SALUD Y
ENFERMEDAD
Cada cultura en
particular, según los distintos momentos históricos por los que haya
transcurrido, han definido en forma singular los conceptos de salud y
enfermedad.
De esta modo entendemos
que, a lo largo de la historia estos conceptos han quedado circunscriptos a los
distintos avatares culturales; así el relativismo cultural se impone sobre las
concepciones universalistas por o tanto cualquier intento de definición acerca
de salud y enfermedad mental deberá abandonar el ideal universal.
El intento de definición
de este problema se aleja de las pretensiones de este trabajo solamente a
efectos académicos, examinaremos las distintas concepciones a las que se ha
llegado a lo largo de la historia y nos detendremos sobre aquellas que dominan
en nuestros días el pensamiento humano sobre dicha problemática. Desde la fase
animista hasta la científica, pasando por la religiosa, en la evolución de las
ideas del hombre acerca del mundo, éste ha intentado definir y redefinir a la
locura, en la búsqueda de otorgarle sentido, de desentrañar ese verdadero
enigma que constituyó el “loco”, por lo menos para occidente.
Para desarrollar este
devenir histórico acerca de las representaciones que el hombre de occidente fue
adquiriendo de la enfermedad mental, nos apoyaremos sobre los desarrollos que
Michael Foucault realiza en su texto “Historia de la locura en la época
clásica”. Allí nos dice que la locura se constituye en la heredera casi directa
de la lepra, casi directa decimos, dado que quienes ocuparon en un primer
momento ese “lugar” dejado por la lepra en su retirada como flagelo principal
fueron los enfermos venéreos.
¿Pero cuál era ese
“lugar” abandonado por la lepra a fines de la Edad Media? Foucault dice: “La
lepra abandonado lugares y ritos que no estaban destinados a suprimirla, sino
mantenerla a una distancia sagrada, a fijarla en una exaltación inversa. Lo que
más tiempo que la lepra, y que se mantendrá en una época en la cual desde
muchos años atrás, los leprosarios están vacíos, son los valores y las imágenes
que se habían unido al personaje del leproso; permanecerá el sentido de su
exclusión, la importancia en el grupo social de esta figura insistente y
temible, a cual no se puede apartar sin haber trazado antes alrededor de ella
un circulo sagrado”.
Este lugar de horror e
insistencia, de separación y reintegración espiritual, circundado por lo
sagrado y lo impuro, será ocupado por el “loco” y el fenómeno de la locura, al
que el discurso médico tardará un buen tiempo en capturar.
La locura, entonces,
antes de comenzar a ser dominada a mediados del siglo XVII, se expresa en
distintas manifestaciones del Renacimiento haciendo revivir esos antiguos ritos
de separación exclusión y purificación.
Así, en la literatura, el
arte y las distintas expresiones renacentistas observamos a la locura aunada a
ellos. Al decir de Foucault, la nave de los locos la Narrenschiff (única de
existencia real) constituye la más sencilla y simbolica de las figuras del
pasaje imaginario del renacimiento. Estas constituían verdaderas embarcaciones
de insensatos que estaban destinadas a merodear de ciudad en ciudad sin punto
de llegada ni regreso, haciendo de su partida su regreso a un mundo de
exclusión y separación.
De este modo dice
Foucault: “…La partida de los locos era uno de los tantos exilios rituales”. En
este rito se encuentra uno de los orígenes de la ligadura existente entre el
agua y el “loco”, rito de purificación que se extiende a nuestros días haciendo
cuerpo en los piletones y manguerazos, en duchas, etc., en las producciones
obsesivas.
Así como en la nave de
los locos podríamos detenernos sobre otras manifestaciones renacentistas como
las imágenes producidas por el Bosco en “El jardín de las delicias” y otras, o
el “Dulle Grete” de Brueghel”, o en las manifestaciones literarias como los
poemas de Brant o el “Elogio de la locura” de Erasmo, aunque en rigor
deberíamos separar estas producciones dado que mientras la pintura recreaba en
el silencia de la imágenes la violencia de la locura y todas sus producciones,
Brant y Erasmo encerraban el fenómeno en el universo del discurso.
A fines del siglo
XVI y comienzos del XVII, se registran
cambios importantes en las producciones culturales que terminarán asfixiando la
violencia con que la locura venía
manifestándose; estos cambios son caracterizados por Foucault de este
modo: “Nace la experiencia clásica de la locura. La gran amenaza que aparece en
el horizonte del siglo XV se atenúa; los poderes inquietantes que habitan en la
pintura de Bosco han perdido su violencia.
“Subsisten formas, ahora
transparente y dóciles, integrando un cortejo, el inevitable cortejo de la
razón. La locura ha dejado de ser en los confines del mundo, del hombre y de la
muerte, una figura escatológica; se ha disipado la noche, en la cual nacían las
formas de lo imposible. El olvido cae sobre ese mundo que surcaba la libre
esclavitud de su nave: Ya no irá de un más acá del mundo a un más allá, en su
tránsito extraño; no será ya nunca ese límite absoluto y fugitivo. Ahora ha
atracado entre las cosas y la gente. Retenida y mantenida, ya no es barco sino
hospital”.
La imagen primitiva de la
locura se enfría y su voz se acalla en la época clásica, comienza el “Gran
encierro”, donde los locos son encerrados enterrados en vida, para gritar allí
lo que gritarían los muertos si pudiesen.
Este “extraño golpe de
fuerza” dado por el racionalismo hace de la locura un “error”, este golpe es
ejecutado por Descartes y el escenario de ejecución es el amanecer del mundo
burgués (pasaje al orden urbano, salida del orden rural).
La certeza cartesiana
hace desaparecer el riesgo (por lo menos de la superficie) que implicaba la
locura “si yo pienso no puedo estar loco”, el “loco” es un mal ejemplo.
En el siglo XVII se
construyen varios internados y allí la locura quedará confinada, su tierra será
el internado y los locos que allí habiten constituirán verdaderos pueblos.
Foucault relata que el
funcionamiento, el objeto de dichos internados, nada tenía que ver con el
discurso médico, su estructura era semijuridica que, desprendida de los poderes
del Estado, impartía su propia justicia.
Estos internados eran
construidos para albergar a la miseria y castigar la vagancia, así la locura
queda ligada a la pobreza y sufre las vicisitudes de ésta a lo largo de los
distintos momentos históricos y sus contradicciones.
La miseria que gozaba
antes de clasicismo de cierta positividad mística queda articulado dentro de la
dialéctica del orden y el desorden, dice Foucault: “…de una experiencia
religiosa que santifica a una concepción moral que la castigue”.
La pobreza queda afuera
de ser la posibilidad del buen cristiano de conseguir su salvación por la
caridad, la internación será donde los buenos miserables, sumisos, acepten y
encuentren en ella su descanso, en contraposición a los malos que rechazan el
internado, rechazando así el “orden propuesto”.
El internado, entonces,
era objeto de valoración ética y no de conocimiento o piedad. La ética, la
moral, constituyen el sostén ideológico que determinará la internación de un
individuo.
Así, la locura despojada
de la violencia y riqueza del Renacimiento queda ligada a la pobreza y a la
holgazanería, confinada a las paredes de los hospitales. Hospitales que tenían
la función de eliminar a los asociales. A aquellos miembros heterogéneos,
nocivos, aquellos, dice Foucault: “…que no sin vacilaciones ni peligros,
nosotros distribuimos entre las prisiones las casas correccionales, los
hospitales psiquiátricos o los gabinetes de los psicoanalistas”.
Foucault resume la
experiencia de la locura en época clásica diciendo: “…El confinamiento es una
creación institucional propia del siglo XVII. Ha tomado desde un principio tal
amplitud, que no posee ninguna dimensión en común con el encarcelamiento tal y
como podía practicarse en la Edad Media. Como medida económica y precaución
social, es un invento. Pero en la historia de la sinrazón, señala un
acontecimiento decisivo: El momento en que la locura es percibida en el
horizonte social de la pobreza, de imposibilidad de integrarse al grupo; el
momento que comienza a asimilarse a los problemas de la ciudad.
Las nuevas
significaciones que se atribuyen a la pobreza, la importancia dada a la
obligación de trabajar y todos los valores éticos que le son agregados,
determinan la experiencia que se tiene de la locura, y la forma como se ha
modificado su antiguo significado”.
Existían, por lo tanto,
para la época clásica, dos pecados fundamentales que eran pagados con la
internación, el cometido contra la carne y la razón; de este modo las
enfermedades venéreas cohabitarán con los locos, su mundo quedando del bando de
los alienados en la ordenación producida durante el siglo XVIII, un siglo antes
que la medicina a través del discurso de la psiquiatría se hiciera cargo de
ellos.
Hemos desarrollado de
este modo el imaginario del hombre de occidente en relación a la locura hasta
el siglo XIX, donde comienza la adscripción de este flagelo al discurso de la
psiquiatría impregnada por entonces por el iluminismo de la ciencia, el
filosófico y el utilitarismo en la ética. Decíamos haber desarrollado la
historia de las ideas acerca de la locura en el hombre de occidente pero,
estrictamente, del hombre europeo, en América el estado de las cosas era
parecido. José Ingenieros relata los encierros de “locos” en los sótanos del
Cabildo, siempre que éste fuese de raza blanca o sino la hoguera era el destino
de la locura. Ante de la creación del Hospicio de las Mercedes, hecho que se
produce a fines del siglo XIX, y por lo tanto del advenimiento del desarrollo
científico europeo, modelo que no puede olvidarse, el discurso religioso
impregnado de discurso religioso impregnado de maniqueísmo dominaba la
explicación sobre la locura, sosteniendo su origen demoníaco.
A partir del siglo XIX se
desarrollarán distintas disciplinas que intentarán dar cuenta del fenómeno de
la locura. Podríamos entonces sintetizar todas las concepciones acerca de dicho
fenómenos en tres, la concepción órgano genética, la sociogenética y la
psicogenética.
Otro modo de ingresa a
este problema de salud y enfermedad mental es a partir de las distintas
conceptualizaciones que hacen de estos temas diferentes disciplinas
científicas.
Si bien nombraremos las
principales ramas de la investigación científica que pretende dar cuenta de
este fenómeno de la enfermedad mental, debemos dejar por sentado que es un
esbozo, un recorte, que realizamos de aquellas principales disciplinas.
Y otra aclaración es que
el estado de “pureza” con que hablan de la etiología y sus haces causales sólo
lo vamos a encontrar en la formulación teórica. De hecho, estos distintos
enfoques interdisciplinarios, correlaciones, analogías, etc., ya sea a manos de
equipos de investigación o de personas en singular.
A continuación
desarrollaremos algunas de las teorías circunscriptas dentro de esta clasificación:
ESCUELAS
SOCIOGENETICAS
Dentro de estas escuelas
vamos a incluir una serie de puntos de vistas que no sólo se refieren a la
teoría causal de la enfermedad mental, sino también a los diferentes aportes
que han ido sucediéndose en los últimos años, derivados ya en tanto del
discurso de la antropología, de la sociología de la teoría de la comunicación,
etc. Centraremos esta exposición fundamentalmente sobre los llamados de
atención que éstas han realizado sobre consideraciones que distintas teorías
han efectuado de la enfermedad mental.
Inicialmente
mencionaremos estas observaciones que han sostenido las diferentes escuelas
sociales acerca de los criterios de salud mental. Diremos que existiría una
dificultad por el momento casi insuperable; la de hallar una formulación que
determine con exactitud el significado de la salud mental, sea tanto por la
implicación en la idea de adaptación o conformismo, como en la explicación de
contenidos altamente ideológicos.
Las distintas acepciones
propuestas representan generalmente concepciones del hombre y de sociedad,
cargadas de la particular visión de quien las formule, endocentrismo,
universalismo, ideologismo, son las distintas variables que comúnmente
invalidan tales criterios, no aceptándose en la casi totalidad de los casos la
relatividad histórica y social de cualquier definición sobre el tema.
En tanto el hombre actúe
y evolucione en un marco social, toda definición de salud y enfermedad mental
deberá referirse a dicho marco social en su momento histórico determinado, lo
contrario implicaría una valoración estática del hombre convirtiéndose este
mismo movimiento en una ideología.
Producto del desarrollo
obtenido por las escuelas anteriormente mencionadas, las distintas teorías y
prácticas que rodean a la enfermedad mental han ido aceptando la necesidad de
la inclusión social, aunque gran parte de ellas lo reducen al ámbito de
familia de instituciones más o menos
parciales.
Así, del cuerpo teórico
del psicoanálisis se desprenderá una corriente a la que se le ha denominado
culturalista, que encuentra en Karen Horney, Eric Fromm y Sullivan a sus
mayores representantes.
Desarrollos posteriores
han intentado también correlacionar al psicoanálisis con el marxismo. Desde
otra posición, pero relacionado con la corriente sociogenética, podríamos citar
a G. Berliguer, quien sostiene: “El papel del ambiente… es puesto cada vez más
en evidencia como mecanismo que transforma un estado potencial de enfermedad en
un proceso morboso, el que resulta luego evidenciado y agravado por la conducta
social y la segregación institucional” (concepto éste desarrollado en su
historicidad más arriba).
Todas estas escuelas,
entonces, conciben la patología mental como el producto de una acción de
moldeo, con una acción eficaz que ejerce la sociedad sobre el individuo, efecto
que se mostrará ya sea tanto en el conflicto, en la ambigüedad o en la
contradicción.
Así, esta eficacia se
mostrará desde lo social a partir de los
diferentes instrumentos por los cuales la sociedad ejerce su presión ya sean
instituciones, normas, valores, o por medio de su principal representante, la familia.
De este modo las escuelas
culturalistas verán la patología como una reacción psicógena con el medio
social, aparecerán entonces como fallas, fracasos en la adaptación o como
dificultades en la mantención de las actitudes de existencia. Así, la enfermedad
mental será el resultado de la acción de la realidad que condiciona al
individuo. Este condicionamiento tendrá que ver con el particular modelo, con
el efecto constructivo de la personalidad, que será definida por la mayoría de
estos autores como el lugar de impresión, el lugar de contacto de lo social con
el individuo.
Las conceptualizaciones
de sano y enfermo tendrán, entonces para estos autores, deslizamientos
arbitrarios, dado que en definitiva la sociedad segregará hoy como en épocas
pretéritas aquellos sujetos que no funcionen de acuerdo a sus criterios
normativos según los intereses de esa sociedad, arrojando así en las
marginalidades a estos individuos que serán emblematizados con los propios
emblemas de la locura.
Más allá de las polémicas
que estos desarrollos teóricos pueden suscitar, es evidente el mérito que
recogen al haber descripto la individualidad del hombre a su contexto social e
histórico que lo constituye. Así, podemos citar un autor como Igor Caruso que
intenta replantear la concepción psicoanalítica en relación con lo social.
Caruso intentará, pariendo de algunas formulaciones básicas, freudianas,
realizar un modelo inverso al psicoanalítico, éste para Caruso, el
psicoanálisis es la crítica de las motivaciones individuales de un proceso
histórico-social. De esta manera cambia las perspectivas de las categorías
freudianas, los famosos mecanismos de defensa planteados por Freud o
sistematizados dentro de la concepción freudiana, serán para Caruso de hecho
sociales, mecanismos de intercambio entre el hombre y el mundo, es así que el
psicoanálisis será social en tanto comprenda que analiza intercambios sociales
y es influido por ellos.
Caruso dira: “El esquema
congénito especifico de la conducta humana consiste paradójicamente en que el
hombre (para sí mismo y para sus semejantes) no es nunca accesible en un estado
natural sino en estado cultural, social. La naturaleza del hombre lleva el
distintivo de ser innatural, porque la naturaleza no es de ninguna manera el
mundo natural del hombre; él no lo alcanza si no es a través de la cultura que
entiende; no la entiende más que por medio de instrumentos específicos humanos
para sus objetivos (reflexión y técnica)”.
El riesgo que corren
aquellos que sostienen los distintos discursos teóricos que hemos enrolado
dentro de las concepciones socio-genéticas es el de caer en la ceguera del
llamado sociológico o sea, adscribir en exclusividad valor etiológico de la enfermedad
mental a las variables sociales, excluyendo peligrosamente a propuestas e investigaciones
desprendidas de otros discursos como el de la medicina, la psicología, etc.
Damiani dirá al respecto: “…el sociologismo invierte los términos por completo;
partiendo de la válida ctitud de comprender l hombre como producto social así
como las determinaciones del funcionamiento de éste; su reacción contra el
psicologismo lo lleva desvalorizar, o
inclusive negar todos los aspectos
psicológicos individuales, o bien los reduce a categorías esquemáticas
inconducentes. Decir, por ejemplo, que las problemáticas individuales son la
expresión de la lucha de clases que funcionan de manera ideológica (a través de
las contradicciones de clase) puede ser cierto y en gran medida lo es; pero no
puede olvidarse la mediación que la clase utiliza para operar sobre los
individuos y que actúan de distintas maneras en cada uno de ellos, tales como
su familia particular los componentes temperamentales. Igualmente es falta la
actitud ante las terapias psicológicas, ya que si bien es cierto que no es
posible una absoluta salud mental sin modificación previa de las estructuras
sociales alienantes, también lo que es no toda terapia psicológica tiene que
ser forzosamente adaptativa al sistema y que puede producir beneficios
parciales… respecto al sociologismo, repitamos los términos de Sartre cuando
afirma que, si bien el psicoanálisis ve al hombre como si siempre fuera un
niño, cierto marxismo lo tiene en cuenta sólo cuando gana su primer salario y
olvidó que alguna vez fue un niño.
Así podríamos citar
también a Pichon Riviere quien sostiene: “En nuestra cultura el hombre sufre la
fragmentación y la dispersión del objeto de su tarea, creándole entonces una
situación de privación y anomia que le hace imposible mantener un vínculo con
dicho objeto con el que guarda una relación fragmentada, transitoria y alienada
al factor de inseguridad frente a su tarea, se agrega la incertidumbre ante los
cambios políticos, sentimientos ambos que repercuten en el contexto familiar,
donde la privación tiende a globalizarse. El sujeto se ve impotente en el
manejo de su rol, esto crea un umbral bajo de tolerancia hacia las
frustraciones, en relación a su nivel de aspiraciones. La vivencia del fracaso
inicia el proceso de enfermedad configurando una estructura depresiva. La
alienación del vínculo con sus tareas se desplaza a vínculos con objetos
internos.
Desde un discurso similar
Bleger relacionará el proceso de alienación, que el hombre sufre determinados
efectos entre los que mencionará el aislamiento, la dificultad en la
comunicación interpersonal, la reducción de sus potencialidades, etc.
Con esta descripción no
agotamos todas las expresiones que pueden ser integradas al sociogenetismo en
la comprensión de la enfermedad mental. Por ejemplo la antipsiquiatría
concebirá la locura como un trastorno relacional, producto del desajuste de una
familia esquizofrenógena. Cooper dira: “La esquizofrenia consiste en una
situación de crisis microsocial en la cual los actos y la experiencia de
ciertas persona son inválidos por otras, en virtudes de razones culturales y
microculturales (por lo general familiares), inteligibles, hasta el punto de
que aquella es elegida e identificada de algún modo como enfermo mental, y su
identidad de paciente esquizofrénico es luego confirmada (por un proceso de
rotulación estipulado, pero altamente arbitrario) por agentes médicos o cuasi
médicos”. Este desarrollo de Cooper al igual que las ideas de Laing entran
dentro de las características que enunciábamos con anterioridad; estos autores
pondrán el acento sobre las dificultades que encontrara en su devenir
dialectico el humano para desarrollar su proyecto que configura el recorte que
cada uno es en el mundo.
Otro representante de
esta corriente de pensamiento sería Person, quien desarrollará las ideas de que
toda sociedad necesita de sus locos que sirven de reaseguro social cuando
explica la finalidad homeostática de los mecanismos de control social.
Decíamos que no agotamos
de ninguna manera todas las expresiones que se han manifestado sobre el tema de
salud y enfermedad desde los discursos comprendidos dentro de la corriente
sociogenética, nuestra intención fue describir a grandes rasgos los pilares
fundamentales, del saber, de estas formulaciones y explicitar (en recorte)
algunas de ellas.