sábado, 6 de febrero de 2016

Más allá del principio del placer






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Una esquemática explicación del texto freudiano



Freud señala que la repetición es el más allá del principio del placer.
Hemos visto que en las pulsiones y sus destinos, el principio del placer es tomado como postulado.
Lo que en este nuevo texto, que marca “la vuelta de 1920” es retirado, es el principio de placer como postulado.
Para Massotta, el abandono del postulado del placer y la conmoción de la racionalidad que resulta, no indican caída en racionalidad alguna. Pero que al revés, no se puede ni se debe explicar el nuevo campo que resulta, a partir otra vez del placer.
Muchos autores que han seguido esta vía inventaron una noción extraña a Freud tal como “placer funcional”.
Fenichel, en su “Teoría psicoanalítica de las neurosis” señala que cuando un paciente repite una experiencia displacentera, de dolor, de trauma anterior, una situación angustiosa, esto tiene que ver con el placer funcional del yo que repite activamente lo que antes sufrió pasivamente.
Así el yo normal que se ve inundado por una cantidad muy grande de excitación consigue liberarse de ella mediante repeticiones activas subsiguientes de la situación que produjo la excitación. Nos encontramos con que más allá del placer nos volvemos a encontrar el placer como postulado organizador a partir del cual se fijan los conceptos y se ordena la práctica.
                                                
Si bien esta concepción –placer funcional más allá del principio del placer-, parece ser muy similar a la que Freud plantea en los primeros capítulos, hay una diferencia radical: Fenichel ubica la repetición del lado del placer mientras que Freud la ubica como expresión de la pulsión de muerte”. (…) La idea de un placer funcional no puede dar cuenta de los fenómenos que llevaron a Freud a hablar de compulsión a la repetición. Quedará siempre un resto, que justifica nuestra hipótesis de nuestra compulsión a la repetición, la cual parece ser más primitiva, elemental e instintiva que el principio del placer al cual sustituye”.

Más allá del principio del placer es un ensayo en el que Freud descubre que el predominio que había establecido del principio del placer, ligado de constancia según el cual el organismo debe poder reducir las tensiones a un nivel constante, no es exclusivo, como lo había sostenido con anterioridad. Todo sucede como si estuviera empujado por un cierto número de hechos a ir más allá de lo que había afirmado al principio.
Por un lado, están los sueños de los que padecen una neurosis traumática, en donde se repite la situación que la produjo. Así el suelo como realización alucinatoria del deseo se derrumbaría.
Luego, los juegos que loes niños repiten indefinidamente. El ejemplo que Freud trabaja en este texto es el juego del carretel que realiza su nieto de dieciocho meses. Cuando su madre se ausenta, el niño arroja un carretel a distancia, movimiento que acompaña con la pronunciación de un vocablo: .ooo- (fort = lejos) y al que luego recupera con otro vocablo –aaa- (da = aquí). La alternancia que se realiza entre presencia y ausencia, deja un resto que es la repetición. Por esta vía la repetición no aparece como un fenómeno ligado a un episodio neurótico, sino como el ritmo distinto, mismo de la simbolización. Con la oposición fonemática (fort-da) se pasa a otro tipo de registro, el del lenguaje. Y Freud recuerda allí que porque hay lenguaje el objeto ausente puede estar en la memoria.

Otro de los hechos que puede observar, tiene que ver con lo que sucede en la transferencia, donde el analizado repite en lugar de rememorar. La resistencia no sólo viene de lo reprimido, sino del yo. La transferencia deja de ser definida como producto de una disposición a la transferencia, sino de una compulsión a la repetición.

Estos hechos llevan a Freud a objetivar, y a pasar a la afirmación de que hay otra cosa que es distinta al principio del placer, que hay una tendencia irresistible a la repetición, que trascendería el principio del placer y de realidad, lo complementaria en el seno del principio de constancia, en tanto que es opuesto en cierta manera al principio del placer. Sucede como si, al lado de la repetición de las necesidades, existiera una necesidad de repetición que Freud liga a la pulsión de muerte.
Entonces, hasta más allá del principio del placer, existe un principio del cual hemos partido hasta el presente, dice Freud, y que el aparato psíquico en tanto organizado, se encuentra entre el principio del placer y el principio de realidad. Porque si se sigue la realidad, es porque el principio de realidad es un principio de placer retardado. Inversamente si el principio del placer existe lo hace conforme a una realidad. Y ésta es la realidad psíquica.
                     
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Si hay seres vivientes, esto sólo es posible si existe una organización interna que evite el pasaje libre e ilimitado de las fuerzas y descargas energéticas (tal como es posible imaginarlo teóricamente) entrecruzándose con una realidad inanimada.
Existe un recinto cerrado, en cuyo interior cierto equilibrio es mantenido por el efecto de un mecanismo que llamamos homeostático, el cual amortigua, impera la irrupción de cantidades de energía que provienen del mundo exterior.
Esta regulación la llamaremos función restitutiva de la organización psíquica.
Freud, que aún no posee el término de homeostasis, habla de inercia. Se trataría entonces de descarga y vuelta a la posición de equilibrio; y esta regla sería válida para los dos sistemas (Incs., Pcs). Pero ¿Cuál es la relación entre ambos? Se tratará simplemente de que lo que placer en uno es displacer en el otro.

Si ambos sistemas fueran inversos se arribará a una ley de equilibrio y entonces, tendríamos un análisis del yo, que sería un análisis del inconsciente al revés. Aquí Freud se encuentra con algo que no satisface el principio del placer. Hay algo que sale de uno de los dos sistemas, del Inconsciente, que tiene una insistencia muy particular. Y esta insistencia es lo que define como WIEDERHOLUNG-SZWANG = COMPULSION A LA REPETICION.

Lo que pone en duda el principio del placer como principio de regulación que permite inscribir en un sistema coherente de formulaciones simbólicas el funcionamiento concreto del hombre considerado como una máquina son todas las excepciones tomadas en conjunto.
Por un lado nos encontramos con una función restitutiva del aparato que es el principio del placer. Y por otro lado, una función repetitiva: ¿cómo se articulan? ¿Qué es esta insistencia del sujeto a reproducir? ¿Reproducir qué? ¿Está en su conducta? ¿Está en sus fantasmas? ¿Está en su carácter o tal vez en su yo?
Freud se pregunta qué significa ésta desde el punto de vista del principio del placer; se trata del carácter inagotable de esta reproducción.

Es importante el señalar que la noción de energía sólo puede aparecer a partir del momento en que hay máquinas.  Fue necesario que aparecieran las maquinas para darse cuenta que es necesario alimentarlas y mantenerlas, porque tienden a degradarse.
Toda la especulación y la construcción teórica en Freud gira alrededor de esta pregunta: ¿Qué es psiquismo energéticamente?

En el proyecto, Freud desde la concepción del sistema nervioso que tiende a retornar a un punto de equilibrio, intenta construir una teoría del sistema nervioso mostrando que el cerebro opera como órgano tapón entre el hombre y la realidad, como órgano de homeostasis. Y entonces choca con el sueño y advierte que el cerebro es una máquina de soñar. No se trata del abandono de una concepción fisiologizante “(…) descubre el funcionamiento del símbolo como tal, la manifestación del símbolo en estado dialectico (…) en sus desplazamientos, los juegos de palabras, los equívocos, bromas funcionando solas en la máquina de soñar”. Y este es un descubrimiento de tal magnitud que fueron necesarios veinte años para volver sobre sus premisas. Y comprender lo que ello significaba en el plano energético.
Esto es lo que se pone en juego en Más allá del principio del placer y en la pulsión de muerte.

Desde el inicio hasta el final de su obra Freud expresa el principio del placer, en el organismo concebido como una máquina, como una tendencia a volver a su estado de equilibrio. El sistema nervioso considerado como el delegado, por decirlo así, de la homeostasis, es el regulador esencial gracias al cual ese ser viviente persiste, el encargado de llevar la excitación al nivel más bajo. Más bajo tiene un sentido ambiguo, y la literatura analítica así lo prueba. Para muchos autores, más bajo implica la tendencia a cero con lo cual se homologa el principio de placer a la pulsión de muerte. Sin embargo, Freud no lo piensa así. Todo lo inanimado tiende a volver a lo inanimado, dice, pero esto no tiene que ver con la muerte del individuo biológico. Existe sin duda un principio que conduce de la libido a la muerte, pero no por cualquier vía: justamente lo lleva por el camino de la vida. “En otros términos, la máquina se mantiene, dibuja cierta curva, cierta persistencia. Y es porque la vía misma de esta subsistencia que otra cosa se manifiesta, sostenida por esa existencia que está allí y que le indica su pasaje”.

Para comprender a qué nivel se sitúa la compulsión a la repetición, tomaremos como modelo una imagen, en tanto permite que los simbolos aparezcan.
Se trata de la máquina de calcular. La máquina de calcular tiene memoria. Y este modo de memoria pone en duda todas las imágenes que hasta ahora nos hacemos de ella. Lo más económico que se encontró hasta ahora para imaginar el fenómeno de la memoria es el sello de cera babilonio, un aparato con algunos relieves pequeños y trazas, que se observan pasándole cera. Esto se llama engrama.
En la máquina de calcular el sistema de memoria es más complicado. Y se lo llama un mensaje. ¿Qué es un mensaje en el interior de una máquina? Es algo que procede por apertura y no apertura, como una lámpara electrónica, por sí o por no. Es algo articulado del mismo orden que las oposiciones fundamentales del registro simbólico (el lenguaje). En un momento dado, ese algo que da vueltas debe –o no- entrar en juego de nuevo. Está siempre listo para aportar una respuesta, y para completarse en este acto mismo para responder –es decir, dejar de funcionar como circuito aislado y giratorio- y volver a entrar en un juego general. He aquí cómo se acerca completamente a lo que podemos concebir como la Zwang, la compulsión de repetición. Desde el momento en que tenemos este pequeño modelo, nos damos cuenta que en la anatomía misma del aparato cerebral hay cosas que vuelven sobre sí mismas”.
Así es posible concebir la compulsión a la repetición como la estructura misma del inconsciente.
“Como el discurso del circuito en el que estoy integrado soy uno de los eslabones. En el discurso de mi padre, por ejemplo en tanto mi padre cometió faltas que estoy absolutamente condenado a reproducir es lo que se llama el Superyo. Estoy condenado a reproducirlas porque es necesario que retome el discurso que me legó, no simplemente porque soy su hijo, sino porque no se detiene la cadena del discurso, y que justamente estoy encargado de transmitirlo en su forma abérrate a otro”.

De este modo la repetición se constituye en el centro de la estructura misma del sujeto. Repetición equivalente a inconsciente; el sujeto dispone de una batería sincrónica de elementos que se combinan de diferentes maneras según leyes que lo constituyen.

La repetición es la estructura misma del deseo, su insistencia y en tanto el sujeto no es sino un eslabón en el discurso del circuito en que está integrado. Se trata de deseos muertos. No son susceptibles más que de ser simbolizados. Y es en el momento de su formulación, de su articulación significante, que se constituyen como deseos. Antes, no hay deseo sino insistencia. En ese sentido el deseo es la interpretación que articula aquello que en el discurso insiste.
La compulsión a la repetición (wiederholungszwang) es introducida por el registro del lenguaje, por la función del símbolo, por la problemática de la cuestión en el orden humano.

No se refiere, nuevamente a la muerte del ser viviente en tanto organismo biológico, sino en cómo la muerte se instala en el individuo por el hecho mismo de la reproducción sexuada a través del intercambio humano, la intersubjetividad.


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