
a nivel de la ‘primera censura’, por lo que en esta última, tanto la instancia
represora (el yo, etc.) como la misma operación y su resultado son
inconscientes.
En cuanto a los afectos, éstos
pueden suprimirse pero no reprimirse, pues estrictamente lo que se reprime es
la representación ligada al mismo. Además de suprimirse, los afectos pueden
transformarse en otro afecto, como veremos pronto (Laplanche, 422-423 y
372).
d) Tiempos de la represión
Sistematizaremos los tiempos de
la represión siguiendo los planteos de Freud tal como aparecen
en varios de sus artículos, pero sobretodo en ‘La Represión’ (1915),
donde se describen tres tiempos:
1º tiempo: represión
originaria, también llamada represión primaria, primordial, o primera
represión.
2º tiempo: represión
con posterioridad, llamada también represión secundaria, posterior, segunda
represión o represión propiamente dicha.
3º tiempo: retorno
de lo reprimido.
En general, cuando se habla de
represión en la enseñanza de Freud, se alude a la represión con
posterioridad. En lo que sigue habremos de distinguir explícitamente los dos
tipos de represión, utilizando las denominaciones represión primaria y
represión secundaria.
a) 1º tiempo: Este
primer tiempo tiene lugar esencialmente en la primera infancia, durante la cual
las pulsiones sexuales buscarán una descarga rápida e inmediata tal como lo
exige el principio del placer. Al principio el niño tiene un cierto éxito, cuando
puede descargar sus impulsos por medio de una realización alucinatoria. Este
recurso sin embargo dura poco, ya que el niño comprueba que el objeto alucinado
(por ejemplo el pecho) no es real. Sin embargo aún cuando el niño pueda
encontrar un objeto externo por medio del cual satisfacer sus pulsiones, la
inminencia de la descarga pulsional generará angustia (sea porque teme no
encontrar el objeto satisfactor, según experiencias pasadas de frustración, sea
porque hay una instancia moral).
Esta angustia es el estímulo
detonante de la represión: al representante psíquico de la pulsión le es negado
su acceso a la conciencia, y esto constituye la represión primaria.
Como vemos, el mecanismo básico
de esta represión primaria es una contracarga (o contracatexis, o
contrainvestidura), es decir a la fuerza de la pulsión se le opone otra fuerza,
la fuerza represora primaria (contracarga).
Esta represión primaria no recae
sobre la pulsión como tal, sino sobre sus signos, sus ‘representantes’ (ideas,
imágenes, etc.), que no llegan a la conciencia y a los cuales queda fijada la
pulsión. Se crea así un primer núcleo inconsciente que funciona como polo de
atracción respecto de los elementos a reprimir. Estas representaciones
inconscientes son lo que anteriormente habíamos calificado como
representaciones de cosa.
La represión no recae tampoco
sobre el afecto (ver Supresión). Sólo se reprimen los elementos
representativos, los cuales van ligados a lo reprimido originario, ya porque
provengan de éste, ya porque entren en conexión fortuita con él. La represión
reserva a cada uno de ellos un destino diferente, ‘completamente individual’
según su grado de deformación, su distancia respecto al núcleo inconsciente o
su valor afectivo.
Freud había
caracterizado al inconsciente como un reservorio pulsional (el inconsciente que
hunde sus raíces en lo biológico), y también como el conjunto de contenidos
reprimidos.
Esto último es lo que aquí nos
interesa especialmente por cuanto Freud intentará explicar la
constitución del inconsciente por el proceso de la represión primaria (Laplanche,
433). En 1915, Freud considera a las
representaciones no sólo como los contenidos del inconsciente, sino como
constitutivos de éste: en un solo y mismo acto, la represión primaria, la
pulsión en lugar de descargarse se fija a una representación que ve rehusado su
acceso a la conciencia, y se constituye el inconsciente.
Freud refiere
al respecto que “así se produce una fijación y el representante perdura, a
partir de este momento, en forma inalterable, quedando la pulsión ligada a él”.
La fijación se encuentra entonces en el origen de la represión y puede
considerársela incluso como el primer tiempo de la represión (Laplanche,
157).
Veamos entonces como define Laplanche la
represión primaria u originaria:
REPRESION ORIGINARIA: Proceso
hipotético descripto por Freud como primer tiempo de la
operación de represión. Tiene por efecto la formación de un cierto número de
representaciones inconscientes, o ‘reprimido originario’. Los núcleos inconscientes
así constituidos contribuyen seguidamente a la represión propiamente dicha o
represión con posterioridad, por la atracción que ejercen sobre los contenidos
a reprimir, junto con la repulsión proveniente de las instancias superiores (Laplanche,
379).
b) 2º tiempo: La
última parte de esta definición ya nos introduce en el segundo tiempo de la
represión, donde tiene lugar la represión secundaria. Si la represión primaria
ocurría en la primera infancia, la secundaria ocurrirá durante el resto de la
vida en una forma permanente, sea en forma fallida o excesiva (dando lugar a la
patología), sea en forma exitosa (como en las sublimaciones).
Lo esencial del 2º tiempo será lo
siguiente: lo que fue reprimido en el primer tiempo tiende siempre a irrumpir
de nuevo en la conciencia en forma de derivados, siendo sometidos entonces a
una segunda represión o represión con posterioridad (Laplanche, 94), o
represión secundaria.
Las representaciones de cosa son
siempre inconscientes, y si tienden a hacerse preconscientes o conscientes lo
harán bajo la forma de una representación de palabra. Larepresión secundaria actúa
sobre estas representaciones separando o disociando de ellas el afecto, es
decir, realizando una descatectización o desinvestidura de las representaciones
de palabra.
En el 1º tiempo no es posible
nombrar aquello que debe reprimirse pues no está constituido el lenguaje, pero
en el segundo tiempo sí: el significante ‘representación de palabra’, que es
verbal, representa lo que debe ser reprimido, representa aquello de lo cual
debe separarse el afecto, porque es este afecto displacentero en última
instancia el motivo y el fin de la represión.
Vemos así entonces que mientras
el mecanismo central de la represión primaria es una contracarga o
contrainvestidura, el mecanismo central de la represión secundaria es una
desinvestidura, un retiro de catexis de la representación palabra.
Pero como la energía no se pierde
sino que se transforma, debemos preguntarnos por último cuál o cuales serán los
destinos de los quanta de afecto separados de su representación, y al
respecto Freud plantea varios caminos posibles, calificables
como los DESTINOS DEL AFECTO.
Estos posibles destinos son,
entre los más significativos:
a) El quantum
de afecto es desplazado a otra representación lo suficientemente
alejada de la original como para no provocar angustia. Esta nueva
representación no estará, sin embargo, totalmente desconectada de la reprimida,
y habrá entre ambas lazos asociativos. Justamente durante el análisis, la interpretación
lo que hace es recorrer estas vías asociativas en sentido inverso, o sea
partiendo de la representación de palabra e intentando llegar por asociación
libre hasta la original representación reprimida (cosa que en rigor no puede
hacerse por ser esta un significante pre-verbal, es decir, innombrable,
inefable).
Las asociaciones que va haciendo
el paciente lo van llevando entonces hacia lo reprimido primordial (hacia lo
reprimido en el primer tiempo) sin alcanzarlo nunca. El hecho que las
asociaciones vayan llevando hacia lo reprimido nos muestra que las
representaciones primordiales ejercen una especie de atracción sobre el resto
de las representaciones, funcionando entonces como representaciones-fin.
El desplazamiento del afecto
sobre otra representación se ve por ejemplo en las obsesiones (la
escrupulosidad como reacción a los impulsos sádicos). En la neurosis obsesiva,
refiere Laplanche (367), el quantum de afecto se ha desplazado
desde la representación patógena ligada al acontecimiento traumatizante, a otra
representación que el sujeto considera insignificante.
También vemos un similar
mecanismo de desplazamiento en las fobias, donde una nueva representación, el
caballo, recibe el afecto displacentero (angustia, miedo) de la original
representación del padre, para referirnos al caso Juanito. El niño
puede así en este caso soportar la presencia del padre sin angustia, angustia
que además puede controlar mediante el recurso de evitar la presencia del
caballo. El caballo funciona entonces, en palabras deWyss (92-94)
como una representación compensatoria.
b) El quantum
de afecto original se transforma en otro afecto, apareciendo por
ejemplo como angustia (neurosis de angustia). Esto también se puede ver en las
fobias, donde la angustia frente al objeto fobígeno es el afecto resultante.
Este, consciente, puede a su vez
ser evitado mediante el recurso de la supresión (véase más arriba Supresión).
También puede verse este segundo destino del quantum de afecto en la melancolía
(Laplanche, 11-12).
c) El quantum
de afecto puede también convertirse en energía somática, y la
representación reprimida pasa a ser simbolizada mediante una zona o una
actividad corporal (Laplanche, 368). Tal lo que ocurre en la histeria de
conversión.
c) 3º tiempo: Los mecanismos
represores no son 100 % eficaces, y siempre se producirá un RETORNO DE
LO REPRIMIDO, como ocurre por ejemplo en los sueños, los síntomas, los
actos fallidos y en general en lo que en psicoanálisis suelen llamarse las
formaciones del inconsciente. El retorno de lo reprimido no
equivale a la disolución de la represión. Como indica Fenichel (175),
en realidad este retorno no es más que la involuntaria irrupción en el estado
consciente de derivados inaceptables de los impulsos.
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