viernes, 10 de abril de 2015

Nietzsche



Historia de la Psicología

Federico Nietzsche

Breve Biografía

Nació en Röcken en 1844. Estudió en la Universidad de Bonn, con O. Hahn y F. Ritsschl, pasando en 1865 a Leipzig, donde cursó Filosofía y comenzó a entusiasmarse con Schopenhauer y la música. Allí trabó amistad con Erwin Rohde y luego con Richard Wagner.
Image result for imagenes de nietzscheEn 1870 fue nombrado profesor ordinario de filosofía clásica en Basilea, donde se relacionó con J.J. Bachofen  y Jacob Buerckhrdt, abandonó el cargo ocho años después por grave enfermedad, luego de haber roto con Wagner.
Hasta 1889 aproximadamente y justamente durante el periodo de mayor actividad literaria, pasó una gran parte de los veranos en Sils-María, en la Engandina, y el resto del tiempo en la Riviera y en diversas ciudades de Italia y Alemania.
Casi siempre solitario y sufriendo recaídas múltiples, rodeado a veces de sus escasos amigos y discípulos.
Finalmente la profunda depresión nerviosa que sufría desde hacía varios años le produjo un súbito oscurecimiento mental, y por último, le sobrevino una parálisis teniendo que ser trasladado a la clínica psiquiátrica de la universidad de Jena, pasando el resto de sus días en Nauburg y Weimar con su madre y hermana.

Su obra

Suele distinguirse en su evolución filosófica tres etapas:

1- CAMINO

Va desde sus estudios en Leipzig hasta 1878. Es el periodo de la confianza en el porvenir de la cultura alemana y la fe en la labor creadora del genio espiritual de su pueblo. Se trata de la fidelidad a ciertos valores tradicionales: la patria, la raza, capaces de ser asumidos como verdaderos paradigmas.
Influyeron notablemente Schopenhauer y Wagner.

Schopenhauer: representa para Nietzsche una síntesis de espíritu romántico y del espíritu goetheano, por la influencia de éste también percibe en qué medida las relaciones existentes entre la conciencia y el conjunto de los fenómenos, no se adaptan a las que pensó el racionalismo. Schopenhauer plasma definitivamente en él la devoción por el hombre superior, concebido como la manifestación de las más elevadas formas de vida.

Wagner: Le enseña a Nietzsche el sentido de heroísmo lógico, su música lo impresiona como la expresión simbólica más acabada del conocimiento metafísico.

Este período se reconoce como el de la comunicación y el del corazón abierto a la amistad. La fidelidad a los amigos y la obediencia a los maestros se funden en una misma devoción. 

De esta época son sus obras entre otras:

Obras
“El origen de la tragedia en el espíritu de la música”  (1872)
“La filosofía en la época trágica de los griegos” (1874)
“De las consideraciones intempestivas” (1873-1876)

2- CAMINO A LA SABIDURÍA

En este período de su labor filosófica predomina una actitud positivista, ensamblando también un nihilismo cáustico. Es “el tiempo del desierto”, es preferible un mundo vacío, o en ruinas, a la credulidad y a la confianza en los valores de la tradición.
La actitud de Nietzsche en este momento se funda en un movimiento vertiginoso y profundo de su ser que lo lleva a la rebeldía extrema.
Su voluntad de conocimiento no quiere someterse a ninguna devoción, no tiene los brazos trabados por fidelidad alguna: se trata de formas culturales prestigiosas, maestros o amigos. Esta época es la de los grandes desprendimientos “según Jaspers”. Abandona las dos más grandes influencias que pesaron sobre su vida: Schopenhauer y Wagner.
Decide hacerlo cuando más vigente los sentía en su propio ser y en este rechazo quiere encontrar la fuerza para volver sobre sí mismo.
Hacer el desierto en torno es reconocer que la absoluta soledad se da ahora como el autentico punto de partida.
Olvida las visiones poéticas, las construcciones mítico metafísicas considerando que encubren la realidad.
Se empeña en dejar al descubierto el mundo de impurezas que oculta la cultura, desenmascarar las llamadas “virtudes cristianas” y arrancar el disfraz del santo, “del hombre de bien”, del sacerdote del moralista.
Quiere volver del mundo de las superestructuras  culturales, de la moral, la metafísica y la religión al mundo de lo humano, concreto y real. Esta etapa puede resumirse en una frase. “Vuelta a lo concreto”. En efecto: vuelta a la tierra, al cuerpo a las fuerzas de la naturaleza, al instinto, a la voluntad posesiva, al aquí y al ahora. En suma, negación de la metafísica Hegeliana, rechazo de las esencias abstractas y universales que hipostasian la realidad humana particular. La abjuración de las idealizaciones de la religión y la moral para retornar a lo humano concreto, tuvo el carácter de un encuentro con lo que es “verdadero y simple”.
Este rechazo es un acto de purificación de todo lo extraño a su esencia, es un ejercicio de duro ascetismo vital e intelectual.
Su nihilismo, negador despiadado de ilusiones metafísicas, aquel hombre de lo real concreto vienen a ser en suma, una expresión de su ascetismo, de su voluntad austera.
Y este ascetismo es aquí el instrumento de la búsqueda de sí mismo, es hombre de su propio ser.

En este periodo encontramos las siguientes obras:

Obras

“Humano, demasiado humano” (1876-1880)
“Aurora” (1881)
“El viajero y la sombra” (1880)
“Opiniones y sentencias” (1879)

3- LA NUEVA FE

Etapa creadora, en la cual se elabora “la nueva filosofía de Nietzsche”, en ella campea un tono afirmativo de rasgos inconfundiblemente religiosos.
Este período contrasta con el desenfreno negador del anterior: aquí su nihilismo manifiesta un costado creador, positivo.
Nietzsche pasa de las grandes síntesis históricas a las reflexiones sobre el destino de la humanidad como un todo, frecuenta las visiones apocalípticas del futuro. Su filosofía tiene el carácter de la sabiduría, reúne los tonos graves del pensar evangélico con la liviandad agresiva del libelo, funde las antiguas resonancias de las Tablas de la Ley, con las proclamas modernas de una raza nueva de “los señores de la Tierra”.
Nietzsche sabe que es preciso sobrepasar el nihilismo metódico de su segunda etapa con el objeto de acceder a la gran afirmación. Lo que se afirma en esta nueva etapa no es una instancia extra humana. “Ningún Dios, ningún hombre por encima de  mí”. La realidad originaria y fundante es aquí la “voluntad creadora”. En su pensamiento topamos con la desmesura, pues radicaliza toda afirmación. Ha afirmado un término, pero no puede detenerse en él, y busca superarlo tendiendo hacia su contrario.
A Nietzsche corresponden perfectamente estas palabras de Zaratustra: “Cualquier cosa que yo cree, y por mucho que la ame, pronto tendré que ser enemigo de ella y de mi amor; así lo quiere mi voluntad”. 

En este  período comprende las siguientes obras:

Obras
“Así habló Zaratustra” (1883)
“Más allá del bien y del mal” (1889)
“Genealogía de la moral” (1887)
“El ocaso de los ídolos” (1889)
“El caso Wagner” (1888)
Los diversos planes para la “Inversión de todos los valores”, con
 “Anticristo”,
“El inmoralista”,
“La crítica de la filosofía” y por último su obra capital:
“La voluntad del poder”,  ensayo de una transmutación de todos los valores, ejecutando en parte fragmentariamente ampliación y realización de los  planes anteriores con la tesis sobre: “El nihilismo europeo”, “La crítica de todos los valores”, “Los principios de una nueva tabla de valores”, y “Los aforismos definitivos sobre el eterno retorno”.

Desarrollo

En la filosofía de Nietzsche, juega un rol fundamental la interpretación que éste hizo sobre la cultura griega, exaltando dos principios:

a- Lo apolíneo (serenidad, racionalismo, medida)

b- Lo dionisíaco (impulsivo, excesivo, afirmación de la vida, el erotismo, afán de vivir, de decir ¡Sí!, a la vida a pesar de los dolores).

Se trata de dos principios o fuerzas artísticas, que brotan del seno mismo de la naturaleza, estas dos divinidades se complementan y necesitan mutuamente, son las dos caras de la realidad.

Mediante la referencia a la antigüedad griega define y exalta una mística colectiva que desprecia lo individual, busca sobrepasar las “apariencias” fenoménicas y fundirse con lo eterno.

Al proponer al espíritu trágico como un recurso para la vitalización de la cultura alemana de su tiempo, Nietzsche no hacía otra cosa que señalar la necesidad de superar un mundo secularizado, un mundo sin auténtica religión en el que la potencia de lo sagrado había empobrecido hasta el punto de caer en la historia. Nietzsche depende en cierta medida del positivismo de la época, niega la posibilidad de la metafísica, además, parte de la pérdida de la fe en Dios y en la inmortalidad del alma. Pero esa vida que se afirma que pide ser siempre más, volverá una y otra vez.

Utiliza una idea de Heráclito: “lo del eterno retorno de las cosas”. Todo volverá eternamente y con ello todo lo malo, lo miserable, lo vil. Pero el hombre puede ir transformando el mundo y a sí mismo mediante una “transmutación” de todos los valores y encaminarse al “Superhombre”.

Su gran preocupación: El hombre

A través de la obra de Nietzsche se perfila que su gran preocupación fue el hombre, el que hasta ahora ha existido es un embrión del hombre, el que hasta ahora ha existido es un embrión del hombre del porvenir, todas las fuerzas creadoras que miran al hombre del porvenir están en el hombre del presente y cómo éstas son enormes, hay sufrimientos para el individuo del presente, tanto mayor cuanto más determinante del porvenir es.

Crítica a la religión: Dios ha muerto

Sintetiza sus críticas a la religión del hombre alienado con la fórmula explosiva “Dios ha muerto”. Esta frase tiene el carácter de una objeción que se ve en cada una de sus reflexiones a lo largo de toda su obra. Es una proclama de guerra, y dicha rebeldía la desarrolla en todos los campos, tanto en el de la especulación filosófica como en el de la propia existencia.

Quizás el verdadero sentido de esa frase es: “Dios debe morir”, porque se trata de una figura que Nietzsche deberá destruir para protagonizar el más radical acto de liberación de la historia humana, esta destrucción de la imagen fetichizada de Dios está ligada al sentido de su propia vida. No se trata de argumentar contra Dios, de demostrar su inexistencia, sino de asimilar un fenómeno irreversible: “Dios ha muerto”.

Aforismo “El loco”

En el aforismo 125 de la Gaya Ciencia, titulado “El loco”, Nietzsche habló de la muerte de Dios. El aforismo se refiere a un ser extravagante que con su linterna se dirige a los hombres exclamando por las calles “Busco a Dios”. Los hombres responden riendo y con chanzas porque advierten que el loco no se enteró que “Dios ha muerto”. Este reconoce la verdad y agrega: nosotros lo hemos matado ¡Vosotros y Yo!; ¡Todos nosotros somos sus asesinos! El loco paulatinamente va tomando conciencia de la importancia aterradora de esta aventura, cuestionándose si hay algo con qué poder purificar tamaño hecho. Nietzsche pasa inmediatamente a un contenido nuevo y afirmativo. Por su dimensión sobrehumana este crimen ya no es tal, se transforma en la exigencia de una hazaña desconocida hasta entonces por el hombre, pero que no obstante era su posibilidad más íntima y verdadera: “¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses?. No hubo acto en el mundo más grandioso y las generaciones futuras pertenecerán por virtud de esta acción a una historia más elevada de lo que fue hasta el presente toda la historia”. Concluye el aforismo observando el loco que los que cometieron la hazaña aún no comprenden su sentido.

De este aforismo se desprenden tres hechos significativos:

a- Fueron todos los hombres los responsables del hecho.
b- Asesinan a la realidad viviente de mayor significación.
c- Puede clasificarse el acto como de magnitud soberana; este hecho permite la definición del hombre.
d- El crimen de los crímenes es acción miserable hasta que el hombre no la ligue con otra que vendrá a legitimar la acción transfigurando su contenido convertirnos en dioses. Se trataría de un asesinato si el hombre suprimiera a Dios para seguir siendo hombre.
e- El asesinato e Dios tiene para Nietzsche un carácter de sacrificando a un Dios alienado pero de ningún modo un Dios que se reintegra a un centro humano.
f- Nietzsche sacrifica la imagen ojetivada de un Dios que fue plasmándose y fijándose a lo largo de más de dos mil años de vida religiosa, con el propósito de que su supresión actualice la plenitud del hombre.

En la Gaya Ciencia dice Nietzsche: “El más importante de los acontecimientos recientes –el hecho de que “Dios ha muerto” y la fe en el Dios cristiano ha perdido todo crédito-, comienza ya a proyectar sobre Europa sus primeras sombras”. Lo que quiere significar aquí Nietzsche es que se siente la proximidad y la contemporaneidad del “Más grande de los acontecimientos recientes”, es decir, el fin de dos milenios de cristianismo occidental. Esto se insinúa en las “Profundidades” y pocas personalidades lo avisoran. Nietzsche advierte un advenimiento de un conjunto de destrucciones; toda la moral cristiana se desmorona y su estilo de vida.

Nietzsche confía en su significación futura. La muerte de Dios se desplega como “Una especie de luz nueva, difícil de descubrir, como una especie de felicidad, de aligeramiento, de serenidad, de esperanza, de aurora”. Nietzsche percibe la conmoción de la muerte de Dios en el orden de la vida interior como un punto de partida integral y riesgoso ya que la ausencia de Dios se da como ligada al sentimiento de desprotección absoluta, porque aquel que ha renunciado a Dios ya no puede descansar en “Una confianza ilimitada” y no tendrá el apoyo de una sabiduría última”.

La criatura humana queda librada a sí misma, lanzada a una soledad intrépida ya que la muerte de Dios no implica el secreto de una nueva fortaleza. La muerte de Dios significa desprotección y reencuentro del hombre con su propia debilidad, este sentimiento de desprotección debe ser asumido bajo la forma de una renuncia. El “Acontecimiento” de la muerte de Dios tiene que transformarse en un acto de la voluntad, debe ser querida por el hombre.
El hombre encontrará la fuente generadora de su propia humanidad en este renunciamiento: “Se elevará cada vez más a partir del momento en que ya no corra verterse en el seno de Dios”.
La renuncia implica un modo de autocontención de lo humano, por ella el hombre aprende a tocar sus propios límites, y este ejercicio de autovención se fertalece; ya que su humanidad perdía las fuerzas en aquel constante “verterse” en Dios. La renuncia bien a ser un supuesto de una verdadera ascensión humana.

Así hablaba Zarathustra

En el prologo de “Así hablaba Zarathustra” se señala la muerte de Dios como un acontecimiento reciente que  Zarathustra debe comunicar a los hombres.
Cuando baja de la montaña que había vivido diez años de “Soledad gozosa”, se encuentra con un viejo santo y le dice:
-“Amo a los hombres”  -dijo el santo- ¿No fue acaso porque amaba demasiado a los hombres? –Ahora amo a Dios y no a los hombres.
El hombre es para mí demasiado imperfecto.
El amor al hombre me mataría”.
Zarathustra contestó: “¡quien habla de amor! Traigo un don a los hombres…”.
“¿Y qué hace el santo en el bosque?, preguntó Zarathustra. Y el santo contestó: “Hago canciones y las canto y mientras las hago río, lloro, murmuro, y así alabo al Dios que es mi Dios.
Pero veamos: ¿Qué don es el que tú me traes?
Al oír Zarathustra estas palabras, saludó al santo y le dijo: ¿Qué podría decir yo? Lo mejor que puede hacer es dejarme marchar de prisa, no sea que os quite algo…”.
Pero cuando Zarathustra estuvo solo dijo a su corazón: “¿Será posible?, ¡ese santo anciano en su bosque no se ha enterado aún de que Dios ha muerto!”
Esta es el mensaje que Zarathustra viene a comunicar a los hombres, comunicará muchas verdades, pero el sostén de todas ella será esta fórmula. Viene a anunciar un hecho que los hombres todavía no han comprobado –sólo a partir de “la toma de conciencia” la muerte de Dios puede transformarse en una empresa creadora-, Zarathustra se propone que la muerte de Dios se transforme en una obra con sentido humano y sabe que sólo el hombre puede hacer imposible su renacimiento; es necesario que el antiguo Dios no  reaparezca. La resurrección del Dios judeocristiano es una permanente amenaza que el hombre deberá conjurar.
En la Gaya Ciencia escribe:
“Dios ha muerto: pero de acuerdo con la índole de los hombres habrá todavía cavernas, en las que durante milenios se muestre su sombra. ¡Y nosotros debemos también vencer su sombra!
Otra representación simbólica de la “muerte de Dios” se presenta en “Así hablaba Zarathustra” bajo la forma de la vejez de Dios. Dios sucumbe por este motivo, ha perdido toda vitalidad y caduca por agotamiento, víctima de su propia blandura. El Dios de la tradición judeocristiana, sucumbe de la misma forma en que mueren los dioses del antiguo mundo pagano, ese agotamiento religioso es el que se cierne sobre el monoteísmo.
Zarathustra describe a tal efecto, el encuentro de Zarathustra con el “último Papa”. Zarathustra dialoga con un viajero errante al que califica como la “aflicción disfrazada”. El anciano va en busca de un hombre piadoso “para comunicarle lo que todo el mundo sabía”.
“¿Y qué sabe hoy todo el mundo? –preguntó Zarathustra-, ¿Quizá que no vive ya el viejo Dios, el Dios en el que en un tiempo creyó todo el mundo?”. “Tú lo dijiste-, contestó tristemente el anciano-, y yo serví a ese viejo Dios hasta su última hora…”
“Por ello he subido a estas montañas, para volver a celebrar al fin una fiesta, como conviene a un viejo papa y padre de la Iglesia, pues sábelo ¡Yo soy el último Papa!...”
El Papa se descubre como un “ser fuera de servicio" que ha perdido a su señor, pero no conoce la libertad, sólo le queda la alegría de los recuerdos, perdió su Iglesia y sus creyentes. Pero como aquel viajero santo en cuya búsqueda fue el Papa, ha muerto, resuelve buscar a otro hombre santo “al más piadoso de los que no creen en Dios: ¡a Zarathustra!”…
Zarathustra le pregunta ¿Cómo ha muerto Dios? –Tú le has servido hasta el fin- ¿Cómo murió? ¿Es verdad, como dicen que le ahogó la compasión?- ¿Qué vio cómo el hombre pendía de la cruz y no pudo soportar que el amor por los hombres viniera a ser su infierno y al fin su muerte?”. –El Papa responde que él lo sirvió varios años, que cuando joven ese Dios era duro y estaba sediento de venganza, pero finalmente se hizo viejo y blando. Esto significa que la muerte de Dios se produce por vejez, por agotamiento por compasión senil.
Aquí caduca la moralización de la divinidad judaica, la transformación del Dios vengativo y “tremendo” del Antiguo Testamento, en el “Dios bueno y Padre”. Nietzsche nos mostró como esa gradual desvitalización de Dios culmina en esa forma debilitada y vacía del Dios de los filósofos y cuyos últimos avatares fueron entes metafísicos, como el espíritu y la “cosa en sí”. Aquí nos formularemos una pregunta: “¿Quién murió, Jesucristo o el Dios de los filósofos?”. Trataremos que al finalizar el trabajo podamos contestarnos dicho interrogante.
Dios ha muerto por agotamiento, porque se han desmoronado dos milenios de religiosidad judeocristiana; su descomposición puede ser observada en la filosofía, la música, la política. Se trata de un hecho que responde a un acto de madurez y caducidad histórica, no puede ser borrado por una decisión de la voluntad.
El acto de la muerte de Dios posee un alcance que se eleva por encima de los hombres, o sea que es el hombre genérico quien mata a Dios, la totalidad del hombre es la que exige esta muerte, no sólo lo que en el hombre hay de mejor, sino lo que hay de peor.
En así hablaba Zarathustra, cuando éste se encuentra con el “hombre más feo” surge este diálogo:
-“Te creen sabio, orgulloso Zarathustra. Resuelve pues el enigma, duro cascanueces, resuelve el enigma que soy yo. Habla, pues: ¿Quién soy yo?...-
“Te conozco bien –dijo Zarathustra con voz de bronce- ¡Tú eres el asesino de Dios! Déjame ir. “No soportabas al que te veía, al que siempre veía y hasta el fondo, ¡Tú el más feo de los hombres! ¡Te vengaste de este testigo!
-Pero debía morir, veía con ojos que todo lo veía, veía las profundidades y los abismos del hombre, toda la oculta ignominia y fealdad del hombre…
-“El Dios que todo lo veía, aún al hombre, ese Dios debía morir”. El hombre no soporta que viva semejante testigo…
Por un lado el que mata a Dios es el “Hombre más feo, aquel que  no soporta sus deformidades –pero por otro lado Nietzsche insiste en que es un asesinato inferido a una realidad viviente y al hablar del protagonista de su supresión, se dice que es el hombre. Es decir, al hombre lo han matado todos los hombres. Dios muere para ser sustituido porque el hombre no puede tolerar una trascendencia que es como una mengua de sí mismo; cuando llega a comprender que la supervivencia del Dios vivo empequeñece el ámbito de su libertad, lo destruye. Dios muere para ser sustituido por el hombre, quien queda investido con las notas correspondientes a una realidad absoluta.
En esta sustitución de Dios por el hombre, no es cualquier tipo humano el que alcanza aquel grado de representatividad que hace imposible ver en él al sucesor de Dios. Nietzsche nos dice que quienes lo sustituyen son los “hombres superiores”, es decir, abre un abismo entre el “hombre superior” y el resto de los hombres, o sea, hace una distinción esencial, ontológica.
“El hombre es el no-animal y el superanimal; el hombre superior es el no-hombre y el superhombre” (voluntad de poderío).
Esta diferencia entre el hombre superior y el hombre, es la que se establece en el ámbito de la soledad de los hombres superiores y la comunidad rebañega de la plaza pública, o sea entre la moral del señor y la del esclavo.
Los atributos del Dios muerto en un momento pasaron al hombre, pero ahora son transferidos al hombre superior. Podríamos decir que Nietzsche propone la muerte de Dios y del hombre, para que solo viva el hombre superior. Este rechazo se encuentra en el discurso preliminar de Así hablaba Zarathustra: -Cuando Zarathustra llegó a la ciudad más próxima encontró mucha gente en la plaza que esperaba a un equilibrista y habló así al pueblo:
“Yo os enseño al Superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo?...” “El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad diga: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! (página 6)
En estos discursos, Zarathustra anuncia al superhombre y se refiere al “último hombre”, el ser despreciable por excelencia puesto que no puede despreciarse a sí mismo. El pueblo se ríe de él y lo ridiculiza, enseguida muere el equilibrista, la plaza queda vacía y Zarathustra recoge el cadáver y le da sepultura.
Aquí el equilibrista a nuestro entender, sería el último hombre, el cual muere para que aparezca el Superhombre. Zarathustra  anunció la muerte de Dios, la capacidad creadora o sea poder específicamente divino, debería ser transferida a los hombres en virtud de esta muerte. Confió en los hombres, pero se separó de ellos, queda sola y traza una raya sobre Dios y sobre los hombres. Vuelve sus pasos hacia los hombres superiores, o sea hacia aquellos que pueden asumir la condición creadora.
Estos seres han renunciado a la trascendencia, purgan en soledad el delito de ser hombres, y experimentan la alegría de sucumbir por un destino más alto. Son ellos los hombres superiores los que sustituyen la trascendencia y los que se afirman como investidos de un poder divino.
-“Pero ese Dios ha muerto”- exclama Zarathustra- hombres superiores, ese Dios fue vuestro mayor peligro. Sólo desde que él yace en la tumba vosotros habeis resucitado ¡Sólo ahora viene el gran Mediodía, sólo ahora llega a ser un amo el hombre superior!...
Nietzsche no oculta el rostro religioso de Zarathustra, se siente investido de una condición sagrada. Cuando se encuentra con “el último Papa”, entabla un diálogo revelador y recibe sobre su frente la consagración religiosa del más alto dignatario de la Cristiandad (el Papa).
El Papa le dice que algún Dios dentro de él lo condujo a su ateísmo, o sea pérdida de Dios, y le pregunta si no es su misma piedad la que le impide creer en Dios. Nietzsche pone en boca del Papa el reconocimiento de parentesco espiritual. La incredulidad de Zarathustra ha sido “obra de un Dios” y su piedad lo lanza en busca de otro Dios.
Zarathustra lucha largo tiempo para que cada uno de sus actos tenga un poder irradiante, para que su gesto sea otorgamiento de los sagrado. Los hombres superiores han aceptado el anuncio de la muerte de Dios, son los primeros grandes incrédulos, los primeros en vivir y protagonizar su anuncio, aunque de todos modos, estos están tocados por la fe y la actitud religiosa, esto está dado cuando los hombres superiores caen en la idolatría y adoración de un amo.
Zarathustra objeto la idolatría porque es un retorno. Su hazaña tiene un sentido prospectivo “sólo más allá de la destrucción del antiguo Dios es posible esperar la aparición de una divinidad nueva”.
Zarathustra es el sustituto de la fe perdida, no pueden sobrevenir en un mundo sin Dios y procurar un nuevo horizonte.
No va a Zarathustra aquellos que han librado hace mucho tiempo la batalla contra Dios, sino los que acaban de perderla y aún llevan activo el recuerdo. Perciben quizá, que Zarathustra es lo más próximo a la fe perdida, saben que este heraldo de Dios muerto es el profeta del Dios resucitado. En torno de Zarathustra priva la Gran esperanza, ya que en los momentos en que predica la “muerte de Dios” y anuncia el Superhombre, no tiene a otros compañeros que “esos desesperados que ya no desesperan” y “los últimos restos del Dios entre los hombres”, o sea los discípulos los lejanos que vienen  su encuentro.
Podríamos decir que Nietzsche está comprendido en los cuadros de la música, un símbolo que aparece en su obra “El Gran Mediodía”. Dicho símbolo se lo puede interpretar de dos maneras:
1) se produce el Gran Mediodía cuando el hombre sucumbe para hacer posible la aparición del Superhombre. Este momento equivale a la Resurrección de los Muertos, o a la instauración del Reino. Se trata de una celebración trágica de la voluntad de aquellos que eligieron la muerte ¡Será un momento futuro! Se entiende aquí la anunciación del Gran Mediodía como la profecía de aquella decisión por la cual el hombre aceptará sucumbir por un destino más alto.
2) se puede interpretar como “la mitad del camino” entre la bestia y el superhombre. Es el punto en el cual la voluntad toca las fronteras en lo que está por encima de ello, aquí el hombre ha de volcarse más allá de sí mismo. El asumir este destino como voluntad autodestructiva, es aquí el cumplimiento del Gran Mediodía. El Gran Mediodía es el instante de la muerte creadora, o sea el morir dando nacimiento y es la aceptación jubiloso de esta muerte.
Al Gran Mediodía se manifiesta la certeza de un futuro de gloria y se encuentra la nota de retorno “Volveré a habitar entre Vosotros por tercera vez”.
Zarathustra va a habar “del pueblo elegido” de donde nacerá el Superhombre se observa aquí un paralelismo con la dialéctica judeocristiana.
El segundo sentido del Gran Mediodía es místico, al que Nietzsche describe como un estado de plenitud embriagadora. No es una posibilidad futura, sino algo que irrumpe en el presente, es el símbolo que emplea para señalar de conversión del presente en “ahora eterno”. Aclaramos que para Nietzsche existe la eternidad.
En “Así hablaba Zarathustra”, en el campo titulado “Otra vez”, habla del sentido de la eternidad.
Nietzsche se refiere también a la eternidad en “Así hablaba Zarathustra”, en “El Convaleciente”. “Mira, nosotros sabemos lo que enseña: que todas las cosas retornan eternamente y nosotros mismos con ellas, que nosotros hemos existido ya infinitas veces y todas las cosas con nosotros”… Aquí se refiere al Eterno retorno.
Gran Mediodía y Eternidad se identifican en una sola exaltación.
Para su expresión Nietzsche acude a otros símbolos, el Gran Mediodía aparece identificado con la imagen de la noche.
La profunda Medianoche habla el lenguaje del Mediodía, ambos se funden en un solo deleite que “quiere eternidad”.
Esta embriaguez del Gran Mediodía tiene el carácter de un verdadero sentimiento de lo divino, o sea, un tono religioso.
Toda la realidad aparece investida de una dignidad sagrada. Este sentimiento genera en “Así hablaba Zarathustra” sus cantos más intensos y más exaltados. (…)
Esta visión de la realidad implica una experiencia distinta a la moral, no se trata de una experiencia ética, el Bien y el Mal en tanto opciones últimas, no tienen sentido: “Porque todas las cosas –afirma “Así hablaba Zarathustra”,- fueron bautizadas en la pila de la eternidad, más allá del bien y del mal; pero el bien y el mal mismos no son más que sombras pasajeras, aflicciones húmedas y nubes livianas”.
Toda esta perspectiva de lo eterno se proyecta sobre los hechos casuales y hasta el azar aparece como algo sacralizado.
Zarathustra no solamente pierde las huellas de la voluntad humana, sino que ahora todo es un juego donde la necesidad y la contingencia coinciden. ¿Qué queremos decir con esto? Que el acto más pleno y profundo de nosotros mismos coincide con la total gratuidad, con aquel acto hizo de sí mismo, accidental y contingente, desaparece de esta forma la distinción de los contrarios y todo queda fundido en la unidad de lo divino.
Nietzsche hace un juicio a la religión desde la perspectiva de la historia, la razón, la vida y la voluntad de poderío. Sostiene que al poderla reducir a este producto humano, ella ya no es posible como una orden espiritual auténtica.
La humanidad dejó atrás una experiencia milenaria, y un largo estilo de vida que ahora se desvanece.
Sostiene Nietzsche que el hombre alcanza de esta forma “La edad de la inteligencia”, o sea que ha cobrado conciencia de sí misma. A pesar de sus ataques a la religión, reconoce que el pasado religioso de la humanidad no fue una etapa totalmente inútil. Sabe que al morir la religión va a morir también el arte, la poesía, ya que la fuente que da vida a la primera es la misma que estimula a las segundas.
Escribe Nietzsche que al morir la religión “podrían caer en el menosprecio” tanto el arte como la poesía, ya que las fuerzas que condicionan a estos últimos son la mentira, lo simbólico, lo impreciso. Nietzsche, el que supo vaticinar apocalípticas auroras se inquieta ante la posibilidad de un mundo perfecto, que sería la más alta cristalización de la inteligencia y sostiene que si la vida se organizara en un Estado Perfecto, ya no habría asuntos para la poesía, el único que se interesaría en ella sería el hombre atrasado y éste miraría melancólicamente a los tiempos del Estado imperfecto, “a nuestros tiempos” dice Nietzsche. Y afirma que “nuestros tiempos no son otros que los del placer, la mentira, la embriaguez y el éxtasis, aquellos donde no se realizó aún el fin histórico de la religión!”.
Esto que aparece tan contradictorio, quizá no lo sea tanto si pensamos que Nietzsche teme que la religión caduque no sólo por el ascenso exaltado de la voluntad de poder sino por el avance del progreso, o sea, teniendo la asepsia moral, la cual sería consecuencia de éste. O sea que de pronto se da cuenta que la religión puede ser barrida por las mismas fuerzas que él se empeñó en combatir, aunque de todos modos la autodestrucción de la religión se cumple y el hombre que permanece fiel a la religión no está dotado para enfrentar las exigencias de los tiempos modernos.
Todo aquel que abraza a la fe vive en sentido opuesto al de la historia y vuelve la espalda al futuro; pero tal desventaja desaparece cuando el hombre renuncia a su religiosidad y se lanza al combate creador que está “Más allá” de la religión.
Cuando Nietzsche habla de que el hombre alcance a vivir la suficiencia de un Dios, nos lleva al ápice del humanismo ateo y nos pone en los umbrales de una nueva perspectiva religiosa. Sostiene que toda la vida religiosa de la humanidad fue haciendo posible que el ser humano cobre conciencia de su realidad divina. Es  necesario suprimir la religión para que el hombre tome conocimiento de su dignidad creadora, para que se fortalezca espiritualmente. Este humanismo, ateo por cierto, es la condición del futuro reconocimiento del hombre divinizado. La total secularización del mundo y de la cultura es asimismo, la condición ineludible de una nueva religiosidad. “Si mueren” las religiones, no es para que se instaure un humanismo precario, no es para que viva el hombre “enfermo” que vive torturado por el “temor”, al decir hombre enfermo, Nietzsche quiere compararlo con el hombre de la “Plaza pública”, que vive impulsado por los instintos del rebaño, sino para que se despierte el “hombre pleno”, creador, que será aquel que “tendrá la suficiencia de un Dios”, o sea El Superhombre cuyo rostro no es distinto del de la divinidad. ¿Qué se quiere significar Nietzsche con esto?, que las religiones mueren para que viva lo sagrado; accede aquí a una nueva forma de lo sagrado.
Señala que el hombre vive una primera etapa en la que cree haber robado la luz, la que no le pertenece y a la que considera de una grandeza extraña y distante la cual sobrepasa su propia dimensión. En la segunda etapa, el hombre cobra conciencia de que él ha creado la luz, la cual le pertenece ya que ha nacido de sus manos.
La luz divina no es una realidad lejana y trascendente, sino es aquello que está fundido en su propio ser, en su ser mismo.
Hay dos momentos decisivos en la historia religiosa del Hombre: aquel en el cual crea dioses que son hijos del “temor”, las “necesidades” humanas y los “errores de la razón”. El segundo momento es cuando el hombre los crea a partir de un estado de plenitud humano-divina. Massuh piensa que Nietzsche en el acto mismo de “ muerte de Dios” quiere anunciar el fin de la religión del hombre alienado y la decisión de volver sus miradas hacia formas religiosas que pertenecen a hombre que ha restaurado su plenitud. “Hay por lo tanto una moral imperante que debe ser superada, y para la superación de esta moral es necesario colocarse más allá del bien y del mal. El bien y el mal sobre la base de una concepción generalizada del deber hacen del hombre un atrapado sin salida.
“Esta moral obliga a una carrera descendente, sin embargo hay también una moral ascendente que sigue el impulso de la vida y se concreta en la voluntad de poder”…
“En la lucha abierta contra los valores vigentes, Nietzsche pretende poner al descubierto la llaga secreta de la cultura occidental y su falsedad radical; los ideales del cristianismo ocultan una moral de resentimiento”.

Superhombre

¿Quién es el Superhombre? Superhombre es:

a) aquel en quien la voluntad de dominio e revela con toda fuerza.

b) el que vive en constante peligro esfuerzo y lucha habiendo sacudido de sí mismo una cultura decadente.

c) el que se sitúa más allá del bien y del mal (estas categorías son propias para someter a gente que tiene mentalidad de esclavo pero no regir la vida del señor).

d) el que frente a la moral que cultiva hábitos buenos se impone y se abre camino por la virtud.

e) el que, si tiene una moral, es la moral del señor, por lo tanto no se ciñe a la compasión, la piedad y la dulzura.

Nietzsche ya no hablará en nombre de Dios, sino lo suplantará con la frase “Dios ha muerto”. Esta frase deja de ser una contradicción cuando se la entiende como una trasposición del pensamiento de Dios, ya que si no hay Dios, entonces no tiene por qué morir. El anuncio del superhombre no es más que el planteo de una mera posibilidad sin asidero en el presente. Por esto podemos decir que Nietzsche queda hecho prisionero de la metafísica occidental que pretende eliminar. La doctrina del eterno retorno podría ser interpretada como una religiosidad que iría a marcar el fin de todas las religiones (Roma). Todo es eterno. “La unidad de la voluntad de poderío y la doctrina del eterno retorno son las formas más altas de la exaltación de lo finito como voluntad de una repetición eterna” (E. Fink).

Nietzsche demostró que la “muerte de Dios” no significa la muerte de la religión, y por lo tanto no trae aparejada la “era atea” sino la historización de Dios.

Jaspers en Nietzsche y e Cristianismo” sostiene que la religiosidad nietzscheriana puede ser entendida como la de un cristiano exigente. Pero a Nietzsche le faltan algunos elementos decisivos y le sobran otros para serlo verdaderamente. Hacer de Nietzsche un cristiano es reducir al absurdo y a la gratuidad equívoca una crítica bastante considerable en cuanto a su volumen y virulencia corrosiva, de ello se desprendería paradójicamente que atacó al cristianismo como un todo histórico porque “No fue cristiano”.

Cuando Heidegger dice que Nietzsche marca el fin de la metafísica admite muy certeramente un aspecto importante. La metafísica apunta directamente al sistema platónico del mundo real de las ideas y del mundo irreal de las apariencias, o sea el mundo sensible. En este planteo queda implicado el mismo cristianismo (Rivera).

Heidegger sostiene que la fe de Nietzsche tiene como contenido la seguridad o el asegurarse la estabilidad y consistencia con respecto a un devenir constante.

Ya que si Dios ha muerto y surge el Superhombre, entonces la creatividad de Dios como algo privativo se traspone ahora a Superhombre; ahora creer es crear. Dice Heidegger que aquí se daría una superación de la metafísica; el crear se ha de entender como una actividad lúdica y juego placentero de Dionisio.

Comparación Nietzsche – Freud

Al leer las obras de Freud y de Nietzsche, se pueden establecer ciertas analogías en sus postulaciones. Como es sabido, Freud trató de evitar dentro de lo posible la mención de filósofos, por lo cual no es seguro que haya leído a Nietzsche, al menos en sus primeros años. En la correspondencia de Freud con Arnold Zweig, en los últimos años de su vida, sí menciona a Nietzsche, sin ingresar en la crítica de su pensamiento.
La primera coincidencia se encuentra en las respectivas biografías. Freud, en el prólogo para la edición hebrea de su libro “Totem y Tabu”, menciona que se halla muy alejado de la religión de su padre, así como también de cualquier otra religión; dice también que no puede participar de los “ideales nacionales”.
Al leer la biografía de Nietzsche, se mencionan las disidencias religiosas, siendo su padre pastor protestante, y él ateo.
En “El horror al incesto”, Freud habla del hombre de la prehistoria, o sea del hombre primitivo, y del cual dice que es contemporáneo a su época… ¿No está hablando aquí del hombre del rebaño, del de la plaza pública… del que habla Nietzsche? Al hablar Freud de la herencia arcaica familiar, ¿no estará hablando acaso del eterno retorno…?
En “La horda primitiva”, escribe Freud, un día los hijos se revelaron contra un padre despótico, poderoso, dominador, y lo mataron para terminar de esa forma la existencia de la horda paterna, el hecho de matar al padre, fue consecuencia el deseo de identificarse con él y apropiarse de su fuerza. La comida totémica, la primera fiesta de la humanidad en conmemoración de ese acto criminal, constituyó el punto de partida de la creación de un animal  totémico tabú, a través del cual los hijos negaban su acto criminal. ¿No se refiere Freud, al acto criminal de la muerte por sus hijos…? , y el nuevo tótem que servirá para negar el asesinato de Dios, ¿no es el Superhombre, que adquiere así la fuerza y el poder de Dios?
“La sociedad reposa, pues, sobre la responsabilidad común del crimen colectivo; la religión sobre la conciencia de la culpabilidad y el remordimiento, y la oral, sobre las necesidades de la nueva sociedad y sobre la explicación exigida por la conciencia de la culpabilidad” (Freud)
¿Cuándo Nietzsche habla de la muerte de Dios, no dice lo mismo?...  Recordando que sostiene: “que el acto del asesinato de Dios fue un crimen colectivo; todos los hombres, absolutamente todos fueron responsables de tamaño hecho”. ¿Al hablar Freud de la moral y la necesidad de una nueva sociedad, no está diciendo lo mismo que Nietzsche?
Según Freud, el hombre concibe a Dios a imagen y semejanza de su padre carnal, o sea Dios es la sublimación del “padre”.
El tótem el superhombre, sería la primera sustitución del padre y de Dios.
“Así pues, en la doctrina confiesa la humanidad más claramente que ninguna otra, su culpabilidad, emanada del crimen original”…
“Con el mismo acto con el que ofrece al Padre la máxima expiación, alcanza el Hijo su máximo triunfo, ya que se convierte en Dios e inaugura una religión que reemplaza a la primera (Freud).
¿No es esta sustitución de Dios por su hijo, la sustitución de Dios por el Superhombre de Nietzsche?
Volviendo a la biografía de ambos autores se observa que casualmente, Nietzsche se enamora de una mujer rusa, Lou Andreas-Salomé; dicho amor fue bien acogido por ella, pero siempre que el mismo se mantuviera en el plano intelectual, pero respondía con un “no” rotundo cuando éste le hablaba de matrimonio.
¿Fue Lou Andreas-Salomé, quien ilusionó a Nietzsche sediento de calor humano y ternura? ¿o fue esa necesidad de amor lo que lo cegó a él y le hizo creer que ella era alcanzable? Seguramente hubo en ella cierta imprudencia que es casi inmadurez durante la visita al Monte Sacro, que se levanta sobre el lago d’Orta; Lou vivió con Nietzsche un breve idilio y durante las vacaciones que semanas después pasó con él y su hermana en Tautemburg, las ilusiones de Nietzsche encontraron motivos para seguir vivas.
Cuando es rechazado por ella, esa traición lo arroja a un abismo de desesperación del cual sólo logró salir escribiendo “Así hablaba Zarathustra”. De este modo surgió la leyenda de que la pasión por Lou, contribuyó de un modo determinante a la creación del libro. Lou y Nietzsche jamás volvieron a tratarse sin la tensión que contribuyó a precipitarlo a él en la locura de sus últimos años.
Años más tarde Lou Andreas-Salomé se acercará a Freud. Y en una cita que figura en el diario de Lou, fechada el 23 de febrero de 1913, menciona una conversación mantenida con Freud.
“Hablamos de sus reservas frente a la filosofía pura. Del sentimiento que él experimenta de que, en el fondo, habría que luchar contra la necesidad racional de una unidad definitiva de las cosas, porque en primer lugar, esa necesidad proviene de una raíz y de costumbres en alto grado antropomórficas y, en segundo lugar, porque ella puede constituir un obstáculo o puede ser embarazosa en la investigación científica positiva individual”.



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