Segunda
teoría de las pulsiones
a)
Generalidades
En
nuestros artículos anteriores, habíamos hablado de cómo Freud pasó de la
primera teoría de las pulsiones a la segunda teoría, y habíamos indicado las
principales novedades que incorporaba ésta última:
a)
entre las pulsiones
del yo y las pulsiones sexuales de la primera teoría ya no hay diferencia
cualitativa, y son englobadas dentro de las pulsiones de vida; y
b)
el establecimiento de
las pulsiones de muerte, con lo cual el nuevo dualismo pulsional está dado por
el par pulsiones de vida-pulsiones de muerte.
Freud introdujo
su teoría dual de las pulsiones de vida y muerte en 1920.
De
acuerdo a Kaplan, esta nueva clasificación de las pulsiones es más
abstracta y posee implicaciones más amplias que el concepto anterior de
impulsos libidinales y agresivos.
Pensaba
que las pulsiones de vida y muerte representaban las fuerzas subyacentes a las
pulsiones sexuales y agresivas (Kaplan, 76).
Según Fenichel,
la segunda teoría de las pulsiones establece la existencia de dos cualidades en
la psique:
-
una, autodestructiva,
el ‘instinto de muerte’ (que puede volverse contra el mundo externo y
transformarse así en un ‘instinto destructivo’), y
-
Eros, que persigue la
búsqueda de objetos, y empeñada en lograr unidades cada vez más elevadas
(Fenichel, 78).
b) Pulsiones de vida
Gran
categoría de pulsiones que Freud contrapone, en su última teoría, a las
pulsiones de muerte.
Tienden
a constituir unidades cada vez mayores y a mantenerlas.
Las
pulsiones de vida, que se designan también con el término ‘Eros’, abarcan no
sólo las pulsiones sexuales propiamente dichas, sino las pulsiones de
autoconservación (Laplanche, 342).
El
término EROS, para los griegos designan el amor y el dios
Amor. Freud lo utiliza en su última teoría de las pulsiones para
designar el conjunto de las pulsiones de vida, oponiéndolo a las pulsiones de
muerte (Laplanche, 121).
Expresiones
vinculadas a este término son: “erógeno y erótico”.
Erógeno significa capaz de producir excitación sexual, como
por ejemplo una zona erógena, o el masoquismo erógeno (Laplanche, 121).
Aclaramos
aquí que una zona es erógena en relación con la propia persona poseedora:
cuando un niño o un hombre succiona el pecho femenino, la zona erógena activada
del hombre es la zona oral, y la zona erógena activada en la mujer, el pezón.
De idéntica manera, la zona erógena es la mucosa anal, no por ejemplo las
heces.
Erótico, significa sexual, libidinal, agradable.
Otro
término vinculado a Vida y Eros es ‘amor’:
Amor: En la literatura analítica puede aparecer como
a.
Eros, un principio o
fuerza personificados (en un dios);
b.
una pulsión o grupo de
pulsiones propensas a entrar en conflicto tanto con las pulsiones de
conservación como con las destructivas;
c.
un afecto más a menudo
contrastado con el odio que con el miedo; y
d.
una capacidad o
función propensa a la inhibición, la perversión y la sublimación (Rycroft, 30).
Respecto
del punto (b) hacemos dos aclaraciones: primero, Rycroft utiliza la
expresión ‘instintos’ en lugar de ‘pulsiones’. En secciones anteriores ya hemos
indicado la conveniencia de utilizar la segunda expresión. Segundo,
cuando Rycroft dice que la pulsión amorosa puede entrar en conflicto
con la pulsión de conservación, se refiere al posible conflicto entre pulsiones
sexuales y pulsiones de autoconservación, respectivamente (Rycroft, 34).
c)
Pulsiones de muerte
Se trata
de la gran novedad introducida por Freud en su segunda y
última teoría pulsional.
Pulsiones
de muerte
Designan
una categoría fundamental de pulsiones que se contraponen a las pulsiones de
vida y que tienden a la reducción completa de las tensiones, es decir, a
devolver al ser vivo al estado inorgánico.
1.
Primeramente, se
dirigen hacia el interior y tienden a la autodestrucción;
2.
En segundo lugar, se
dirigirían hacia el exterior, manifestándose entonces en forma de pulsión
agresiva o destructiva (Laplanche, 336).
Definición:
Freud definió
la pulsión de muerte como la tendencia de los organismos y de sus células a
volver al estado inanimado (Kaplan, 76), o, para usar las mismas expresiones
de Freud, las pulsiones de muerte son aquellas que tratan de conducir lo
que está vivo a la muerte (Freud, Más allá del principio del placer).
Freud indica
que la tendencia de la pulsión de muerte aparece expresada en el Principio
del nirvana, que designa algo distinto al principio de constancia u
homeostasis: el nirvana es la tendencia radical a llevar la excitación a nivel
cero, es decir a la muerte (Freud, El problema económico del masoquismo).
Así
como ‘Eros’ tiene relación con las pulsiones de vida,‘Tanatos’ tiene
relación con las pulsiones de muerte:
Tánatos:
Palabra griega (la Muerte) utilizada en ocasiones para designar las pulsiones
de muerte, por simetría con el término de Eros; su empleo subraya el carácter
radical del dualismo pulsional, confiriéndole una significación casi mítica.
Federn habría
introducido el término en psicoanálisis, aunque Jones dice
que Freud lo usaba en sus conversaciones (Laplanche, 425).
Freud había indicado que las pulsiones de muerte se dirigen
primero hacia el interior, en una dirección autodestructiva, y sólo
secundariamente, después, se dirigen hacia el exterior, en una dirección
agresiva.
Destinos
o vicisitudes de las pulsiones de muerte
1-
Originalmente las pulsiones de muerte están dirigidas hacia el interior, hacia
el propio sujeto (masoquismo primario).
2- Luego
son desviadas hacia el exterior, hacia las otras personas (sadismo).
3-
Después pueden retornar nuevamente sobre el sujeto (masoquismo secundario).
Como
vemos, las pulsiones de muerte pueden estar dirigidas hacia el interior o hacia
el exterior. Podemos tomar esta idea sobre las vicisitudes de las pulsiones de
muerte para organizar nuestra exposición de las mismas.
Pulsiones
de muerte dirigidas hacia el interior
El
concepto central es aquí el de masoquismo.
Masoquismo
Perversión
sexual en la cual la satisfacción va ligada al sufrimiento o a la humillación
experimentados por el sujeto. Freud extiende la noción de masoquismo
más allá de la perversión descrita por los sexólogos: por una parte, al
reconocer elementos masoquistas en numerosos comportamientos sexuales, y
rudimentos del mismo en la sexualidad infantil, y, por otra, al describir
formas que de él derivan, especialmente el ‘masoquismo moral’ (Laplanche, 218).
El
masoquismo es tanto una real como una aparente excepción del principio del
placer. Tiende a ser explicado de la siguiente manera:
(a)
transformación en lo contrario del sadismo;
(b)
identificación con el compañero sádico;
(c) como
un paliativo de la culpa al experimentar castigo y dolor simultáneamente con el
placer;
(d)
erotización de un rol sumiso originalmente adoptado para apaciguar a las figuras
autoritarias, y
(e) la
pulsión de muerte (Rycroft, 76).
Clasificaciones
de masoquismo para Freud
En Freud aparecen
dos clasificaciones de masoquismo:
a)
masoquismo erógeno, femenino y moral, y
b)
masoquismo primario y secundario.
En 1924, Freud distingue
tres formas de masoquismo: erógeno, femenino y moral
(Freud, El
problema económico del masoquismo)
Primera
clasificación de masoquismo
Masoquismo
erógeno:
Condición
que se halla en la base de la perversión masoquista y que se encuentra también
en el masoquismo moral: la ligazón del placer sexual al dolor. Como se ve, es
un concepto más amplio que la simple perversión sexual como cuadro clínico
(Laplanche, 219).
Masoquismo
femenino
Condición
en la que el sujeto experimenta placer adoptando una posición pasiva, vale
decir, quedando a merced del otro (por ejemplo en la sumisión y la docilidad).
Puede darse tanto en el hombre como en la mujer. El adjetivo ‘femenino’ deriva
de la homologación entre feminidad y pasividad, y si puede darse tanto en
hombres como en mujeres, ello es debido a la condición bisexual de todo ser
humano.
Rycroft indica
que la teoría analítica clásica supone una conexión intrínseca entre el
masoquismo, la pasividad y la feminidad. Al proceder de esta manera confunde el
abandono de uno mismo a la voluntad de otro, con la experimentación del dolor
(Rycroft, 76).
Masoquismo
moral
Forma de
masoquismo en la cual el sujeto, debido a un sentimiento de culpabilidad
inconsciente, busca la posición de víctima, sin que en ello se halle
directamente implicado un placer sexual (Laplanche, 218). Término utilizado por
Freud para describir la tendencia a someterse al propio superyó sádico. El
concepto se apoya en la idea de que el superyó obtiene su fuerza moral de la
energía agresiva pulsional que es descargada (Rycroft, 76).
En
relación con el masoquismo moral, encontramos los siguientes conceptos
psicoanalíticos:
- sentimiento
de culpabilidad: Término utilizado en psicoanálisis con una acepción muy
amplia. Puede designar un estado afectivo consecutivo a un acto que el sujeto
considera reprensible, pudiendo ser la razón que para ello se invoca más o
menos adecuada (remordimientos del criminal o autorreproches de apariencia
absurda), o también un sentimiento difuso de indignidad personal sin relación
con un acto preciso del que el sujeto pudiera acusarse. Por lo demás, el
sentimiento de culpabilidad se postula en psicoanálisis como sistema de
motivaciones inconscientes que explican comportamientos de fracaso, conductas
delictivas, sufrimientos que se infringe en sujeto, etc.” (Laplanche, 397). En
este último sentido, la palabra sentimiento sólo puede utilizarse con reservas,
ya que el sujeto puede no sentirse culpable a nivel de experiencia consciente.
En efecto, no escapó a Freud la paradoja que representa el hablar de
sentimiento de culpabilidad inconsciente. En este sentido, admitió que podía
parecer más adecuado el término de ‘necesidad de castigo’ (Laplanche, 397-398).
ü
necesidad de castigo: Exigencia
interna que, según Freud, se hallaría en el origen del comportamiento de
ciertos sujetos en los que la investigación psicoanalítica pone de manifiesto
que buscan situaciones penosas y humillantes y se complacen en ellas
(masoquismo moral). Lo que hay de irreductible en tales comportamientos debería
relacionarse, en último análisis, con la pulsión de muerte (Laplanche, 232).
Desde el punto de vista tópico, Freud explica las conductas
autopunitivas por la tensión entre un superyó singularmente exigente y el yo
(Laplanche, 233), o sea, por un conflicto superyó-yo.
ü
Los fenómenos que
implican autocastigo son, por ejemplo:
a) sueños
de castigo, especie de tributo pagado a la censura por la realización de un
deseo;
b)
autorreproches y comportamientos autopunitivos en la neurosis obsesiva;
c)
compulsión al autocastigo en la melancolía, que puede llegar al suicidio;
d)
criminales por autocastigo: el autocastigo aparece como una consecuencia no
deseada de acciones agresivas y delictivas;
e) la
reacción terapéutica negativa (Laplanche, 232):
ü
reacción terapéutica
negativa: Fenómeno observado en algunas curas psicoanalíticas y que constituye
un tipo de resistencia a la curación singularmente difícil de vencer: cada vez
que cabría esperar, del progreso del análisis, una mejoría, tiene lugar una
agravación, como si ciertos individuos prefirieran el sufrimiento a la
curación. Freud atribuye este fenómeno a un sentimiento de
culpabilidad inconsciente inherente a ciertas estructuras masoquistas
(Laplanche, 350). La gran variedad de comportamientos masoquistas que hemos
visto presentan la característica de reiterarse o repetirse a lo largo de la
vida, no apareciendo como acontecimientos aislados o circunstanciales. Para
explicar esto Freud recurre al concepto de compulsión a la
repetición.
ü
compulsión a la
repetición: Término utilizado por Freud para describir lo que
él creía una tendencia innata a la reversión hacia condiciones previas. El
concepto fue utilizado por él en apoyo del concepto de pulsión de muerte.
Teniendo en cuenta que lo animado se desarrolla a partir de lo
inanimado, Freud creyó que había un impulso innato, la pulsión de muerte,
a regresar a lo inanimado (Rycroft, 39). Laplanche nos suministra dos
acepciones del término: el clínico y el
teórico.
o
a) A nivel de la
psicopatología concreta, proceso incoercible y de origen inconsciente, en
virtud del cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas,
repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el prototipo de ellas, sino
al contrario, con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente
motivado en lo actual.
o
b) En la
elaboración teórica que Freud da de ella, la compulsión a la
repetición se considera como un factor autónomo, irreductible, en último
análisis, a la dinámica conflictual de la interacción principio del
placer-principio de realidad. Se atribuye fundamentalmente a la característica
más general de las pulsiones: su carácter conservador (Laplanche, 68).
A nivel clínico, la compulsión a la
repetición se manifiesta también en las neurosis de destino (o compulsión de
destino, para usar el término propiamente freudiano):
ü
neurosis de destino: Designa
una forma de existencia caracterizada por el retorno periódico de las mismas
concatenaciones de acontecimientos, generalmente desgraciados, concatenaciones
a las cuales parece hallarse sometido el sujeto como a una fatalidad exterior,
mientras que, según el psicoanálisis, se deben buscar los factores de este
fenómenos en el inconsciente y, específicamente, en la compulsión a la
repetición (Laplanche, 245). Ejemplo: una mujer que, casada tres veces
consecutivas, vio a sus maridos caer enfermos poco después de la boda y hubo
que cuidarlos hasta su muerte (Laplanche, 246).
Segunda
clasificación de masoquismo
Lo visto
hasta ahora, incluyendo los masoquismos primario y secundario, tienen relación
con las pulsiones de muerte
dirigidas hacia el interior de la persona.
En la
segunda clasificación de masoquismo se distingue: masoquismo
primario y secundario, nos remite a la evolución cronológica de las
pulsiones de muerte:
Masoquismo
primario: Freud entiende por masoquismo
primario un estado en el que
la pulsión de muerte todavía se dirige sobre el propio sujeto, aunque ligada
por la libido y unida a ésta. Se denomina ‘primario’ porque no sigue a una fase
en que la agresividad se dirigiría hacia un objeto exterior, y también para
diferenciarlo de un masoquismo secundario.
Masoquismo
secundario: Consiste en una vuelta del
sadismo hacia la propia persona, que se añade al masoquismo primario
(Laplanche, 219).
La idea
de un masoquismo irreductible a una vuelta del sadismo hacia la propia persona
sólo fue admitida por Freud una vez establecida la hipótesis de la pulsión
de muerte (Laplanche, 219).
Examinemos
ahora las pulsiones de
muerte dirigidas hacia el exterior (sadismo,
agresividad, etc.), y que corresponde a la segunda etapa o etapa intermedia
entre el masoquismo primario y el secundario.
Pulsiones
de muerte dirigidas hacia el exterior
El
concepto de sadismo ocupa aquí un lugar central.
Sadismo
Perversión
sexual donde la satisfacción va ligada al sufrimiento o a la humillación
inflingidos a otro. El psicoanálisis extiende el concepto de sadismo más allá
de la perversión descrita por los sexólogos, reconoce numerosas manifestaciones
del mismo, más larvadas, especialmente infantiles, y lo considera como uno de
los componentes fundamentales de la vida pulsional (Laplanche, 390).
La
expresión sadismo puede significar una perversión sexual, o también el placer
en la crueldad. Alude asimismo a varias formas, como el sadismo oral (placer en
morder), el sadismo anal, etc. No está muy claro -señala Rycroft– si el
sadismo es un puro y simple componente del instinto, o si es una fusión de
impulsos libidinales y agresivos; o si el elemento agresivo es una
manifestación de tendencias destructivas innatas o una respuesta a la
frustración y/o humillación. Tampoco está muy claro si el ‘placer’ derivado de
la actividad sádica reside en la observación del dolor del otro, o en la
sensación de poder derivada de estar en condiciones de inflingir dolor (Rycroft,
104).
Buena
parte de la incertidumbre de la que habla Rycroftcon respecto a este
término deriva de las numerosas idas y vueltas que dio Freud a lo
largo de su obra, a propósito del tema de la relación entre sadismo y
masoquismo (véase esquema aparte, donde intentamos una simplificación de este
complejo problema).
En la
bibliografía consultada, existen otros términos vinculados a la pulsión de
muerte dirigida hacia el exterior:
Agresividad
Tendencia
o conjunto de tendencias que se actualizan en conductas reales o fantasmáticas,
dirigidas a dañar a otro, a destruirlo, a contrariarlo, a humillarlo, etc..
(Laplanche, 13).
La
agresión puede adoptar modalidades distintas de la acción motriz violenta y
destructiva; no hay conducta, tanto negativa (rechazo de ayuda, por ejemplo)
como positiva, tanto simbólica (por ejemplo, ironía) como efectivamente
realizada, que no pueda funcionar como agresión.
El
psicoanálisis ha concedido una importancia cada vez mayor a la agresividad,
señalando que actúa precozmente en el desarrollo del sujeto y subrayando el
complejo juego de su unión y desunión con la sexualidad. Esta evolución de las
ideas ha culminado en el intento de buscar para la agresividad un sustrato
pulsional único y fundamental en el concepto de pulsión de muerte (Laplanche,
13).
Según Rycroft la
agresividad, que él designa como AGRESION y que aquí consideraremos como
sinónimo, es una fuerza hipotética, instinto, o principio que se supone actúa
sobre una amplia gama de actos y sentimientos. Se lo considera, con frecuencia,
como antitético de sexo o libido, en cuyo caso es utilizado para hacer
referencia a impulsos destructivos. Freud concibió la agresión, en
sus últimos textos, como un derivado de la pulsión de muerte (Rycroft, 29).
Pulsión
destructiva (destructora)
Término
utilizado por Freud para designar las pulsiones de muerte, desde una
perspectiva más cercana a la experiencia biológica y psicológica. En ocasiones
su extensión es la misma que la del término ‘pulsión de muerte’, pero más a
menudo califica la pulsión de muerte en tanto que orientada hacia el mundo
exterior. En este sentido más específico, Freud utiliza también el
término ‘pulsión agresiva’ (Laplanche, 330).
Pulsión
agresiva
Designa,
para Freud, las pulsiones de muerte, en tanto que dirigidas hacia el
exterior. El fin de la pulsión agresiva es la destrucción del objeto
(Laplanche, 327).
Pulsión
de apoderamiento
Término
utilizado ocasionalmente por Freud, sin que su empleo pueda codificarse
con precisión. Entiende por tal una pulsión no sexual, que sólo secundariamente
se une a la sexualidad, y cuyo fin consiste en dominar el objeto por la fuerza
(Laplanche, 328).
Al
principio Freud recurrió a este concepto para explicar la crueldad
infantil. Luego lo relacionó con otros conceptos, y finalmente dentro de la
segunda teoría pulsional, vio en la pulsión de apoderamiento una forma que
adopta la pulsión de muerte cuando esta entra ‘al servicio’ de la pulsión
sexual (Laplanche, 328-329).
Odio:
Según Freud (1915)
el odio es el responsable de las amenazas al yo, pero en sus especulaciones
posteriores expuso el punto de vista de que es una manifestación de la pulsión
de muerte. Los analistas influidos por estas ideas posteriores tienden a
considerar el amor y el odio como opuestos, y a considerar a la psiquis como un
campo de batalla entre estos dos principios opuestos (Rycroft, 83).
Críticas
al concepto de pulsión de muerte.- Desde la más radical a la más moderada,
podemos agrupar las críticas en dos direcciones principales:
1) No
existe la pulsión de muerte y nacemos solamente con un solo tipo de pulsión, La
agresividad entonces, se explica ya sea haciendo de ésta un elemento
correlativo, al comienzo, de toda pulsión, en la medida en que ésta se realiza
en una actividad que el sujeto impone al objeto, ya sea considerándola como una
reacción secundaria a la frustración proveniente del objeto (Laplanche, 340).
Desde un
punto de vista metapsicológico, al nacer no habría un grupo especial de
pulsiones que busca la reducción de la tensión (Laplanche, 340), pues todas las
pulsiones tienden, en el fondo a dicha reducción, con lo cual no hay porqué
discriminar dos tipos de pulsiones al nacer (Fenichel,78-79).
2) Nacemos
con pulsiones de vida y muerte, pero éstas últimas no son autodestructivas,
sino agresivas. Existe desde un principio una ambivalencia pulsional, pero la
oposición amor-odio, tal como se manifiesta desde los comienzos en la
incorporación oral, sólo debería entenderse en la relación con un objeto
exterior (Laplanche, 340).
d)
Relaciones entre pulsiones de vida y de muerte
Encaremos
esta cuestión tomando como referencia los conceptos de
UNION-DESUNION ó, según otras traducciones, FUSION-DEFUSION de
las pulsiones. En efecto, las pulsiones de vida y de muerte pueden estar entre
sí fusionadas (unidas) o defusionadas (desunidas).
FUSION-DEFUSION
‘Unión-desunión’
son términos usados por Freud, dentro de su última teoría de las
pulsiones, para describir las relaciones entre las pulsiones de vida y las
pulsiones de muerte, tal como se traducen en una determinada manifestación
concreta. La unión de las pulsiones constituye una verdadera mezcla, donde cada
uno de los dos componentes puede entrar en proporciones variables; la desunión
designa un proceso que, en el caso extremo, conduciría a un funcionamiento
independiente de las dos clases de pulsiones, persiguiendo cada una por
separado su propio fin (Laplanche, 452).
Según
los últimos escritos de Freud, las pulsiones no sólo están en conflicto
sino que también están en condiciones de fusionarse y defusionarse (Rycroft,
60). En efecto,Freud dice por ejemplo que “nunca tenemos que tratar con
los instintos de vida e instintos de muerte puros, sino sólo con combinaciones
de ellos en diferentes grados.
En
correspondencia con una fusión de instintos puede haber, bajo ciertas
condiciones, una defusión de ellos” (Freud, Más allá del principio del
placer). Cuando Freudhabla de defusión o desunión intenta designar,
explícita o implícitamente, el hecho de que la agresividad habría logrado
romper todo nexo con la sexualidad (Laplanche, 452).
Interesa
destacar que, sea que estén fusionadas o defusionadas, las pulsiones de vida y
muerte actúan siempre ambas: juntas o independientemente, pero siempre las dos.
Esto significa que no existe una conducta puramente autodestructiva (pulsiones
de muerte) ni puramente buscadora de objetos (pulsiones de vida), sino que siempre
hay una ‘mezcla’, tanto si están fusionadas como no.
Respecto
del término ‘buscadora de objetos’ como fin de los impulsos de vida, valga la
aclaración de Fenichel: la segunda teoría pulsional
de Freud establece dos cualidades en la psique: una, autodestructiva,
el ‘instinto de muerte’ (que puede volverse contra el mundo externo y
transformarse así en un ‘instinto destructivo’), y otra,Eros, que persigue la
búsqueda de objetos, y empeñada en lograr unidades cada vez más elevadas
(Fenichel, 78).
En el
esquema sobre “Algunos ejemplos de relaciones entre pulsiones de vida y
muerte” ilustramos algunas posibilidades (las que suele citar el
psicoanálisis con alguna frecuencia) de fusión y defusión de pulsiones.
Cerraremos
nuestra breve exposición de las relaciones entre pulsiones de vida y de muerte,
mediante un esquema que hemos diseñado para clarificar ciertos conceptos
freudianos (ver esquema de “Series complementarias”).
Antes
que nada aclaramos que la idea de SERIES COMPLEMENTARIAS fue
utilizada originalmente porFreud para referirse específicamente a los
factores etiológicos de las neurosis, pero Laplanche dice que también
puede aplicarse dicha idea a otros campos, en que interviene igualmente una
multiplicidad de factores que varían inversamente entre sí (Laplanche, 401).
Uno de
esos campos es precisamente la relación entre los factores pulsión de vida y
pulsión de muerte.
Cabría
considerar 2 series complementarias, cada una con su correspondiente gradiente
(o variación gradual): una cuantitativa, dada por las distintas proporciones en
que pueden estar ambas pulsiones (mucha pulsión de vida, cantidad pareja de
ambas, mucha pulsión de muerte), y otra cualitativa, dada por el grado de unión
o desunión de ambas pulsiones (muy fusionadas, medianamente fusionadas,
defusionadas).
Series
complementarias: Hay una relación entre ambas series:
a)
puesto que la pulsión de vida tiende a unir, cuando hay un predominio de
pulsión de vida (primera serie) hay concomitantemente una fusión o unión entre
pulsiones (segunda serie); y
b)
alternativamente, puesto que las pulsiones de muerte tienden a desunir, cuando
hay un predominio de la pulsión de muerte (primera serie), hay
concomitantemente una defusión o desunión entre las pulsiones (segunda serie).
Todo esto equivale a decir que cuanto más prevalezca la libido, más se
realizará la unión, y a la inversa, cuanto más predomine la agresividad, más
tenderá a desintegrarse la unión pulsional (Laplanche, 454).
No hay comentarios:
Publicar un comentario