Historia de la Psicología
Arturo Schopenhauer
Breve Biografía
Filósofo
alemán nacido en Danzig en 1788.
Su madre era escritora, autora de novelas y narraciones de viajes, y su padre era comerciante.
Era una familia de alta posición económica, que deseaba que su hijo siguiera sus pasos en el área comercial.
Recién con la muerte de su padre, Schopenhauer pudo ingresar a la Universidad de Gotinga para seguir lo que él consideró su verdadera vocación.
Su madre era escritora, autora de novelas y narraciones de viajes, y su padre era comerciante.
Era una familia de alta posición económica, que deseaba que su hijo siguiera sus pasos en el área comercial.
Recién con la muerte de su padre, Schopenhauer pudo ingresar a la Universidad de Gotinga para seguir lo que él consideró su verdadera vocación.
Su
obra principal “El mundo como voluntad y
representación” de 1819, tardó varios años en ser apreciada y valorada.
En
1820 fue docente en la Universidad de Berlín, pero ante la poca concurrencia de
alumnos, decidió renunciar y planificó un viaje por Italia, pasando luego a
Munich y a Dresde, y regresó a Berlín en 1825, ciudad en la cual va a vivir
hasta 1831, año en que debe abandonarla debido a la peste que azotaba a la
ciudad. Se dirigió a Francfort, donde residió hasta su muerte en 1860.
Aportes
1. Combatió con apasionamiento la
filosofía de Hegel.
2. Admiró y tradujo a Baltasar Gracian.
3. Su planteamiento filosófico parte
de Kant y asimila el pensamiento hindú, en particular el budismo.
4. Su pensamiento filosófico, es en el
fondo la expresión de su genial personalidad, de naturaleza sordamente
impulsiva e insaciable, de sensibilidad aguda, con temperamento de pensador, de
artista, vigorosa individualidad y agresivo pesimismo.
5. Sus obras comenzaron a alcanzar
gran popularidad desde 1850.
6. Fue admirado por Ricardo Wagner y
por Nietzsche (al principio).
Algunas
de sus obras son:
“El
mundo como voluntad y representación”
“La
cuádruple raíz del principio de razón suficiente”
“Sobre
la voluntad en la naturaleza”
“El
fundamente de la moral”
“Los
dolores del mundo”
“Sobre
las mujeres”
“Aforismos
sobre la sabiduría de la vida y sobre la muerte”
Su
pensamiento acerca de la Filosofía y la Psicología
La
convicción básica de Schopenhauer es que el mundo que nos rodea y del cual se
ocupan las ciencias físico-naturales, no es sino el producto de la actividad
representativa del intelecto humano, ayudado por los órganos de los sentidos.
Las
ciencias han enseñado el carácter subjetivo de las cualidades sensibles.
Kant
demostró lo mismo con respecto al espacio y al tiempo.
En base
a esta interpretación subjetiva de espacio y tiempo, que los pone en analogía
con los colores y sonidos.
Schopenhauer
se empeño en colocar la gnoseología de Kant sobre bases fisiológicas.
De las
doce categorías de Kant, considera indispensable sólo una: la de la causalidad, que constituye al lado del espacio y del tiempo, el tercer elemento formal básico
del mundo físico.
La
inseparabilidad de dicho mundo de las nociones de espacio y tiempo, tiene como
consecuencia que resulta imposible imaginar la “realidad objetiva” sino como
materia ubicada en el espacio. Por esta razón, toda consideración científica
del universo debe ser necesariamente materialista, pero el materialismo se
encuentra limitado al mundo fenoménico, que nunca puede ser otra cosa que el
objeto que se presenta como tal a algún sujeto.
El
ser humano
Hay un
solo ente que aparece en las vivencias de dos maneras diferentes:
-unas
veces como objeto entre los demás
-otras
veces como algo enteramente diferente de todo lo que hay en el mundo
El
cuerpo tiene su lugar en el espacio y en el tiempo y se encuentra
sometido a las mismas “leyes causales” que cualquier otro objeto.
La
conciencia le dice al hombre que posee una voluntad, que está fuera del espacio y del
tiempo, y libre de las formas y categorías que rigen el mundo fenoménico, la
“voluntad” no puede pertenecer a éste, sino debe ser según Schopenhauer, un numenon,
una cosa en
sí.
Este “numenon” no puede ser reconocido en forma
directa, sino en la conciencia, pero por analogía, parece justificado admitir
que, como detrás del ser fenoménico se halla, como “cosa en sí”, la voluntad y
detrás de los demás entes del mundo empírico hay voluntades parecidas.
Por ello
el “numenon” del mundo está dado, por la “voluntad” que constituye así el otro
aspecto del mundo, opuesto a su apariencia representativa o fenoménica.
Es esta
antítesis que encuentra su expresión en el título que dio Schopenhauer a su
obra principal: “El mundo como voluntad y representación”.
La
interpretación científica del mundo que explica sus objetos en forma causal y
formula leyes a que los mismos obedecen, no atañe a dicha voluntad universal.
Ciertos
contactos entre las ciencias físico-naturales y la metafísica de la voluntad
son, no obstante, inevitables.
Es bien
conocida la tendencia de la física clásica de explicar el comportamiento de sus
objetos en base a la acción de fuerzas. De estas mismas la física no se ocupa,
sino solamente de sus manifestaciones en el mundo sensible, sustituyendo en
todo caso concreto, las fuerzas actuales por las leyes formales que rigen el
comportamiento empírico de los cuerpos.
Pero si
ante la noción de fuerza se replantea el significado de la misma, no se podrá
decir sino que la fuerza es una cosa análoga a lo que se conoce vivencialmente
como voluntad.
Entre
las fuerzas del mundo inorgánico y la voluntad consciente se encuentra el
“impulso orgánico” que se pone de manifiesto en las plantas y animales, imprimiendo
a sus reacciones su carácter teleológico.
El estómago y el intestino constituyen las encarnaciones del instinto de nutrición y los órganos genitales, las del instinto procreativo. La
estructura apropiada de estos órganos debe interpretarse como expresión y no
como efecto de los instintos respectivos. A los órganos del instinto de conservación pertenecen también los
sentidos y el cerebro, y con él, el intelecto, la conciencia, el raciocinio
causal y hasta las ciencias, que establecen las leyes del mundo físico, para
poder dominarlo en beneficio del hombre.
La conciencia, la intuición y el
intelecto son órganos de la voluntad y no al contrario.
La
voluntad
La voluntad ciega del cosmos alcanza conciencia de
sí misma recién en el hombre.
Es
también la voluntad la que puede plantear la cuestión: “Si la vida vale la pena de ser
vivida”. Esta cuestión puede
formularse también, preguntando si las satisfacciones y placeres de la vida son
suficientes para hacer de ella un objeto deseable o bien, si la misma constituye
un camino ascendente y continuo hacia algún fin supremo y valioso. Según
Schopenhauer la contestación que debe darse a una y otra de estas cuestiones es
“negativa”.
La voluntad no tiene ningún objeto fuera de sí
misma.
El
progreso
Un
verdadero progreso,
por lo tanto, no puede haber y todo es una eterna repetición, con innumerables
variaciones sin interés. Esto es, tanto con respecto a la vida individual como
a la de los pueblos. En esta insistencia en la insensatez de la historia se
diferencia Schopenhauer, más que en cualquier otro punto de Fichte y de Hegel,
cuya filosofía descansa primordialmente en la idea del progreso.
La
felicidad
En lo
referido a la felicidad,
se debe tener en cuenta que la esencia de la vida humana es la voluntad y que
esta se encuentra necesariamente en un estado permanente de aspiración y
anhelo. Aspirar a algo, equivale, sin embargo a sentir que algo “falta”, que la
felicidad no es completa. Frente a este descontento casi perpetuo, están “los
breves instantes de satisfacción” que señala algún objeto alcanzado y que
generalmente ceden su lugar casi enseguida a algún nuevo deseo, o bien a una
sensación de vacío y de tedio mortal, en que lo único que se anhela es llevar
el tiempo de alguna manera.
Las
aspiraciones dirigidas hacia el mantenimiento de la vida y hacia la felicidad,
queda, necesariamente sin cumplirse, la muerte es el fin inevitable y, como no
podemos vivir sin desear algo, jamás podremos llegar a estar del todo
contentos. Alimentos, amor, seguridad, son los pocos objetos fundamentales que
persiguen tanto el hombre como los animales. Entre el hombre y el animal no
existen diferencias esenciales. Pero el hombre piensa en el futuro y es menos
capaz de disfrutar el presente, porque lo agitan continuamente sus esperanzas y
temores y más que nada el miedo de morir, que lo induce a filosofar y crear
religiones.
La
vida del hombre
La
vida del hombre es también
más complicada que la de los animales; para alcanzar su felicidad, se rodea de
innumerables objetos, que le encierran en un laberinto de “valores aparentes” y
lo inducen a acumular riquezas o conseguir fama y gloria. Con todo esto, sin
embargo, la vida humana no resulta ni más significativa que la de los animales,
sino, por el contrario, más torturada y “sin sentido”. Mirado como fenómeno
colectivo, la vida del hombre es “una tragedia” por ser objeto inalcanzable,
mientras, mirada individualmente, parece una farsa, por afán ridículo con que
se corre tras los valores aparentes.
Hay una
sola manera de que el hombre pueda librarse del suplicio de la vida, que
consiste en poner término a aquel continuo querer y desear que constituye su
esencia y condiciona el terno malestar que significa.
Por
momentos el hombre puede hacer callar su voluntad, entregándose a la
contemplación pura y desinteresada del algún objeto de arte, cuya belleza lo
libra de las pasiones y anhelos.
La contemplación y creación artística presume también una especie de
conocimiento, pero no un conocimiento lógico y conceptual, sino una comprensión
intuitiva de los prototipos de las ideas platónicas.
Los
antagonismos entre las fuerzas de atracción y repulsión de la naturaleza
física, toda forma vegetal, animal o humana, llena de vida las luchas
condicionadas por los sentimientos y afectos entre los hombres, son
manifestaciones diversas de la voluntad
cósmica y la tarea de las
artes, de la arquitectura, de la plástica y de la poesía consiste en
representarlas como tales. Solamente la música no constituye una representación de
ideas, sino es una expresión inmediata de la voluntad cósmica misma.
Lo que
mediante las artes puede ser alcanzado temporariamente, puede conseguirse, de
manera permanente y definitiva, suspendiendo o negando la voluntad de vivir.
Esa negación de la voluntad de vivir no significa el suicidio, que aniquila
solamente la vida individual y no la esencia misma de la voluntad, sino
equivale al abandono voluntario de los bienes mundanos y a la superación del
egoísmo mediante la compasión, como lo postulan Cristo y Buda. Y aquí, en el
terreno ético, se pone en evidencia el segundo aspecto importante en la
filosofía de Schopenhauer, en que éste se aleja del pensamiento de Kant, la
moral para Kant es rígidamente racional; su imperativo categórico nada tiene
que ver con los sentimientos humanos de piedad, simpatía o consideración. A
esta ética fría, casi inhumana, Schopenhauer opone la del sentimiento y la de
la solidaridad fraternal entre los hombres. El sufrimiento del prójimo hace
sufrir al hombre, y es este un hecho psicológico fundamental del cual derivan
todos los postulados de la filosofía moral.
Lo que
separa a Schopenhauer de Kant y de los demás filósofos es el marcado
irracionalismo de su “filosofía voluntarista”. Por tal razón su metafísica está
sujeta, más que cualquier otra, a las consideraciones negativas que había hecho
Kant acerca de la imposibilidad lógica de toda metafísica.
Algunos
aspectos de la filosofía de Schopenhauer fueron retomados y replanteados más
tarde por Nietzche, E.V. Hartmann y Bergson entre otros.
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