viernes, 19 de junio de 2015

Historia de la psiquiatría y psicología médica









Historia de la Psicología  

Historia de la Psiquiatría y la Psicología Médica

Introducción

“Todos los pacientes mentales rechazan agresivamente la vida tal como nos gusta – y por consiguiente se los considero, Heréticos, magos o brujos-, o sucumben pasivamente en su incapacidad de aceptar la vida tal como la vemos y por eso se los consideró embrujados”.
G. Zilboorg

De ahí que se quemase, torturase o encarcelase a estas persona.
Todos los estudios realizados sobre los pueblos primitivos, todos los intentos de penetrar en el misterio de la raza humana, han demostrado que el hombre primitivo ha creído siempre en la existencia de seres sobrenaturales.

Cuanto menos conocía el hombre su propio mundo y menos sujetos estaban a su control o comprensión los acontecimientos que lo rodeaban, más fácil y completamente tendía a explicárselos como resultado directo de la acción de los buenos o malos espíritus, quienes podían ser inducidos a adoptar una actitud favorable o por lo menos a ahorrarle los peores infortunios siempre que él pudiese hallar el modo de propiciarlos o de adquirir parte de su poder.

Los miembros de la tribu más dotados en esta actividad, los que podían predecir o eran capaces de obtener el éxito o el fracaso de las cosechas o las expediciones de caza, de conferir fertilidad al matrimonio o de expulsar la enfermedad, eran brujos o hechiceros. En un sistema de creencias en el cual innumerables dioses y demonios eran responsables de todo lo que ocurría, desde un terremoto hasta una flor que se abría, cuanto más misterioso fuese el hecho, más tremendo y poderoso debía ser el espíritu que lo producía y más extremas las medidas que debían ser adoptadas por el brujo para encararlo o para impedir su repetición.
Es probable que durante mucho tiempo esto que decimos se aplicase igualmente a todas las formas de enfermedad o del infortunio personal; pero la enfermedad o la lesión que originaba el dolor determinó que el (enfermo) doliente exigiese alivio y ayuda; y así sobre esta base se desarrolló gradualmente un sistema empírico de tratamientos físicos y de drogas y el papel del brujo o del sacerdote se transformó en curador.

No pasó lo mismo con la enfermedad mental. Aquí la perturbación se hallaba en la conducta y en la relación del paciente con otros. El enfermo no podía quejarse de su salud y más bien debía culparse o culpar a otros por el temor o la angustia que experimentaba: quizás se sentía diferente y la explicación que debía buscarse en sus transformaciones se debía a un demonio, que había penetrado su cuerpo. O quizás adoptaba una posición inspirada, en este caso se convertía en un profeta o portavoz de cierto Dios que manifestaba verdades sagradas.

Concepción de enfermedad mental para los antiguos griegos

Así los antiguos griegos consideraron a la epilepsia la “enfermedad sagrada”. Era común que los pacientes de este tipo fueran tratados con gran respeto y protegidos, en nombre del dios al cual se atribuía la responsabilidad. Pero en las sociedades que creían en la posesión demoníaca antes que en la divina, quienes estaban habitados por demonios, eran torturados, martirizados o destrozados hasta expulsar al maligno.

La suerte de los individuos que poseían una inteligencia escasa, era menos severa: se los ignoraba, o se los trataba con indulgencia. Eran los inofensivos, idiotas a quienes no se favorecía ni rechazaba. Cuando morían, era generalmente por descuido.
Esta fue la pauta, que estuvo en la base de la reacción de los pueblos primitivos ante la aflicción mental. Sin embargo, en todas las etapas de la historia, hubo hombres cuya visión y sensibilidad los puso a la cabeza de su tiempo, y que a pesar de la aceptación convencional de la actitud en cuestión, a pesar del apoyo popular que ella gozó, supieron ver las terribles crueldades y tuvieron el coraje de oponerse en nombre de la verdad y la dignidad humana.

Aún antes del florecimiento de la civilización griega, cuya tradición médica ha sobrevivido hasta hoy, hay indicios abundantes de que se trató de comprender y tratar la enfermedad mental.
Los hechiceros y brujos de la sociedad tribal en realidad practicaron trepanaciones sobre algunos de sus “pacientes”, para libertarlos de los demonios. Los arqueólogos han encontrado los restos de los instrumentos primitivos, tanto como de los cráneos perforados.

Concepción de la enfermedad mental para la antigua India

El sistema médico de la antigua India, cuyos registros se encuentran en la herencia literaria de los Vedas, incluían no sólo la creencia en la posesión demoníaca como causa básica de la enfermedad mental, sino también las opiniones de Susruta, las cuales aún hoy están a la vanguardia de gran parte del pensamiento médico contemporáneo. Susruta sostenía que las pasiones y emociones profundas, podían causar no sólo la causa de la enfermedad mental, sino también dolencias corporales.
Tanto Susruta como sus colegas del siglo V (A.C.), creían que el alma estaba alojada en la cavidad cardíaca y que poseía una facultad fundamental o esencia a lo que llamaban “manas”, y que estos manas estaban vinculados con la respiración, llamada “prana”, a lo que atribuían significado tanto psíquico como físico. Al morir, por el último aliento el alma viva abandonaba el cuerpo, y podía retornar después en otra criatura viva.

Algo más de los griegos: Los aportes de Hipócrates

Aproximadamente un siglo después, en otra civilización, aparentemente separada de la anterior, la idea del PRANA, debía aparecer en los escritos de HIPOCRATES, quien creía que la respiración o PNEUMA, era la fuente de la inteligencia y del sentimiento, y que era distribuida el resto del cuerpo por el cerebro.

Otras ideas sobre la naturaleza y la posición del alma, algunas parecidas a las concepciones místicas de los filósofos indios, pero excluyendo la idea de la transmigración, se encontraban en las últimas obras de Platón y Aristóteles. Pero mientras éstos eran filósofos y su interés por la psicología respondía a una actitud tradicional y escolástica, Hipócrates fue esencialmente un médico, y dentro de la medicina, un clínico práctico.

Hasta ese momento la medicina griega se había dedicado totalmente a las dolencias físicas, aunque en la vieja mitología de la raza, la perturbación psicológica ocupaba un lugar especial no se la consideraba de la incumbencia del médico, y era más bien resorte especial de los sacerdotes y videntes.

Igual así, el tratamiento era a veces, notablemente empírico: por ejemplo, según cuenta la leyenda, las hijas de PROTEUS rey de ARGOS, atrajeron sobre ellas la cólera de la diosa HERA, por haber robado oro de su estatua. La diosa enloqueció a las ofensoras, de modo que estas creían ser vacas, y corrían desordenadamente en todas direcciones, gritando y mugiendo en los campos.

Un vidente llamado MELANPUS, que vivió unos tres siglos antes que Homero y que aparentemente había ganado reputación curando a Hércules de un ataque similar de locura, fue llamado para curar a las jóvenes. Aprovechando su experiencia con las cabras, cuyas violentas purgas después de comer eléboro (planta usada más tarde como droga medicinal), blanco había visto con frecuencia, dio eléboro a las “pacientes”, las cuales luego fueron perseguidas vigorosamente por los campos por vigorosos ayudantes.

Cuando las jóvenes se sintieron completamente agotadas fueron baladas en las fuentes de ARCADIA, y se las declaró curadas. El eléboro se convirtió desde ese momento, en un medicamento para la locura, y las purgas y los baños fríos se han mantenido obstinadamente como método de tratamiento. Aunque esta historia tiene más de tres mil años de antigüedad, posee ciertos rastros de modernismo. Todavía es frecuente creen que las enfermedades mentales constituyen un signo de culpa y prejuicio antes que una enfermedad común; y siempre tiende a respetarse más el tratamiento de alguna dolencia física.

Pero entre los tiempos de MELANPUS y nuestros días el problema de la enfermedad mental continúa siendo durante la mayor parte de esos tres mil años campo casi exclusivo del vidente, y más tarde del filósofo; aún el médico, con su audacia en este campo, no era del todo bien recibido.
Sin embargo, del amor de los griegos por la razón y la sabiduría, y su apasionada búsqueda de la verdad y la justicia, surge el genio de HIPOCRATES, cuyas observaciones sobre la naturaleza médica de las perturbaciones mentales iban a perdurar mucho tiempo después de que la propia civilización de la que Hipócrates fue ejemplo, hubiese contemplado tan terrible decadencia.

Hipócrates realizó una triple contribución a la medicina psicológica:
-      Advirtió la importancia del cerebro como órgano de la mente.
-      Buscó una explicación fisiológica de los distintos temperamentos, estados de ánimo y perturbaciones emocionales.
-      Atacó la concepción de que las enfermedades eran estados ordenados por la divinidad y por lo tanto inmodificables.

Hipócrates lo mismo que los médicos modernos, considera que era la mayor de las aberraciones atribuir a Dios, la imposición deliberada del sufrimiento mental y físico, en lugar de buscar el alivio por medios humanos.

Quizás el mejor ejemplo de la actitud de Hipócrates ante “la enfermedad sagrada”, o epilepsia, considerada por él de ningún modo más sagrada que otra enfermedad y por el contrario, provocada por una causa natural, sea éste: después de invitar al estudiante a examinar el cerebro del epiléptico fallecido, Hipócrates dijo:
“de este modo veréis que no es Dios, sino la enfermedad lo que lesiona el cuerpo”.
De los “purificadores” que trataban la epilepsia mediante “encantamientos y purificaciones”, escribió:
“a mi entender hacen de la divinidad un ser malvado e impío. De este modo, muchas personas utilizan a la divinidad como pantalla para ocultar su propia incapacidad para prestar ayuda”.
Describió con precisión un caso de perturbación o psicosis puerperal, otro de fobias (temores mórbidos, término antiguo) registró los detalles de los delirios en la malaria y la tuberculosis, de la pérdida de la memoria en un caso de disentería y de confusión aguda después de una fuerte hemorragia.

Su concepto del temperamento y la constitución estaba sustentado en la teoría de que la flema y la bilis eran los fluidos corporales responsables de las actitudes emocionales. Así por ejemplo, un caso de bilis negra producía estados depresivos.

Hipócrates nos dio el cuadro mental del melancólico y de los temperamentos sanguíneo y flemático. Según parece, Hipócrates fue el primer hombre que trató de liberar a la psicología médica de las teorías especulativas de los filósofos y del enfoque místico de los sacerdotes de su época y situarla en una base objetiva.

Pero todo intento de cambio, trajo sus problemas. Cuando Hipócrates comenzó el estudio de los problemas psicológicos, toda la opinión pública estaba contra él; y a pesar de las influencias de sus enseñanzas, tuvieron que pasar más de 150 años para que otro médico se atreviera a repetir lo que él había dicho, o intentar seguir la línea de Hipócrates.

De los sucesores inmediatos de Hipócrates ninguno fue médico, sólo Platón compartió la opinión de Hipócrates de que el cerebro era importante para la vida mental.

Aristóteles, Epicuro y todos sus discípulos, sostuvieron ostensiblemente que el pensamiento, el sentimiento y los resortes de la acción se encontraban en el corazón. Sostuvieron esta posición a través de la polémica y la discusión, esencialmente un modo de vida para los filósofos y un método escolástico antes que científico.

En general la medicina se desvió nuevamente hacia el marco puramente especulativo y la base de la psiquiatría cayó otra vez en el olvido.

Sólo Platón conservó un fragmento del fundamento hipocrático. Creía que la realidad tenía un doble carácter, determinado por dos miembros diferenciales: la mente y la materia.
“La mente es autentica realidad, la cosa de más valor aquello a lo cual todo debe su forma y esencia y el brazo de la ley y el orden del universo; la materia es secundaria, una fuerza gris, irracional, el dócil esclavo de la mente”.
Platón creía que el alma estaba formada por dos partes, lo racional y lo irracional; la mayor era el alma racional, inmortal y divina, con su lugar en el cerebro.
El alma irracional o animal era mortal, era la fuente de los sentimientos, de los impulsos y estaba distribuida por todo el cuerpo, y unía a la mente con el cuerpo. Su lugar era el pecho, la cólera y el coraje se alojaban en el corazón, el hambre en el ombligo y las pasiones en el vientre.

Al considerar la locura, Platón dividió su opinión entre la teoría humoral de Hipócrates, en virtud de la cual los jugos corporales eran causantes de muchas perturbaciones del sentimiento, y una nueva idea que le pertenecía: que el alma racional puede en ciertos casos ser demasiado poderosa para el cuerpo frágil, que entonces se consumirá al mismo tiempo que se quiebre el equilibrio mente-cuerpo.

Platón también reabrió la puerta a la idea de las formas sagradas y profanas de la locura: de esta manera anticipo las matanzas y los tormentos infligidos a los enfermos y neuróticos durante la Edad Media; prácticas que él mismo habría condenado absolutamente.

Aristóteles sentía un profundo respeto por el enfoque objetivo de Hipócrates, y trató de combinarlo con sus estudios y con la enseñanza de la filosofía. Sentó las bases para los fundamentos de la lógica y de la aplicación de la razón pura a todos los problemas y así quizás sea comprensible que para millones de individuos que le siguieron tanga validez total el concepto de la razón pura como algo absoluto más allá del ámbito tanto de la emoción como del de la descomposición física.

Entre las implicaciones de este concepto se encuentra la idea de que es imposible que un hombre utilice erróneamente su razón, salvo que lo haga deliberadamente y tal es hasta hoy la base del concepto legal de la enfermedad mental. Si un hombre sabe lo que está haciendo y sabe que lo que está haciendo es incorrecto, ni la desesperación, ni ningún estado parecido, aunque respondan a una dolencia mental, pueden ser aceptados como factores atenuantes de disculpa ni como elementos para su defensa. Las leyes que reflejan este principio fueron formuladas recién en 1846.

Aristóteles apoyó solo parcialmente la mayoría de las teorías de Hipócrates. Creía que los fluidos corporales eran esencialmente conductores del calor y del frío: el alma no podía vivir sin calor. No asignó al cerebro ninguna función en la actividad psicológica, pero su objetividad lo obligó a tomar nota de las proporciones de este órgano y a asignarle importancia en las funciones corporales. Creía que gracias a su consistencia fría el cerebro condensaba los vapores calientes que se originaban en el corazón. Estos vapores condensados formaban un rocío que caía, refrescando el corazón, disminuyendo la temperatura del mismo. Es importante, tal vez, averiguar, saber cuántas damas victorianas que padecían estos vapores, sospechaban que eran por lo menos en parte discípulas de Aristóteles.

En esta breve reseña del pensamiento griego en su relación con la medicina psicológica corresponde mencionar otro hecho importante. Hipócrates, médico y fundador del pensamiento médico objetivo y empírico estaba lejos de ser un materialista en el sentido moderno, ni siquiera en el sentido que el siglo XIX atribuyó a la palabra.
Tampoco era un hombre sin fe en Dios. El fragmente de su ética y su filosofía personal que hoy se recuerda mejor y que ha aportado a la profesión médica de todo el mundo una norma sobre la cual fundar los fragmentos de su dignidad, es el juramento Hipocrático que comienza con las palabras: “Juro por Apolo médico…” Apolo era el dios de la curación; la base de la ética médica como de toda la moral era esencialmente espiritual.

El sistema de pensamiento de Aristóteles fue la última incursión en la psicología que había de realizarse durante el período de apogeo griego. Con la caída de Atenas en 404 A.C., el centro cultural del mundo pasó a Alejandría. El poder militar del mundo antiguo pasó a manos de Roma, pero los médicos romanos siguieron la herencia griega.

Con el andar del tiempo, tres sistemas de pensamiento comenzaron a competir para ser aceptados como la base de todo conocimiento científico y filosófico.
Estos sistemas fueron: la filosofía del cristianismo primitivo con su hincapié en la preocupación de Dios por el individuo; los sistemas filosófico-religiosos de Oriente con sus diversos y contradictorios conceptos de Dios y sus diferentes filosofías, y la filosofía pagana de los romanos, cuya actitud religiosa era tolerante, pero sus convicciones políticas y la creencia en la necesidad de imponer la ley y el orden superaban las restantes consideraciones.

Para los filósofos y los médicos, le época tenía todavía un tinte liberal, si se abastecían de tomar una decisión política, no tenían que elegir el papel de perseguidores o perseguidos, una decisión que en la Edad Media tenían que afrontar.

Hasta mediados del siglo I a.C. fueron escasas las aportaciones a la ciencia médica. En esta época, se hizo famoso un médico llamado ASCLEPIADES.  Este médico desechó todas las enseñanzas hipocráticas como reflexiones vinculadas con la muerte. Sus escritos se perdieron, pero sus opiniones fueron conservadas por uno de los primeros historiadores de la medicina, Celso Aureliano.
Gracias a éste, sabemos que Asclepíades fue un observador clínico agudo y capaz. Diferenció los delirios debido a la fiebre, de las formas más crónicas y sutiles de la perturbación mental y lo hizo no sólo con bases físicas sino también psicológicas.
Describió la diferencia entre las ilusiones y las ideas arraigadas en una base errónea y las alucinaciones, que son percepciones de los sentidos que no corresponden a la realidad exterior. Nadie le iba a prestar demasiada atención a estas importantes distinciones, hasta principios del siglo XIX, cuando el psiquiatra francés ESQUIROL lo incluyó en su psicología médica.
Asclepíades consideraba que el origen de la enfermedad mental estaba sobre todo en la perturbación emocional intolerable, a la cual llamaba pasión de las sensaciones. Con esto también seguía adelantándose a la época. Concibió muchos modos al ocuparse del tratamiento; aumentar la comodidad de sus pacientes con hamacas oscilantes, hasta un centenar de tipos distintos de baños; recomendaba la música, la armonía y la compañía agradable para las personas que sufrían.
Lo que es más importante es que es el primer médico en desterrar las celdas y las mazmorras. Los pacientes, decía Asclepíades, deben estar en lugares bien iluminados, la oscuridad provoca terror y el terror acentúa el sufrimiento y la locura. Seguía adelantado a la época. También formuló ácidos comentarios sobre las sangrías, que a pesar de sus ataques, lo sobrevivieron 1500 años.
El número de legos interesados explícitamente en la causa y el tratamiento de la enfermedad continuó siendo mayor que el de médicos. Cicerón y Plutarco creían que sólo el alma puede curar al alma, pero alimentaban la discusión filosófica.

CELSO, durante la época del nacimiento de Cristo, fue quizás el primer periodista médico, ya que hizo la reseña del conocimiento médico de la época. Al encarar los métodos de tratamiento de la locura expresó su opinión. El filosofo, dijo, puede poseer gran conocimiento de las palabras, pero quizás estas no afecten al hombre enfermo. Si la filosofía fuera la clave de estos problemas, el filósofo sería mejor curador que el médico.
En un comentario de lo que hoy podemos considerar como manía, Celso observó: “Cuando el paciente ha dicho o hecho algo que está mal, debe ser castigado mediante hambre, cadenas y el grillete. Debe atraerse su atención sobre algo que él recordará para que lo aprenda, pues así ocurrirá que por grados se le inducirá a considerar lo que está haciendo. En esta enfermedad también es beneficioso utilizar el temor súbito, pues puede obtenerse un cambio distrayendo a la mente del estado en que se ha encontrado”.
Esta tendencia a tratar a los pacientes como si ellos fueran responsables de sus actos y pudiera ser intimidados y torturados, o atemorizados, no es característica de ningún período de la historia y por el contrario constituye una connotación permanente de todos ellos.

Mil novecientos años más tarde, cuando el psiquiatra Phillipe Pinel ordenó que se retiraran las cadenas de los pacientes internados en el hospital Bicêtre, de París, tanto sus colegas como la sociedad, se sintieron alarmados y tuvieron la sensación que sufrirían el ataque de una turba de seres de mentalidad casi animal, que habían sido liberados, y para quienes no había un tratamiento más benigno. Sin embargo, el propio Pinel, creía que el temor sería un factor valioso en el tratamiento de ciertos casos.

Más tarde, la psiquiatría descriptiva tendería a la contribución de otro médico, ARETEO de Cappadocia, quien también observó que ciertos tipos de enfermedades, tales como la depresión tenían un pronóstico potencialmente favorable y esperaba que los casos se recuperaran espontáneamente con el tiempo.

Hacia el fin del siglo I d.C., SORANUS, que también era médico produjo algunos escritos sobre el tratamiento y si bien confirmó gran parte de lo que CELSO había observado, tuvo la valentía de oponerse a todo método de crueldad.
SORANUS, fue alumno de ASCLEPIADES, y como en el caso de éste no se ha conservado ninguna de sus obras. También fue CELSO AURELIANO, quien recopiló sus opiniones, y encontró también ataques contra la violencia y el salvajismo, en el método.
Decía SORANUS, que “aún aconsejan la violencia corporal, como el uso el látigo como si tales medidas puedan volverles la razón”. “Dicho tratamiento es deplorable y sólo consigue agravar la condición del paciente”.

Mostramos aquí las medidas que tomaba para el control de un maníaco:
“Los maníacos deben ser colocados en una habitación moderadamente iluminada, donde la tranquilidad no se vea perturbada. No habrá cuadros que adornen las paredes. Si una parte del cuerpo del paciente ha sufrido las consecuencias de la agitación, será útil hacer aplicaciones tibias, aplicar fomentos de aceite tibio. Además de limitar el contacto, especialmente de los extraños, para que no se sienta exasperado”.
Estamos frente a un médico que no sólo amaba la medicina, sino también a los hombres. Era un individuo de desusada jerarquía, vale la pena ver que su biógrafo Celio, fue incapaz de compartir la actitud tolerante de Asclepíades. Celio se sentía particularmente repelido por las perversiones sexuales. Escribió sobre el culto general de la sensualidad, que en esa época estaba muy difundido y que a menudo era aceptado sin crítica y dijo de él que era “la pasión más maligna y fétida de la mente”.
Quizás este sentimiento lo llevó a orientarse a la superstición, cuya influencia estaba afirmándose en todos los sectores de la sociedad, en la que el propio Celio vivía, y precisamente esta actitud lo indujo a atribuir ciertos tipos de locura a la acción demoníaca. En una obra escribió que había cierto tipo especial de demonio que revestía la apariencia de un hombre y cuyo objetivo era seducir sexualmente a las mujeres y de ese modo apoderarse de su alma.

Existía una concepción complementaria de esto, dada a la inversa en la mujer. Todo esto configuraba un panorama que anunciaba el comienzo de 1600 años de demonología, durante los cuales millares de hombres y mujeres fueron torturados y asesinados en nombre del exorcismo y la expiación.

Antes de que la Edad Sombría comenzara en el campo de la medicina, apareció la figura del médico GALENO. En los 700 años que habían trascurrido desde la época de Hipócrates, los principios enunciados por él habían sido olvidados gradualmente.

Se pudo conservar parte de la tradición hipocrática y de los conocimientos clásicos, y combinar este material con una cantidad de teorías tomadas de distintas vertientes. Esto se llamó filosofía del eclecticismo.
La debilidad del eclecticismo, que evita el sistema es la tendencia al estancamiento. Y esto puede ser atacado por una actitud crítica hacia el conjunto de conocimientos ya adquiridos, más la investigación. Este fue el mérito de Galeno.

Galeno devolvería al cerebro la función de asiento de la razón, y fue más lejos a aducir pruebas experimentales. Puso al descubierto el corazón de un cerdo vivo, y demostró que si bien la compresión del corazón afectaba sólo a los vasos sanguíneos, la compresión del cerebro producía inconsciencia y parálisis. Sobre esta prueba afirmó que el cerebro y no el corazón era el asiento del alma racional. En el curso de este experimento Galeno llegó a situarse en la puerta de un gran descubrimiento médico de circulación de la sangre, pero no llegó a definir esta idea. Hasta que en 1628, William HARVEY dedujo este concepto en experimentos con animales vivos.
Galeno también reconoció la dependencia de la personalidad respecto de la salud física. No abrió juicio sobre Platón, sobre la inmortalidad del alma, porque consideró que estaba fuera del ámbito propio del médico, pero expresó que el alma en su manifestación exterior estaba dominada por el cuerpo, en cuanto los humores mórbidos podían producir cambios de temperatura y de la razón. El joven cerebro del niño poseía una razón débil y el viejo cerebro del anciano era olvidadizo y confuso.
Decía además Galeno: “La agudeza de la mente depende de la materia cerebral”. Es decir, intentó establecer una correlación entre la sustancia cerebral y el desempeño mental. G. Zilboorg, historiador de la medicina resume la realización de Galeno afirmando que si bien no contribuyó nada nuevo a la terapia o descripción clínica de las enfermedades mentales, su aporte fue una forma de resumen del clásico periodo grecorromano, así como del final del dicho período.

Observó que mientras los historiadores políticos dividen la historia antigua del período medioeval, destacando la importancia de la invasión de Roma por los bárbaros a fines del siglo V, la Edad Sombría en la historia médica, comenzó con la muerte de Galeno en el 200 d.C.
En la historia de la psicología médica durante el período de la demonología, que en general duró desde el 200 d.C., hasta fines del siglo XVII, en Europa, es fácil achacar al Cristianismo y a la Iglesia de Roma, gran parte de la responsabilidad por la crueldad, la intolerancia, la persecución y el terror. No faltaban personajes capaces de citar a la Biblia, en apoyo de muchas cosas terribles que hacían.
Acabó por creerse que perseguir, torturar y asesinar a los enfermos mentales (en la creencia de que eran brujas o estaban poseídos por demonios) era un deber religioso. “A la hechicera no dejaréis que viva”. “En el hombre o la mujer en quien hubiese espíritu adivinador o pitónico, han de ser muertos”.
La intolerancia y el fervor persecutorio que caracterizaron a la Edad Media, fueron consecuentes, no sólo   con el Cristianismo, sino con pautas totalitarias. Tenemos siempre fanáticos, que ponen el conformismo absoluto, por encima de los valores individuales, o de la dignidad del hombre y como cómplices de los primeros nunca faltan entusiastas y torturadores. La superstición, la crueldad y el terror en la Edad Media, aumentan la atmosfera de ignorancia de la medicina psicológica era casi completa.
En nuestros días el conocimiento ha aumentado, pero la intolerancia no se ha terminado. Todo lo que consideramos en la historia de la Edad Media, aún no ha sido erradicado en el siglo XX.

Durante cierto tiempo se aplicaron exorcismos para curar perturbaciones como la histeria, la cual, según se creía tenía su causa en los movimientos desordenados de la matriz por todo el cuerpo. Por ejemplo: “Para el dolor en la matriz, en el nombre de Dios ¡Oh! Demoníaca detén la matriz de tu doncella y cura su aflicción”. Pero la intolerancia era mayor, y se usaron métodos más drásticos y brutales. Al parecer la primera ejecución de una bruja ocurrió en Europa alrededor del 430 d.C.

Se afirma que durante el reinado de Francisco I DE Francia, fueron sacrificadas y muertas alrededor de 100.000 personas.

En tres meses del año 1515 fueron quemados 500 en Ginebra.

A medida que pasó el tiempo la práctica de denuncia a las brujas se difundió y ya no fue prerrogativa de los sacerdotes mal orientados, sino que se convirtió en recurso de vecinos maliciosos. Uno de estos, llamado Mathew Hopkins, a quien se denominó “Buscador General de Brujas”, obtuvo la ejecución de más de 100 brujas entre 1645-1647 en Inglaterra.

Antes de la reforma, la principal autoridad, en todo lo que se refería a la persecución de los insanos o neuróticos, era un tratado escrito por dos monjes, H. Kramer y J. Sprenger, llamado “El martillo de Brujas”. El Papa Inicencio VIII les había encomendado ese tratado para que la cristiandad pudiese purgarse de la tremenda invasión de demonios, brujas y otros entes semejantes. El mismo Papa los había nombrado Inquisidores supremos, con autoridad para inspeccionar y controlar la brujería. Este tratado decía por ejemplo en una parte, que dudar de tales cosas implica ser herético y blasfemo. En otra parte describe los distintos tipos de Brujas y cómo es posible identificarlas y una tercera se ocupa del tratamiento (tortura).

Después de la Reforma, la situación empeoró porque los protestantes rivalizaron con los católicos en la persecución y destrucción de brujas y heréticos. Por otro lado, los médicos, no se mostraron más sensatos que la gente de su época. Ambroise Paré el pare de la moderna cirugía y principal médico del siglo XVI, creía que el único tratamiento para el sujeto que decía poseer poderes mágicos, era la ejecución.

Pero hubo excepciones, y una de las más notables fue PARACELSO, quien dijo: “Las enfermedades mentales, nada tienen que ver con los malos espíritus o los demonios, no hay que estudiar el modo de exorcizar al demonio, sino más bien el de curar al insano”. Fue un agudo y genial polemista y cuya suerte irónica sería hallar la muerte en una disputa de taberna en el año 1541.

En la misma época, un religioso, Juan Luis VIVES, publicó una serie completa de obras religiosas y filosóficas en las cuales criticaba toda la base de “El martillo de las brujas”, e insistía en la causa natural de la enfermedad mental.

Otro firme seguidor de las ideas olvidadas y abandonadas de Hipócrates, fue Cornelio AGRIPPA, quien denunció a la Inquisición, durante sus tareas como abogado en la ciudad de Metz, cosa que lo obligó a salir de la ciudad, pero llegó a proclamar que torturar a mujeres en nombre de la religión era obra del ANTICRISTO, antes que de la cristiandad. Murió sólo, en la miseria, despreciado y calumniado. Se decía que su único compañero era un perro negro, y sus detractores afirmaban que era él mismo diablo que conversaba con Agrippa.

Pero tres años antes de la muerte de Agrippa, Johann WEYER, inspirado en el mismo Agrippa, fue quien hizo la mayor contribución a la psiquiatría del Renacimiento.
Weyer, que se vio protegido por el Duque Guillermo de Julich, por ser médico personal, en sus estudios de la enfermedad mental, chocó inevitablemente con la Inquisición, y refiriéndose a ella, dijo: “Es muy desagradable ver cómo la gente, para destruir errores, se dedicó a destruir seres humanos”.

La amplitud y la claridad de su visión de la enfermedad mental, demostraron a quienes estaban en condiciones de aceptarla, la naturaleza absurda de las teorías demoníacas y el efecto de las mismas sobre el tratamiento de los pacientes. Por primera vez desde Hipócrates, un médico podía afirmar su jurisdicción sobre el dominio de la enfermedad mental como parte de la medicina, antes que como sector de la teología o del derecho.
Weyer que también era un hombre religioso, no le impidió afirmar y separar que las confesiones de las personas acusadas de brujería, a menudo no eran más que síntomas de la enfermedad o expresiones de la fantasía. Pero igual Weyer fue atacado desde todos los ángulos de la legalidad.

Jean Bodin, no de los principales juristas de la Edad Media, sostuvo que Weyer era un hombre muy malvado, un protector de brujas, que aún pretendía discutir verdades innegables, como el hecho de que las brujas comen de la carne de los niños, o que las mujeres poseen una inclinación particular a la hechicería y la brujería.
El hecho de que después de la muerte de estos dos hombres, 100 años después, 250 personas fuesen arrestadas y juzgadas en SALEM, Massachusetts, en la infame Caza de Brujas de 1692, demuestra que los conceptos de Bodin y de los jueces reflejaban poderosas corrientes de opinión pública.

En el año 1736 fueron derogadas en Inglaterra las leyes contra la Brujería y sólo a fines del siglo XIX concibió formas destinadas a reemplazar el encarcelamiento y descuido de los enfermos mentales, resultado de la indiferencia pública frente a esos pacientes, es decir de la actitud manifestada cuando ya no fue posible creer que eran víctimas de la posesión sobrenatural.

Renacimiento

La principal característica de la época renacentista fue el aumento del conocimiento del mundo exterior.
Pero la superstición y la confusión del pasado no dejaron de gravitar sobre los problemas de la mente y en un período de la historia, de la medicina, y de la ciencia durante el cual se inventó el microscopio y se descubrió la circulación de la sangre y la rotación de la tierra alrededor del sol, y gracias a los descubrimientos de NEWTON, se echaron las bases de toda la física moderna hasta la época de EINSTEIN, los aspectos mentales y los emocionales de la vida humana quedaron casi al margen de la esfera médica.

Pero también hubo excepciones, como Félix PLATER, que realizó un estudio individual de los pacientes mentales, visitando centenares, en las mazmorras y las oscuras celdas donde se los guardaba, a veces encadenados. Pero si bien sus observaciones produjeron otra clasificación de los síntomas, no parecía interesarse en el tratamiento intolerable dado de los enfermos.
Por el lado teórico, el interés por la actividad quedó en manos de los filósofos, pero entre éstos había hombres muy destacados, como Descartes, Hobbes, Spinoza y Locke, éste también médico. Abundaban concepciones, como la de fuerza vital, que aún persiste en nuestros días. El estudio del principio vital o fuerza vital, había de allanar el camino para la emancipación de la PSICOLOGIA MEDICA, respecto de las grandes disputas de la teología y el escolasticismo.
Todas las demás ramas de la clínica médica seguían avanzando, el prestigio del médico aumentaba en la medida en que adquiría una comprensión más cabal de los fenómenos naturales en que tenía más poder para tratar la enfermedad física; quizás no nos asombre que el campo de la enfermedad mental fuera segregado del progreso de la ciencia, del mismo modo que los pacientes eran aislados o ignorados. El médico práctico tenía poco que ofrecer al maníaco, al alucinado, o al paciente afectado por una desesperación intolerable.
Thomas Willis, gran anatomista y estudioso del sistema nervioso, desecó el cerebro y fijó el diagrama de su provisión sanguínea. Pero su actitud ante el tratamiento de las perturbaciones mentales seguía siendo retrogrado: “El objeto esencial es naturalmente curativo… es preciso apelar a la disciplina, a las amenazas y a los golpes, tanto como al tratamiento médico, para recuperar a estas personas nada es más eficaz que imponer el respeto e intimidarlos”. Otro método prestigioso era el de las sangrías, los pacientes eran desangrados literalmente.
Al acentuarse el conocimiento médico a expensas de la brujería, apareció la necesidad de buscar el origen de las enfermedades mentales. La problemática sexual explicada hasta ese momento por las actividades de los INCUBO y SUCUBO
INCUBO: Tipo especial de demonio cuyo objetivo era seducir a la mujer sexualmente y apoderarse de su alma.
SUCUBO: Femenino. Fue tratada por el médico francés Jacques Ferrand, sobre la base de una sencilla explicación: los deseos naturales de los pacientes.

Describió cómo, a través de los remedios propios, el Señor curó a dos jóvenes esposas de la convicción de que el demonio se acostaba con ellas todas las noches, mientras los esposos dormían. Después de curadas, fueron capaces de reconocer que todo era producto de su depravada imaginación.

En el SIGLO XVII, aparecieron medios empíricos de tratamiento de la enfermedad mental.

La transfusión sanguínea ocupó el lugar de la sangría y se utilizó la sangre de jóvenes y sanos para tratar a ancianos desequilibrados. El deseo de tratar la enfermedad mental mediante métodos puramente físicos es natural y ha determinado el éxito de la terapia por inoculación de la insulina y el tratamiento anticonvulsivo.

En oposición al método físico, se hallaba el interés de ciertos médicos por el principio vital antes mencionado. El médico alemán George Stahl, creía que la comprensión del modo en que el alma y la fuerza vital actuaban conjuntamente en el cuerpo era más importante que el conocimiento de la física y para su época esta idea constituía una idea revolucionaria. Se ocupó además, del “efecto” de las pasiones (sentimiento y estados de ánimo) sobre el cuerpo. Sostuvo que las emociones perturbadas podían interferir en la salud física y que los sueños a veces reflejaban la tendencia de una enfermedad física.

George Stahl fue en realidad el precursor de la medicina psicosomática. Además, sus teorías fueron importantes porque despertaron el interés médico por la perturbación mental. A comienzos del siglo XVII, este principio tenía una cautelosa aprobación. “El médico podía decir que la mente y el cuerpo ejercen uno sobre otro un poder reciproco, cuya exteriorización ignoramos”.

Pero médicos que se interesaban por las perturbaciones del sistema nervioso, como por ejemplo: J. Brown, B. Rusch, J.C. Reil, defendieron con toda fuerza la tortura física y mental. Reil se especializó en lo que llamaba tortura no lesionante. Consistía en sumergir a los pacientes en agua y enfrentarlos con médicos y enfermeros disfrazados de “jueces” ángeles, los muertos, que acaban de alzarse de sus tumbas, todo lo cual de acuerdo con las necesidades de los diversos pacientes deben ser representado para producir la ilusión de absoluta verosimilitud”.

Las escenas de estas representaciones teatrales, concebidas para armonizar con las ilusiones o alucinaciones de los pacientes, debían incluir guaridas de leones, lugares de ejecución y salas de operaciones. Los médicos más imaginativos crearon aparatos especiales, por ejemplo, sillas que colgaban de una soga, o puertas que al abrirse empujaban al paciente a un baño helado.

Estas metodologías o prácticas, no aumentaron el prestigio de los médicos a los ojos de los filósofos. En el año 1733 el médico inglés George CHEYNE, publicó un tratado sobre enfermedades nerviosas, el aspecto más importante de la obra era la casuística basada en su propia experiencia y durante el período que estuvo enfermo mentalmente. Esta fue una actitud no sólo de coraje sino también de honestidad.

Doscientos años después, cuando Freud quiso ilustrar su brillante teoría de la psicología de los sueños, relatando e interpretando muchos de sus sueños y sentimientos internos, su obra fue saludad por muchos con una actitud de conmovida indignación. Sin embargo el médico que no es capaz de reconocer y aceptar sus propios conflictos, por lo menos hasta cierto punto, nada puede darles a sus pacientes cuyos sentimientos él debe comprender integralmente.

La típica omnipotencia del médico, manifiesta en una superioridad personal cuando pensaban en los pacientes mentales (actitud todavía vigente), quizás era la causa de la desconcertante inhumanidad y del descuido con que se trataba a los pacientes; quizás la causa de esto era la misma enfermedad que movilizaba en el médico miedo, agresión e indiferencia. Sea como fuera, hasta fines del siglo XVIII, no existían hospitales o verdaderos lugares para un cuidado del paciente. Se los recluía en prisiones, donde cualquiera tenía acceso. Ira a Bedlam, el Hospital Real de Bethlehem, era un entretenimiento de fines del siglo XVIII, comparable a lo que es hoy un zoológico.
En un comentario sobre las condiciones que halló en los asilos, ESQUIROL dijo: “Los he visto desnudos o cubiertos de harapos y protegidos solo por un montón de paja, en el pavimento frío y húmedo en el cual yacían. Los he vista sin agua, mal alimentados y entregados a la supervisión brutal de los carceleros. Los he visto sin aire  luz, encadenados en cuevas donde no sería posible confinar a bestias salvajes. Tienen un rostro pálido y demacrado y esperan sólo el momento que pondrá fin a su miseria humana y que ocultará nuestra desgracia. Son exhibidos a la mirada del público por codiciosos guardianes que los hacen aparecer como bestias”.
En el transcurso de una investigación sobre el asilo de York, en 1814, producida por la muerte y desaparición de varios pacientes, a los que a sus familiares se les había prohibido las visitas, S. Tuke, miembro de la familia que fundó el retiro de York, el primer hospital para enfermos mentales de características humanas en Inglaterra, registró estos detalles: “No existían salas de estar con patios contiguos para ventilación. No había más que dos patios abiertos para todo tipo de pacientes, excepto los ricos. Todas las demás clases de pacientes estaban agrupados en patios sin techos, expuestos al sol, y descalzos. En este estado se encontraban más de cien personas, con todo tipo de patologías, desde curables hasta incurables.
Estas revelaciones provocaron un revuelo público y en 1815 se designó una comisión especial para “considerar medidas destinadas a mejorar el funcionamiento de los manicomios en Inglaterra”. Puede parecer increíble que los médicos contemplaran sin compasión y sin culpas el espectáculo ofrecido por estos seres humanos. Pero podían hacerlo, y lo hacían.
En consecuencia, no es extraño exagerar la importancia de la decisión tomada por Phillippe PINEL, en 1793, quien ordenó desencadenar a los pacientes del hospital Bicêtre, de París, siendo el Director. PINEL, durante los días de la Revolución Francesa, publicó obras sobre la enfermedad mental que son clásicas y abordó e tratamiento, adoptando la actitud de abolir las restricciones a la libertad, prohibió las sangrías, los chapuzones y todas las formas de violencia, y preconizó que se usaran las drogas con una moderación que hoy todavía es ejemplar. Cuando se estudia la historia de la medicina psicológica, la era de PINEL y ESQUIROL, marcaba el camino hacia la real preocupación del paciente como ser humano.
En la época en que PINEL llegó a París, fue a esta ciudad otro hombre cuyo nombre había de conquistar mayor fama, si bien no tan firme como la de aquél, era Antón MESMER, el descubridor del “magnetismo metal”. En esencia se trataba de la técnica del hipnotismo, practicado con numerosos aditamentos, y elementos de sugestión.
Sus teorías incluían elementos de astrología y partían de la premisa de que el universo estaba compuesto por un fluido magnético que todo lo penetraba y que transmitía la influencia de las estrellas.  MESMER afirmaba que él era capaz de manejar el equilibrio y los efectos de ese fluido mediante un poder personal. Construyó un aparato parecido a una caldera, de la cual salían varillas de hierro. Los pacientes se aferraban a estas varillas y se tomaban de las manos y de ese modo caían bajo la influencia magnética de MESMER, agitada por él mientras dirigía el experimento.
En 1784, la Academia de Ciencias de Francia, investigó las actividades de Mesmer, y llegó a la conclusión de que “la imaginación con magnetismo produce convulsiones y que el magnetismo sin imaginación nada produce”. Esto irritó a Mesmer, pero no impidió que muchos médicos estudiaran cuidadosamente sus investigaciones. Además el mesmerismo satisfacía una indudable necesidad de la época. De hecho que era el único tratamiento disponible para la neurosis.
En el siglo XIX el desarrollo del hipnotismo a partir del mesmerismo, recibió considerable estímulo gracias a las aplicaciones en cirugía. Antes de que se descubriera la anestesia se realizaban operaciones con el paciente hipnotizado. Posteriormente la hipnosis fue estudiada y se distinguieron los términos: hipnotismo, hipnotizar, hipnótico, hipnosis.
Luego la hipnosis fue utilizada por un médico llamado LIEBEAULT, en muchas enfermedades, pero detectó que “los nerviosos y los histéricos” eran los sujetos más refractarios. Pero en la última parte del siglo XIX el gran médico francés CHARCOT hizo de la hipnosis el principal método clínico, en su famoso servicio, en el Hospital de la Salpetrière, en París. Charcot fue un brillante médico neurólogo que examinaba detenidamente a sus pacientes y era capaz de demostrar la diferencia entre los signos de la parálisis inducidos por la hipnosis y los que obedecían a una enfermedad orgánica del sistema nervioso.
Sin embargo, de lo anterior dedujo la conclusión de que el médico podía inducir los fenómenos del hipnotismo únicamente en los pacientes capaces de producir espontáneamente la histeria, en respuesta a una tensión intensa. Esta conclusión lo llevó al concepto de que la hipnosis misma era una entidad patológica y que la capacidad de ser hipnotizado constituía un estado de anormalidad. Conclusión que fue errónea y que lo separó de la doctrina de LIEBEAULT.
Algunos de los conceptos derivados de la hipnosis, eran erróneos, uno de ellos era el diagnostico de la histeroepilepsia, dividido en mayor y menor, de acuerdo a la magnitud de las convulsiones. El mismo Charcot sabía que la histeroepilepsia no era otra forma de la autentica epilepsia y que sólo se le asemejaba superficialmente. De todos modos el término ha tardado en desaparecer.
En el año 1885 llegó a la Salpetrière, Sigmund Freud, y se radicó allí ara conocer todo lo posible acerca de la hipnosis. La acogida dada a algunas de sus observaciones cuando regresó a su país, es singularmente reveladora. Freud había descrito algunos casos de histeria estudiados por él en hombres. El presidente de la Sociedad Vienesa de Medicina, declaró que eso era increíble, y el doctor MEYNERT, uno de los principales neurólogos de la época, desafió a Freud aunque de una manera ingenua, a descubrir un caso de histeria masculina.
Los médicos de la Sociedad se negaron a las observaciones y la negativa la expresó un cirujano que protestó: “Pero mi querido amigo, ¿cómo puede hablar de semejante insensatez? Hysteron significa útero, por lo tanto, ¿cómo es posible que un hombre padezca histeria?
De todos modos el estudio de la hipnosis y de los pacientes histéricos, tanto en Nancy por BERNHEIM, como en París por CHARCOT, determinó un enfoque vital para el estudio de la enfermedad, en la cual FREUD había de ser el fundamental pionero.
Charcot y Bernheim fueron los grandes maestros y sus escuelas representaron los primeros centros de estudios especializados. El genio de FREUD fue el primer fruto de esa notable innovación.
Otro, el doctor BRODIE, registró la alteración de la conducta histérica con los síntomas físicos y vio que ambos factores tenían un origen similar. Llegó a la conclusión de que el “temor a la sugestión y a la simulación son factores primarios en la producción de dichos síntomas.
Pierre JANET hizo también estudios importantes en pacientes histéricos y reconoció que algunos de los procesos mentales implicados en la enfermedad de esos sujetos se encuentran fuera de la conciencia, estos resultados se acercaron a los descubrimientos ulteriores de Freud sobre la actividad inconsciente. Pero si bien los conceptos de JANET incluyen el concepto de la disociación, en realidad este autor no desarrolló concepciones dinámicas acerca de esta teoría. Cuando Janet aludía a los actos mentales inconscientes, se refería al hecho de que estos eran automáticos.
En otro aspecto. El doctor FERRUS, sucesor de PINEL en el hospital de Bicêtre, separó a los desequilibrados y los criminales.
Ferrus se interesó fundamentalmente por el criminal insano, para el cual reclamó una atención especial y organizó grupos de trabajo. Fue un ejemplo y el primero, de Terapia ocupacional, y el primer caso de empleo constructivo, y productivo en una granja que incluía tambo, talleres y establo.
Otro aporte importante y aún vigente, fue la contribución de KRAFFT – EBING que descubrió la relación de una dolencia llamada parálisis general progresiva (P.G.P.), con la sífilis. Demostró su afirmación inoculando sífilis a los pacientes que padecían de esa condición, y demostrando que no se producía una nueva infección. De este descubrimiento se deducía que una enfermedad cuyas manifestaciones a menudo eran principalmente psicológicas, tenían una causa orgánica.
Pero habría de prevalecer el criterio más equilibrado, según el cual, si bien el cerebro y la mente están indisolublemente vinculados, no todas las lesiones cerebrales producen síntomas psicológicos, y no todos los síntomas psicológicos originan deterioro cerebral.
MOREL, médico francés fallecido en 1873, sostuvo que la degeneración física era la base de todas las enfermedades mentales.
Bernard y Renaudin afirmaron que: “existía una esencial dualidad psicosomática en el hombre”, en la cual debe ser integrado el concepto de dolencia mental. En Alemania, el interés por las enfermedades mentales, adoptó principalmente la forma de la pasión por las clasificaciones precisas de tipo descriptivo.
Los hombres de ciencia cuyos nombres se asocian más vívidamente con el período de observación detallada, de magistral descripción clínica y de visión general organizada, son: Emil KRAEPELIN y Eugen BLEULER. Debemos nombrar también a otros como KAHLBAUM, quien acuñó el concepto ciclotimia, para los estados alternantes de júbilo y desesperación.
Pero Kraepelin y Bleuler fueron los gigantes del período que precedió inmediatamente a la avalancha de descubrimientos de Freud y sus disidentes, Adler y Jung.
Kraepelin basó su obra en la premisa de que las enfermedades mentales constituían entidades diferenciadas que debían ser estudiadas por separado.
Sus observaciones lo llevaron a diferenciar dos grupos principales de enfermedades mentales: a uno de ellos, en el cual la personalidad se deterioraba y desintegraba progresivamente, le asignó el nombre de demencia precoz, y la consideró una forma de locura que se iniciaba durante la pubertad; y el otro, una profunda perturbación del temperamento, que denominó maniaco depresivo, al estilo de la ciclotimia de Kahlbaum. El tercer grupo lo denominó paranoia, caracterizado por las ideas persecutorias y/o por las ilusiones de grandeza.
Toda la base de estas teorías fue “destruida” por una monografía histórica sobre la demencia precoz en 1911 por Bleuler y que probablemente en lo esencial derivaba de la revolución del pensamiento psiquiátrico promovida principalmente por Freud e impulsada luego por Jung, Adler, Meyer y el propio Bleuler. Bleuler demostró que las características de la demencia precoz representaban manifestaciones secundarias e inconstantes (y no fijas como para Kraepelin), de un grupo más amplio de enfermedades cuya característica fundamental era la destrucción de los vínculos asociativos normales y de la integridad de toda la personalidad. Entonces, Bleuler acuñó el término esquizofrenia para designar a todo ese grupo de enfermedades cuyas manifestaciones y desenlace podían variar considerablemente.

Del mismo modo, todo el cuerpo de enseñanzas  y conocimientos psicoanalíticos originados en Freud, y luego desarrollado por sus partidarios y disidentes con Adler y Jung, y el mismo Meyer, que nunca pudo aceptar totalmente todo el psicoanálisis, pero de hecho fue uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Norteamericana, todos estos elementos son partes de la psiquiatría antes que la historia concluye en el comienzo del siglo XX, y desde ese momento, todos los éxitos, errores, etc., nos corresponde a nosotros mismos, y verlos desde su valor y desde el lado de la crítica.