miércoles, 1 de junio de 2016

Conocimiento: el método comprensivo


EL METODO COMPRENSIVO

Originariamente psicológico se convierte para Dilthey en una hermenéutica encaminada a la interpretación de las estructuras objetivas en cuánto expresiones de la vida psíquica.

El método comprensivo es un intento por explicar cómo surge lo psíquico. Comprender es un encuentro creador de dos intencionalidades: la del terapeuta que quiere conocer motivos, dinamismos y relaciones, y la del enfermo que busca aliviarse de su padecer.
COMPRENDER
Si bien la idea ya se formula en el romanticismo alemán, se debe a Dilthey su elaboración precisa. Para éste, comprensión es el acto por el cual se aprehende lo psíquico a través de sus múltiples exteriorizaciones.
Lo psíquico no puede ser objeto de una mera explicación.
La aprehensión debe apuntar al sentido de las manifestaciones de la vida psíquica.
El espíritu que constituye la parte esencial de las ciencias del espíritu consiste en exteriorizaciones relativamente autónomas de la vida psíquica, que poseen en su propia estructura una dirección y un sentido.
Comprender: consiste en pasar de una exteriorización del espíritu a su vivencia originaria, al conjunto de actos que han producido esa exteriorización. Lo que se comprende es, por una parte, el espíritu objetivo propio en cuanto “Solidificación” de las expresiones, pero también y muy especialmente, la propia expresión en su actualidad. Espíritu subjetivo y objetivo constituyen de este modo las dos zonas vinculadas entre sí, pero separadas por la consideración científico-espiritual, a las cuales conviene por igual el método de la comprensión.
Mientras que la fenomenología trabaja con elementos singulares y con criterio descriptivo la psicopatología comprensiva se ocupa de las relaciones de lo psíquico. Establecer estas relaciones, penetrar en sus conexiones, permite comprender genéticamente como los hechos psíquicos tienen su origen en el psiquismo.
LO COMPRENSIVO
Es un concepto introducido por Jaspers en varias de sus obras. Surge como consecuencia de un examen de la noción de horizonte. Como cada horizonte es limitante y limitado, cabe preguntar si hay “horizontes de horizontes”, que abarque todo.
Jaspers lo niega, pero afirma que hay lo comprensivo, dentro de lo cual se halla cada horizonte en particular, pero que no es visible como horizonte en particular, pero que no es visible como horizonte. Lo comprensivo puede considerarse de dos modos: como el ser en sí mismo que nos rodee o como el ser que somos.
En cuanto a lo primero: lo comprensivo aparece en dos niveles. El mundo como totalidad (no objeto sino ideal) y la trascendencia (el ser que habla como si fuera a través del ser que se halla en el mundo, esto es, el término de la existencia, que se hace más libre cuanto más religada a la trascendencia.
En cuanto a lo segundo: lo comprensivo aparece en tres niveles: la existencia como ser ahí (dasein) nivel sensible donde la verdad es de índole pragmática; la conciencia en general nivel de lo objetivo, de lo obligatorio (zwingend) en donde la verdad es científica y “objetiva”; y el “espíritu”: Geist la vida de las ideas, de las generalizaciones.

Supongamos una actitud patológica como la risa histérica. La comprensión primera, o precientífica, de semejante risa infunde en el hombre normal la sospecha de que la misma resuena extrañamente, de que su significación nada tiene que ver con la risa provocada por una escena cómica. Diremos que incumbe al psiquiatra comprender esa risa en función de otros síntomas que permitirán situarla en el cuadro clínico de la histeria. Pero dicho cuadro, a su vez, ha tenido que ser elaborado tras numerosas observaciones, comparaciones y experiencias que no dependen de la comprensión primera. Entre la actitud o el discurso delirante del enfermo y el discurso del psiquiatra sobre el delirio se interpone una fase explicativa, en cuyo defecto no afloraría el sentido de la conducta patológica.
Dicho sentido será una visión científica del fenómeno capaz de explicar a partir de determinaciones ocultas, el sentido aparente sobre el que corríamos el riesgo de engañarnos, o que sencillamente nos resultaba incomprensible. (D. Dartiguez).
Pero lejos de sustituir a la comprensión, los datos explicativos deben colocarse al servicio de la comprensión, es decir dirigirse a una intuición del sentido humano del fenómeno patológico.
Un ejemplo de comprensión en psiquiatría (Tomado de D. Dartiguez)
En su tiempo vivido, Minkowski evoca su convivencia, por un periodo de dos meses, noche y día, con un esquizofrénico melancólico, de quien era médico particular. Una primera comprensión del enfermo es aquella espontánea, la que caracteriza al paciente obligado a entendérselas con una conducta desconcertante, y que no puede menos de reaccionar conforme a su propio humor.
“No podemos mantener una actitud médica las veinticuatro horas del día. De ahí que reacciones frente al enfermo como los demás personas de su entorno. Compasión, dulzura, persuasión, paciencia y cólera hace sucesivamente su aparición”. La conciencia del pariente y la del enfermo son como unidades heterogéneas. “Algo así como dos melodías discordantes a más no poder”.
En el presente caso, sin embargo, el pariente es también medico. A este título, confecciona un cuadro clínico tal como la habría hecho si hubiese recibido el enfermo en su consultorio.
Delirio melancólico acompañado con ideas de persuasión y de interpretación muy extendidas. El enfermo manifiesta unas ideas de ruina y culpabilidad… Un castigo atroz le aguarda por sus crímenes… Todo el mundo está al corriente de sus crímenes y conoce el castigo que le espera; también todo el mundo, exceptuando a su familia, tomará parte en él de un modo u otro…
A estas ideas de ruina, de culpabilidad, de castigo inminente, se añaden unas interpretaciones. Se trata de la “Política de las sobras”, como dice él, política especialmente instituida por él.
Todas las sobras todos los desperdicios son dejados de lado, para serle introducidos un día en el vientre, y esto en el universo entero.
Estos síntomas, además, se hallan sujetos a variaciones que el médico anota, como también los factores particulares que determinan esas variaciones, factores constituidos casi siempre por la actitud del entorno.
Pero el cuadro de los síntomas y de sus correlaciones, aún cuando de conocer la enfermedad ¿constituye por sí mismo una comprensión del enfermo? Incluso en posesión del cuadro clínico, el psiquismo del médico permanece ajeno al del enfermo en tanto se haya respondido a la pregunta. ¿En dónde se produce el desfasaje de su psiquismo con respecto al nuestro?
El diagnostico, por muy exacto y preciso que sea, no es, pues suficiente como en el caso de una simple enfermedad orgánica. Sí, pesa a hallarse en posesión del mismo, es porque no consigue todavía percibir lo que distingue la vivencia del esquizofrénico de la que caracteriza al hombre normal. Quede bien entendido que percibir esa vivencia desde dentro no significa que el médico deba reproducir en sí mismo el universo mental del enfermo: todo el mundo admitirá que, para comprender la esquizofrenia no es necesario volverse esquizofrénico.
Se trata, más allá de los daos objetivos y con su ayuda de descubrir que dimensión fundamental del ser hombre o del ser en el mundo, por el que se define el existente humano, está perturbada por la enfermedad. Sobre el fondo de esta intuición, que el médico encontrará en sí mismo, y no en el cuadro clínico podrán ser comprendidos los datos objetivos del diagnóstico.
En el caso a que aquí nos referiremos, el enfermo presente un sentimiento de culpabilidad acompañado de la idea de un castigo inminente. Esta inminencia aterradora aparece como una certeza dominante que modifica, en el enfermo el sentido del bien, ¿no descubrimos en nosotros mismos experiencias análogas susceptibles de ponernos en el camino de la comprensión? “Experimentamos algo análogo en los momentos de desaliento y desfallecimiento.
La idea de la muerte, es prototipo de la certeza empírica, se instala entonces, cierra el futuro y domina nuestra vida”.  La diferencia estriba en el hecho de que, en nosotros, semejante estado es pasajero, y muy pronto la vida y el impulso personal resurge y ganan la partida. Por el contrario, “esta propulsión hacia el futuro es lo que parece faltar totalmente a nuestro enfermo; de ahí su actitud general. Edificará su presente sobre un futuro deformado, no tomará impulso del presente hacia el futuro que no conoce límites”.
Otro rasgo característico del cuadro clínico es el delirio de persecución. ¿No habrá que referirlo a esa ruptura de impulso que deja al sujeto impotente frente a un mundo que le niega todo futuro? El estado de pasividad en que nos sumerge el dolor sensorial nos facilita la comprensión de este aspecto opresivo del mundo: “Ya no nos exteriorizamos, no nos esforzamos ya por dejar una huella nuestra en el mundo exterior sino que, por el contrario, lo soportamos, permitimos que venga sobre nosotros con todo su empuje, y nos hace sufrir”. El mundo, al no ser ya un futuro abierto, se convierte enteramente en espacio, pero en un espacio gigantesco y hostil. Muerto el tiempo, un tiempo que por consiguiente no encierra ya ningún futuro, ninguna promesa, los objetos del espacio no pueden por menos de convertirse en formas amenazadoras y agobiantes. “La esfera de sus intereses inmediatos es limitada en el espacio, pero se encuentra cerrada desde el punto de vista del futuro: la nuestra en cambio, es limitada en el espacio, pero no conoce fronteras en el futuro”.
Podemos situar la distorsión que separa el universo del esquizofrénico del nuestro; se produce, en efecto en esa dimensión esencial del hombre que es el ser en el tiempo. Advertimos que comprender la idea delirante es “saber que no es enteramente una construcción de la imaginación”, sino que “viene a engarzarse en un fenómeno que forma parte de nuestra vida y que entra fatalmente en juego allí donde la síntesis de ésta empieza a ceder”.
Una psicopatología fenomenológica será una intuición del fenómeno patológico estudiado, una captación a través de las nociones que designan los síntomas, y del sistema que ellas constituyen de la vivencia que esas nociones indican: “De tanto mirar el objeto sentir que uno entra en él. Introducirse familiarmente en él (sich einleben), mezclarse con él, en vez de extraer y enumerar propiedades o a los signos cuidadosamente aprehendidos y descriptos; pero no los busca por sí mismos, con miras a utilizarlos como elementos de conceptos sino para gracias a ellos llegar siempre a la intuición de la cosa a la intuición del cogito”. Intuición que no es mera descripción subjetiva de los fenómenos en su peculiaridad empírica, sino en el sentido de Husserl intuición de la esencia del fenómeno patológico, esencia que trasciende sus manifestaciones particulares.
Pero caemos también en la cuenta de que la percepción de la esencia de este fenómeno, tal como la inviste la vivencia personal del enfermo debe de llevarnos a concebirlo como modificación de una dimensión esencial de la existencia humana, por lo que, pese a su extravagancia, el fenómeno patológico sigue siendo un fenómeno humano, y por lo tanto comprensible. La fenomenología patológica remite pues a una fenomenología de la existencia humana, o, en el caso que aquí nos concierne, a una fenomenología que ensaya Minkowski en el trasfondo de su estudio de los casos particulares”.




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