lunes, 13 de abril de 2015

Schopenhauer



Historia de la Psicología

Arturo Schopenhauer

Breve Biografía
Resultado de imágenes para imagenes SchopenhauerFilósofo alemán nacido en Danzig en 1788. 

Su madre era escritora, autora de novelas y narraciones de viajes, y su padre era comerciante. 

Era una familia de alta posición económica, que deseaba que su hijo siguiera sus pasos en el área comercial. 

Recién con la muerte de su padre, Schopenhauer pudo ingresar a la Universidad de Gotinga para seguir lo que él consideró su verdadera vocación.
Su obra principal “El mundo como voluntad y representación” de 1819, tardó varios años en ser apreciada y valorada.
En 1820 fue docente en la Universidad de Berlín, pero ante la poca concurrencia de alumnos, decidió renunciar y planificó un viaje por Italia, pasando luego a Munich y a Dresde, y regresó a Berlín en 1825, ciudad en la cual va a vivir hasta 1831, año en que debe abandonarla debido a la peste que azotaba a la ciudad. Se dirigió a Francfort, donde residió hasta su muerte en 1860.

Aportes
1.   Combatió con apasionamiento la filosofía de Hegel.
2.   Admiró y tradujo a Baltasar Gracian.
3.   Su planteamiento filosófico parte de Kant y asimila el pensamiento hindú, en particular el budismo.
4.   Su pensamiento filosófico, es en el fondo la expresión de su genial personalidad, de naturaleza sordamente impulsiva e insaciable, de sensibilidad aguda, con temperamento de pensador, de artista, vigorosa individualidad y agresivo pesimismo.
5.   Sus obras comenzaron a alcanzar gran popularidad desde 1850.
6.   Fue admirado por Ricardo Wagner y por Nietzsche (al principio).

Algunas de sus obras son:
“El mundo como voluntad y representación”
“La cuádruple raíz del principio de razón suficiente”
“Sobre la voluntad en la naturaleza”
“El fundamente de la moral”
“Los dolores del mundo”
“Sobre las mujeres”
“Aforismos sobre la sabiduría de la vida y sobre la muerte”

Su pensamiento acerca de la Filosofía y la Psicología
La convicción básica de Schopenhauer es que el mundo que nos rodea y del cual se ocupan las ciencias físico-naturales, no es sino el producto de la actividad representativa del intelecto humano, ayudado por los órganos de los sentidos.
Las ciencias han enseñado el carácter subjetivo de las cualidades sensibles.
Kant demostró lo mismo con respecto al espacio y al tiempo.
En base a esta interpretación subjetiva de espacio y tiempo, que los pone en analogía con los colores y sonidos.
Schopenhauer se empeño en colocar la  gnoseología de Kant sobre bases fisiológicas.
De las doce categorías de Kant, considera indispensable sólo una: la de la causalidad, que constituye al lado del espacio y del tiempo, el tercer elemento formal básico del mundo físico.
La inseparabilidad de dicho mundo de las nociones de espacio y tiempo, tiene como consecuencia que resulta imposible imaginar la “realidad objetiva” sino como materia ubicada en el espacio. Por esta razón, toda consideración científica del universo debe ser necesariamente materialista, pero el materialismo se encuentra limitado al mundo fenoménico, que nunca puede ser otra cosa que el objeto que se presenta como tal a algún sujeto.
El ser humano
Hay un solo ente que aparece en las vivencias de dos maneras diferentes:
-unas veces como objeto entre los demás
-otras veces como algo enteramente diferente de todo lo que hay en el mundo
El cuerpo tiene su lugar en el espacio y en el tiempo y se encuentra sometido a las mismas “leyes causales” que cualquier otro objeto.
La conciencia le dice al hombre que posee una voluntad, que está fuera del espacio y del tiempo, y libre de las formas y categorías que rigen el mundo fenoménico, la “voluntad” no puede pertenecer a éste, sino debe ser según Schopenhauer, un numenon, una cosa en sí.
Este “numenon” no puede ser reconocido en forma directa, sino en la conciencia, pero por analogía, parece justificado admitir que, como detrás del ser fenoménico se halla, como “cosa en sí”, la voluntad y detrás de los demás entes del mundo empírico hay voluntades parecidas.
Por ello el “numenon” del mundo está dado, por la “voluntad” que constituye así el otro aspecto del mundo, opuesto a su apariencia representativa o fenoménica.
Es esta antítesis que encuentra su expresión en el título que dio Schopenhauer a su obra principal: “El mundo como voluntad y representación”.
La interpretación científica del mundo que explica sus objetos en forma causal y formula leyes a que los mismos obedecen, no atañe a dicha voluntad universal.
Ciertos contactos entre las ciencias físico-naturales y la metafísica de la voluntad son, no obstante, inevitables.
Es bien conocida la tendencia de la física clásica de explicar el comportamiento de sus objetos en base a la acción de fuerzas. De estas mismas la física no se ocupa, sino solamente de sus manifestaciones en el mundo sensible, sustituyendo en todo caso concreto, las fuerzas actuales por las leyes formales que rigen el comportamiento empírico de los cuerpos.
Pero si ante la noción de fuerza se replantea el significado de la misma, no se podrá decir sino que la fuerza es una cosa análoga a lo que se conoce vivencialmente como voluntad.
Entre las fuerzas del mundo inorgánico y la voluntad consciente se encuentra el “impulso orgánico” que se pone de manifiesto en las plantas y animales, imprimiendo a sus reacciones su carácter teleológico.
 El estómago y el intestino constituyen las encarnaciones del instinto de nutrición y los órganos genitales, las del instinto procreativo. La estructura apropiada de estos órganos debe interpretarse como expresión y no como efecto de los instintos respectivos. A los órganos del instinto de conservación pertenecen también los sentidos y el cerebro, y con él, el intelecto, la conciencia, el raciocinio causal y hasta las ciencias, que establecen las leyes del mundo físico, para poder dominarlo en beneficio del hombre.
La conciencia, la intuición y el intelecto son órganos de la voluntad y no al contrario.
La voluntad
La voluntad ciega del cosmos alcanza conciencia de sí misma recién en el hombre.
Es también la voluntad la que puede plantear la cuestión: “Si la vida vale la pena de ser vivida”. Esta cuestión puede formularse también, preguntando si las satisfacciones y placeres de la vida son suficientes para hacer de ella un objeto deseable o bien, si la misma constituye un camino ascendente y continuo hacia algún fin supremo y valioso. Según Schopenhauer la contestación que debe darse a una y otra de estas cuestiones es “negativa”.
La voluntad no tiene ningún objeto fuera de sí misma.
El progreso
Un verdadero progreso, por lo tanto, no puede haber y todo es una eterna repetición, con innumerables variaciones sin interés. Esto es, tanto con respecto a la vida individual como a la de los pueblos. En esta insistencia en la insensatez de la historia se diferencia Schopenhauer, más que en cualquier otro punto de Fichte y de Hegel, cuya filosofía descansa primordialmente en la idea del progreso.
La felicidad
En lo referido a la felicidad, se debe tener en cuenta que la esencia de la vida humana es la voluntad y que esta se encuentra necesariamente en un estado permanente de aspiración y anhelo. Aspirar a algo, equivale, sin embargo a sentir que algo “falta”, que la felicidad no es completa. Frente a este descontento casi perpetuo, están “los breves instantes de satisfacción” que señala algún objeto alcanzado y que generalmente ceden su lugar casi enseguida a algún nuevo deseo, o bien a una sensación de vacío y de tedio mortal, en que lo único que se anhela es llevar el tiempo de alguna manera.
Las aspiraciones dirigidas hacia el mantenimiento de la vida y hacia la felicidad, queda, necesariamente sin cumplirse, la muerte es el fin inevitable y, como no podemos vivir sin desear algo, jamás podremos llegar a estar del todo contentos. Alimentos, amor, seguridad, son los pocos objetos fundamentales que persiguen tanto el hombre como los animales. Entre el hombre y el animal no existen diferencias esenciales. Pero el hombre piensa en el futuro y es menos capaz de disfrutar el presente, porque lo agitan continuamente sus esperanzas y temores y más que nada el miedo de morir, que lo induce a filosofar y crear religiones.
La vida del hombre
La vida del hombre es también más complicada que la de los animales; para alcanzar su felicidad, se rodea de innumerables objetos, que le encierran en un laberinto de “valores aparentes” y lo inducen a acumular riquezas o conseguir fama y gloria. Con todo esto, sin embargo, la vida humana no resulta ni más significativa que la de los animales, sino, por el contrario, más torturada y “sin sentido”. Mirado como fenómeno colectivo, la vida del hombre es “una tragedia” por ser objeto inalcanzable, mientras, mirada individualmente, parece una farsa, por afán ridículo con que se corre tras los valores aparentes.
Hay una sola manera de que el hombre pueda librarse del suplicio de la vida, que consiste en poner término a aquel continuo querer y desear que constituye su esencia y condiciona el terno malestar que significa.
Por momentos el hombre puede hacer callar su voluntad, entregándose a la contemplación pura y desinteresada del algún objeto de arte, cuya belleza lo libra de las pasiones y anhelos.
La contemplación y creación artística presume también una especie de conocimiento, pero no un conocimiento lógico y conceptual, sino una comprensión intuitiva  de los prototipos de las ideas platónicas.
Los antagonismos entre las fuerzas de atracción y repulsión de la naturaleza física, toda forma vegetal, animal o humana, llena de vida las luchas condicionadas por los sentimientos y afectos entre los hombres, son manifestaciones diversas de la voluntad cósmica y la tarea de las artes, de la arquitectura, de la plástica y de la poesía consiste en representarlas como tales. Solamente la música no constituye una representación de ideas, sino es una expresión inmediata de la voluntad cósmica misma.
Lo que mediante las artes puede ser alcanzado temporariamente, puede conseguirse, de manera permanente y definitiva, suspendiendo o negando la voluntad de vivir. Esa negación de la voluntad de vivir no significa el suicidio, que aniquila solamente la vida individual y no la esencia misma de la voluntad, sino equivale al abandono voluntario de los bienes mundanos y a la superación del egoísmo mediante la compasión, como lo postulan Cristo y Buda. Y aquí, en el terreno ético, se pone en evidencia el segundo aspecto importante en la filosofía de Schopenhauer, en que éste se aleja del pensamiento de Kant, la moral para Kant es rígidamente racional; su imperativo categórico nada tiene que ver con los sentimientos humanos de piedad, simpatía o consideración. A esta ética fría, casi inhumana, Schopenhauer opone la del sentimiento y la de la solidaridad fraternal entre los hombres. El sufrimiento del prójimo hace sufrir al hombre, y es este un hecho psicológico fundamental del cual derivan todos los postulados de la filosofía moral.
Lo que separa a Schopenhauer de Kant y de los demás filósofos es el marcado irracionalismo de su “filosofía voluntarista”. Por tal razón su metafísica está sujeta, más que cualquier otra, a las consideraciones negativas que había hecho Kant acerca de la imposibilidad lógica de toda metafísica.
Algunos aspectos de la filosofía de Schopenhauer fueron retomados y replanteados más tarde por Nietzche, E.V. Hartmann y Bergson entre otros.



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