Historia de la Psicología
Historia de la Psiquiatría y la
Psicología Médica
Introducción
“Todos los pacientes
mentales rechazan agresivamente la vida tal como nos gusta – y por consiguiente
se los considero, Heréticos, magos o brujos-, o sucumben pasivamente en su
incapacidad de aceptar la vida tal como la vemos y por eso se los consideró embrujados”.
G. Zilboorg
De ahí que se quemase, torturase o
encarcelase a estas persona.
Todos los estudios realizados sobre los
pueblos primitivos, todos los intentos de penetrar en el misterio de la raza
humana, han demostrado que el hombre primitivo ha creído siempre en la
existencia de seres sobrenaturales.
Cuanto menos conocía el hombre su
propio mundo y menos sujetos estaban a su control o comprensión los
acontecimientos que lo rodeaban, más fácil y completamente tendía a
explicárselos como resultado directo de la acción de los buenos o malos
espíritus, quienes podían ser inducidos a adoptar una actitud favorable o por
lo menos a ahorrarle los peores infortunios siempre que él pudiese hallar el
modo de propiciarlos o de adquirir parte de su poder.
Los miembros de la tribu más dotados en
esta actividad, los que podían predecir o eran capaces de obtener el éxito o el
fracaso de las cosechas o las expediciones de caza, de conferir fertilidad al
matrimonio o de expulsar la enfermedad, eran brujos o hechiceros. En un sistema
de creencias en el cual innumerables dioses y demonios eran responsables de
todo lo que ocurría, desde un terremoto hasta una flor que se abría, cuanto más
misterioso fuese el hecho, más tremendo y poderoso debía ser el espíritu que lo
producía y más extremas las medidas que debían ser adoptadas por el brujo para
encararlo o para impedir su repetición.
Es probable que durante mucho tiempo
esto que decimos se aplicase igualmente a todas las formas de enfermedad o del
infortunio personal; pero la enfermedad o la lesión que originaba el dolor
determinó que el (enfermo) doliente exigiese alivio y ayuda; y así sobre esta
base se desarrolló gradualmente un sistema empírico de tratamientos físicos y
de drogas y el papel del brujo o del sacerdote se transformó en curador.
No pasó lo mismo con la enfermedad
mental. Aquí la perturbación se hallaba en la conducta y en la relación del
paciente con otros. El enfermo no podía quejarse de su salud y más bien debía
culparse o culpar a otros por el temor o la angustia que experimentaba: quizás
se sentía diferente y la explicación que debía buscarse en sus transformaciones
se debía a un demonio, que había penetrado su cuerpo. O quizás adoptaba una
posición inspirada, en este caso se convertía en un profeta o portavoz de
cierto Dios que manifestaba verdades sagradas.
Concepción de enfermedad mental para
los antiguos griegos
Así los antiguos griegos consideraron a
la epilepsia la “enfermedad sagrada”. Era común que los pacientes de este tipo
fueran tratados con gran respeto y protegidos, en nombre del dios al cual se
atribuía la responsabilidad. Pero en las sociedades que creían en la posesión
demoníaca antes que en la divina, quienes estaban habitados por demonios, eran
torturados, martirizados o destrozados hasta expulsar al maligno.
La suerte de los individuos que poseían
una inteligencia escasa, era menos severa: se los ignoraba, o se los trataba
con indulgencia. Eran los inofensivos, idiotas a quienes no se favorecía ni
rechazaba. Cuando morían, era generalmente por descuido.
Esta fue la pauta, que estuvo en la
base de la reacción de los pueblos primitivos ante la aflicción mental. Sin
embargo, en todas las etapas de la historia, hubo hombres cuya visión y
sensibilidad los puso a la cabeza de su tiempo, y que a pesar de la aceptación
convencional de la actitud en cuestión, a pesar del apoyo popular que ella
gozó, supieron ver las terribles crueldades y tuvieron el coraje de oponerse en
nombre de la verdad y la dignidad humana.
Aún antes del florecimiento de la
civilización griega, cuya tradición médica ha sobrevivido hasta hoy, hay
indicios abundantes de que se trató de comprender y tratar la enfermedad
mental.
Los hechiceros y brujos de la sociedad
tribal en realidad practicaron trepanaciones sobre algunos de sus “pacientes”,
para libertarlos de los demonios. Los arqueólogos han encontrado los restos de
los instrumentos primitivos, tanto como de los cráneos perforados.
Concepción de la enfermedad mental para
la antigua India
El sistema médico de la antigua India,
cuyos registros se encuentran en la herencia literaria de los Vedas, incluían
no sólo la creencia en la posesión demoníaca como causa básica de la enfermedad
mental, sino también las opiniones de Susruta, las cuales aún hoy están a la
vanguardia de gran parte del pensamiento médico contemporáneo. Susruta sostenía
que las pasiones y emociones profundas, podían causar no sólo la causa de la
enfermedad mental, sino también dolencias corporales.
Tanto Susruta como sus colegas del
siglo V (A.C.), creían que el alma estaba alojada en la cavidad cardíaca y que
poseía una facultad fundamental o esencia a lo que llamaban “manas”, y que
estos manas estaban vinculados con la respiración, llamada “prana”, a lo que
atribuían significado tanto psíquico como físico. Al morir, por el último
aliento el alma viva abandonaba el cuerpo, y podía retornar después en otra
criatura viva.
Algo más de los griegos: Los aportes de
Hipócrates
Aproximadamente un siglo después, en
otra civilización, aparentemente separada de la anterior, la idea del PRANA,
debía aparecer en los escritos de HIPOCRATES, quien creía que la
respiración o PNEUMA, era la fuente de la inteligencia y del sentimiento, y que
era distribuida el resto del cuerpo por el cerebro.
Otras ideas sobre la naturaleza y la
posición del alma, algunas parecidas a las concepciones místicas de los
filósofos indios, pero excluyendo la idea de la transmigración, se encontraban
en las últimas obras de Platón y Aristóteles. Pero mientras éstos eran
filósofos y su interés por la psicología respondía a una actitud tradicional y
escolástica, Hipócrates fue esencialmente un médico, y dentro de la medicina,
un clínico práctico.
Hasta ese momento la medicina griega se
había dedicado totalmente a las dolencias físicas, aunque en la vieja mitología
de la raza, la perturbación psicológica ocupaba un lugar especial no se la
consideraba de la incumbencia del médico, y era más bien resorte especial de
los sacerdotes y videntes.
Igual así, el tratamiento era a veces,
notablemente empírico: por ejemplo, según cuenta la leyenda, las hijas de
PROTEUS rey de ARGOS, atrajeron sobre ellas la cólera de la diosa HERA, por
haber robado oro de su estatua. La diosa enloqueció a las ofensoras, de modo
que estas creían ser vacas, y corrían desordenadamente en todas direcciones,
gritando y mugiendo en los campos.
Un vidente llamado MELANPUS, que vivió
unos tres siglos antes que Homero y que aparentemente había ganado reputación
curando a Hércules de un ataque similar de locura, fue llamado para curar a las
jóvenes. Aprovechando su experiencia con las cabras, cuyas violentas purgas
después de comer eléboro (planta usada más tarde como droga medicinal), blanco
había visto con frecuencia, dio eléboro a las “pacientes”, las cuales luego
fueron perseguidas vigorosamente por los campos por vigorosos ayudantes.
Cuando las jóvenes se sintieron
completamente agotadas fueron baladas en las fuentes de ARCADIA, y se las
declaró curadas. El eléboro se convirtió desde ese momento, en un medicamento
para la locura, y las purgas y los baños fríos se han mantenido obstinadamente
como método de tratamiento. Aunque esta historia tiene más de tres mil años de
antigüedad, posee ciertos rastros de modernismo. Todavía es frecuente creen que
las enfermedades mentales constituyen un signo de culpa y prejuicio antes que
una enfermedad común; y siempre tiende a respetarse más el tratamiento de
alguna dolencia física.
Pero entre los tiempos de MELANPUS y
nuestros días el problema de la enfermedad mental continúa siendo durante la
mayor parte de esos tres mil años campo casi exclusivo del vidente, y más tarde
del filósofo; aún el médico, con su audacia en este campo, no era del todo bien
recibido.
Sin embargo, del amor de los griegos
por la razón y la sabiduría, y su apasionada búsqueda de la verdad y la
justicia, surge el genio de HIPOCRATES, cuyas observaciones sobre la naturaleza
médica de las perturbaciones mentales iban a perdurar mucho tiempo después de
que la propia civilización de la que Hipócrates fue ejemplo, hubiese
contemplado tan terrible decadencia.
Hipócrates realizó una triple
contribución a la medicina psicológica:
- Advirtió
la importancia del cerebro como órgano de la mente.
- Buscó
una explicación fisiológica de los distintos temperamentos, estados de ánimo y
perturbaciones emocionales.
- Atacó
la concepción de que las enfermedades eran estados ordenados por la divinidad y
por lo tanto inmodificables.
Hipócrates lo mismo que los médicos
modernos, considera que era la mayor de las aberraciones atribuir a Dios, la
imposición deliberada del sufrimiento mental y físico, en lugar de buscar el
alivio por medios humanos.
Quizás el mejor ejemplo de la actitud
de Hipócrates ante “la enfermedad sagrada”, o epilepsia, considerada por él de
ningún modo más sagrada que otra enfermedad y por el contrario, provocada por
una causa natural, sea éste: después de invitar al estudiante a examinar el
cerebro del epiléptico fallecido, Hipócrates dijo:
“de este modo veréis que no es Dios,
sino la enfermedad lo que lesiona el cuerpo”.
De los “purificadores” que trataban la
epilepsia mediante “encantamientos y purificaciones”, escribió:
“a mi entender hacen de la divinidad un
ser malvado e impío. De este modo, muchas personas utilizan a la divinidad como
pantalla para ocultar su propia incapacidad para prestar ayuda”.
Describió con precisión un caso de
perturbación o psicosis puerperal, otro de fobias (temores mórbidos, término
antiguo) registró los detalles de los delirios en la malaria y la tuberculosis,
de la pérdida de la memoria en un caso de disentería y de confusión aguda
después de una fuerte hemorragia.
Su concepto del temperamento y la
constitución estaba sustentado en la teoría de que la flema y la bilis eran los
fluidos corporales responsables de las actitudes emocionales. Así por ejemplo,
un caso de bilis negra producía estados depresivos.
Hipócrates nos dio el cuadro mental del
melancólico y de los temperamentos sanguíneo y flemático. Según parece,
Hipócrates fue el primer hombre que trató de liberar a la psicología médica de
las teorías especulativas de los filósofos y del enfoque místico de los
sacerdotes de su época y situarla en una base objetiva.
Pero todo intento de cambio, trajo sus
problemas. Cuando Hipócrates comenzó el estudio de los problemas psicológicos,
toda la opinión pública estaba contra él; y a pesar de las influencias de sus
enseñanzas, tuvieron que pasar más de 150 años para que otro médico se
atreviera a repetir lo que él había dicho, o intentar seguir la línea de
Hipócrates.
De los sucesores inmediatos de
Hipócrates ninguno fue médico, sólo Platón compartió la opinión de Hipócrates
de que el cerebro era importante para la vida mental.
Aristóteles, Epicuro y todos sus
discípulos, sostuvieron ostensiblemente que el pensamiento, el sentimiento y
los resortes de la acción se encontraban en el corazón. Sostuvieron esta
posición a través de la polémica y la discusión, esencialmente un modo de vida
para los filósofos y un método escolástico antes que científico.
En general la medicina se desvió
nuevamente hacia el marco puramente especulativo y la base de la psiquiatría
cayó otra vez en el olvido.
Sólo Platón conservó
un fragmento del fundamento hipocrático. Creía que la realidad tenía un doble
carácter, determinado por dos miembros diferenciales: la mente y la materia.
“La mente es autentica realidad, la
cosa de más valor aquello a lo cual todo debe su forma y esencia y el brazo de
la ley y el orden del universo; la materia es secundaria, una fuerza gris,
irracional, el dócil esclavo de la mente”.
Platón creía que el alma estaba
formada por dos partes, lo racional y lo irracional; la mayor era el alma
racional, inmortal y divina, con su lugar en el cerebro.
El alma irracional o
animal era mortal, era la fuente de los sentimientos, de los impulsos y estaba
distribuida por todo el cuerpo, y unía a la mente con el cuerpo. Su lugar era
el pecho, la cólera y el coraje se alojaban en el corazón, el hambre en el
ombligo y las pasiones en el vientre.
Al considerar la locura,
Platón dividió su opinión entre la teoría humoral de Hipócrates, en virtud de
la cual los jugos corporales eran causantes de muchas perturbaciones del
sentimiento, y una nueva idea que le pertenecía: que el alma racional puede en
ciertos casos ser demasiado poderosa para el cuerpo frágil, que entonces se
consumirá al mismo tiempo que se quiebre el equilibrio mente-cuerpo.
Platón también reabrió la puerta a la idea de las formas sagradas y
profanas de la locura: de esta manera anticipo las matanzas y los tormentos
infligidos a los enfermos y neuróticos durante la Edad Media; prácticas que él
mismo habría condenado absolutamente.
Aristóteles sentía un profundo respeto por el enfoque objetivo de Hipócrates,
y trató de combinarlo con sus estudios y con la enseñanza de la filosofía.
Sentó las bases para los fundamentos de la lógica y de la aplicación de la
razón pura a todos los problemas y así quizás sea comprensible que para
millones de individuos que le siguieron tanga validez total el concepto de la
razón pura como algo absoluto más allá del ámbito tanto de la emoción como del
de la descomposición física.
Entre las implicaciones de este
concepto se encuentra la idea de que es imposible que un hombre utilice erróneamente
su razón, salvo que lo haga deliberadamente y tal es hasta hoy la base del
concepto legal de la enfermedad mental. Si un hombre sabe lo que está haciendo
y sabe que lo que está haciendo es incorrecto, ni la desesperación, ni ningún
estado parecido, aunque respondan a una dolencia mental, pueden ser aceptados
como factores atenuantes de disculpa ni como elementos para su defensa. Las
leyes que reflejan este principio fueron formuladas recién en 1846.
Aristóteles apoyó solo parcialmente la mayoría de las teorías de Hipócrates.
Creía que los fluidos corporales eran esencialmente conductores del calor y del
frío: el alma no podía vivir sin calor. No asignó al cerebro ninguna función en
la actividad psicológica, pero su objetividad lo obligó a tomar nota de las
proporciones de este órgano y a asignarle importancia en las funciones
corporales. Creía que gracias a su consistencia fría el cerebro condensaba los
vapores calientes que se originaban en el corazón. Estos vapores condensados
formaban un rocío que caía, refrescando el corazón, disminuyendo la temperatura
del mismo. Es importante, tal vez, averiguar, saber cuántas damas victorianas
que padecían estos vapores, sospechaban que eran por lo menos en parte
discípulas de Aristóteles.
En esta breve reseña del pensamiento
griego en su relación con la medicina psicológica corresponde mencionar otro
hecho importante. Hipócrates, médico y fundador del pensamiento
médico objetivo y empírico estaba lejos de ser un materialista en el sentido
moderno, ni siquiera en el sentido que el siglo XIX atribuyó a la palabra.
Tampoco era un hombre sin fe en Dios.
El fragmente de su ética y su filosofía personal que hoy se recuerda mejor y
que ha aportado a la profesión médica de todo el mundo una norma sobre la cual
fundar los fragmentos de su dignidad, es el juramento Hipocrático que comienza
con las palabras: “Juro por Apolo médico…” Apolo era el dios de la curación; la
base de la ética médica como de toda la moral era esencialmente espiritual.
El sistema de pensamiento de Aristóteles fue
la última incursión en la psicología que había de realizarse durante el período
de apogeo griego. Con la caída de Atenas en 404 A.C., el centro cultural del
mundo pasó a Alejandría. El poder militar del mundo antiguo pasó a manos de Roma,
pero los médicos romanos siguieron la herencia griega.
Con el andar del tiempo, tres sistemas
de pensamiento comenzaron a competir para ser aceptados como la base de todo
conocimiento científico y filosófico.
Estos sistemas fueron: la
filosofía del cristianismo primitivo con su hincapié en la
preocupación de Dios por el individuo; los sistemas
filosófico-religiosos de Oriente con sus diversos y contradictorios
conceptos de Dios y sus diferentes filosofías, y la filosofía pagana de
los romanos, cuya actitud religiosa era tolerante, pero sus convicciones
políticas y la creencia en la necesidad de imponer la ley y el orden superaban
las restantes consideraciones.
Para los filósofos y los médicos, le
época tenía todavía un tinte liberal, si se abastecían de tomar una decisión
política, no tenían que elegir el papel de perseguidores o perseguidos, una
decisión que en la Edad Media tenían que afrontar.
Hasta mediados del siglo I a.C. fueron
escasas las aportaciones a la ciencia médica. En esta época, se hizo famoso un
médico llamado ASCLEPIADES. Este médico desechó todas las
enseñanzas hipocráticas como reflexiones vinculadas con la muerte. Sus escritos
se perdieron, pero sus opiniones fueron conservadas por uno de los primeros
historiadores de la medicina, Celso Aureliano.
Gracias a éste, sabemos que Asclepíades
fue un observador clínico agudo y capaz. Diferenció los delirios debido a la
fiebre, de las formas más crónicas y sutiles de la perturbación mental y lo
hizo no sólo con bases físicas sino también psicológicas.
Describió la diferencia entre las
ilusiones y las ideas arraigadas en una base errónea y las alucinaciones, que
son percepciones de los sentidos que no corresponden a la realidad exterior.
Nadie le iba a prestar demasiada atención a estas importantes distinciones,
hasta principios del siglo XIX, cuando el psiquiatra francés ESQUIROL lo
incluyó en su psicología médica.
Asclepíades consideraba que el origen
de la enfermedad mental estaba sobre todo en la perturbación emocional
intolerable, a la cual llamaba pasión de las sensaciones. Con esto también
seguía adelantándose a la época. Concibió muchos modos al ocuparse del
tratamiento; aumentar la comodidad de sus pacientes con hamacas oscilantes,
hasta un centenar de tipos distintos de baños; recomendaba la música, la
armonía y la compañía agradable para las personas que sufrían.
Lo que es más importante es que es el
primer médico en desterrar las celdas y las mazmorras. Los pacientes, decía
Asclepíades, deben estar en lugares bien iluminados, la oscuridad provoca
terror y el terror acentúa el sufrimiento y la locura. Seguía adelantado a la
época. También formuló ácidos comentarios sobre las sangrías, que a pesar de
sus ataques, lo sobrevivieron 1500 años.
El número de legos interesados
explícitamente en la causa y el tratamiento de la enfermedad continuó siendo
mayor que el de médicos. Cicerón y Plutarco creían que sólo el alma puede curar
al alma, pero alimentaban la discusión filosófica.
CELSO, durante la época
del nacimiento de Cristo, fue quizás el primer periodista médico, ya que hizo
la reseña del conocimiento médico de la época. Al encarar los métodos de
tratamiento de la locura expresó su opinión. El filosofo, dijo, puede poseer
gran conocimiento de las palabras, pero quizás estas no afecten al hombre
enfermo. Si la filosofía fuera la clave de estos problemas, el filósofo sería
mejor curador que el médico.
En un comentario de lo que hoy podemos
considerar como manía, Celso observó: “Cuando el paciente ha dicho o hecho algo
que está mal, debe ser castigado mediante hambre, cadenas y el grillete. Debe
atraerse su atención sobre algo que él recordará para que lo aprenda, pues así
ocurrirá que por grados se le inducirá a considerar lo que está haciendo. En
esta enfermedad también es beneficioso utilizar el temor súbito, pues puede
obtenerse un cambio distrayendo a la mente del estado en que se ha encontrado”.
Esta tendencia a tratar a los pacientes
como si ellos fueran responsables de sus actos y pudiera ser intimidados y
torturados, o atemorizados, no es característica de ningún período de la
historia y por el contrario constituye una connotación permanente de todos
ellos.
Mil novecientos años más tarde, cuando
el psiquiatra Phillipe Pinel ordenó que se retiraran las cadenas de los
pacientes internados en el hospital Bicêtre, de París, tanto sus colegas como
la sociedad, se sintieron alarmados y tuvieron la sensación que sufrirían el
ataque de una turba de seres de mentalidad casi animal, que habían sido
liberados, y para quienes no había un tratamiento más benigno. Sin embargo, el
propio Pinel, creía que el temor sería un factor valioso en el tratamiento de
ciertos casos.
Más tarde, la psiquiatría descriptiva
tendería a la contribución de otro médico, ARETEO de Cappadocia, quien también
observó que ciertos tipos de enfermedades, tales como la depresión tenían un
pronóstico potencialmente favorable y esperaba que los casos se recuperaran
espontáneamente con el tiempo.
Hacia el fin del siglo I d.C., SORANUS,
que también era médico produjo algunos escritos sobre el tratamiento y si bien
confirmó gran parte de lo que CELSO había observado, tuvo la valentía de
oponerse a todo método de crueldad.
SORANUS, fue alumno de ASCLEPIADES, y
como en el caso de éste no se ha conservado ninguna de sus obras. También fue
CELSO AURELIANO, quien recopiló sus opiniones, y encontró también ataques
contra la violencia y el salvajismo, en el método.
Decía SORANUS, que “aún aconsejan la
violencia corporal, como el uso el látigo como si tales medidas puedan
volverles la razón”. “Dicho tratamiento es deplorable y sólo consigue agravar
la condición del paciente”.
Mostramos aquí las medidas que tomaba
para el control de un maníaco:
“Los maníacos deben ser colocados en una
habitación moderadamente iluminada, donde la tranquilidad no se vea perturbada.
No habrá cuadros que adornen las paredes. Si una parte del cuerpo del paciente
ha sufrido las consecuencias de la agitación, será útil hacer aplicaciones
tibias, aplicar fomentos de aceite tibio. Además de limitar el contacto,
especialmente de los extraños, para que no se sienta exasperado”.
Estamos frente a un médico que no sólo
amaba la medicina, sino también a los hombres. Era un individuo de desusada
jerarquía, vale la pena ver que su biógrafo Celio, fue incapaz de compartir la
actitud tolerante de Asclepíades. Celio se sentía particularmente repelido por
las perversiones sexuales. Escribió sobre el culto general de la sensualidad,
que en esa época estaba muy difundido y que a menudo era aceptado sin crítica y
dijo de él que era “la pasión más maligna y fétida de la mente”.
Quizás este sentimiento lo llevó a
orientarse a la superstición, cuya influencia estaba afirmándose en todos los
sectores de la sociedad, en la que el propio Celio vivía, y precisamente esta
actitud lo indujo a atribuir ciertos tipos de locura a la acción demoníaca. En
una obra escribió que había cierto tipo especial de demonio que revestía la
apariencia de un hombre y cuyo objetivo era seducir sexualmente a las mujeres y
de ese modo apoderarse de su alma.
Existía una concepción complementaria
de esto, dada a la inversa en la mujer. Todo esto configuraba un panorama que
anunciaba el comienzo de 1600 años de demonología, durante los cuales millares
de hombres y mujeres fueron torturados y asesinados en nombre del exorcismo y
la expiación.
Antes de que la Edad Sombría comenzara
en el campo de la medicina, apareció la figura del médico GALENO. En los 700
años que habían trascurrido desde la época de Hipócrates, los principios
enunciados por él habían sido olvidados gradualmente.
Se pudo conservar parte de la tradición
hipocrática y de los conocimientos clásicos, y combinar este material con una
cantidad de teorías tomadas de distintas vertientes. Esto se llamó filosofía
del eclecticismo.
La debilidad del eclecticismo, que
evita el sistema es la tendencia al estancamiento. Y esto puede ser atacado por
una actitud crítica hacia el conjunto de conocimientos ya adquiridos, más la
investigación. Este fue el mérito de Galeno.
Galeno devolvería al cerebro la función de asiento de la razón, y fue más
lejos a aducir pruebas experimentales. Puso al descubierto el corazón de un
cerdo vivo, y demostró que si bien la compresión del corazón afectaba sólo a
los vasos sanguíneos, la compresión del cerebro producía inconsciencia y
parálisis. Sobre esta prueba afirmó que el cerebro y no el corazón era el
asiento del alma racional. En el curso de este experimento Galeno llegó a
situarse en la puerta de un gran descubrimiento médico de circulación de la
sangre, pero no llegó a definir esta idea. Hasta que en 1628, William HARVEY dedujo
este concepto en experimentos con animales vivos.
Galeno también reconoció la dependencia
de la personalidad respecto de la salud física. No abrió juicio sobre Platón,
sobre la inmortalidad del alma, porque consideró que estaba fuera del ámbito
propio del médico, pero expresó que el alma en su manifestación exterior estaba
dominada por el cuerpo, en cuanto los humores mórbidos podían producir cambios
de temperatura y de la razón. El joven cerebro del niño poseía una razón débil
y el viejo cerebro del anciano era olvidadizo y confuso.
Decía además Galeno: “La
agudeza de la mente depende de la materia cerebral”. Es decir, intentó
establecer una correlación entre la sustancia cerebral y el desempeño mental.
G. Zilboorg, historiador de la medicina resume la realización de Galeno
afirmando que si bien no contribuyó nada nuevo a la terapia o descripción
clínica de las enfermedades mentales, su aporte fue una forma de resumen del
clásico periodo grecorromano, así como del final del dicho período.
Observó que mientras los historiadores
políticos dividen la historia antigua del período medioeval, destacando la
importancia de la invasión de Roma por los bárbaros a fines del siglo V, la
Edad Sombría en la historia médica, comenzó con la muerte de Galeno en el 200
d.C.
En la historia de la psicología médica
durante el período de la demonología, que en general duró desde el 200 d.C.,
hasta fines del siglo XVII, en Europa, es fácil achacar al Cristianismo y a la
Iglesia de Roma, gran parte de la responsabilidad por la crueldad, la
intolerancia, la persecución y el terror. No faltaban personajes capaces de
citar a la Biblia, en apoyo de muchas cosas terribles que hacían.
Acabó por creerse que perseguir,
torturar y asesinar a los enfermos mentales (en la creencia de que eran brujas
o estaban poseídos por demonios) era un deber religioso. “A la hechicera no
dejaréis que viva”. “En el hombre o la mujer en quien hubiese espíritu
adivinador o pitónico, han de ser muertos”.
La intolerancia y el fervor
persecutorio que caracterizaron a la Edad Media, fueron consecuentes, no
sólo con el Cristianismo, sino con pautas totalitarias. Tenemos
siempre fanáticos, que ponen el conformismo absoluto, por encima de los valores
individuales, o de la dignidad del hombre y como cómplices de los primeros
nunca faltan entusiastas y torturadores. La superstición, la crueldad y el
terror en la Edad Media, aumentan la atmosfera de ignorancia de la medicina
psicológica era casi completa.
En nuestros días el conocimiento ha
aumentado, pero la intolerancia no se ha terminado. Todo lo que consideramos en
la historia de la Edad Media, aún no ha sido erradicado en el siglo XX.
Durante cierto tiempo se aplicaron
exorcismos para curar perturbaciones como la histeria, la cual, según se creía
tenía su causa en los movimientos desordenados de la matriz por todo el cuerpo.
Por ejemplo: “Para el dolor en la matriz, en el nombre de Dios ¡Oh! Demoníaca
detén la matriz de tu doncella y cura su aflicción”. Pero la intolerancia era
mayor, y se usaron métodos más drásticos y brutales. Al parecer la primera
ejecución de una bruja ocurrió en Europa alrededor del 430 d.C.
Se afirma que durante el reinado de
Francisco I DE Francia, fueron sacrificadas y muertas alrededor de 100.000
personas.
En tres meses del año 1515 fueron
quemados 500 en Ginebra.
A medida que pasó el tiempo la práctica
de denuncia a las brujas se difundió y ya no fue prerrogativa de los sacerdotes
mal orientados, sino que se convirtió en recurso de vecinos maliciosos. Uno de
estos, llamado Mathew Hopkins, a quien se denominó “Buscador General de
Brujas”, obtuvo la ejecución de más de 100 brujas entre 1645-1647 en
Inglaterra.
Antes de la reforma, la principal
autoridad, en todo lo que se refería a la persecución de los insanos o
neuróticos, era un tratado escrito por dos monjes, H. Kramer y J. Sprenger,
llamado “El martillo de Brujas”. El Papa Inicencio VIII les había encomendado
ese tratado para que la cristiandad pudiese purgarse de la tremenda invasión de
demonios, brujas y otros entes semejantes. El mismo Papa los había nombrado
Inquisidores supremos, con autoridad para inspeccionar y controlar la brujería.
Este tratado decía por ejemplo en una parte, que dudar de tales cosas implica
ser herético y blasfemo. En otra parte describe los distintos tipos de Brujas y
cómo es posible identificarlas y una tercera se ocupa del tratamiento
(tortura).
Después de la Reforma, la situación
empeoró porque los protestantes rivalizaron con los católicos en la persecución
y destrucción de brujas y heréticos. Por otro lado, los médicos, no se
mostraron más sensatos que la gente de su época. Ambroise Paré el pare de la
moderna cirugía y principal médico del siglo XVI, creía que el único
tratamiento para el sujeto que decía poseer poderes mágicos, era la ejecución.
Pero hubo excepciones, y una de las más
notables fue PARACELSO, quien dijo: “Las enfermedades mentales,
nada tienen que ver con los malos espíritus o los demonios, no hay que estudiar
el modo de exorcizar al demonio, sino más bien el de curar al insano”. Fue un
agudo y genial polemista y cuya suerte irónica sería hallar la muerte en una
disputa de taberna en el año 1541.
En la misma época, un religioso, Juan
Luis VIVES, publicó una serie completa de obras religiosas y
filosóficas en las cuales criticaba toda la base de “El martillo de las
brujas”, e insistía en la causa natural de la enfermedad mental.
Otro firme seguidor de las ideas
olvidadas y abandonadas de Hipócrates, fue Cornelio AGRIPPA, quien
denunció a la Inquisición, durante sus tareas como abogado en la ciudad de
Metz, cosa que lo obligó a salir de la ciudad, pero llegó a proclamar que
torturar a mujeres en nombre de la religión era obra del ANTICRISTO, antes que
de la cristiandad. Murió sólo, en la miseria, despreciado y calumniado. Se
decía que su único compañero era un perro negro, y sus detractores afirmaban
que era él mismo diablo que conversaba con Agrippa.
Pero tres años antes de la muerte de
Agrippa, Johann WEYER, inspirado en el mismo Agrippa, fue quien
hizo la mayor contribución a la psiquiatría del Renacimiento.
Weyer, que se vio protegido por el
Duque Guillermo de Julich, por ser médico personal, en sus estudios de la
enfermedad mental, chocó inevitablemente con la Inquisición, y refiriéndose a
ella, dijo: “Es muy desagradable ver cómo la gente, para destruir errores, se
dedicó a destruir seres humanos”.
La amplitud y la claridad de su visión
de la enfermedad mental, demostraron a quienes estaban en condiciones de
aceptarla, la naturaleza absurda de las teorías demoníacas y el efecto de las
mismas sobre el tratamiento de los pacientes. Por primera vez desde Hipócrates,
un médico podía afirmar su jurisdicción sobre el dominio de la enfermedad
mental como parte de la medicina, antes que como sector de la teología o del
derecho.
Weyer que también era un hombre
religioso, no le impidió afirmar y separar que las confesiones de las personas
acusadas de brujería, a menudo no eran más que síntomas de la enfermedad o
expresiones de la fantasía. Pero igual Weyer fue atacado desde todos los
ángulos de la legalidad.
Jean Bodin, no de los principales
juristas de la Edad Media, sostuvo que Weyer era un hombre muy malvado, un
protector de brujas, que aún pretendía discutir verdades innegables, como el
hecho de que las brujas comen de la carne de los niños, o que las mujeres
poseen una inclinación particular a la hechicería y la brujería.
El hecho de que después de la muerte de
estos dos hombres, 100 años después, 250 personas fuesen arrestadas y juzgadas
en SALEM, Massachusetts, en la infame Caza de Brujas de 1692, demuestra que los
conceptos de Bodin y de los jueces reflejaban poderosas corrientes de opinión
pública.
En el año 1736 fueron derogadas en
Inglaterra las leyes contra la Brujería y sólo a fines del siglo XIX concibió
formas destinadas a reemplazar el encarcelamiento y descuido de los enfermos
mentales, resultado de la indiferencia pública frente a esos pacientes, es
decir de la actitud manifestada cuando ya no fue posible creer que eran
víctimas de la posesión sobrenatural.
Renacimiento
La principal característica de la época
renacentista fue el aumento del conocimiento del mundo exterior.
Pero la superstición y la confusión del
pasado no dejaron de gravitar sobre los problemas de la mente y en un período
de la historia, de la medicina, y de la ciencia durante el cual se inventó el
microscopio y se descubrió la circulación de la sangre y la rotación de la
tierra alrededor del sol, y gracias a los descubrimientos de NEWTON, se echaron
las bases de toda la física moderna hasta la época de EINSTEIN, los aspectos
mentales y los emocionales de la vida humana quedaron casi al margen de la
esfera médica.
Pero también hubo excepciones, como
Félix PLATER, que realizó un estudio individual de los pacientes mentales,
visitando centenares, en las mazmorras y las oscuras celdas donde se los
guardaba, a veces encadenados. Pero si bien sus observaciones produjeron otra
clasificación de los síntomas, no parecía interesarse en el tratamiento
intolerable dado de los enfermos.
Por el lado teórico, el interés por la
actividad quedó en manos de los filósofos, pero entre éstos había hombres muy
destacados, como Descartes, Hobbes, Spinoza y Locke, éste también médico.
Abundaban concepciones, como la de fuerza vital, que aún persiste en nuestros
días. El estudio del principio vital o fuerza vital, había de allanar el camino
para la emancipación de la PSICOLOGIA MEDICA, respecto de las grandes disputas
de la teología y el escolasticismo.
Todas las demás ramas de la clínica
médica seguían avanzando, el prestigio del médico aumentaba en la medida en que
adquiría una comprensión más cabal de los fenómenos naturales en que tenía más
poder para tratar la enfermedad física; quizás no nos asombre que el campo de
la enfermedad mental fuera segregado del progreso de la ciencia, del mismo modo
que los pacientes eran aislados o ignorados. El médico práctico tenía poco que
ofrecer al maníaco, al alucinado, o al paciente afectado por una desesperación
intolerable.
Thomas Willis, gran anatomista y
estudioso del sistema nervioso, desecó el cerebro y fijó el diagrama de su
provisión sanguínea. Pero su actitud ante el tratamiento de las perturbaciones
mentales seguía siendo retrogrado: “El objeto esencial es naturalmente
curativo… es preciso apelar a la disciplina, a las amenazas y a los golpes,
tanto como al tratamiento médico, para recuperar a estas personas nada es más
eficaz que imponer el respeto e intimidarlos”. Otro método prestigioso era el
de las sangrías, los pacientes eran desangrados literalmente.
Al acentuarse el conocimiento médico a
expensas de la brujería, apareció la necesidad de buscar el origen de las
enfermedades mentales. La problemática sexual explicada hasta ese momento por
las actividades de los INCUBO y SUCUBO
INCUBO: Tipo especial de demonio cuyo
objetivo era seducir a la mujer sexualmente y apoderarse de su alma.
SUCUBO: Femenino. Fue tratada por el
médico francés Jacques Ferrand, sobre la base de una sencilla explicación: los
deseos naturales de los pacientes.
Describió cómo, a través de los
remedios propios, el Señor curó a dos jóvenes esposas de la convicción de que
el demonio se acostaba con ellas todas las noches, mientras los esposos
dormían. Después de curadas, fueron capaces de reconocer que todo era producto
de su depravada imaginación.
En el SIGLO XVII, aparecieron medios
empíricos de tratamiento de la enfermedad mental.
La transfusión sanguínea ocupó el lugar
de la sangría y se utilizó la sangre de jóvenes y sanos para tratar a ancianos
desequilibrados. El deseo de tratar la enfermedad mental mediante métodos
puramente físicos es natural y ha determinado el éxito de la terapia por
inoculación de la insulina y el tratamiento anticonvulsivo.
En oposición al método físico, se
hallaba el interés de ciertos médicos por el principio vital antes mencionado.
El médico alemán George Stahl, creía que la comprensión del modo en que el alma
y la fuerza vital actuaban conjuntamente en el cuerpo era más importante que el
conocimiento de la física y para su época esta idea constituía una idea
revolucionaria. Se ocupó además, del “efecto” de las pasiones (sentimiento y
estados de ánimo) sobre el cuerpo. Sostuvo que las emociones perturbadas podían
interferir en la salud física y que los sueños a veces reflejaban la tendencia
de una enfermedad física.
George Stahl fue en realidad el
precursor de la medicina psicosomática. Además, sus teorías fueron importantes
porque despertaron el interés médico por la perturbación mental. A comienzos
del siglo XVII, este principio tenía una cautelosa aprobación. “El médico podía
decir que la mente y el cuerpo ejercen uno sobre otro un poder reciproco, cuya
exteriorización ignoramos”.
Pero médicos que se interesaban por las
perturbaciones del sistema nervioso, como por ejemplo: J. Brown, B. Rusch, J.C.
Reil, defendieron con toda fuerza la tortura física y mental. Reil se
especializó en lo que llamaba tortura no lesionante. Consistía en sumergir a
los pacientes en agua y enfrentarlos con médicos y enfermeros disfrazados de
“jueces” ángeles, los muertos, que acaban de alzarse de sus tumbas, todo lo
cual de acuerdo con las necesidades de los diversos pacientes deben ser
representado para producir la ilusión de absoluta verosimilitud”.
Las escenas de estas representaciones
teatrales, concebidas para armonizar con las ilusiones o alucinaciones de los
pacientes, debían incluir guaridas de leones, lugares de ejecución y salas de
operaciones. Los médicos más imaginativos crearon aparatos especiales, por
ejemplo, sillas que colgaban de una soga, o puertas que al abrirse empujaban al
paciente a un baño helado.
Estas metodologías o prácticas, no
aumentaron el prestigio de los médicos a los ojos de los filósofos. En el año
1733 el médico inglés George CHEYNE, publicó un tratado sobre enfermedades
nerviosas, el aspecto más importante de la obra era la casuística basada en su
propia experiencia y durante el período que estuvo enfermo mentalmente. Esta
fue una actitud no sólo de coraje sino también de honestidad.
Doscientos años después, cuando Freud
quiso ilustrar su brillante teoría de la psicología de los sueños, relatando e
interpretando muchos de sus sueños y sentimientos internos, su obra fue saludad
por muchos con una actitud de conmovida indignación. Sin embargo el médico que
no es capaz de reconocer y aceptar sus propios conflictos, por lo menos hasta
cierto punto, nada puede darles a sus pacientes cuyos sentimientos él debe
comprender integralmente.
La típica omnipotencia del médico,
manifiesta en una superioridad personal cuando pensaban en los pacientes
mentales (actitud todavía vigente), quizás era la causa de la desconcertante
inhumanidad y del descuido con que se trataba a los pacientes; quizás la causa
de esto era la misma enfermedad que movilizaba en el médico miedo, agresión e
indiferencia. Sea como fuera, hasta fines del siglo XVIII, no existían hospitales
o verdaderos lugares para un cuidado del paciente. Se los recluía en prisiones,
donde cualquiera tenía acceso. Ira a Bedlam, el Hospital Real de Bethlehem, era
un entretenimiento de fines del siglo XVIII, comparable a lo que es hoy un
zoológico.
En un comentario sobre las condiciones
que halló en los asilos, ESQUIROL dijo: “Los he visto desnudos o cubiertos de
harapos y protegidos solo por un montón de paja, en el pavimento frío y húmedo
en el cual yacían. Los he vista sin agua, mal alimentados y entregados a la
supervisión brutal de los carceleros. Los he visto sin aire luz,
encadenados en cuevas donde no sería posible confinar a bestias salvajes.
Tienen un rostro pálido y demacrado y esperan sólo el momento que pondrá fin a
su miseria humana y que ocultará nuestra desgracia. Son exhibidos a la mirada
del público por codiciosos guardianes que los hacen aparecer como bestias”.
En el transcurso de una investigación
sobre el asilo de York, en 1814, producida por la muerte y desaparición de
varios pacientes, a los que a sus familiares se les había prohibido las
visitas, S. Tuke, miembro de la familia que fundó el retiro de York, el primer
hospital para enfermos mentales de características humanas en Inglaterra,
registró estos detalles: “No existían salas de estar con patios contiguos para
ventilación. No había más que dos patios abiertos para todo tipo de pacientes,
excepto los ricos. Todas las demás clases de pacientes estaban agrupados en
patios sin techos, expuestos al sol, y descalzos. En este estado se encontraban
más de cien personas, con todo tipo de patologías, desde curables hasta
incurables.
Estas revelaciones provocaron un
revuelo público y en 1815 se designó una comisión especial para “considerar
medidas destinadas a mejorar el funcionamiento de los manicomios en
Inglaterra”. Puede parecer increíble que los médicos contemplaran sin compasión
y sin culpas el espectáculo ofrecido por estos seres humanos. Pero podían
hacerlo, y lo hacían.
En consecuencia, no es extraño exagerar
la importancia de la decisión tomada por Phillippe PINEL, en
1793, quien ordenó desencadenar a los pacientes del hospital Bicêtre, de París,
siendo el Director. PINEL, durante los días de la Revolución Francesa, publicó
obras sobre la enfermedad mental que son clásicas y abordó e tratamiento,
adoptando la actitud de abolir las restricciones a la libertad, prohibió las
sangrías, los chapuzones y todas las formas de violencia, y preconizó que se
usaran las drogas con una moderación que hoy todavía es ejemplar. Cuando se
estudia la historia de la medicina psicológica, la era de PINEL y ESQUIROL,
marcaba el camino hacia la real preocupación del paciente como ser humano.
En la época en que PINEL llegó a París,
fue a esta ciudad otro hombre cuyo nombre había de conquistar mayor fama, si
bien no tan firme como la de aquél, era Antón MESMER, el
descubridor del “magnetismo metal”. En esencia se trataba de la técnica del
hipnotismo, practicado con numerosos aditamentos, y elementos de sugestión.
Sus teorías incluían elementos de
astrología y partían de la premisa de que el universo estaba compuesto por un
fluido magnético que todo lo penetraba y que transmitía la influencia de las
estrellas. MESMER afirmaba que él era capaz de manejar el equilibrio y
los efectos de ese fluido mediante un poder personal. Construyó un aparato
parecido a una caldera, de la cual salían varillas de hierro. Los pacientes se
aferraban a estas varillas y se tomaban de las manos y de ese modo caían bajo
la influencia magnética de MESMER, agitada por él mientras dirigía el
experimento.
En 1784, la Academia de Ciencias de
Francia, investigó las actividades de Mesmer, y llegó a la conclusión de que
“la imaginación con magnetismo produce convulsiones y que el magnetismo sin
imaginación nada produce”. Esto irritó a Mesmer, pero no impidió que muchos
médicos estudiaran cuidadosamente sus investigaciones. Además el mesmerismo
satisfacía una indudable necesidad de la época. De hecho que era el único
tratamiento disponible para la neurosis.
En el siglo XIX el desarrollo del hipnotismo
a partir del mesmerismo, recibió considerable estímulo gracias a las
aplicaciones en cirugía. Antes de que se descubriera la anestesia se realizaban
operaciones con el paciente hipnotizado. Posteriormente la hipnosis fue
estudiada y se distinguieron los términos: hipnotismo, hipnotizar,
hipnótico, hipnosis.
Luego la hipnosis fue utilizada por un
médico llamado LIEBEAULT, en muchas enfermedades, pero detectó que “los
nerviosos y los histéricos” eran los sujetos más refractarios. Pero en la
última parte del siglo XIX el gran médico francés CHARCOT hizo
de la hipnosis el principal método clínico, en su famoso servicio, en el
Hospital de la Salpetrière, en París. Charcot fue un brillante médico neurólogo
que examinaba detenidamente a sus pacientes y era capaz de demostrar la
diferencia entre los signos de la parálisis inducidos por la hipnosis y los que
obedecían a una enfermedad orgánica del sistema nervioso.
Sin embargo, de lo anterior dedujo la
conclusión de que el médico podía inducir los fenómenos del hipnotismo
únicamente en los pacientes capaces de producir espontáneamente la histeria, en
respuesta a una tensión intensa. Esta conclusión lo llevó al concepto de que la
hipnosis misma era una entidad patológica y que la capacidad de ser hipnotizado
constituía un estado de anormalidad. Conclusión que fue errónea y que lo separó
de la doctrina de LIEBEAULT.
Algunos de los conceptos derivados de
la hipnosis, eran erróneos, uno de ellos era el diagnostico de la
histeroepilepsia, dividido en mayor y menor, de acuerdo a la magnitud de las
convulsiones. El mismo Charcot sabía que la histeroepilepsia no era otra forma
de la autentica epilepsia y que sólo se le asemejaba superficialmente. De todos
modos el término ha tardado en desaparecer.
En el año 1885 llegó a la Salpetrière,
Sigmund Freud, y se radicó allí ara conocer todo lo posible acerca
de la hipnosis. La acogida dada a algunas de sus observaciones cuando regresó a
su país, es singularmente reveladora. Freud había descrito algunos casos de
histeria estudiados por él en hombres. El presidente de la Sociedad Vienesa de
Medicina, declaró que eso era increíble, y el doctor MEYNERT, uno de los
principales neurólogos de la época, desafió a Freud aunque de una manera
ingenua, a descubrir un caso de histeria masculina.
Los médicos de la Sociedad se negaron a
las observaciones y la negativa la expresó un cirujano que protestó: “Pero mi
querido amigo, ¿cómo puede hablar de semejante insensatez? Hysteron significa
útero, por lo tanto, ¿cómo es posible que un hombre padezca histeria?
De todos modos el estudio de la
hipnosis y de los pacientes histéricos, tanto en Nancy por BERNHEIM, como en
París por CHARCOT, determinó un enfoque vital para el estudio de la enfermedad,
en la cual FREUD había de ser el fundamental pionero.
Charcot y Bernheim fueron los grandes
maestros y sus escuelas representaron los primeros centros de estudios
especializados. El genio de FREUD fue el primer fruto de esa notable
innovación.
Otro, el doctor BRODIE, registró la
alteración de la conducta histérica con los síntomas físicos y vio que ambos
factores tenían un origen similar. Llegó a la conclusión de que el “temor a la
sugestión y a la simulación son factores primarios en la producción de dichos
síntomas.
Pierre JANET hizo
también estudios importantes en pacientes histéricos y reconoció que algunos de
los procesos mentales implicados en la enfermedad de esos sujetos se encuentran
fuera de la conciencia, estos resultados se acercaron a los descubrimientos
ulteriores de Freud sobre la actividad inconsciente. Pero si bien los conceptos
de JANET incluyen el concepto de la disociación, en realidad este autor no
desarrolló concepciones dinámicas acerca de esta teoría. Cuando Janet aludía a
los actos mentales inconscientes, se refería al hecho de que estos eran
automáticos.
En otro aspecto. El doctor FERRUS,
sucesor de PINEL en el hospital de Bicêtre, separó a los desequilibrados y los
criminales.
Ferrus se interesó fundamentalmente por
el criminal insano, para el cual reclamó una atención especial y organizó
grupos de trabajo. Fue un ejemplo y el primero, de Terapia ocupacional, y el
primer caso de empleo constructivo, y productivo en una granja que incluía
tambo, talleres y establo.
Otro aporte importante y aún vigente,
fue la contribución de KRAFFT – EBING que descubrió la relación de una dolencia
llamada parálisis general progresiva (P.G.P.), con la sífilis. Demostró su
afirmación inoculando sífilis a los pacientes que padecían de esa condición, y
demostrando que no se producía una nueva infección. De este descubrimiento se
deducía que una enfermedad cuyas manifestaciones a menudo eran principalmente
psicológicas, tenían una causa orgánica.
Pero habría de prevalecer el criterio
más equilibrado, según el cual, si bien el cerebro y la mente están
indisolublemente vinculados, no todas las lesiones cerebrales producen síntomas
psicológicos, y no todos los síntomas psicológicos originan deterioro cerebral.
MOREL, médico francés fallecido en
1873, sostuvo que la degeneración física era la base de todas las enfermedades
mentales.
Bernard y Renaudin afirmaron que:
“existía una esencial dualidad psicosomática en el hombre”, en la cual debe ser
integrado el concepto de dolencia mental. En Alemania, el interés por las
enfermedades mentales, adoptó principalmente la forma de la pasión por las
clasificaciones precisas de tipo descriptivo.
Los hombres de ciencia cuyos nombres se
asocian más vívidamente con el período de observación detallada, de magistral
descripción clínica y de visión general organizada, son: Emil KRAEPELIN y Eugen
BLEULER. Debemos nombrar también a otros como KAHLBAUM, quien acuñó el concepto ciclotimia, para
los estados alternantes de júbilo y desesperación.
Pero Kraepelin y Bleuler fueron los
gigantes del período que precedió inmediatamente a la avalancha de
descubrimientos de Freud y sus disidentes, Adler y Jung.
Kraepelin basó su obra en la premisa de
que las enfermedades mentales constituían entidades diferenciadas que debían
ser estudiadas por separado.
Sus observaciones lo llevaron a
diferenciar dos grupos principales de enfermedades mentales: a uno de ellos, en
el cual la personalidad se deterioraba y desintegraba progresivamente, le
asignó el nombre de demencia precoz, y la consideró una forma de locura que se
iniciaba durante la pubertad; y el otro, una profunda perturbación del
temperamento, que denominó maniaco depresivo, al estilo de la ciclotimia de
Kahlbaum. El tercer grupo lo denominó paranoia, caracterizado por las ideas
persecutorias y/o por las ilusiones de grandeza.
Toda la base de estas teorías fue
“destruida” por una monografía histórica sobre la demencia precoz en 1911 por
Bleuler y que probablemente en lo esencial derivaba de la revolución del
pensamiento psiquiátrico promovida principalmente por Freud e impulsada luego
por Jung, Adler, Meyer y el propio Bleuler. Bleuler demostró que las
características de la demencia precoz representaban manifestaciones secundarias
e inconstantes (y no fijas como para Kraepelin), de un grupo más amplio de
enfermedades cuya característica fundamental era la destrucción de los vínculos
asociativos normales y de la integridad de toda la personalidad. Entonces,
Bleuler acuñó el término esquizofrenia para designar a todo ese grupo de
enfermedades cuyas manifestaciones y desenlace podían variar considerablemente.
Del mismo modo, todo el cuerpo de
enseñanzas y conocimientos psicoanalíticos originados en Freud, y luego
desarrollado por sus partidarios y disidentes con Adler y Jung, y el mismo
Meyer, que nunca pudo aceptar totalmente todo el psicoanálisis, pero de hecho
fue uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Norteamericana, todos
estos elementos son partes de la psiquiatría antes que la historia concluye en
el comienzo del siglo XX, y desde ese momento, todos los éxitos, errores, etc.,
nos corresponde a nosotros mismos, y verlos desde su valor y desde el lado de
la crítica.
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