Resumen de las pulsiones
En este resumen ampliaremos lo trabajado anteriormente.
Freud introdujo la
expresión “pulsiones yoicas” a las que identificó con:
- Las pulsiones de auto conservación
- La función represora
Desde aquí en más el
conflicto se presento como: un conflicto entre dos series pulsionales:
- La libido
- Las pulsiones yoicas
Ya hemos distinguido
en otros trabajos dos grupos de pulsiones primordiales:
- Pulsiones yoicas o de auto conservación
- Pulsiones sexuales
Sin embargo la
biología no contraría la separación entre ambas pulsiones antes mencionadas,
además enseña que la sexualidad no se debe equiparar a las demás funciones del
individuo, pues sus tendencias van más allá de
él y tienen por función la conservación de la especie. Si bien el individuo es
lo principal; y aprecia a la sexualidad como una de sus funciones y a la
satisfacción sexual como una de sus necesidades, el individuo es un apéndice
temporario y transitorio del plasma germinal.
Pulsiones
sexuales
Si
hacemos una caracterización general de las pulsiones sexuales encontramos:
-Son numerosas,
-Brotan
de múltiples fuentes orgánicas,
-Al
comienzo actúan con independencia unas de otras y sólo después se reúnen en una
síntesis más o menos acabada,
-La
meta a que aspira cada una de ellas es el logro del placer de órgano,
-En
su primera aparición se apuntalan en las pulsiones de conservación, de las que
sólo poco a poco se separan,
-En
el hallazgo de objeto siguen los caminos que les indican las pulsiones yoicas,
-Una
parte de ellas continúan asociadas toda la vida a las pulsiones yoicas, (a las
cuales proveen de componentes libidinosos que pasan fácilmente inadvertidos
durante la función normal y sólo salen a la luz cuando sobreviene la
enfermedad),
Destinos
de las pulsiones sexuales
1) El
trastorno hacia lo contrario
El
trastorno hacia lo contrario se resuelve, en dos procesos diversos:
- la vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad:
Ejemplos:
los pares de opuestos sadismo-masoquismo El trastorno sólo atañe a las metas de
la pulsión; la meta activa -martirizar, mirar- es remplazada se descubre en
este único caso: la mudanza del amor en odio.
- el trastorno en cuanto al
contenido: (sadismo-masoquismo) el trastorno solo atañe a las
metas de la pulsión, la meta activa es reemplazada por la pasiva.(*)
2) La
vuelta hacía la persona propia.
La
vuelta hacia la persona propia se torna comprensible si pensamos que el
masoquismo es sin duda un sadismo vuelto hacia el yo propio, y la exhibición
lleva incluido el mirarse el cuerpo propio.
Lo
importante en este proceso es entonces el cambio de vía del objeto,
manteniéndose inalterada la meta.
3) La
represión
La
sublimación
(*)
Par
de opuestos sadismo-masoquismo
Aquí,
el proceso puede presentarse del siguiente modo:
Sadismo
Sadismo
a.
El sadismo: acción violenta, una afirmación de poder dirigida a otra persona
como objeto.
b.
Este objeto es resignado y sustituido por la propia persona. Con la vuelta
hacía la propia persona, se ha consumado también la cambio de meta pulsional
activa en una pasiva.
c.
Se busca de nuevo como objeto una persona ajena, que, a consecuencia de la cambio
de meta, tiene que tomar sobre sí el papel de sujeto.
[Por
regla general, «sujeto» y «objeto» se utilizan para designar, respectivamente,
a la persona en quien se origina una pulsión y a la persona o cosa a la cual
aquella se dirige. Aquí, sin embargo, «sujeto» parece designar a la persona que
desempeña el papel activo en la relación.]
Masoquismo
La satisfacción se
obtiene, también en él, por el camino del sadismo originario, en cuanto el yo
pasivo se traslada en la fantasía a su puesto anterior, que ahora se deja al
sujeto ajeno.
El gozar del dolor sería, por tanto, una meta originariamente
masoquista,
pero que sólo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico.
Pero una importante
divergencia con el caso del sadismo reside en que en la
pulsión de ver ha de reconocerse una etapa todavía anterior a la que designamos
en el punto (a). En efecto, inicialmente la pulsión de ver es
autoerótica, tiene sin duda un objeto, pero este se encuentra en el cuerpo
propio. Sólo más tarde se ve llevada (por la vía de la comparación) a permutar
este objeto por uno análogo del cuerpo ajeno (etapa a).
Una
etapa previa semejante falta en el sadismo,
que desde el comienzo se dirige a un objeto ajeno.
acerca
del narcisismo
Nos
hemos acostumbrado a llamar narcisismo a la fase temprana de desarrollo del yo,
durante la cual sus pulsiones sexuales se satisfacen de manera autoerótica.
En
la etapa previa de !a pulsión de ver -en que el placer de ver tiene por objeto
al cuerpo propio- pertenece al narcisismo, es una formación narcisista.
Desde
esta formación se desarrolla la pulsión activa de ver, dejando atrás al
narcisismo; pero la pulsión pasiva de ver retiene el objeto narcisista.
De
igual modo, la trasmudación del sadismo al masoquismo implica un retroceso
hacia el objeto narcisista; y en los dos casos (el del placer pasivo de
ver y el del masoquismo) el sujeto narcisista es permutado por identificación
con un yo otro, ajeno.
Si
consideramos la etapa previa del sadismo, esa etapa narcisista que construimos,
alcanzamos una intelección más general:
·
los destinos de
pulsión que consisten en la vuelta sobre el yo propio y
·
en el trastorno de la
actividad en pasividad dependen de la organización narcisista del yo y llevan
impreso el sello de esta fase.
La
transformación de una pulsión en su contrario (material) sólo es observada en
un caso: la trasposición de amor en odio.
El
amar no es susceptible de una sola oposición, sino de tres.
Además de la oposición amar-odiar, hay la que media entre amar y ser-amado, y, por otra parte, amar y odiar tomados en conjunto se contraponen al estado de indiferencia.
De estas tres oposiciones, la segunda, la que media entre amar y ser-amado, se corresponde por entero con la vuelta de la actividad a la pasividad y admite también, como la pulsión de ver, idéntica reconducción a una situación básica.
Quizá
nos acerquemos a la comprensión de los múltiples contrarios del amar si con
sideramos
que la vida anímica en general está gobernada por tres polaridades, las oposiciones
entre:
Sujeto
(yo)-Objeto (mundo exterior)
Placer-Displacer
Activo-Pasivo
COMPORTAMIENTO DEL YO
·
El yo se comporta
pasivamente hacia el mundo exterior en la medida en que recibe estímulos de él,
y activamente cuando reacciona frente a estos.
·
El yo-sujeto es pasivo
hacia los estímulos exteriores, y activo por sus pulsiones propias.
La oposición entre activo
y pasivo se fusiona más tarde con la que media entre masculino y femenino, que,
antes que esto acontezca, carece de significación psicológica.
Las tres polaridades del alma entran en los más significativos enlaces recíprocos. Existe una situación psíquica originaria en que dos de ellas coinciden.
·
El yo se encuentra
originariamente, al comienzo mismo de la vida anímica, investido por pulsiones;
y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo.
NARCISISMO
Llamamos
narcisismo a ese estado, y autoerótica a la posibilidad de satisfacción. El
mundo exterior en esa época no está investido con interés y es indiferente
para la satisfacción.
En
ese tiempo el yo-sujeto coincide con lo placentero, y el mundo exterior, con lo
indiferente (y eventualmente, en cuanto fuente de estímulos, con lo
displacentero).
En
la medida en que es autoerótico, el yo no necesita del mundo exterior, pero
recibe de él objetos a consecuencia de las vivencias derivadas de las pulsiones
de autoconservación del yo, y por tanto no puede menos que sentir por un tiempo
como displacenteros ciertos estímulos pulsionales interiores.
Ahora
bien, bajo el imperio del principio de placer:
1.
se consuma dentro de
él un ulterior desarrollo. Recoge en su interior los objetos ofrecidos en la
medida en que son fuente de placer, los introyecta y, por otra parte, expele de
sí lo que en su propia interioridad es ocasión de displacer.
Así,
a partir del yo-realidad inicial, que ha distinguido el adentro y el afuera
según una buena marca objetiva, se muda en un yo-placer purificado que pone el
carácter del placer por encima de cualquier otro. El mundo exterior se le
descompone en una parte de placer que él se ha incorporado y en un resto que le
es ajeno. Y del yo propio ha segregado un componente que arroja al mundo
exterior y siente como hostil. Después de este reordenamiento, ha quedado
restablecida la coincidencia de las dos polaridades:
Así
como el par de opuestos amor indiferencia refleja la polaridad yo-mundo
exterior, la segunda oposición, amor-odio, reproduce la polaridad
placer-displacer, enlazada con la primera.
Cuando
el objeto es fuente de sensaciones placenteras, -se establece una tendencia
motriz que quiere acercarlo al yo, incorporarlo a él; entonces hablamos también
de la «atracción» que ejerce el objeto dispensador de placer y decimos que
«amamos» al objeto. A la inversa, cuando el objeto es fuente de sensaciones de
displacer, una tendencia se afana en aumentar la distancia entre él y el yo, en
repetir con relación a él el intento originario de huida frente al mundo
exterior emisor de estímulos. Sentimos la «repulsión» del objeto, y lo odiamos.
Amor
y odio, que se nos presentan como tajantes opuestos materiales, no mantienen
entre sí, una relación simple. No han surgido de la escisión de algo común
originario, sino que tienen orígenes diversos.
El
amor proviene de la capacidad del yo para satisfacer de manera autoerótica, por
la ganancia de un placer de órgano, una parte de sus mociones pulsionales. Sólo
con el establecimiento de la organización genital el amor deviene el opuesto
del odio.
El
odio brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo
al mundo exterior prodigador de estímulos. Como exteriorización de la reacción
displacentera provocada por objetos, mantiene siempre un estrecho vínculo con
las pulsiones de la conservación del yo, de suerte que pulsiones yoicas y
pulsiones sexuales con facilidad pueden entrar en una oposición que repite la
oposición entre odiar y amar.
Cuando
el vínculo de amor con un objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo
remplace el odio, por lo cual recibimos la impresión de que el amor se muda en
odio. Podemos concebirlo así: en tales casos el odio, que tiene motivación
real, es reforzado por la regresión del amar a la etapa sádica previa, de
suerte que el odiar cobra un carácter erótico y se garantiza la continuidad de
un vínculo de amor.
Los
destinos de pulsión consisten, en lo esencial, en que las mociones pulsionales
son sometidas a las influencias de las tres grandes polaridades que gobiernan
la vida anímica. De estas tres polaridades, la que media entre actividad y
pasividad puede definirse como la biológica; la que media entre yo y mundo
exterior, como la real; y, por último, la de placer-displacer, como la
económica
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