Destinos de las pulsiones sexuales
Actividad pasividad
La transición de un instinto de la actividad a la pasividad
son los pares antitéticos sadismo-masoquismo y placer visual-exhibicionismo.
Transformación en lo contrario
La transformación en lo contrario alcanza sólo a los fines
del instinto.
El fin activo atormentar-ver, es sustituido por el fin
pasivo ser atormentado-ser visto.
Transformación de contenido
La transformación de contenido se nos muestra, dice Freud,
en el caso de la conversión del amor en odio.
Vuelta contra la propia persona
Aquí lo esencial es el cambio de objeto. El sadismo se
transforma en masoquismo al dirigirse contra la propia persona pero sigue
siendo el goce activo de la agresión así como en la exhibición, también se
mantiene el placer de la contemplación de la desnudez.
Sólo que en este caso .del voyeur: -gozar visualmente del
otro-, ahora goza a través de la propia desnudez.
“Si la estructura de la pulsión aparece gracia a la
introducción del otro, sólo se completa realmente en su forma invertida, bajo
la forma de retorno, que es la verdadera pulsión activa. Lo apuntado por el
sujeto en el exhibicionismo es lo que se realiza en el otro. a quien el deseo
verdaderamente apunta es el otro, en tanto que apremiado, más allá de su
implicación en la escena. No es sólo la víctima la interesada en el
exhibicionismo, es la víctima en tanto que referida a algún otro que la mira”.
(Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis)
La vida anímica general aparece dominada por tres pares de
opuestos:
1. Sujeto (yo) Objeto
(mundo exterior)
2. Placer
Displacer
3. Activo Pasivo
Primera antítesis: Sujeto (yo) Objeto
(mundo exterior)
En la primera antítesis, rápidamente se separaría el yo del
no-yo a partir de la experiencia de hacer cesar mediante una acción muscular
los estímulos exteriores, careciendo en cambio de defensa el sujeto contra los
estímulos interiores.
En este momento, el mundo exterior le es indiferente al Yo
revestido pulsionalmente y capaz de satisfacción autoerótica. Se trata del
primitivo Yo real (realich) que ha diferenciado el interior del exterior
conforme a “exactos signos objetivos”. Al amor aquí corresponde como antítesis
la indiferencia.
Segunda antítesis: Placer Displacer
En la segunda antítesis, hay un mundo exterior que se
divide para un yo de placer, en una parte placiente, que se incorpora, y un
resto extraño a él. Ha separado del propio Yo una parte que arroja al mundo
exterior y percibe como hostil a él (la posición esquizo-paranoide de Melanie
Kelin se inscribiría en este momento; el yo que se fija en expulsión o la
constitución paranoica del yo, tal cual lo teoriza Jacques Lacan).
Luego de esta polarización coinciden la primera con la
segundo, resultando el agrupamiento o la identificación del yo sujeto con el
placer; y la del objeto mundo exterior con el displacer (antes indiferencia).
En esta etapa, -el narcisismo primario-, el objeto es
aportado al yo por los instintos de conservación que lo toman del mundo
exterior.
El primitivo sentido del odio (hass) es el de la relación
con el mundo exterior, aportador de estímulos. “lo exterior, el objeto y lo
odiado habrían sido al principio idénticos; cuando luego se demuestra al objeto
como fuente de placer es amado, pero también incorporado al yo (identificación
primaria), de manera que para el yo de placer purificado coincide de nuevo el
objeto con lo ajeno y lo odiado”.
Las relaciones con los objetos que sobrevienen
posteriormente son relaciones del yo total al que se han subordinado las
pulsiones parciales.
Así amor y odio no son aplicables a las relaciones de las
pulsiones con los objetos. Mientras el amor se inscribe en la esfera de las
pulsiones sexuales a través de los intereses del yo, el odio procede de la
lucha del yo por su conservación y afirmación.
El odio es como relación con el objeto, más antiguo que el
amor y nace de la repulsa primitiva del mundo exterior emisor de estímulos por
parte del yo narcisista. El odio puede ser retrotraído a la fuente de los
instintos de conservación del yo, y tiene que ver con ese resto hostil a él del
mundo exterior que no consigue incorporarse. Al carácter otro, inalienable que
permanece como cadáver fáctico en la experiencia del melancólico que no suele
darle más salida que el suicidio para liquidarlo.
Sintetizando, -dice Freud-, podemos decir que los destinos
de las pulsiones consisten esencialmente en que los movimientos de éstas son
sometidos a la influencia de las tres grandes polarizaciones que dominan la
vida anímica:
Yo (mundo exterior) = real
Actividad – pasividad = biológica
Placer – displacer = económica
“Freud nos introduce ahora en la pulsión por una de las vías
más tradicionales usando en todo momento de los recursos de la lengua y no
dudando en basarse en algo que sólo pertenece a ciertos sistemas lingüísticos,
las tres vías:
- Activas
- Pasivas
- Reflejas
Pero eso es sólo envoltorio.
Debemos ver qué otra cosa es esta reversión significante,
otra cosa que lo cubre.
Lo fundamental, al nivel de cada pulsión, es el ir y volver
en el que se estructura.
Es de resaltar que Freud sólo pueda designar estos dos
polos usando eso que llamamos verbo.
Sehen und Gesehen Werden, ver
y ser visto.
Quälen y Gequánt Werden, atormentar y ser atormendado.
Ocurre que, desde el principio, Freud nos presenta como
adquirió el que ninguna parte de este recorrido puede ser separada de su
ir-y-volver, de su reversión fundamental, del carácter circular del recorrido
de la pulsión (…)”.
El principio del placer que ejerce su función a nivel del
real ich tiene una finalidad que es la de mantener constante un cierto nivel de
energía dentro del aparato.
Podemos considerar como real ich al sistema nervioso
central que mantiene una homeostasis de las tensiones internas,
¿Cuándo se introduce de acuerdo al recorrido que venimos
siguiendo en la pulsión sadomasoquista, la introducción del dolor?
En el momento en que la argolla se ha cerrado y el otro ha
entrado en el juego, y el sujeto se ha tomado por término natural de la
pulsión, experimenta el dolor del otro: puede convertirse en sujeto sádico en
la medida que la argolla cerrada de la pulsión haya hecho entrar en juego la
acción del otro. y allí finalmente se revela lo que está en juego en la
pulsión. El sujeto encuentra que su deseo no es sino un rodeo para enganchar el
goce del otro –por lo que al intervenir el otro existe un goce más allá del
principio del placer. Se trata del forzamiento del placer (reducir la tensión,
mantener la homeostasis) por la incidencia de la pulsión parcial. Es así como
podemos representarnos a las pulsiones parciales en el límite de la homeostasis
y su captura por esa figura velada que es la sexualidad.
Y en la medida donde la pulsión nos da testimonio de la
transgresión al principio del placer, vemos que más allá del Real Ich existe
otra realidad, y revemos por qué retorno, en última instancia, es ella quien le
ha dado a este Real Ich su estructura y su diversificación”. (Lacan)
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