Una esquemática explicación del
texto freudiano
Freud señala que la repetición es
el más allá del principio del placer.
Hemos visto que en las pulsiones y
sus destinos, el principio del placer es tomado como postulado.
Lo que en este nuevo texto, que
marca “la vuelta de 1920” es retirado, es el principio de placer como
postulado.
Para Massotta, el abandono del
postulado del placer y la conmoción de la racionalidad que resulta, no indican
caída en racionalidad alguna. Pero que al revés, no se puede ni se debe explicar
el nuevo campo que resulta, a partir otra vez del placer.
Muchos autores que han seguido esta
vía inventaron una noción extraña a Freud tal como “placer funcional”.
Fenichel, en su “Teoría
psicoanalítica de las neurosis” señala que cuando un paciente repite una
experiencia displacentera, de dolor, de trauma anterior, una situación
angustiosa, esto tiene que ver con el placer funcional del yo que repite
activamente lo que antes sufrió pasivamente.
Así el yo normal que se ve inundado
por una cantidad muy grande de excitación consigue liberarse de ella mediante
repeticiones activas subsiguientes de la situación que produjo la excitación.
Nos encontramos con que más allá del placer nos volvemos a encontrar el placer
como postulado organizador a partir del cual se fijan los conceptos y se ordena
la práctica.
Si bien esta concepción –placer
funcional más allá del principio del placer-, parece ser muy similar a la que
Freud plantea en los primeros capítulos, hay una diferencia radical: Fenichel
ubica la repetición del lado del placer mientras que Freud la ubica como
expresión de la pulsión de muerte”. (…) La idea de un placer funcional no puede
dar cuenta de los fenómenos que llevaron a Freud a hablar de compulsión a la
repetición. Quedará siempre un resto, que justifica nuestra hipótesis de
nuestra compulsión a la repetición, la cual parece ser más primitiva, elemental
e instintiva que el principio del placer al cual sustituye”.
Más allá del principio del placer
es un ensayo en el que Freud descubre que el predominio que había establecido
del principio del placer, ligado de constancia según el cual el organismo debe
poder reducir las tensiones a un nivel constante, no es exclusivo, como lo
había sostenido con anterioridad. Todo sucede como si estuviera empujado por un
cierto número de hechos a ir más allá de lo que había afirmado al principio.
Por un lado, están los sueños de
los que padecen una neurosis traumática, en donde se repite la situación que la
produjo. Así el suelo como realización alucinatoria del deseo se derrumbaría.
Luego, los juegos que loes niños
repiten indefinidamente. El ejemplo que Freud trabaja en este texto es el juego
del carretel que realiza su nieto de dieciocho meses. Cuando su madre se
ausenta, el niño arroja un carretel a distancia, movimiento que acompaña con la
pronunciación de un vocablo: .ooo- (fort = lejos) y al que luego recupera con
otro vocablo –aaa- (da = aquí). La alternancia que se realiza entre presencia y
ausencia, deja un resto que es la repetición. Por esta vía la repetición no
aparece como un fenómeno ligado a un episodio neurótico, sino como el ritmo
distinto, mismo de la simbolización. Con la oposición fonemática (fort-da) se
pasa a otro tipo de registro, el del lenguaje. Y Freud recuerda allí que porque
hay lenguaje el objeto ausente puede estar en la memoria.
Otro de los hechos que puede
observar, tiene que ver con lo que sucede en la transferencia, donde el
analizado repite en lugar de rememorar. La resistencia no sólo viene de lo
reprimido, sino del yo. La transferencia deja de ser definida como producto de
una disposición a la transferencia, sino de una compulsión a la repetición.
Estos hechos llevan a Freud a
objetivar, y a pasar a la afirmación de que hay otra cosa que es distinta al
principio del placer, que hay una tendencia irresistible a la repetición, que
trascendería el principio del placer y de realidad, lo complementaria en el
seno del principio de constancia, en tanto que es opuesto en cierta manera al
principio del placer. Sucede como si, al lado de la repetición de las
necesidades, existiera una necesidad de repetición que Freud liga a la pulsión
de muerte.
Entonces, hasta más allá del
principio del placer, existe un principio del cual hemos partido hasta el
presente, dice Freud, y que el aparato psíquico en tanto organizado, se
encuentra entre el principio del placer y el principio de realidad. Porque si
se sigue la realidad, es porque el principio de realidad es un principio de
placer retardado. Inversamente si el principio del placer existe lo hace
conforme a una realidad. Y ésta es la realidad psíquica.
Si hay seres vivientes, esto sólo
es posible si existe una organización interna que evite el pasaje libre e
ilimitado de las fuerzas y descargas energéticas (tal como es posible
imaginarlo teóricamente) entrecruzándose con una realidad inanimada.
Existe un recinto cerrado, en cuyo
interior cierto equilibrio es mantenido por el efecto de un mecanismo que
llamamos homeostático, el cual amortigua, impera la irrupción de cantidades de
energía que provienen del mundo exterior.
Esta regulación la llamaremos
función restitutiva de la organización psíquica.
Freud, que aún no posee el término
de homeostasis, habla de inercia. Se trataría entonces de descarga y vuelta a
la posición de equilibrio; y esta regla sería válida para los dos sistemas
(Incs., Pcs). Pero ¿Cuál es la relación entre ambos? Se tratará simplemente de
que lo que placer en uno es displacer en el otro.
Si ambos sistemas fueran inversos
se arribará a una ley de equilibrio y entonces, tendríamos un análisis del yo,
que sería un análisis del inconsciente al revés. Aquí Freud se encuentra con
algo que no satisface el principio del placer. Hay algo que sale de uno de los
dos sistemas, del Inconsciente, que tiene una insistencia muy particular. Y
esta insistencia es lo que define como WIEDERHOLUNG-SZWANG = COMPULSION A LA
REPETICION.
Lo que pone en duda el principio del
placer como principio de regulación que permite inscribir en un sistema
coherente de formulaciones simbólicas el funcionamiento concreto del hombre
considerado como una máquina son todas las excepciones tomadas en conjunto.
Por un lado nos encontramos con una
función restitutiva del aparato que es el principio del placer. Y por otro
lado, una función repetitiva: ¿cómo se articulan? ¿Qué es esta insistencia del
sujeto a reproducir? ¿Reproducir qué? ¿Está en su conducta? ¿Está en sus
fantasmas? ¿Está en su carácter o tal vez en su yo?
Freud se pregunta qué significa
ésta desde el punto de vista del principio del placer; se trata del carácter
inagotable de esta reproducción.
Es importante el señalar que la
noción de energía sólo puede aparecer a partir del momento en que hay
máquinas. Fue necesario que aparecieran las maquinas para darse cuenta
que es necesario alimentarlas y mantenerlas, porque tienden a degradarse.
Toda la especulación y la
construcción teórica en Freud gira alrededor de esta pregunta: ¿Qué es
psiquismo energéticamente?
En el proyecto, Freud desde la
concepción del sistema nervioso que tiende a retornar a un punto de equilibrio,
intenta construir una teoría del sistema nervioso mostrando que el cerebro
opera como órgano tapón entre el hombre y la realidad, como órgano de homeostasis.
Y entonces choca con el sueño y advierte que el cerebro es una máquina de
soñar. No se trata del abandono de una concepción fisiologizante “(…) descubre
el funcionamiento del símbolo como tal, la manifestación del símbolo en estado
dialectico (…) en sus desplazamientos, los juegos de palabras, los equívocos,
bromas funcionando solas en la máquina de soñar”. Y este es un descubrimiento
de tal magnitud que fueron necesarios veinte años para volver sobre sus
premisas. Y comprender lo que ello significaba en el plano energético.
Esto es lo que se pone en juego en
Más allá del principio del placer y en la pulsión de muerte.
Desde el inicio hasta el final de
su obra Freud expresa el principio del placer, en el organismo concebido como
una máquina, como una tendencia a volver a su estado de equilibrio. El sistema
nervioso considerado como el delegado, por decirlo así, de la homeostasis, es
el regulador esencial gracias al cual ese ser viviente persiste, el encargado
de llevar la excitación al nivel más bajo. Más bajo tiene un sentido ambiguo, y
la literatura analítica así lo prueba. Para muchos autores, más bajo implica la
tendencia a cero con lo cual se homologa el principio de placer a la pulsión de
muerte. Sin embargo, Freud no lo piensa así. Todo lo inanimado tiende a volver
a lo inanimado, dice, pero esto no tiene que ver con la muerte del individuo
biológico. Existe sin duda un principio que conduce de la libido a la muerte,
pero no por cualquier vía: justamente lo lleva por el camino de la vida. “En
otros términos, la máquina se mantiene, dibuja cierta curva, cierta
persistencia. Y es porque la vía misma de esta subsistencia que otra cosa se
manifiesta, sostenida por esa existencia que está allí y que le indica su
pasaje”.
Para comprender a qué nivel se
sitúa la compulsión a la repetición, tomaremos como modelo una imagen, en tanto
permite que los simbolos aparezcan.
Se trata de la máquina de calcular.
La máquina de calcular tiene memoria. Y este modo de memoria pone en duda todas
las imágenes que hasta ahora nos hacemos de ella. Lo más económico que se
encontró hasta ahora para imaginar el fenómeno de la memoria es el sello de
cera babilonio, un aparato con algunos relieves pequeños y trazas, que se
observan pasándole cera. Esto se llama engrama.
En la máquina de calcular el
sistema de memoria es más complicado. Y se lo llama un mensaje. ¿Qué es un
mensaje en el interior de una máquina? Es algo que procede por apertura y no
apertura, como una lámpara electrónica, por sí o por no. Es algo articulado del
mismo orden que las oposiciones fundamentales del registro simbólico (el
lenguaje). En un momento dado, ese algo que da vueltas debe –o no- entrar en
juego de nuevo. Está siempre listo para aportar una respuesta, y para
completarse en este acto mismo para responder –es decir, dejar de funcionar
como circuito aislado y giratorio- y volver a entrar en un juego general. He
aquí cómo se acerca completamente a lo que podemos concebir como la Zwang, la
compulsión de repetición. Desde el momento en que tenemos este pequeño modelo,
nos damos cuenta que en la anatomía misma del aparato cerebral hay cosas que
vuelven sobre sí mismas”.
Así es posible concebir la
compulsión a la repetición como la estructura misma del inconsciente.
“Como el discurso del circuito en
el que estoy integrado soy uno de los eslabones. En el discurso de mi padre,
por ejemplo en tanto mi padre cometió faltas que estoy absolutamente condenado
a reproducir es lo que se llama el Superyo. Estoy condenado a reproducirlas
porque es necesario que retome el discurso que me legó, no simplemente porque
soy su hijo, sino porque no se detiene la cadena del discurso, y que justamente
estoy encargado de transmitirlo en su forma abérrate a otro”.
De este modo la repetición se
constituye en el centro de la estructura misma del sujeto. Repetición
equivalente a inconsciente; el sujeto dispone de una batería sincrónica de
elementos que se combinan de diferentes maneras según leyes que lo constituyen.
La repetición es la estructura
misma del deseo, su insistencia y en tanto el sujeto no es sino un eslabón en
el discurso del circuito en que está integrado. Se trata de deseos muertos. No
son susceptibles más que de ser simbolizados. Y es en el momento de su
formulación, de su articulación significante, que se constituyen como deseos.
Antes, no hay deseo sino insistencia. En ese sentido el deseo es la
interpretación que articula aquello que en el discurso insiste.
La compulsión a la repetición
(wiederholungszwang) es introducida por el registro del lenguaje, por la
función del símbolo, por la problemática de la cuestión en el orden humano.
No se refiere, nuevamente a la
muerte del ser viviente en tanto organismo biológico, sino en cómo la muerte se
instala en el individuo por el hecho mismo de la reproducción sexuada a través
del intercambio humano, la intersubjetividad.
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