Historia
de la Psicología
Federico
Nietzsche
Breve
Biografía
Nació en
Röcken en 1844. Estudió en la Universidad de Bonn, con O. Hahn y F. Ritsschl,
pasando en 1865 a Leipzig, donde cursó Filosofía y comenzó a entusiasmarse con
Schopenhauer y la música. Allí trabó amistad con Erwin Rohde y luego con
Richard Wagner.
En 1870
fue nombrado profesor ordinario de filosofía clásica en Basilea, donde se
relacionó con J.J. Bachofen y Jacob Buerckhrdt, abandonó el cargo ocho
años después por grave enfermedad, luego de haber roto con Wagner.
Hasta
1889 aproximadamente y justamente durante el periodo de mayor actividad
literaria, pasó una gran parte de los veranos en Sils-María, en la Engandina, y
el resto del tiempo en la Riviera y en diversas ciudades de Italia y Alemania.
Casi
siempre solitario y sufriendo recaídas múltiples, rodeado a veces de sus
escasos amigos y discípulos.
Finalmente
la profunda depresión nerviosa que sufría desde hacía varios años le produjo un
súbito oscurecimiento mental, y por último, le sobrevino una parálisis teniendo
que ser trasladado a la clínica psiquiátrica de la universidad de Jena, pasando
el resto de sus días en Nauburg y Weimar con su madre y hermana.
Su
obra
Suele
distinguirse en su evolución filosófica tres etapas:
1-
CAMINO
Va desde
sus estudios en Leipzig hasta 1878. Es el periodo de la confianza en el
porvenir de la cultura alemana y la fe en la labor creadora del genio
espiritual de su pueblo. Se trata de la fidelidad a ciertos valores
tradicionales: la patria, la raza, capaces de ser asumidos como verdaderos
paradigmas.
Influyeron
notablemente Schopenhauer y Wagner.
Schopenhauer: representa para Nietzsche una síntesis de espíritu
romántico y del espíritu goetheano, por la influencia de éste también percibe
en qué medida las relaciones existentes entre la conciencia y el conjunto de
los fenómenos, no se adaptan a las que pensó el racionalismo. Schopenhauer
plasma definitivamente en él la devoción por el hombre superior, concebido como
la manifestación de las más elevadas formas de vida.
Wagner: Le
enseña a Nietzsche el sentido de heroísmo lógico, su música lo impresiona como
la expresión simbólica más acabada del conocimiento metafísico.
Este
período se reconoce como el de la comunicación y el del corazón abierto a la
amistad. La fidelidad a los amigos y la obediencia a los maestros se funden en
una misma devoción.
De esta
época son sus obras entre otras:
Obras
“El
origen de la tragedia en el espíritu de la música” (1872)
“La
filosofía en la época trágica de los griegos” (1874)
“De las
consideraciones intempestivas” (1873-1876)
2-
CAMINO A LA SABIDURÍA
En este
período de su labor filosófica predomina una actitud positivista, ensamblando
también un nihilismo cáustico. Es “el tiempo del desierto”, es preferible un
mundo vacío, o en ruinas, a la credulidad y a la confianza en los valores de la
tradición.
La
actitud de Nietzsche en este momento se funda en un movimiento vertiginoso y profundo
de su ser que lo lleva a la rebeldía extrema.
Su
voluntad de conocimiento no quiere someterse a ninguna devoción, no tiene los
brazos trabados por fidelidad alguna: se trata de formas culturales
prestigiosas, maestros o amigos. Esta época es la de los grandes
desprendimientos “según Jaspers”. Abandona las dos más grandes influencias que
pesaron sobre su vida: Schopenhauer y Wagner.
Decide
hacerlo cuando más vigente los sentía en su propio ser y en este rechazo quiere
encontrar la fuerza para volver sobre sí mismo.
Hacer el
desierto en torno es reconocer que la absoluta soledad se da ahora como el
autentico punto de partida.
Olvida
las visiones poéticas, las construcciones mítico metafísicas considerando que
encubren la realidad.
Se
empeña en dejar al descubierto el mundo de impurezas que oculta la cultura,
desenmascarar las llamadas “virtudes cristianas” y arrancar el disfraz del
santo, “del hombre de bien”, del sacerdote del moralista.
Quiere
volver del mundo de las superestructuras culturales, de la moral, la
metafísica y la religión al mundo de lo humano, concreto y real. Esta etapa
puede resumirse en una frase. “Vuelta a lo concreto”. En efecto: vuelta a la
tierra, al cuerpo a las fuerzas de la naturaleza, al instinto, a la voluntad
posesiva, al aquí y al ahora. En suma, negación de la metafísica Hegeliana,
rechazo de las esencias abstractas y universales que hipostasian la realidad
humana particular. La abjuración de las idealizaciones de la religión y la
moral para retornar a lo humano concreto, tuvo el carácter de un encuentro con
lo que es “verdadero y simple”.
Este
rechazo es un acto de purificación de todo lo extraño a su esencia, es un
ejercicio de duro ascetismo vital e intelectual.
Su
nihilismo, negador despiadado de ilusiones metafísicas, aquel hombre de lo real
concreto vienen a ser en suma, una expresión de su ascetismo, de su voluntad
austera.
Y este
ascetismo es aquí el instrumento de la búsqueda de sí mismo, es hombre de su
propio ser.
En este
periodo encontramos las siguientes obras:
Obras
“Humano,
demasiado humano” (1876-1880)
“Aurora”
(1881)
“El
viajero y la sombra” (1880)
“Opiniones
y sentencias” (1879)
3- LA
NUEVA FE
Etapa
creadora, en la cual se elabora “la nueva filosofía de Nietzsche”, en ella
campea un tono afirmativo de rasgos inconfundiblemente religiosos.
Este
período contrasta con el desenfreno negador del anterior: aquí su nihilismo
manifiesta un costado creador, positivo.
Nietzsche
pasa de las grandes síntesis históricas a las reflexiones sobre el destino de
la humanidad como un todo, frecuenta las visiones apocalípticas del futuro. Su
filosofía tiene el carácter de la sabiduría, reúne los tonos graves del pensar
evangélico con la liviandad agresiva del libelo, funde las antiguas resonancias
de las Tablas de la Ley, con las proclamas modernas de una raza nueva de “los
señores de la Tierra”.
Nietzsche
sabe que es preciso sobrepasar el nihilismo metódico de su segunda etapa con el
objeto de acceder a la gran afirmación. Lo que se afirma en esta nueva etapa no
es una instancia extra humana. “Ningún Dios, ningún hombre por encima de
mí”. La realidad originaria y fundante es aquí la “voluntad creadora”. En su
pensamiento topamos con la desmesura, pues radicaliza toda afirmación. Ha
afirmado un término, pero no puede detenerse en él, y busca superarlo tendiendo
hacia su contrario.
A
Nietzsche corresponden perfectamente estas palabras de Zaratustra: “Cualquier cosa que yo cree, y por
mucho que la ame, pronto tendré que ser enemigo de ella y de mi amor; así lo
quiere mi voluntad”.
En este
período comprende las siguientes obras:
Obras
“Así
habló Zaratustra” (1883)
“Más
allá del bien y del mal” (1889)
“Genealogía
de la moral” (1887)
“El
ocaso de los ídolos” (1889)
“El
caso Wagner” (1888)
Los
diversos planes para la “Inversión de todos los valores”, con
“Anticristo”,
“El
inmoralista”,
“La
crítica de la filosofía” y por último
su obra capital:
“La
voluntad del poder”, ensayo de una transmutación de todos los valores,
ejecutando en parte fragmentariamente ampliación y realización de los
planes anteriores con la tesis sobre: “El
nihilismo europeo”, “La crítica de todos los valores”, “Los principios de una
nueva tabla de valores”, y “Los aforismos definitivos sobre el eterno retorno”.
Desarrollo
En la
filosofía de Nietzsche, juega un rol fundamental la interpretación que éste
hizo sobre la cultura griega,
exaltando dos principios:
a- Lo
apolíneo (serenidad, racionalismo, medida)
b- Lo
dionisíaco (impulsivo, excesivo, afirmación de la vida, el erotismo,
afán de vivir, de decir ¡Sí!, a la vida a pesar de los dolores).
Se trata
de dos principios o fuerzas
artísticas, que brotan del
seno mismo de la naturaleza, estas dos divinidades se complementan y necesitan
mutuamente, son las dos caras de la realidad.
Mediante
la referencia a la antigüedad griega define y exalta una mística colectiva que
desprecia lo individual, busca sobrepasar las “apariencias” fenoménicas y
fundirse con lo eterno.
Al
proponer al espíritu trágico como un recurso para la vitalización de la cultura
alemana de su tiempo, Nietzsche no hacía otra cosa que señalar la necesidad de
superar un mundo secularizado, un mundo sin auténtica religión en el que la
potencia de lo sagrado había empobrecido hasta el punto de caer en la historia.
Nietzsche depende en cierta medida del positivismo de la época, niega la
posibilidad de la metafísica, además, parte de la pérdida de la fe en Dios y en
la inmortalidad del alma. Pero esa vida que se afirma que pide ser siempre más,
volverá una y otra vez.
Utiliza
una idea de Heráclito: “lo
del eterno retorno de las cosas”. Todo volverá eternamente y con ello todo lo
malo, lo miserable, lo vil. Pero el hombre puede ir transformando el mundo y a
sí mismo mediante una “transmutación” de todos los valores y encaminarse al
“Superhombre”.
Su
gran preocupación: El hombre
A través
de la obra de Nietzsche se perfila que su gran preocupación fue el hombre, el
que hasta ahora ha existido es un embrión del hombre, el que hasta ahora ha
existido es un embrión del hombre del porvenir, todas las fuerzas creadoras que
miran al hombre del porvenir están en el hombre del presente y cómo éstas son
enormes, hay sufrimientos para el individuo del presente, tanto mayor cuanto
más determinante del porvenir es.
Crítica
a la religión: Dios ha muerto
Sintetiza
sus críticas a la religión del hombre alienado con la fórmula explosiva “Dios
ha muerto”. Esta frase tiene el carácter de una objeción que se ve en cada una
de sus reflexiones a lo largo de toda su obra. Es una proclama de guerra, y
dicha rebeldía la desarrolla en todos los campos, tanto en el de la
especulación filosófica como en el de la propia existencia.
Quizás
el verdadero sentido de esa frase es: “Dios debe morir”, porque se trata de una
figura que Nietzsche deberá destruir para protagonizar el más radical acto de
liberación de la historia humana, esta destrucción de la imagen fetichizada de
Dios está ligada al sentido de su propia vida. No se trata de argumentar contra
Dios, de demostrar su inexistencia, sino de asimilar un fenómeno irreversible:
“Dios ha muerto”.
Aforismo
“El loco”
En el
aforismo 125 de la Gaya Ciencia, titulado “El loco”, Nietzsche habló de la
muerte de Dios. El aforismo se refiere a un ser extravagante que con su
linterna se dirige a los hombres exclamando por las calles “Busco a Dios”. Los hombres responden riendo y con
chanzas porque advierten que el loco no se enteró que “Dios ha muerto”. Este reconoce la verdad y agrega:
nosotros lo hemos matado ¡Vosotros y Yo!; ¡Todos nosotros somos sus asesinos!
El loco paulatinamente va tomando conciencia de la importancia aterradora de
esta aventura, cuestionándose si hay algo con qué poder purificar tamaño hecho.
Nietzsche pasa inmediatamente a un contenido nuevo y afirmativo. Por su
dimensión sobrehumana este crimen ya no es tal, se transforma en la exigencia
de una hazaña desconocida hasta entonces por el hombre, pero que no obstante
era su posibilidad más íntima y verdadera: “¿No estamos forzados a convertirnos
en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses?. No hubo acto en el
mundo más grandioso y las generaciones futuras pertenecerán por virtud de esta
acción a una historia más elevada de lo que fue hasta el presente toda la
historia”. Concluye el aforismo observando el loco que los que cometieron la
hazaña aún no comprenden su sentido.
De este
aforismo se desprenden tres hechos significativos:
a-
Fueron todos los hombres los responsables del hecho.
b-
Asesinan a la realidad viviente de mayor significación.
c- Puede
clasificarse el acto como de magnitud soberana; este hecho permite la
definición del hombre.
d- El
crimen de los crímenes es acción miserable hasta que el hombre no la ligue con
otra que vendrá a legitimar la acción transfigurando su contenido convertirnos
en dioses. Se trataría de un asesinato si el hombre suprimiera a Dios para
seguir siendo hombre.
e- El
asesinato e Dios tiene para Nietzsche un carácter de sacrificando a un Dios
alienado pero de ningún modo un Dios que se reintegra a un centro humano.
f-
Nietzsche sacrifica la imagen ojetivada de un Dios que fue plasmándose y
fijándose a lo largo de más de dos mil años de vida religiosa, con el propósito
de que su supresión actualice la plenitud del hombre.
En la
Gaya Ciencia dice Nietzsche: “El más importante de los acontecimientos
recientes –el hecho de que “Dios ha muerto” y la fe en el Dios cristiano ha
perdido todo crédito-, comienza ya a proyectar sobre Europa sus primeras
sombras”. Lo que quiere significar aquí Nietzsche es que se siente la
proximidad y la contemporaneidad del “Más grande de los acontecimientos
recientes”, es decir, el fin de dos milenios de cristianismo occidental. Esto
se insinúa en las “Profundidades” y pocas personalidades lo avisoran. Nietzsche
advierte un advenimiento de un conjunto de destrucciones; toda la moral
cristiana se desmorona y su estilo de vida.
Nietzsche
confía en su significación futura. La muerte de Dios se desplega como “Una
especie de luz nueva, difícil de descubrir, como una especie de felicidad, de
aligeramiento, de serenidad, de esperanza, de aurora”. Nietzsche percibe la
conmoción de la muerte de Dios en el orden de la vida interior como un punto de
partida integral y riesgoso ya que la ausencia de Dios se da como ligada al
sentimiento de desprotección absoluta, porque aquel que ha renunciado a Dios ya
no puede descansar en “Una confianza ilimitada” y no tendrá el apoyo de una
sabiduría última”.
La
criatura humana queda librada a sí misma, lanzada a una soledad intrépida ya
que la muerte de Dios no implica el secreto de una nueva fortaleza. La muerte
de Dios significa desprotección y reencuentro del hombre con su propia
debilidad, este sentimiento de desprotección debe ser asumido bajo la forma de
una renuncia. El “Acontecimiento” de la muerte de Dios tiene que transformarse
en un acto de la voluntad, debe ser querida por el hombre.
El
hombre encontrará la fuente generadora de su propia humanidad en este
renunciamiento: “Se elevará cada vez más a partir del momento en que ya no
corra verterse en el seno de Dios”.
La
renuncia implica un modo de autocontención de lo humano, por ella el hombre
aprende a tocar sus propios límites, y este ejercicio de autovención se
fertalece; ya que su humanidad perdía las fuerzas en aquel constante “verterse”
en Dios. La renuncia bien a ser un supuesto de una verdadera ascensión humana.
Así
hablaba Zarathustra
En el
prologo de “Así hablaba Zarathustra” se señala la muerte de Dios como un
acontecimiento reciente que Zarathustra debe comunicar a los hombres.
Cuando
baja de la montaña que había vivido diez años de “Soledad gozosa”, se encuentra
con un viejo santo y le dice:
-“Amo a
los hombres” -dijo el santo- ¿No fue acaso porque amaba demasiado a los
hombres? –Ahora amo a Dios y no a los hombres.
El
hombre es para mí demasiado imperfecto.
El amor
al hombre me mataría”.
Zarathustra
contestó: “¡quien habla de amor! Traigo un don a los hombres…”.
“¿Y qué
hace el santo en el bosque?, preguntó Zarathustra. Y el santo contestó: “Hago
canciones y las canto y mientras las hago río, lloro, murmuro, y así alabo al
Dios que es mi Dios.
Pero
veamos: ¿Qué don es el que tú me traes?
Al oír
Zarathustra estas palabras, saludó al santo y le dijo: ¿Qué podría decir yo? Lo
mejor que puede hacer es dejarme marchar de prisa, no sea que os quite algo…”.
Pero
cuando Zarathustra estuvo solo dijo a su corazón: “¿Será posible?, ¡ese santo
anciano en su bosque no se ha enterado aún de que Dios ha muerto!”
Esta es
el mensaje que Zarathustra viene a comunicar a los hombres, comunicará muchas
verdades, pero el sostén de todas ella será esta fórmula. Viene a anunciar un
hecho que los hombres todavía no han comprobado –sólo a partir de “la toma de
conciencia” la muerte de Dios puede transformarse en una empresa creadora-,
Zarathustra se propone que la muerte de Dios se transforme en una obra con
sentido humano y sabe que sólo el hombre puede hacer imposible su renacimiento;
es necesario que el antiguo Dios no reaparezca. La resurrección del Dios
judeocristiano es una permanente amenaza que el hombre deberá conjurar.
En la
Gaya Ciencia escribe:
“Dios ha
muerto: pero de acuerdo con la índole de los hombres habrá todavía cavernas, en
las que durante milenios se muestre su sombra. ¡Y nosotros debemos también
vencer su sombra!
Otra
representación simbólica de la “muerte de Dios” se presenta en “Así hablaba
Zarathustra” bajo la forma de la vejez de Dios. Dios sucumbe por este motivo,
ha perdido toda vitalidad y caduca por agotamiento, víctima de su propia
blandura. El Dios de la tradición judeocristiana, sucumbe de la misma forma en
que mueren los dioses del antiguo mundo pagano, ese agotamiento religioso es el
que se cierne sobre el monoteísmo.
Zarathustra
describe a tal efecto, el encuentro de Zarathustra con el “último Papa”.
Zarathustra dialoga con un viajero errante al que califica como la “aflicción
disfrazada”. El anciano va en busca de un hombre piadoso “para comunicarle lo
que todo el mundo sabía”.
“¿Y qué
sabe hoy todo el mundo? –preguntó Zarathustra-, ¿Quizá que no vive ya el viejo
Dios, el Dios en el que en un tiempo creyó todo el mundo?”. “Tú lo dijiste-, contestó
tristemente el anciano-, y yo serví a ese viejo Dios hasta su última hora…”
“Por
ello he subido a estas montañas, para volver a celebrar al fin una fiesta, como
conviene a un viejo papa y padre de la Iglesia, pues sábelo ¡Yo soy el último
Papa!...”
El Papa
se descubre como un “ser fuera de servicio" que ha perdido a su señor,
pero no conoce la libertad, sólo le queda la alegría de los recuerdos, perdió
su Iglesia y sus creyentes. Pero como aquel viajero santo en cuya búsqueda fue
el Papa, ha muerto, resuelve buscar a otro hombre santo “al más piadoso de los
que no creen en Dios: ¡a Zarathustra!”…
Zarathustra
le pregunta ¿Cómo ha muerto Dios? –Tú le has servido hasta el fin- ¿Cómo murió?
¿Es verdad, como dicen que le ahogó la compasión?- ¿Qué vio cómo el hombre
pendía de la cruz y no pudo soportar que el amor por los hombres viniera a ser
su infierno y al fin su muerte?”. –El Papa responde que él lo sirvió varios
años, que cuando joven ese Dios era duro y estaba sediento de venganza, pero
finalmente se hizo viejo y blando. Esto significa que la muerte de Dios se
produce por vejez, por agotamiento por compasión senil.
Aquí
caduca la moralización de la divinidad judaica, la transformación del Dios
vengativo y “tremendo” del Antiguo Testamento, en el “Dios bueno y Padre”.
Nietzsche nos mostró como esa gradual desvitalización de Dios culmina en esa
forma debilitada y vacía del Dios de los filósofos y cuyos últimos avatares
fueron entes metafísicos, como el espíritu y la “cosa en sí”. Aquí nos
formularemos una pregunta: “¿Quién murió, Jesucristo o el Dios de los
filósofos?”. Trataremos que al finalizar el trabajo podamos contestarnos dicho
interrogante.
Dios ha
muerto por agotamiento, porque se han desmoronado dos milenios de religiosidad
judeocristiana; su descomposición puede ser observada en la filosofía, la
música, la política. Se trata de un hecho que responde a un acto de madurez y
caducidad histórica, no puede ser borrado por una decisión de la voluntad.
El acto
de la muerte de Dios posee un alcance que se eleva por encima de los hombres, o
sea que es el hombre genérico quien mata a Dios, la totalidad del hombre es la
que exige esta muerte, no sólo lo que en el hombre hay de mejor, sino lo que
hay de peor.
En así
hablaba Zarathustra, cuando éste se encuentra con el “hombre más feo” surge
este diálogo:
-“Te
creen sabio, orgulloso Zarathustra. Resuelve pues el enigma, duro cascanueces,
resuelve el enigma que soy yo. Habla, pues: ¿Quién soy yo?...-
“Te
conozco bien –dijo Zarathustra con voz de bronce- ¡Tú eres el asesino de Dios!
Déjame ir. “No soportabas al que te veía, al que siempre veía y hasta el fondo,
¡Tú el más feo de los hombres! ¡Te vengaste de este testigo!
-Pero
debía morir, veía con ojos que todo lo veía, veía las profundidades y los
abismos del hombre, toda la oculta ignominia y fealdad del hombre…
-“El
Dios que todo lo veía, aún al hombre, ese Dios debía morir”. El hombre no
soporta que viva semejante testigo…
Por un
lado el que mata a Dios es el “Hombre más feo, aquel que no soporta sus
deformidades –pero por otro lado Nietzsche insiste en que es un asesinato
inferido a una realidad viviente y al hablar del protagonista de su supresión,
se dice que es el hombre. Es decir, al hombre lo han matado todos los hombres.
Dios muere para ser sustituido porque el hombre no puede tolerar una
trascendencia que es como una mengua de sí mismo; cuando llega a comprender que
la supervivencia del Dios vivo empequeñece el ámbito de su libertad, lo
destruye. Dios muere para ser sustituido por el hombre, quien queda investido
con las notas correspondientes a una realidad absoluta.
En esta
sustitución de Dios por el hombre, no es cualquier tipo humano el que alcanza
aquel grado de representatividad que hace imposible ver en él al sucesor de
Dios. Nietzsche nos dice que quienes lo sustituyen son los “hombres
superiores”, es decir, abre un abismo entre el “hombre superior” y el resto de
los hombres, o sea, hace una distinción esencial, ontológica.
“El
hombre es el no-animal y el superanimal; el hombre superior es el no-hombre y
el superhombre” (voluntad de poderío).
Esta
diferencia entre el hombre superior y el hombre, es la que se establece en el
ámbito de la soledad de los hombres superiores y la comunidad rebañega de la
plaza pública, o sea entre la moral del señor y la del esclavo.
Los
atributos del Dios muerto en un momento pasaron al hombre, pero ahora son
transferidos al hombre superior. Podríamos decir que Nietzsche propone la
muerte de Dios y del hombre, para que solo viva el hombre superior. Este
rechazo se encuentra en el discurso preliminar de Así hablaba Zarathustra:
-Cuando Zarathustra llegó a la ciudad más próxima encontró mucha gente en la
plaza que esperaba a un equilibrista y habló así al pueblo:
“Yo os
enseño al Superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis
hecho para superarlo?...” “El superhombre es el sentido de la tierra. Que
vuestra voluntad diga: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! (página 6)
En estos
discursos, Zarathustra anuncia al superhombre y se refiere al “último hombre”,
el ser despreciable por excelencia puesto que no puede despreciarse a sí mismo.
El pueblo se ríe de él y lo ridiculiza, enseguida muere el equilibrista, la
plaza queda vacía y Zarathustra recoge el cadáver y le da sepultura.
Aquí el
equilibrista a nuestro entender, sería el último hombre, el cual muere para que
aparezca el Superhombre. Zarathustra anunció la muerte de Dios, la
capacidad creadora o sea poder específicamente divino, debería ser transferida
a los hombres en virtud de esta muerte. Confió en los hombres, pero se separó
de ellos, queda sola y traza una raya sobre Dios y sobre los hombres. Vuelve
sus pasos hacia los hombres superiores, o sea hacia aquellos que pueden asumir
la condición creadora.
Estos
seres han renunciado a la trascendencia, purgan en soledad el delito de ser
hombres, y experimentan la alegría de sucumbir por un destino más alto. Son
ellos los hombres superiores los que sustituyen la trascendencia y los que se
afirman como investidos de un poder divino.
-“Pero
ese Dios ha muerto”- exclama Zarathustra- hombres superiores, ese Dios fue vuestro
mayor peligro. Sólo desde que él yace en la tumba vosotros habeis resucitado
¡Sólo ahora viene el gran Mediodía, sólo ahora llega a ser un amo el hombre
superior!...
Nietzsche
no oculta el rostro religioso de Zarathustra, se siente investido de una condición
sagrada. Cuando se encuentra con “el último Papa”, entabla un diálogo revelador
y recibe sobre su frente la consagración religiosa del más alto dignatario de
la Cristiandad (el Papa).
El Papa
le dice que algún Dios dentro de él lo condujo a su ateísmo, o sea pérdida de
Dios, y le pregunta si no es su misma piedad la que le impide creer en Dios.
Nietzsche pone en boca del Papa el reconocimiento de parentesco espiritual. La
incredulidad de Zarathustra ha sido “obra de un Dios” y su piedad lo lanza en busca
de otro Dios.
Zarathustra
lucha largo tiempo para que cada uno de sus actos tenga un poder irradiante,
para que su gesto sea otorgamiento de los sagrado. Los hombres superiores han
aceptado el anuncio de la muerte de Dios, son los primeros grandes incrédulos,
los primeros en vivir y protagonizar su anuncio, aunque de todos modos, estos
están tocados por la fe y la actitud religiosa, esto está dado cuando los
hombres superiores caen en la idolatría y adoración de un amo.
Zarathustra
objeto la idolatría porque es un retorno. Su hazaña tiene un sentido
prospectivo “sólo más allá de la destrucción del antiguo Dios es posible
esperar la aparición de una divinidad nueva”.
Zarathustra
es el sustituto de la fe perdida, no pueden sobrevenir en un mundo sin Dios y
procurar un nuevo horizonte.
No va a
Zarathustra aquellos que han librado hace mucho tiempo la batalla contra Dios,
sino los que acaban de perderla y aún llevan activo el recuerdo. Perciben
quizá, que Zarathustra es lo más próximo a la fe perdida, saben que este
heraldo de Dios muerto es el profeta del Dios resucitado. En torno de
Zarathustra priva la Gran esperanza, ya que en los momentos en que predica la
“muerte de Dios” y anuncia el Superhombre, no tiene a otros compañeros que
“esos desesperados que ya no desesperan” y “los últimos restos del Dios entre
los hombres”, o sea los discípulos los lejanos que vienen su encuentro.
Podríamos
decir que Nietzsche está comprendido en los cuadros de la música, un símbolo
que aparece en su obra “El
Gran Mediodía”. Dicho símbolo
se lo puede interpretar de dos maneras:
1) se
produce el Gran Mediodía cuando el hombre sucumbe para hacer posible la
aparición del Superhombre. Este momento equivale a la Resurrección de los
Muertos, o a la instauración del Reino. Se trata de una celebración trágica de
la voluntad de aquellos que eligieron la muerte ¡Será un momento futuro! Se
entiende aquí la anunciación del Gran Mediodía como la profecía de aquella
decisión por la cual el hombre aceptará sucumbir por un destino más alto.
2) se
puede interpretar como “la mitad del camino” entre la bestia y el superhombre.
Es el punto en el cual la voluntad toca las fronteras en lo que está por encima
de ello, aquí el hombre ha de volcarse más allá de sí mismo. El asumir este
destino como voluntad autodestructiva, es aquí el cumplimiento del Gran
Mediodía. El Gran Mediodía es el instante de la muerte creadora, o sea el morir
dando nacimiento y es la aceptación jubiloso de esta muerte.
Al Gran
Mediodía se manifiesta la certeza de un futuro de gloria y se encuentra la nota
de retorno “Volveré a habitar entre Vosotros por tercera vez”.
Zarathustra
va a habar “del pueblo elegido” de donde nacerá el Superhombre se observa aquí
un paralelismo con la dialéctica judeocristiana.
El
segundo sentido del Gran Mediodía es místico, al que Nietzsche describe como un
estado de plenitud embriagadora. No es una posibilidad futura, sino algo que
irrumpe en el presente, es el símbolo que emplea para señalar de conversión del
presente en “ahora eterno”. Aclaramos que para Nietzsche existe la eternidad.
En “Así
hablaba Zarathustra”, en el campo titulado “Otra vez”, habla del sentido de la
eternidad.
Nietzsche
se refiere también a la eternidad en “Así hablaba Zarathustra”, en “El
Convaleciente”. “Mira, nosotros sabemos lo que enseña: que todas las cosas
retornan eternamente y nosotros mismos con ellas, que nosotros hemos existido
ya infinitas veces y todas las cosas con nosotros”… Aquí se refiere al Eterno
retorno.
Gran
Mediodía y Eternidad se identifican en una sola exaltación.
Para su
expresión Nietzsche acude a otros símbolos, el Gran Mediodía aparece
identificado con la imagen de la noche.
La
profunda Medianoche habla el lenguaje del Mediodía, ambos se funden en un solo
deleite que “quiere eternidad”.
Esta
embriaguez del Gran Mediodía tiene el carácter de un verdadero sentimiento de
lo divino, o sea, un tono religioso.
Toda la
realidad aparece investida de una dignidad sagrada. Este sentimiento genera en
“Así hablaba Zarathustra” sus cantos más intensos y más exaltados. (…)
Esta
visión de la realidad implica una experiencia distinta a la moral, no se trata
de una experiencia ética, el Bien y el Mal en tanto opciones últimas, no tienen
sentido: “Porque todas las cosas –afirma “Así hablaba Zarathustra”,- fueron
bautizadas en la pila de la eternidad, más allá del bien y del mal; pero el
bien y el mal mismos no son más que sombras pasajeras, aflicciones húmedas y
nubes livianas”.
Toda
esta perspectiva de lo eterno se proyecta sobre los hechos casuales y hasta el
azar aparece como algo sacralizado.
Zarathustra
no solamente pierde las huellas de la voluntad humana, sino que ahora todo es
un juego donde la necesidad y la contingencia coinciden. ¿Qué queremos decir
con esto? Que el acto más pleno y profundo de nosotros mismos coincide con la
total gratuidad, con aquel acto hizo de sí mismo, accidental y contingente,
desaparece de esta forma la distinción de los contrarios y todo queda fundido
en la unidad de lo divino.
Nietzsche
hace un juicio a la religión desde la perspectiva de la historia, la razón, la
vida y la voluntad de poderío. Sostiene que al poderla reducir a este producto
humano, ella ya no es posible como una orden espiritual auténtica.
La
humanidad dejó atrás una experiencia milenaria, y un largo estilo de vida que
ahora se desvanece.
Sostiene
Nietzsche que el hombre alcanza de esta forma “La edad de la inteligencia”, o
sea que ha cobrado conciencia de sí misma. A pesar de sus ataques a la
religión, reconoce que el pasado religioso de la humanidad no fue una etapa
totalmente inútil. Sabe que al morir la religión va a morir también el arte, la
poesía, ya que la fuente que da vida a la primera es la misma que estimula a
las segundas.
Escribe
Nietzsche que al morir la religión “podrían caer en el menosprecio” tanto el
arte como la poesía, ya que las fuerzas que condicionan a estos últimos son la
mentira, lo simbólico, lo impreciso. Nietzsche, el que supo vaticinar
apocalípticas auroras se inquieta ante la posibilidad de un mundo perfecto, que
sería la más alta cristalización de la inteligencia y sostiene que si la vida
se organizara en un Estado Perfecto, ya no habría asuntos para la poesía, el
único que se interesaría en ella sería el hombre atrasado y éste miraría
melancólicamente a los tiempos del Estado imperfecto, “a nuestros tiempos” dice
Nietzsche. Y afirma que “nuestros tiempos no son otros que los del placer, la
mentira, la embriaguez y el éxtasis, aquellos donde no se realizó aún el fin
histórico de la religión!”.
Esto que
aparece tan contradictorio, quizá no lo sea tanto si pensamos que Nietzsche
teme que la religión caduque no sólo por el ascenso exaltado de la voluntad de
poder sino por el avance del progreso, o sea, teniendo la asepsia moral, la
cual sería consecuencia de éste. O sea que de pronto se da cuenta que la religión
puede ser barrida por las mismas fuerzas que él se empeñó en combatir, aunque
de todos modos la autodestrucción de la religión se cumple y el hombre que
permanece fiel a la religión no está dotado para enfrentar las exigencias de
los tiempos modernos.
Todo
aquel que abraza a la fe vive en sentido opuesto al de la historia y vuelve la
espalda al futuro; pero tal desventaja desaparece cuando el hombre renuncia a
su religiosidad y se lanza al combate creador que está “Más allá” de la
religión.
Cuando Nietzsche
habla de que el hombre alcance a vivir la suficiencia de un Dios, nos lleva al
ápice del humanismo ateo y nos pone en los umbrales de una nueva perspectiva
religiosa. Sostiene que toda la vida religiosa de la humanidad fue haciendo
posible que el ser humano cobre conciencia de su realidad divina. Es
necesario suprimir la religión para que el hombre tome conocimiento de su
dignidad creadora, para que se fortalezca espiritualmente. Este humanismo, ateo
por cierto, es la condición del futuro reconocimiento del hombre divinizado. La
total secularización del mundo y de la cultura es asimismo, la condición
ineludible de una nueva religiosidad. “Si mueren” las religiones, no es para
que se instaure un humanismo precario, no es para que viva el hombre “enfermo”
que vive torturado por el “temor”, al decir hombre enfermo, Nietzsche quiere
compararlo con el hombre de la “Plaza pública”, que vive impulsado por los
instintos del rebaño, sino para que se despierte el “hombre pleno”, creador,
que será aquel que “tendrá la suficiencia de un Dios”, o sea El Superhombre
cuyo rostro no es distinto del de la divinidad. ¿Qué se quiere significar
Nietzsche con esto?, que las religiones mueren para que viva lo sagrado; accede
aquí a una nueva forma de lo sagrado.
Señala
que el hombre vive una primera etapa en la que cree haber robado la luz, la que
no le pertenece y a la que considera de una grandeza extraña y distante la cual
sobrepasa su propia dimensión. En la segunda etapa, el hombre cobra conciencia
de que él ha creado la luz, la cual le pertenece ya que ha nacido de sus manos.
La luz
divina no es una realidad lejana y trascendente, sino es aquello que está
fundido en su propio ser, en su ser mismo.
Hay dos
momentos decisivos en la historia religiosa del Hombre: aquel en el cual crea
dioses que son hijos del “temor”, las “necesidades” humanas y los “errores de
la razón”. El segundo momento es cuando el hombre los crea a partir de un
estado de plenitud humano-divina. Massuh piensa que Nietzsche en el acto mismo
de “ muerte de Dios” quiere anunciar el fin de la religión del hombre alienado
y la decisión de volver sus miradas hacia formas religiosas que pertenecen a
hombre que ha restaurado su plenitud. “Hay por lo tanto una moral imperante que
debe ser superada, y para la superación de esta moral es necesario colocarse
más allá del bien y del mal. El bien y el mal sobre la base de una concepción
generalizada del deber hacen del hombre un atrapado sin
salida.
“Esta
moral obliga a una carrera descendente, sin embargo hay también una moral
ascendente que sigue el impulso de la vida y se concreta en la voluntad de
poder”…
“En la
lucha abierta contra los valores vigentes, Nietzsche pretende poner al
descubierto la llaga secreta de la cultura occidental y su falsedad radical;
los ideales del cristianismo ocultan una moral de resentimiento”.
Superhombre
¿Quién
es el Superhombre? Superhombre es:
a) aquel
en quien la voluntad de dominio e revela con toda fuerza.
b) el
que vive en constante peligro esfuerzo y lucha habiendo sacudido de sí mismo
una cultura decadente.
c) el
que se sitúa más allá del bien y del mal (estas categorías son propias para
someter a gente que tiene mentalidad de esclavo pero no regir la vida del
señor).
d) el
que frente a la moral que cultiva hábitos buenos se impone y se abre camino por
la virtud.
e) el
que, si tiene una moral, es la moral del señor, por lo tanto no se ciñe a la
compasión, la piedad y la dulzura.
Nietzsche
ya no hablará en nombre de Dios, sino lo suplantará con la frase “Dios ha
muerto”. Esta frase deja de ser una contradicción cuando se la entiende como
una trasposición del pensamiento de Dios, ya que si no hay Dios, entonces no
tiene por qué morir. El anuncio del superhombre no es más que el planteo de una
mera posibilidad sin asidero en el presente. Por esto podemos decir que
Nietzsche queda hecho prisionero de la metafísica occidental que pretende
eliminar. La doctrina del eterno retorno podría ser interpretada como una
religiosidad que iría a marcar el fin de todas las religiones (Roma). Todo es
eterno. “La unidad de la voluntad de poderío y la doctrina del eterno retorno
son las formas más altas de la exaltación de lo finito como voluntad de una
repetición eterna” (E. Fink).
Nietzsche
demostró que la “muerte de Dios” no significa la muerte de la religión, y por
lo tanto no trae aparejada la “era atea” sino la historización de Dios.
Jaspers
en Nietzsche y e Cristianismo” sostiene que la religiosidad nietzscheriana
puede ser entendida como la de un cristiano exigente. Pero a Nietzsche le
faltan algunos elementos decisivos y le sobran otros para serlo verdaderamente.
Hacer de Nietzsche un cristiano es reducir al absurdo y a la gratuidad equívoca
una crítica bastante considerable en cuanto a su volumen y virulencia
corrosiva, de ello se desprendería paradójicamente que atacó al cristianismo
como un todo histórico porque “No fue cristiano”.
Cuando
Heidegger dice que Nietzsche marca el fin de la metafísica admite muy
certeramente un aspecto importante. La metafísica apunta directamente al
sistema platónico del mundo real de las ideas y del mundo irreal de las
apariencias, o sea el mundo sensible. En este planteo queda implicado el mismo
cristianismo (Rivera).
Heidegger
sostiene que la fe de Nietzsche tiene como contenido la seguridad o el
asegurarse la estabilidad y consistencia con respecto a un devenir constante.
Ya que
si Dios ha muerto y surge el Superhombre, entonces la creatividad de Dios como
algo privativo se traspone ahora a Superhombre; ahora creer es crear. Dice
Heidegger que aquí se daría una superación de la metafísica; el crear se ha de
entender como una actividad lúdica y juego placentero de Dionisio.
Comparación
Nietzsche – Freud
Al leer
las obras de Freud y de Nietzsche, se pueden establecer ciertas analogías en
sus postulaciones. Como es sabido, Freud trató de evitar dentro de lo posible
la mención de filósofos, por lo cual no es seguro que haya leído a Nietzsche,
al menos en sus primeros años. En la correspondencia de Freud con Arnold Zweig,
en los últimos años de su vida, sí menciona a Nietzsche, sin ingresar en la
crítica de su pensamiento.
La
primera coincidencia se encuentra en las respectivas biografías. Freud, en el
prólogo para la edición hebrea de su libro “Totem y Tabu”, menciona que se
halla muy alejado de la religión de su padre, así como también de cualquier
otra religión; dice también que no puede participar de los “ideales nacionales”.
Al leer
la biografía de Nietzsche, se mencionan las disidencias religiosas, siendo su
padre pastor protestante, y él ateo.
En “El
horror al incesto”, Freud habla del hombre de la prehistoria, o sea del hombre
primitivo, y del cual dice que es contemporáneo a su época… ¿No está hablando
aquí del hombre del rebaño, del de la plaza pública… del que habla Nietzsche?
Al hablar Freud de la herencia arcaica familiar, ¿no estará hablando acaso del
eterno retorno…?
En “La
horda primitiva”, escribe Freud, un día los hijos se revelaron contra un padre
despótico, poderoso, dominador, y lo mataron para terminar de esa forma la
existencia de la horda paterna, el hecho de matar al padre, fue consecuencia el
deseo de identificarse con él y apropiarse de su fuerza. La comida totémica, la
primera fiesta de la humanidad en conmemoración de ese acto criminal,
constituyó el punto de partida de la creación de un animal totémico tabú,
a través del cual los hijos negaban su acto criminal. ¿No se refiere Freud, al
acto criminal de la muerte por sus hijos…? , y el nuevo tótem que servirá para
negar el asesinato de Dios, ¿no es el Superhombre, que adquiere así la fuerza y
el poder de Dios?
“La
sociedad reposa, pues, sobre la responsabilidad común del crimen colectivo; la
religión sobre la conciencia de la culpabilidad y el remordimiento, y la oral,
sobre las necesidades de la nueva sociedad y sobre la explicación exigida por
la conciencia de la culpabilidad” (Freud)
¿Cuándo
Nietzsche habla de la muerte de Dios, no dice lo mismo?... Recordando que
sostiene: “que el acto del asesinato de Dios fue un crimen colectivo; todos los
hombres, absolutamente todos fueron responsables de tamaño hecho”. ¿Al hablar
Freud de la moral y la necesidad de una nueva sociedad, no está diciendo lo
mismo que Nietzsche?
Según
Freud, el hombre concibe a Dios a imagen y semejanza de su padre carnal, o sea
Dios es la sublimación del “padre”.
El tótem
el superhombre, sería la primera sustitución del padre y de Dios.
“Así
pues, en la doctrina confiesa la humanidad más claramente que ninguna otra, su
culpabilidad, emanada del crimen original”…
“Con el
mismo acto con el que ofrece al Padre la máxima expiación, alcanza el Hijo su
máximo triunfo, ya que se convierte en Dios e inaugura una religión que
reemplaza a la primera (Freud).
¿No es
esta sustitución de Dios por su hijo, la sustitución de Dios por el Superhombre
de Nietzsche?
Volviendo
a la biografía de ambos autores se observa que
casualmente, Nietzsche se enamora de una mujer rusa, Lou Andreas-Salomé; dicho
amor fue bien acogido por ella, pero siempre que el mismo se mantuviera en el
plano intelectual, pero respondía con un “no” rotundo cuando éste le hablaba de
matrimonio.
¿Fue Lou
Andreas-Salomé, quien ilusionó a Nietzsche sediento de calor humano y ternura?
¿o fue esa necesidad de amor lo que lo cegó a él y le hizo creer que ella era
alcanzable? Seguramente hubo en ella cierta imprudencia que es casi inmadurez
durante la visita al Monte Sacro, que se levanta sobre el lago d’Orta; Lou
vivió con Nietzsche un breve idilio y durante las vacaciones que semanas
después pasó con él y su hermana en Tautemburg, las ilusiones de Nietzsche
encontraron motivos para seguir vivas.
Cuando
es rechazado por ella, esa traición lo arroja a un abismo de desesperación del
cual sólo logró salir escribiendo “Así hablaba Zarathustra”. De este modo
surgió la leyenda de que la pasión por Lou, contribuyó de un modo determinante
a la creación del libro. Lou y Nietzsche jamás volvieron a tratarse sin la
tensión que contribuyó a precipitarlo a él en la locura de sus últimos años.
Años más
tarde Lou Andreas-Salomé se acercará a Freud. Y en una cita que figura en el
diario de Lou, fechada el 23 de febrero de 1913, menciona una conversación
mantenida con Freud.
“Hablamos
de sus reservas frente a la filosofía pura. Del sentimiento que él experimenta
de que, en el fondo, habría que luchar contra la necesidad racional de una
unidad definitiva de las cosas, porque en primer lugar, esa necesidad proviene
de una raíz y de costumbres en alto grado antropomórficas y, en segundo lugar,
porque ella puede constituir un obstáculo o puede ser embarazosa en la
investigación científica positiva individual”.
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