sábado, 2 de enero de 2016

Pulsiones: destinos de las pulsiones sexuales




Destinos de las pulsiones sexuales

Actividad pasividad

La transición de un instinto de la actividad a la pasividad son los pares antitéticos sadismo-masoquismo y placer visual-exhibicionismo.
Transformación en lo contrario
La transformación en lo contrario alcanza sólo a los fines del instinto.
El fin activo atormentar-ver, es sustituido por el fin pasivo ser atormentado-ser visto.

Transformación de contenido

La transformación de contenido se nos muestra, dice Freud, en el caso de la conversión del amor en odio.

Vuelta contra la propia persona

Aquí lo esencial es el cambio de objeto. El sadismo se transforma en masoquismo al dirigirse contra la propia persona pero sigue siendo el goce activo de la agresión así como en la exhibición, también se mantiene el placer de la contemplación de la desnudez.
Sólo que en este caso .del voyeur: -gozar visualmente del otro-, ahora goza a través de la propia desnudez.


“Si la estructura de la pulsión aparece gracia a la introducción del otro, sólo se completa realmente en su forma invertida, bajo la forma de retorno, que es la verdadera pulsión activa. Lo apuntado por el sujeto en el exhibicionismo es lo que se realiza en el otro. a quien el deseo verdaderamente apunta es el otro, en tanto que apremiado, más allá de su implicación en la escena. No es sólo la víctima la interesada en el exhibicionismo, es la víctima en tanto que referida a algún otro que la mira”. (Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis)

La vida anímica general aparece dominada por tres pares de opuestos:

1.     Sujeto (yo)    Objeto (mundo exterior)
2.     Placer     Displacer
3.     Activo    Pasivo

Primera antítesis: Sujeto (yo)    Objeto (mundo exterior)

En la primera antítesis, rápidamente se separaría el yo del no-yo a partir de la experiencia de hacer cesar mediante una acción muscular los estímulos exteriores, careciendo en cambio de defensa el sujeto contra los estímulos interiores.
En este momento, el mundo exterior le es indiferente al Yo revestido pulsionalmente y capaz de satisfacción autoerótica. Se trata del primitivo Yo real (realich) que ha diferenciado el interior del exterior conforme a “exactos signos objetivos”. Al amor aquí corresponde como antítesis la indiferencia.

Segunda antítesis: Placer Displacer

En la segunda antítesis, hay un mundo exterior que se divide para un yo de placer, en una parte placiente, que se incorpora, y un resto extraño a él. Ha separado del propio Yo una parte que arroja al mundo exterior y percibe como hostil a él (la posición esquizo-paranoide de Melanie Kelin se inscribiría en este momento; el yo que se fija en expulsión o la constitución paranoica del yo, tal cual lo teoriza Jacques Lacan). 

Luego de esta polarización coinciden la primera con la segundo, resultando el agrupamiento o la identificación del yo sujeto con el placer; y la del objeto mundo exterior con el displacer (antes indiferencia).

En esta etapa, -el narcisismo primario-, el objeto es aportado al yo por los instintos de conservación que lo toman del mundo exterior.

El primitivo sentido del odio (hass) es el de la relación con el mundo exterior, aportador de estímulos. “lo exterior, el objeto y lo odiado habrían sido al principio idénticos; cuando luego se demuestra al objeto como fuente de placer es amado, pero también incorporado al yo (identificación primaria), de manera que para el yo de placer purificado coincide de nuevo el objeto con lo ajeno y lo odiado”.

Las relaciones con los objetos que sobrevienen posteriormente son relaciones del yo total al que se han subordinado las pulsiones parciales.

Así amor y odio no son aplicables a las relaciones de las pulsiones con los objetos. Mientras el amor se inscribe en la esfera de las pulsiones sexuales a través de los intereses del yo, el odio procede de la lucha del yo por su conservación y afirmación.

El odio es como relación con el objeto, más antiguo que el amor y nace de la repulsa primitiva del mundo exterior emisor de estímulos por parte del yo narcisista. El odio puede ser retrotraído a la fuente de los instintos de conservación del yo, y tiene que ver con ese resto hostil a él del mundo exterior que no consigue incorporarse. Al carácter otro, inalienable que permanece como cadáver fáctico en la experiencia del melancólico que no suele darle más salida que el suicidio para liquidarlo.

Sintetizando, -dice Freud-, podemos decir que los destinos de las pulsiones consisten esencialmente en que los movimientos de éstas son sometidos a la influencia de las tres grandes polarizaciones que dominan la vida anímica:

Yo (mundo exterior) = real
Actividad – pasividad = biológica
Placer – displacer = económica

“Freud nos introduce ahora en la pulsión por una de las vías más tradicionales usando en todo momento de los recursos de la lengua y no dudando en basarse en algo que sólo pertenece a ciertos sistemas lingüísticos, las tres vías:
-        Activas
-        Pasivas
-        Reflejas

Pero eso es sólo envoltorio.
Debemos ver qué otra cosa es esta reversión significante, otra cosa que lo cubre.
Lo fundamental, al nivel de cada pulsión, es el ir y volver en el que se estructura.
Es de resaltar que Freud sólo pueda designar estos dos polos usando eso que llamamos verbo.
Sehen und Gesehen Werden, ver y ser visto.
Quälen y Gequánt Werden, atormentar y ser atormendado.
Ocurre que, desde el principio, Freud nos presenta como adquirió el que ninguna parte de este recorrido puede ser separada de su ir-y-volver, de su reversión fundamental, del carácter circular del recorrido de la pulsión (…)”.

El principio del placer que ejerce su función a nivel del real ich tiene una finalidad que es la de mantener constante un cierto nivel de energía dentro del aparato.
Podemos considerar como real ich al sistema nervioso central que mantiene una homeostasis de las tensiones internas,

¿Cuándo se introduce de acuerdo al recorrido que venimos siguiendo en la pulsión sadomasoquista, la introducción del dolor?

En el momento en que la argolla se ha cerrado y el otro ha entrado en el juego, y el sujeto se ha tomado por término natural de la pulsión, experimenta el dolor del otro: puede convertirse en sujeto sádico en la medida que la argolla cerrada de la pulsión haya hecho entrar en juego la acción del otro. y allí finalmente se revela lo que está en juego en la pulsión. El sujeto encuentra que su deseo no es sino un rodeo para enganchar el goce del otro –por lo que al intervenir el otro existe un goce más allá del principio del placer. Se trata del forzamiento del placer (reducir la tensión, mantener la homeostasis) por la incidencia de la pulsión parcial. Es así como podemos representarnos a las pulsiones parciales en el límite de la homeostasis y su captura por esa figura velada que es la sexualidad.


Y en la medida donde la pulsión nos da testimonio de la transgresión al principio del placer, vemos que más allá del Real Ich existe otra realidad, y revemos por qué retorno, en última instancia, es ella quien le ha dado a este Real Ich su estructura y su diversificación”. (Lacan)

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