EL METODO COMPRENSIVO
Originariamente psicológico se convierte para
Dilthey en una hermenéutica encaminada a la interpretación de las estructuras
objetivas en cuánto expresiones de la vida psíquica.
El método comprensivo es un intento por explicar
cómo surge lo psíquico. Comprender es un encuentro creador de dos intencionalidades:
la del terapeuta que quiere conocer motivos, dinamismos y relaciones, y la del
enfermo que busca aliviarse de su padecer.
COMPRENDER
Si bien la idea ya se formula en el romanticismo
alemán, se debe a Dilthey su elaboración precisa. Para éste, comprensión es el
acto por el cual se aprehende lo psíquico a través de sus múltiples
exteriorizaciones.
Lo psíquico no puede ser objeto de una mera
explicación.
La aprehensión debe apuntar al sentido de las
manifestaciones de la vida psíquica.
El espíritu que constituye la parte esencial de las
ciencias del espíritu consiste en exteriorizaciones relativamente autónomas de
la vida psíquica, que poseen en su propia estructura una dirección y un
sentido.
Comprender: consiste en pasar de una exteriorización
del espíritu a su vivencia originaria, al conjunto de actos que han producido
esa exteriorización. Lo que se comprende es, por una parte, el espíritu
objetivo propio en cuanto “Solidificación” de las expresiones, pero también y
muy especialmente, la propia expresión en su actualidad. Espíritu subjetivo y
objetivo constituyen de este modo las dos zonas vinculadas entre sí, pero
separadas por la consideración científico-espiritual, a las cuales conviene por
igual el método de la comprensión.
Mientras que la fenomenología trabaja con elementos
singulares y con criterio descriptivo la psicopatología comprensiva se ocupa de
las relaciones de lo psíquico. Establecer estas relaciones, penetrar en sus
conexiones, permite comprender genéticamente como los hechos psíquicos tienen
su origen en el psiquismo.
LO COMPRENSIVO
Es un concepto introducido por Jaspers en varias de
sus obras. Surge como consecuencia de un examen de la noción de horizonte. Como
cada horizonte es limitante y limitado, cabe preguntar si hay “horizontes de
horizontes”, que abarque todo.
Jaspers lo niega, pero afirma que hay lo
comprensivo, dentro de lo cual se halla cada horizonte en particular, pero que
no es visible como horizonte en particular, pero que no es visible como
horizonte. Lo comprensivo puede considerarse de dos modos: como el ser en sí
mismo que nos rodee o como el ser que somos.
En cuanto a lo primero: lo comprensivo aparece en
dos niveles. El mundo como totalidad (no objeto sino ideal) y la trascendencia
(el ser que habla como si fuera a través del ser que se halla en el mundo, esto
es, el término de la existencia, que se hace más libre cuanto más religada a la
trascendencia.
En cuanto a lo segundo: lo comprensivo aparece en
tres niveles: la existencia como ser ahí (dasein) nivel sensible donde la
verdad es de índole pragmática; la conciencia en general nivel de lo objetivo,
de lo obligatorio (zwingend) en donde la verdad es científica y “objetiva”; y
el “espíritu”: Geist la vida de las ideas, de las generalizaciones.
Supongamos una actitud patológica como la risa
histérica. La comprensión primera, o precientífica, de semejante risa infunde
en el hombre normal la sospecha de que la misma resuena extrañamente, de que su
significación nada tiene que ver con la risa provocada por una escena cómica.
Diremos que incumbe al psiquiatra comprender esa risa en función de otros
síntomas que permitirán situarla en el cuadro clínico de la histeria. Pero
dicho cuadro, a su vez, ha tenido que ser elaborado tras numerosas
observaciones, comparaciones y experiencias que no dependen de la comprensión
primera. Entre la actitud o el discurso delirante del enfermo y el discurso del
psiquiatra sobre el delirio se interpone una fase explicativa, en cuyo defecto
no afloraría el sentido de la conducta patológica.
Dicho sentido será una visión científica del
fenómeno capaz de explicar a partir de determinaciones ocultas, el sentido
aparente sobre el que corríamos el riesgo de engañarnos, o que sencillamente
nos resultaba incomprensible. (D. Dartiguez).
Pero lejos de sustituir a la comprensión, los datos
explicativos deben colocarse al servicio de la comprensión, es decir dirigirse
a una intuición del sentido humano del fenómeno patológico.
Un ejemplo de comprensión en psiquiatría (Tomado de
D. Dartiguez)
En su tiempo vivido, Minkowski evoca su convivencia,
por un periodo de dos meses, noche y día, con un esquizofrénico melancólico, de
quien era médico particular. Una primera comprensión del enfermo es aquella
espontánea, la que caracteriza al paciente obligado a entendérselas con una
conducta desconcertante, y que no puede menos de reaccionar conforme a su
propio humor.
“No podemos mantener una actitud médica las
veinticuatro horas del día. De ahí que reacciones frente al enfermo como los
demás personas de su entorno. Compasión, dulzura, persuasión, paciencia y
cólera hace sucesivamente su aparición”. La conciencia del pariente y la del
enfermo son como unidades heterogéneas. “Algo así como dos melodías
discordantes a más no poder”.
En el presente caso, sin embargo, el pariente es
también medico. A este título, confecciona un cuadro clínico tal como la habría
hecho si hubiese recibido el enfermo en su consultorio.
Delirio melancólico acompañado con ideas de
persuasión y de interpretación muy extendidas. El enfermo manifiesta unas ideas
de ruina y culpabilidad… Un castigo atroz le aguarda por sus crímenes… Todo el
mundo está al corriente de sus crímenes y conoce el castigo que le espera;
también todo el mundo, exceptuando a su familia, tomará parte en él de un modo
u otro…
A estas ideas de ruina, de culpabilidad, de castigo
inminente, se añaden unas interpretaciones. Se trata de la “Política de las
sobras”, como dice él, política especialmente instituida por él.
Todas las sobras todos los desperdicios son dejados
de lado, para serle introducidos un día en el vientre, y esto en el universo
entero.
Estos síntomas, además, se hallan sujetos a
variaciones que el médico anota, como también los factores particulares que
determinan esas variaciones, factores constituidos casi siempre por la actitud
del entorno.
Pero el cuadro de los síntomas y de sus
correlaciones, aún cuando de conocer la enfermedad ¿constituye por sí mismo una
comprensión del enfermo? Incluso en posesión del cuadro clínico, el psiquismo
del médico permanece ajeno al del enfermo en tanto se haya respondido a la
pregunta. ¿En dónde se produce el desfasaje de su psiquismo con respecto al
nuestro?
El diagnostico, por muy exacto y preciso que sea, no
es, pues suficiente como en el caso de una simple enfermedad orgánica. Sí, pesa
a hallarse en posesión del mismo, es porque no consigue todavía percibir lo que
distingue la vivencia del esquizofrénico de la que caracteriza al hombre
normal. Quede bien entendido que percibir esa vivencia desde dentro no
significa que el médico deba reproducir en sí mismo el universo mental del
enfermo: todo el mundo admitirá que, para comprender la esquizofrenia no es
necesario volverse esquizofrénico.
Se trata, más allá de los daos objetivos y con su
ayuda de descubrir que dimensión fundamental del ser hombre o del ser en el
mundo, por el que se define el existente humano, está perturbada por la
enfermedad. Sobre el fondo de esta intuición, que el médico encontrará en sí
mismo, y no en el cuadro clínico podrán ser comprendidos los datos objetivos
del diagnóstico.
En el caso a que aquí nos referiremos, el enfermo
presente un sentimiento de culpabilidad acompañado de la idea de un castigo
inminente. Esta inminencia aterradora aparece como una certeza dominante que
modifica, en el enfermo el sentido del bien, ¿no descubrimos en nosotros mismos
experiencias análogas susceptibles de ponernos en el camino de la comprensión?
“Experimentamos algo análogo en los momentos de desaliento y desfallecimiento.
La idea de la muerte, es prototipo de la certeza
empírica, se instala entonces, cierra el futuro y domina nuestra vida”. La diferencia estriba en el hecho de que, en
nosotros, semejante estado es pasajero, y muy pronto la vida y el impulso
personal resurge y ganan la partida. Por el contrario, “esta propulsión hacia
el futuro es lo que parece faltar totalmente a nuestro enfermo; de ahí su
actitud general. Edificará su presente sobre un futuro deformado, no tomará
impulso del presente hacia el futuro que no conoce límites”.
Otro rasgo característico del cuadro clínico es el
delirio de persecución. ¿No habrá que referirlo a esa ruptura de impulso que
deja al sujeto impotente frente a un mundo que le niega todo futuro? El estado
de pasividad en que nos sumerge el dolor sensorial nos facilita la comprensión
de este aspecto opresivo del mundo: “Ya no nos exteriorizamos, no nos
esforzamos ya por dejar una huella nuestra en el mundo exterior sino que, por
el contrario, lo soportamos, permitimos que venga sobre nosotros con todo su
empuje, y nos hace sufrir”. El mundo, al no ser ya un futuro abierto, se
convierte enteramente en espacio, pero en un espacio gigantesco y hostil.
Muerto el tiempo, un tiempo que por consiguiente no encierra ya ningún futuro,
ninguna promesa, los objetos del espacio no pueden por menos de convertirse en
formas amenazadoras y agobiantes. “La esfera de sus intereses inmediatos es
limitada en el espacio, pero se encuentra cerrada desde el punto de vista del
futuro: la nuestra en cambio, es limitada en el espacio, pero no conoce
fronteras en el futuro”.
Podemos situar la distorsión que separa el universo
del esquizofrénico del nuestro; se produce, en efecto en esa dimensión esencial
del hombre que es el ser en el tiempo. Advertimos que comprender la idea
delirante es “saber que no es enteramente una construcción de la imaginación”,
sino que “viene a engarzarse en un fenómeno que forma parte de nuestra vida y
que entra fatalmente en juego allí donde la síntesis de ésta empieza a ceder”.
Una psicopatología fenomenológica será una intuición
del fenómeno patológico estudiado, una captación a través de las nociones que
designan los síntomas, y del sistema que ellas constituyen de la vivencia que
esas nociones indican: “De tanto mirar el objeto sentir que uno entra en él.
Introducirse familiarmente en él (sich einleben), mezclarse con él, en vez de
extraer y enumerar propiedades o a los signos cuidadosamente aprehendidos y
descriptos; pero no los busca por sí mismos, con miras a utilizarlos como
elementos de conceptos sino para gracias a ellos llegar siempre a la intuición
de la cosa a la intuición del cogito”. Intuición que no es mera descripción
subjetiva de los fenómenos en su peculiaridad empírica, sino en el sentido de
Husserl intuición de la esencia del fenómeno patológico, esencia que trasciende
sus manifestaciones particulares.
Pero caemos también en la cuenta de que la
percepción de la esencia de este fenómeno, tal como la inviste la vivencia
personal del enfermo debe de llevarnos a concebirlo como modificación de una
dimensión esencial de la existencia humana, por lo que, pese a su
extravagancia, el fenómeno patológico sigue siendo un fenómeno humano, y por lo
tanto comprensible. La fenomenología patológica remite pues a una fenomenología
de la existencia humana, o, en el caso que aquí nos concierne, a una
fenomenología que ensaya Minkowski en el trasfondo de su estudio de los casos
particulares”.
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