miércoles, 17 de junio de 2015

Filósofos cristianos: San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino


Historia de la Psicología   

El Pensamiento Cristiano

Introducción

La filosofía clásica griega concibió al hombre como un ente racional, como conciencia del Universo, que conoce y dice lo que son las cosas y el mismo, y también como ser social por naturaleza: Animal político (Aristóteles). Pero no vio en el hombre más que un ente, parte con todo los otros, del cosmos.

El cristianismo, en cambio, enseñó que el hombre es radicalmente distinto a todos los seres de la naturaleza y superior a ellos, pues fue creado por Dios a su imagen y semejanza y tiene un destino sobrenatural y eterno: amar y servir a Dios en esta vida, y después verlo y gozarlo en la otra.

Según la concepción cristiana el hombre     es un ser racional compuesto de cuerpo y alma espiritual e inmortal. El cristianismo ubica al hombre                       en un plano distinto que las filosofías anteriores y marca que la naturaleza humana es causa del pecado original, incapaz de superar sus debilidades terrenales.


Pero también con el advenimiento del cristianismo, se perfila distinto el lugar del hombre en la tierra, donde amos y esclavos pasan a ser concebidos como hijos de Dios, e iguales ante la mirada del Creador. Se marca así la humanización del hombre, todos respondemos a una misma Ley. El conocimiento de Dios, la relación con el hombre, la moral cristiana, son temas que de una u otra manera abordaron: San Agustín y Santo Tomas de Aquino.

San Agustín

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El primer período de la época cristiana culmina con San Agustín (354-430) que es uno de los pensadores más grandes del cristianismo.

Profesó en principio la filosofía gnóstica del Persa Mane (maniqueísmo), que defendía la existencia de dos principios, uno del bien y otro del mal, que contienden entre sí. Pronto se da cuenta Agustín que el principio del mal no puede igualarse con el del bien, porque el mal es en realidad un defecto o una falta en el ser que es bueno en sí y sólo puede haber un Dios, que es el principio del Ser.

Así después de tantas especulaciones, fue a dar a la Academia Nueva que se le presentaba al menos cargada de tradición filosófica.
Sin el academismo habría caído en un escepticismo casi absoluto; para él solo cabía cierta probabilidad en nuestros juicios, pero nada que pueda afirmarse con certeza; la verdad en sí es casi inasequible.

Agustín medita profundamente estos temas en su sed de encontrar la verdad y el amor y acaba viendo la insinceridad propia de esta posición: quien afirma lo probable conocer de alguna manera lo verdadero, la probabilidad se dice en razón de la verdad carecería de sentido sin ella.

No es lícito al hombre encerrarse en una posición de escéptica indiferencia cuando todo su espíritu pugna por la verdad y lo supone en el fondo de su pensar y de su hacer. El que duda sabe que duda y posee con ello una certeza. La íntima percepción de su propia existencia, esto es del espíritu que busca incansable la verdad es la experiencia fundamental, que supera el escepticismo abandonándolo por antinatural e ilógico.

La filosofía neoplatónica movió a San Agustín a la contemplación de las verdades externas que existen por sí, en el mundo del espíritu, la segunda de las sensaciones cósmicas. Todo saber u obrar, como la lógica, la matemática, la ética, asientan verdades inmutables, que el alma no hace sino descubrir. Pero la lejana y abstracta realidad de las ideas no podía satisfacer el espíritu de San Agustín, que buscaba el sentido y el origen (concreto-inmediato y personal) de la realidad.

Su obra Confesiones, constituye un documento autobiográfico único, en que nos habla en el lenguaje de hoy, porque es el lenguaje de todos los tiempos.

El sistema filosófico de San Agustín sigue los pasos de su conversión, de la cual es como la versión teórica.

La certeza primaria para el hombre radica en la experiencia interior propia.
“Puede discutirse –dice San Agustín-, si las cosas en general y el alma están hechas de fuego, aire o de otro elemento, pero de lo que no duda ningún hombre, es de que vive, obra, piensa, ama o desea”.

El camino de la verdad se abre a través de esta vía que se ofrece con la claridad de lo propio, de lo personalmente vivido (vivencia). Pero la actividad espiritual, el conocer y el querer, nos muestran enseguida su apoyo en verdades eternas que valen por sí mismas, que preexistieran al pensar y que el espíritu no hace sino descubrir. ¿Qué son las verdades eternas y de dónde reciben su atributo? Aquí radica la originalidad de Agustín: esos atributos de la verdad son los atributos de Dios, y las ideas o verdades eternas son ideas de Dios. Esto es, los patrones o arquetipos ideales por los que Dios creó al mundo.
La esencia de este neoplatonismo cristiano consiste en hacer del Dios personal del Cristianismo la sustancia de las ideas platónicas, sustituir EL al UNO de Plotino, y hacer del mundo ideal no una imagen emanada de la divinidad, sino ser mismo de Dios.

El alma y Dios, son los dos polos fundamentales en que se mueve el pensamiento agustiniano. Frente a ambas realidades, poco cuenta para San Agustín lo demás; el mundo exterior le sirve para descubrir en él los rostros de Dios, “Gérmenes de vida”, que animan a las cosas y fueron depositados por Dios en todo cuanto existe.

De Dios no podemos alcanzar un concepto positivo porque como decía Plotino, está por encima de cuanto pudiéramos pensar de Él. Cabría atribuirle las perfecciones reales que vemos en las cosas creadas, pero tales conceptos resultan vanos, porque el ser de Dios es simple y en Él, cosas que podríamos considerar opuestos como la infinita justicia y la infinita misericordia, se confunden en una unidad.
Solo cabe atribuirle conceptos negativos. Únicamente es adecuada la concepción de Dios como aquel ser cuya esencia es su misma existencia, cuyo ser es existir. Así como todas las demás cosas tiene una esencia, pero son indiferentes para existir, -hubo un tiempo en que no existieron, y otro en que no existirán-, la esencia de Dios reclama por sí la existencia, es un ser “por sí, no por otro”.

Pero Dios no es pasividad ajena al mundo, ni una producción de seres por mera emanación de su propio ser como la del UNO. Dios es, pues actividad. Para conciliar esta actividad y sus productos con la simplicidad característica de Dios, aprovecha San Agustín el misterio de la “Trinidad”, del que procura dar una explicación racional: Dios es activo, y lo es en las tres facultades anímicas: memoria, entendimiento y voluntad.

La continuidad e identidad de Dios consigo mismo (memoria) es el Padre; el conocimiento que Dios tiene de sí mismo es el Hijo, y ello constituye una persona distinta dentro de la misma esencia, porque la simplicidad de Dios no es compatible con la dualidad cognoscitiva; el amor que Dios se profesa a sí mismo, constituye un fin y por sí mismo la tercera persona, que es el Espíritu Santo.

El alma del Hombre es, según San Agustín, una sustancia activa, de naturaleza espiritual. No preexistió en un mundo anterior, sino que fue creado por Dios de la nada e impuesto a un cuerpo en el que vive en prisión.
El alma humana conoce no sólo las cosas concretas, materiales, sino las ideas universales o esencia de las cosas. Sin embargo, de acuerdo con el Génesis y en contra de Platón, el alma no contempló las ideas en una vida anterior, sino que fue creada de la nada.
Como tampoco puede conocerlas a través de los sentidos, entonces hay que preguntarse cuál será el origen de su conocimiento.
San Agustín sugiere aquí su teoría de la Iluminación. Es Dios quien alumbra en nuestro espíritu las ideas universales dándonos así una especie de visión superior, divina, de cuanto nos rodea y se ofrece a nuestros sentidos. El entendimiento nos aparece así como “un algo divino”.

En su Ciudad de Dios, ha dejado San Agustín el primer trabajo de una filosofía de la Historia.
Según ella, la Historia se forma de la trama de acciones libres de los hombres; pero Dios, sin coartar la libertad ordena los grandes acontecimientos históricos, el hilo general de la Historia.

La Psicología de San Agustín

Como filosofo ya hemos dicho, busca la verdad, un conocimiento sin presupuestos y totalmente cierto, y sólo lo encuentra en la experiencia interior. Además, en sus escritos vemos la tendencia teológica a ampliar la “revelación”, como búsqueda de la verdad.

El conocimiento se divide en dos clases principales, según surge de la revelación o de la introspección. Esto último aparece como uno de los primeros métodos de la Psicología ya esbozada en el método socrático.

La capacidad de una buena mirada interior o introspección es de gran importancia para el conocimiento de la vida psíquica y a través de toda la obra de San Agustín, tal capacidad se manifiesta en forma brillante. La temática de su obra está dada en una sentencia: “No sigas adelante, retírate dentro de ti mismo; en lo más profundo del hombre habita la verdad”.
Dice San Agustín respecto de la memoria (sin memoria no hay psicología) que es siempre memoria de nosotros mismos, y no de las cosas. Y que la memoria es el acto de volver el conocimiento a la conciencia. Y que además, está relacionada con la reminiscencia, que sería el arte de revivir una idea por medio de otra.

Otro de los conceptos de los que habla San Agustín, es el de la imaginación. Esta es para Agustín una facultad intermedia entre memoria e inteligencia, no entre los sentidos y la memoria.
La imaginación es una facultad del alma cuyo material son las imágenes de la memoria, del mismo modo que los objetos exteriores son la materia de la Sensación.

En la obra de San Agustín se destaca la forma en que se fue desarrollando, es decir, en forma introspectiva, y es además como toda obra autobiográfica. En sus Confesiones, Agustín se descubre a sí mismo, con su sufrimiento. En el desarrollo de la obra de Agustín y en su alma se encuentran reunidas ideas de Plotino, de los estoicos, de Platón y de Aristóteles.

La Psicología alcanza su punto culminante cuando San Agustín afirma que la autoconciencia continua es el fundamento del alma, y es el pensamiento la vida reflejada en sí misma.

La primera corriente Filosófico-cristiana, predominante en los primeros siglos de la Iglesia, encontró en San Agustín su más alto exponente, la segunda que dominará en el Siglo de Oro de la Escolástica, encontrará en Santo Tomás de Aquino un genial expositor, que hizo además, grandes aportes para la Historia de la Psicología.




Santo Tomás de Aquino



Biografía   
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Filósofo y teólogo italiano, nació en Roccasecca, aproximadamente en 1225 y falleció en 1274. De los filósofos católicos fue tal vez el más importante, tanto por sus aportes a la filosofía como a la teología. Estudió en el monasterio de Montecassino, y luego se trasladó a Nápoles.
En 1244 ingresó en la Orden de Santo Domingo. En París y en Colonia, fue alumno de Alberto Magno.
Más tarde se dedicó a la enseñanza en París y en otras ciudades.
Murió cuando viajaba para asistir por orden del Papa, al segundo Concilio de Lyon.
Ha sido llamado Doctor Angélicus, fue canonizado en 1323 y desde 1567 fue Doctor en la Iglesia.

Su filosofía

En la doctrina de Santo Tomás se encuentran dos elementos principales:
El cristianismo y la filosofía de Aristóteles, pero combate la interpretación que Averroes da al pensamiento de Aristóteles, cuya interpretación es inaceptable para la Iglesia Católica
Santo Tomás construye el sistema filosófico más importante de la Edad Media.
Las cuestiones filosóficas de su mayor interés eran la de la metafísica, la cual se empeñaba en delimitarla de la teología.
“La teología se ocupa de aquellas cosas que por su altura sobrepasan la razón, se llega a la creencia por medio de la fe. Las otras ciencias consideran las cosas en cuanto se someten a la razón”.

Según Santo Tomás, la Fe y la Razón no se anteponen y han de someterse a la autoridad de la Iglesia.

Además desarrolla su teoría del conocimiento, que tiene como primer principio:
“Natural para la iluminación que pasa a través de lo sensible a lo inteligible, porque todos nuestros conocimientos se inician en los sentidos”.

Resultante de este principio es que Dios, siendo inaccesible a los sentidos, no puede ser conocido directamente por el hombre ordinario. Hace falta para ello una elevación sobrenatural, mediante la cual se obtiene la iluminación de la gracia (Lumen Gratiae). Si bien no es dado al hombre común ver a Dios en forma directa, puede llegar a conocerlo indirectamente a través de la creación, porque la iluminación natural, que nos permite ver las cosas del mundo, se la debemos también a Dios.
“Es por medio de Dios que conocemos todo, porque es debido a su influencia que nos es producido todo conocimiento”.

Santo Tomás distingue el “Saber Natural” y el “Saber Revelado”, y considera a la “luz Natural” del hombre, como elemento preparatorio para poder participar de la revelación. Dios es invisible pero la razón puede demostrar su existencia, a través de lo dado de la experiencia de los efectos visibles.

Partiendo del principio de causalidad da cinco pruebas para la existencia de Dios:

1.  Del movimiento, deduce la existencia de su causa, un motor inmóvil.
2.  De las cosas, que no son por sí mismas, su causa eficiente.
3.  De lo meramente posible un ente necesario.
4.  De los diferentes grados de perfección, un ente que es sumamente perfecto.
5.  De la finalidad que advertimos en la naturaleza, un ser inteligente que dirige al mundo hacia un fin (causa final).

También la libertad y la inmortalidad del alma pueden probarse mediante la razón, pero además de las verdades conocidas por ésta, contenido de la filosofía (la teología natural es una y son conocidas sólo por la fe, por la revelación como la Trinidad y en general los misterios.

La ontología de Santo Tomás es comparable a la de Aristóteles.

La sustancia (objeto), la considera compuesta por materia y forma o, en el caso de las sustancias inmateriales por “ser”, (esse) y “esencia) (essentia). En ambos casos, en la materia, respectivamente el “ser” de una sustancia está presente en su estado potencial, mientras la forma, respectivamente la esencia la actualiza exactamente de la misma manera como en la metafísica de Aristóteles.

Así como en la metafísica de Aristóteles el “ser” es el asunto capital, en la de Santo Tomás lo es Dios.

La psicología

Santo Tomás reconoce la posesión de un alma en las plantas, los animales, y en los hombres.
En todos ellos el alma actúa como forma (entelequia), actualizando la vida que existe potencialmente en el cuerpo. Pero en el hombre el alma tiene también otra función, que es la de la inteligencia, que le permite captar y comprender nociones abstractas. A pesar de poseer estas dos funciones diferentes, el alma humana es una sola, hecho que es explicado por Santo Tomás del siguiente modo:

“Existen dos clases de formas: las formas puras, que nada tienen que ver con la materia y las inherentes, que son las formas ligadas a alguna especie de materia. El alma humana es forma pura y forma ligada a la vez y por su intermedio, se une al mundo material con el inmaterial”.

El alma es forma substancial del cuerpo. El Nous, se personaliza, es imposible que una sola sea inteligencia de todos.

La ética

No se diferencia en demasía de la Ética de Aristóteles, es fundamentalmente intelectualista. Cada persona persigue en la vida otro fin, pero cualquiera que sea éste le parece bueno. Sin embargo, la verdadera felicidad no la alcanza nadie si no llega a mirar a Dios.
Es este proceso esencialmente intelectivo y la voluntad no tiene otra función que la de obedecer a los mandados del intelectos.
Dios guía al hombre, para reconocer lo bueno de lo malo, y el intelecto, en posesión de este conocimiento, encamina a la voluntad hacia el fin indicado. Pero los actos humanos pueden ser juzgados desde dos puntos de vista, que son el de la ética y el de las leyes del estado.

Se plantea si un acto inmoral puede ser conforme a las leyes o viceversa, llegando en principio a la negación de esta posibilidad. El hombre vive naturalmente en forma social, cuya expresión es el Estado y cuyas leyes derivan de la misma fuente intelectual que las leyes morales. Por esta razón, en las leyes humanas, que son las del Estado, lógicamente no puede haber contradicción.

En forma similar, Santo Tomás justifica su ideal político de un gobierno unipersonal, pero electivo y democrático. Se deduce que de su posición eclesiástica, subordina el estado secular, como expresión de las leyes humanas a la iglesia, que considera como expresión de las leyes eternas de Dios.

Sus obras más importantes

Summa Theologica
Summa contra Gentiles
Compendium theologiae ad Reginaldo
De este el essentia
De unitate intellectus
De principio individuationis
Quastions quodlibetales

Quaestioes disputatae

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