Historia de la Psicología
El Pensamiento Cristiano
Introducción
La filosofía
clásica griega concibió al hombre como un ente racional, como conciencia del
Universo, que conoce y dice lo que son las cosas y el mismo, y también como ser
social por naturaleza: Animal político (Aristóteles). Pero no vio en el hombre
más que un ente, parte con todo los otros, del cosmos.
El
cristianismo, en cambio, enseñó que el hombre es radicalmente distinto a todos
los seres de la naturaleza y superior a ellos, pues fue creado por Dios a su
imagen y semejanza y tiene un destino sobrenatural y eterno: amar y servir a
Dios en esta vida, y después verlo y gozarlo en la otra.
Según la
concepción cristiana el hombre es un
ser racional compuesto de cuerpo y alma espiritual e inmortal. El cristianismo
ubica al hombre en
un plano distinto que las filosofías anteriores y marca que la naturaleza
humana es causa del pecado original, incapaz de superar sus debilidades
terrenales.
Pero también
con el advenimiento del cristianismo, se perfila distinto el lugar del hombre
en la tierra, donde amos y esclavos pasan a ser concebidos como hijos de Dios,
e iguales ante la mirada del Creador. Se marca así la humanización del hombre,
todos respondemos a una misma Ley. El conocimiento de Dios, la relación con el
hombre, la moral cristiana, son temas que de una u otra manera abordaron: San
Agustín y Santo Tomas de Aquino.
San
Agustín
El
primer período de la época cristiana culmina con San Agustín (354-430) que es
uno de los pensadores más grandes del cristianismo.
Profesó en
principio la filosofía gnóstica del Persa Mane (maniqueísmo), que defendía la
existencia de dos principios, uno del bien y otro del mal, que contienden entre
sí. Pronto se da cuenta Agustín que el principio del mal no puede igualarse con
el del bien, porque el mal es en realidad un defecto o una falta en el ser que
es bueno en sí y sólo puede haber un Dios, que es el principio del Ser.
Así después de
tantas especulaciones, fue a dar a la Academia Nueva que se le presentaba al
menos cargada de tradición filosófica.
Sin el
academismo habría caído en un escepticismo casi absoluto; para él solo cabía
cierta probabilidad en nuestros juicios, pero nada que pueda afirmarse con
certeza; la verdad en sí es casi inasequible.
Agustín medita
profundamente estos temas en su sed de encontrar la verdad y el amor y acaba
viendo la insinceridad propia de esta posición: quien afirma lo probable
conocer de alguna manera lo verdadero, la probabilidad se dice en razón de la
verdad carecería de sentido sin ella.
No es lícito
al hombre encerrarse en una posición de escéptica indiferencia cuando todo su
espíritu pugna por la verdad y lo supone en el fondo de su pensar y de su
hacer. El que duda sabe que duda y posee con ello una certeza. La íntima
percepción de su propia existencia, esto es del espíritu que busca incansable
la verdad es la experiencia fundamental, que supera el escepticismo
abandonándolo por antinatural e ilógico.
La filosofía
neoplatónica movió a San Agustín a la contemplación de las verdades
externas que existen por sí, en el mundo del espíritu, la segunda de las
sensaciones cósmicas. Todo saber u obrar, como la lógica, la matemática, la
ética, asientan verdades inmutables, que el alma no hace sino descubrir. Pero
la lejana y abstracta realidad de las ideas no podía satisfacer el espíritu de
San Agustín, que buscaba el sentido y el origen (concreto-inmediato y personal)
de la realidad.
Su obra Confesiones, constituye un documento autobiográfico
único, en que nos habla en el lenguaje de hoy, porque es el lenguaje de todos
los tiempos.
El sistema filosófico de San Agustín sigue los
pasos de su conversión, de la cual es como la versión teórica.
La certeza
primaria para el hombre radica en la experiencia interior propia.
“Puede
discutirse –dice San Agustín-, si las cosas en general y el alma están hechas
de fuego, aire o de otro elemento, pero de lo que no duda ningún hombre, es de
que vive, obra, piensa, ama o desea”.
El camino de
la verdad se abre a través de esta vía que se ofrece con la claridad de lo
propio, de lo personalmente vivido (vivencia). Pero la actividad espiritual, el
conocer y el querer, nos muestran enseguida su apoyo en verdades eternas que
valen por sí mismas, que preexistieran al pensar y que el espíritu no hace sino
descubrir. ¿Qué son las verdades eternas y de dónde reciben su atributo? Aquí
radica la originalidad de Agustín: esos atributos de la verdad son los
atributos de Dios, y las ideas o verdades eternas son ideas de Dios. Esto es,
los patrones o arquetipos ideales por los que Dios creó al mundo.
La esencia de
este neoplatonismo cristiano consiste en hacer del Dios personal del
Cristianismo la sustancia de las ideas platónicas, sustituir EL al UNO de
Plotino, y hacer del mundo ideal no una imagen emanada de la divinidad, sino
ser mismo de Dios.
El alma y
Dios, son los dos polos fundamentales en que se mueve el pensamiento
agustiniano. Frente a ambas realidades, poco cuenta para San Agustín lo demás;
el mundo exterior le sirve para descubrir en él los rostros de Dios, “Gérmenes
de vida”, que animan a las cosas y fueron depositados por Dios en todo cuanto
existe.
De Dios no
podemos alcanzar un concepto positivo porque como decía Plotino, está por
encima de cuanto pudiéramos pensar de Él. Cabría atribuirle las perfecciones
reales que vemos en las cosas creadas, pero tales conceptos resultan vanos,
porque el ser de Dios es simple y en Él, cosas que podríamos considerar
opuestos como la infinita justicia y la infinita misericordia, se confunden en
una unidad.
Solo cabe
atribuirle conceptos negativos. Únicamente es adecuada la concepción de Dios
como aquel ser cuya esencia es su misma existencia, cuyo ser es existir. Así
como todas las demás cosas tiene una esencia, pero son indiferentes para
existir, -hubo un tiempo en que no existieron, y otro en que no existirán-, la
esencia de Dios reclama por sí la existencia, es un ser “por sí, no por otro”.
Pero Dios no
es pasividad ajena al mundo, ni una producción de seres por mera emanación de
su propio ser como la del UNO. Dios es, pues actividad. Para conciliar esta
actividad y sus productos con la simplicidad característica de Dios, aprovecha
San Agustín el misterio de la “Trinidad”, del que procura dar una explicación
racional: Dios es activo, y lo es en las tres facultades anímicas: memoria,
entendimiento y voluntad.
La continuidad
e identidad de Dios consigo mismo (memoria) es el Padre; el conocimiento que
Dios tiene de sí mismo es el Hijo, y ello constituye una persona distinta
dentro de la misma esencia, porque la simplicidad de Dios no es compatible con
la dualidad cognoscitiva; el amor que Dios se profesa a sí mismo, constituye un
fin y por sí mismo la tercera persona, que es el Espíritu Santo.
El alma del Hombre es, según San Agustín, una sustancia
activa, de naturaleza espiritual. No preexistió en un mundo anterior, sino que
fue creado por Dios de la nada e impuesto a un cuerpo en el que vive en
prisión.
El alma humana
conoce no sólo las cosas concretas, materiales, sino las ideas universales o
esencia de las cosas. Sin embargo, de acuerdo con el Génesis y en contra de
Platón, el alma no contempló las ideas en una vida anterior, sino que fue
creada de la nada.
Como tampoco
puede conocerlas a través de los sentidos, entonces hay que preguntarse cuál
será el origen de su conocimiento.
San Agustín
sugiere aquí su teoría de la Iluminación. Es Dios quien alumbra
en nuestro espíritu las ideas universales dándonos así una especie de visión
superior, divina, de cuanto nos rodea y se ofrece a nuestros sentidos. El
entendimiento nos aparece así como “un algo divino”.
En su Ciudad de Dios, ha dejado San Agustín el
primer trabajo de una filosofía de la Historia.
Según ella, la
Historia se forma de la trama de acciones libres de los hombres; pero Dios, sin
coartar la libertad ordena los grandes acontecimientos históricos, el hilo
general de la Historia.
La
Psicología de San Agustín
Como filosofo
ya hemos dicho, busca la verdad, un conocimiento sin presupuestos y totalmente
cierto, y sólo lo encuentra en la experiencia interior. Además, en sus escritos
vemos la tendencia teológica a ampliar la “revelación”, como búsqueda de la
verdad.
El
conocimiento se divide en dos clases principales, según surge de la revelación
o de la introspección. Esto último aparece como uno de los primeros métodos de
la Psicología ya esbozada en el método socrático.
La capacidad
de una buena mirada interior o introspección es de gran importancia para el
conocimiento de la vida psíquica y a través de toda la obra de San Agustín, tal
capacidad se manifiesta en forma brillante. La temática de su obra está dada en
una sentencia: “No sigas adelante, retírate dentro de ti mismo; en lo más
profundo del hombre habita la verdad”.
Dice San
Agustín respecto de la memoria (sin memoria no hay psicología) que es siempre
memoria de nosotros mismos, y no de las cosas. Y que la memoria es el acto de
volver el conocimiento a la conciencia. Y que además, está relacionada con la
reminiscencia, que sería el arte de revivir una idea por medio de otra.
Otro de los
conceptos de los que habla San Agustín, es el de la imaginación. Esta es para Agustín
una facultad intermedia entre memoria e inteligencia, no entre los sentidos y
la memoria.
La imaginación
es una facultad del alma cuyo material son las imágenes de la memoria, del
mismo modo que los objetos exteriores son la materia de la Sensación.
En la obra de
San Agustín se destaca la forma en que se fue desarrollando, es decir, en forma
introspectiva, y es además como toda obra autobiográfica. En sus Confesiones,
Agustín se descubre a sí mismo, con su sufrimiento. En el desarrollo de la obra
de Agustín y en su alma se encuentran reunidas ideas de Plotino, de los
estoicos, de Platón y de Aristóteles.
La Psicología
alcanza su punto culminante cuando San Agustín afirma que la autoconciencia
continua es el fundamento del alma, y es el pensamiento la vida reflejada en sí
misma.
La primera
corriente Filosófico-cristiana, predominante en los primeros siglos de la
Iglesia, encontró en San Agustín su más alto exponente, la segunda que dominará
en el Siglo de Oro de la Escolástica, encontrará en Santo Tomás de Aquino un
genial expositor, que hizo además, grandes aportes para la Historia de la
Psicología.
Santo
Tomás de Aquino
Biografía
Filósofo y
teólogo italiano, nació en Roccasecca, aproximadamente en 1225 y falleció en
1274. De los filósofos católicos fue tal vez el más importante, tanto por sus
aportes a la filosofía como a la teología. Estudió en el monasterio de
Montecassino, y luego se trasladó a Nápoles.
En 1244
ingresó en la Orden de Santo Domingo. En París y en Colonia, fue alumno de
Alberto Magno.
Más tarde se
dedicó a la enseñanza en París y en otras ciudades.
Murió cuando
viajaba para asistir por orden del Papa, al segundo Concilio de Lyon.
Ha sido
llamado Doctor Angélicus, fue canonizado en 1323 y desde 1567 fue Doctor en la
Iglesia.
Su filosofía
En la doctrina
de Santo Tomás se encuentran dos elementos principales:
El
cristianismo y la filosofía de Aristóteles, pero combate la interpretación que
Averroes da al pensamiento de Aristóteles, cuya interpretación es inaceptable
para la Iglesia Católica
Santo Tomás
construye el sistema filosófico más importante de la Edad Media.
Las cuestiones
filosóficas de su mayor interés eran la de la metafísica, la cual se empeñaba
en delimitarla de la teología.
“La
teología se ocupa de aquellas cosas que por su altura sobrepasan la razón, se
llega a la creencia por medio de la fe. Las otras ciencias consideran las cosas
en cuanto se someten a la razón”.
Según Santo
Tomás, la Fe y la Razón no se anteponen y han de someterse a la autoridad de la
Iglesia.
Además
desarrolla su teoría del conocimiento, que tiene como primer principio:
“Natural
para la iluminación que pasa a través de lo sensible a lo inteligible, porque
todos nuestros conocimientos se inician en los sentidos”.
Resultante de
este principio es que Dios, siendo inaccesible a los sentidos, no puede ser
conocido directamente por el hombre ordinario. Hace falta para ello una
elevación sobrenatural, mediante la cual se obtiene la iluminación de la gracia
(Lumen Gratiae). Si bien no es dado al hombre común ver a Dios en forma
directa, puede llegar a conocerlo indirectamente a través de la creación,
porque la iluminación natural, que nos permite ver las cosas del mundo, se la
debemos también a Dios.
“Es
por medio de Dios que conocemos todo, porque es debido a su influencia que nos
es producido todo conocimiento”.
Santo Tomás
distingue el “Saber Natural” y el “Saber Revelado”, y considera a la “luz
Natural” del hombre, como elemento preparatorio para poder participar de la
revelación. Dios es invisible pero la razón puede demostrar su existencia, a través
de lo dado de la experiencia de los efectos visibles.
Partiendo del principio de causalidad da cinco pruebas para la
existencia de Dios:
1. Del movimiento, deduce la existencia
de su causa, un motor inmóvil.
2. De las cosas, que no son por sí
mismas, su causa eficiente.
3. De lo meramente posible un ente
necesario.
4. De los diferentes grados de perfección,
un ente que es sumamente perfecto.
5. De la finalidad que advertimos en la
naturaleza, un ser inteligente que dirige al mundo hacia un fin (causa final).
También la
libertad y la inmortalidad del alma pueden probarse mediante la razón, pero
además de las verdades conocidas por ésta, contenido de la filosofía (la
teología natural es una y son conocidas sólo por la fe, por la revelación como
la Trinidad y en general los misterios.
La ontología
de Santo Tomás es comparable a la de Aristóteles.
La sustancia
(objeto), la considera compuesta por materia y forma o, en el caso de las
sustancias inmateriales por “ser”, (esse) y “esencia) (essentia). En ambos
casos, en la materia, respectivamente el “ser” de una sustancia está presente
en su estado potencial, mientras la forma, respectivamente la esencia la
actualiza exactamente de la misma manera como en la metafísica de Aristóteles.
Así como en la
metafísica de Aristóteles el “ser” es el asunto capital, en la de Santo Tomás
lo es Dios.
La psicología
Santo Tomás
reconoce la posesión de un alma en las plantas, los animales, y en los hombres.
En todos ellos
el alma actúa como forma (entelequia), actualizando la vida que existe
potencialmente en el cuerpo. Pero en el hombre el alma tiene también otra
función, que es la de la inteligencia, que le permite captar y comprender nociones abstractas. A pesar de poseer
estas dos funciones diferentes, el alma humana es una sola, hecho que es
explicado por Santo Tomás del siguiente modo:
“Existen
dos clases de formas: las formas puras, que nada tienen que ver con la materia
y las inherentes, que son las formas ligadas a alguna especie de materia. El
alma humana es forma pura y forma ligada a la vez y por su intermedio, se une
al mundo material con el inmaterial”.
El alma es
forma substancial del cuerpo. El Nous, se personaliza, es imposible que una
sola sea inteligencia de todos.
La ética
No se
diferencia en demasía de la Ética de Aristóteles, es fundamentalmente
intelectualista. Cada persona persigue en la vida otro fin, pero cualquiera que
sea éste le parece bueno. Sin embargo, la verdadera felicidad no la alcanza
nadie si no llega a mirar a Dios.
Es este
proceso esencialmente intelectivo y la voluntad no tiene otra función que la de
obedecer a los mandados del intelectos.
Dios guía al
hombre, para reconocer lo bueno de lo malo, y el intelecto, en posesión de este
conocimiento, encamina a la voluntad hacia el fin indicado. Pero los actos
humanos pueden ser juzgados desde dos puntos de vista, que son el de la ética y
el de las leyes del estado.
Se plantea si
un acto inmoral puede ser conforme a las leyes o viceversa, llegando en
principio a la negación de esta posibilidad. El hombre vive naturalmente en
forma social, cuya expresión es el Estado y cuyas leyes derivan de la misma
fuente intelectual que las leyes morales. Por esta razón, en las
leyes humanas, que son las del Estado, lógicamente no puede haber
contradicción.
En forma
similar, Santo Tomás justifica su ideal político de un gobierno unipersonal,
pero electivo y democrático. Se deduce que de su posición eclesiástica,
subordina el estado secular, como expresión de las leyes humanas a la iglesia,
que considera como expresión de las leyes eternas de Dios.
Sus obras más
importantes
Summa
Theologica
Summa
contra Gentiles
Compendium
theologiae ad Reginaldo
De este el
essentia
De unitate
intellectus
De
principio individuationis
Quastions
quodlibetales
Quaestioes
disputatae
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