Historia de
la Psicología
Eduard Von
Hartmann
Filosofo
alemán nació en Berlín en 1842 y fallecido en 1906.
Fue oficial del ejército prusiano, del cual se retiró en 1865 por razones de salud, y a partir de ese momento se consagró a la filosofía. Basándose en las ciencias biológicas, desarrolló una metafísica inductiva, siendo su concepción una especie de síntesis del pensamiento de Hegel y de Schopenhauer.
El último fondo del universo, el ser fundamental, es lo inconsciente, voluntad ciega pero que encierra en potencia el espíritu, que en su desarrollo es capaz de superar el dolor y salvarse.
Fue un iniciador del neovitalismo y ejerció en su época gran influencia.
Fue oficial del ejército prusiano, del cual se retiró en 1865 por razones de salud, y a partir de ese momento se consagró a la filosofía. Basándose en las ciencias biológicas, desarrolló una metafísica inductiva, siendo su concepción una especie de síntesis del pensamiento de Hegel y de Schopenhauer.
El último fondo del universo, el ser fundamental, es lo inconsciente, voluntad ciega pero que encierra en potencia el espíritu, que en su desarrollo es capaz de superar el dolor y salvarse.
Fue un iniciador del neovitalismo y ejerció en su época gran influencia.
Obras
Sus obras principales fueron:
- Filosofía de lo Inconsciente
- Fenomenología de la conciencia moral
- La religión del espíritu
- Estética
- Teoría de las categorías
- Historia de la Metafísica
- El problema de la vida
- Sistema de Filosofía en compendio
Su pensamiento
En oposición a la metafísica racionalista y optimista de
Lotze, se caracteriza por sus tendencias irracionalistas y su actitud pesimista
frente a los problemas fundamentales del mundo y de la vida. Dichos rasgos
básicos de su pensamiento se pusieron de relieve ya, en su primera obra:
“Filosofía de lo inconsciente”, publicada cuando tenía 25 años de edad. Las
ideas que esboza en esta obra, las fue desarrollando a lo largo de su vida, en
forma sistemática y con mayor rigor científico.
El plan que se había impuesto era, nada menos, que la
realización de una gran síntesis de todas las tendencias filosóficas y
científicas de su época; de las ciencias positivas y del misticismo, del racionalismo
y del irracionalismo, de las filosofías de Hegel y de Schopenhauer, del
pensamiento y del optimismo progresista.
Según su pensar, la filosofía debía obtener sus resultados
especulativos en base a una metodología inductiva, prestada de las ciencias
físico-naturales. De ahí su postulado de que la filosofía debe partir de
la experiencia inmediata, después de que ésta haya sido aclarada
científicamente. Su actitud gnoseológica, llamada por el mismo Hartman
“realismo trascendental”, rechazó tanto el punto de vista del idealismo
subjetivo, como el del realismo positivista. Admitiendo por un lado, la
existencia de “cosas en sí” independientes de todo acto cognoscitivo, pero, por
otra parte, insiste en el carácter fenoménico del mundo sensorial, cuya fundamentación
es función de la conciencia.
Hartman distingue desde este punto de vista tres esferas
que son dadas por la conciencia subjetiva, por el mundo objetivo de los
fenómenos, y por la esfera metafísica de las “cosas en sí”.
En estas condiciones resulta indispensable abandonar el
prejuicio que admite como reales solamente aquellos entes que aparecen en
nuestra conciencia, considerando necesario reconocer en ella la existencia de
fuerzas ocultas que son responsables por su contenido manifiesto.
Es debido a dicha necesidad que la física se ve obligada a
admitir la existencia de fuerzas invisibles, que actúan sobre la materia y que
la biología recurre al vitalismo para poder explicar el enigma de la vida.
Detrás de cada grupo de fenómenos hay una cierta clase de
actividad invisible que los condiciona y produce. Dicha actividad es
necesariamente inmaterial y racional, y se encuentra sometida a leyes, que
constituyen a su vez las manifestaciones inconscientes de alguna idea. En lo
inconsciente se funden “La idea lógica” de Hegel y la “voluntad ciega” de
Schopenhauer.
Es el verdadero motor del mundo, que es fundamentalmente
responsable de toda la desgracia que significa la vida.
Hartmann considera un hecho evidente que los sufrimientos
son siempre superiores a los placeres, aunque la humanidad no reconoce que esto
es así, sino lentamente, en la medida en que sus ilusiones se van
desvaneciendo. Librarse de todos los sufrimientos es la única finalidad de la
vida, pero ésta no la puede alcanzar el individuo, como lo había pensado
Schopenhauer, sino que la misma constituye necesariamente un proceso cósmico.
El rol que le cabe al individuo no consiste en el renunciamiento y en la
negación, sino, por el contrario, en la aceptación de la vida y en un esfuerzo
por acelerar el proceso cósmico.
El pesimismo
teórico de Hartmann da lugar
así a un optimismo práctico, quedando reducida a la desesperación
inicial a poco más que un sentimiento accesorio, que apenas influye en la
concepción de la vida y de la cultura, sostenida por Hartmann en sus últimas
obras.
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