Historia de la Psicología
Los primeros filósofos griegos
Sócrates (470-399 A.C.)
Entre el siglo V y el IV, encontramos el siglo de oro de la
filosofía griega, el llamado siglo de Pericles, en honor al gobierno del gran
estadista que convirtió a Atenas en el centro de un gran imperio. Es el período
que producirá además de Sócrates, las dos figuras más grandes de la filosofía
de todos los tiempos: Platón y Aristóteles.
Una característica fundamental señala el límite de su
comienzo: el espíritu reflexiona sobre sí mismo y abandona por el momento el
estudio del mundo exterior como ocurría con los primeros filósofos griegos que
como vimos, se ocupaban de problemas relacionados al mundo o a la naturaleza,
por ello es que se llamó a ese período: Cosmológico. El nuevo período se
conoce en la filosofía griega con el nombre de humanístico.
Hay que destacar en esta época un fenómeno de carácter
social que es lo que se conoce en la historia con el nombre de SOFISTICA.
Sofista no quiere decir en sí más que sabio o maestro de sabiduría. El sentido
peyorativo y hasta insultante que tiene hoy la palabra sofista (falsario hábil
en el discurso) procede de lo que realmente llegaron a ser los sofistas.
Grecia no tuvo unidad política hasta los tiempos de
Alejandro, que son los de su decadencia. Se gobernaba por ciudades (polis)
independientes y en forma democrática, con la espontánea democracia de los
grupos sociales pequeños. En el ágora la justicia se administraba públicamente
y cada ciudadano defendía su propia causa. Por esto es la enorme importancia
que tenía para todos el saber exponer de una manera brillante y convencer a los
jueces.
Los sofistas fueron precisamente maestros dedicados a la
enseñanza de la retórica y dialéctica, esto es el arte de defender y persuadir
públicamente. Lo que hasta esa época había sido el libre y desinteresado
ejercicio de la más noble dedicación se convirtió entonces en una actividad
mercantil, éste fue el primer sentido peyorativo, que en la época adquirió la
palabra sofista, el que cobra por enseñar o mejor aún enseña por cobrar.
Pero el mayor sentido peyorativo que el sentido de la
palabra adquirió a lo largo de la historia se debió al vacío intelectual en que
fueron a dar los sofistas en el ejercicio de su función.
A fuerza de enseñar a defender todas las causas injustas
casi indefendibles, se extendió entre ellos un espíritu escéptico, irónico
hacia el concepto de verdad y una fe ciega en el poder humano de convicción y
en su habilidad dialéctica.
En el seno del movimiento sofístico surge una figura que
conmovió aquel ambiente de una manera profunda. Ese personaje fue SOCRATES. De
su personalidad y de su pensamiento sabemos muy poco de modo concluyente.
Además. Los discípulos que de él nos hablan, como por ejemplo: Jenofonte y
Platón, son cada uno por su estilo malos biógrafos. Uno por defecto y el otro
poe exceso.
Jenofonte no ve en Sócrates más que al ciudadano honorable
y justo, una especie de burgués ejemplar que fue condenado injustamente por la
ciudad y que superó la muerte con una entereza insuperable. Platón en cambio,
ve la profundidad de la posición del maestro, pero en sus Diálogos, de los que
Sócrates es protagonista, mezcla su propio pensamiento con el de su maestro sin
que resulte fácil delimitar el que corresponde a uno y a otro.
Sócrates afirmó la razón como medio adecuado para penetrar
la realidad. Y hubo de sostener esta afirmación frente a dos clases de
contradictores. Primeramente contra los sofistas y luego contra los
irracionalistas, los filisteos de la cultura. Mucha gente en Atenas pasaba por
especialista o profesional en una materia sin que aquel conjunto de
conocimiento tuviera una verdadera cimentación. Sabían cosas porque se las
habían enseñado, pero a poco que se escarbase en su saber, se descubría
enseguida que estaba todo en el aire.
Según cuenta Querofonte, fue él una vez al Oráculo del dios
Apolo y le preguntó quién era el hombre más sabio, y éste le respondió que era
Sócrates, éste al enterarse quedó admirado y sorprendido, ya que no se
consideraba a sí mismo portador de tanto saber y llegó a dudar de las palabras
del dios. Para aclararlo, comienza a interrogar a todos sus ciudadanos, pasa
saber, si los demás sabían o no más que él y poder así comprobar las palabras
del dios.
Empieza a interrogar a los políticos y les pregunta: ¿Qué
es la justicia? Y ve que le responden mal o que directamente ignoran la
respuesta. Luego interroga a los poetas y ve que decían cosas hermosas, pero no
podían dar un por qué o razón de lo que decían y así prosigue con los artesanos
y llega a la misma conclusión. Todos creen saber cuando en realidad no sabían
nada y no tenían conciencia de ello; de allí su máxima tan conocida: “Sólo sé
que no sé nada”, como que él por lo menos, era consciente de su ignorancia.
Allí es donde Sócrates comprende que ha sido puesto en a
tierra para cumplir la misión de interrogar a los hombres para mostrarles la
pobreza de sus conocimientos. Así es que comienza a perseguir a sus
conciudadanos por las calles, casa, gimnasios, etc., y los interroga
constantemente. Esto quizás explica un poco el odio que se despertó contra él y
que lo llevó más tarde a su condena a tomar la cicuta y a morir. La acusación
era de “corromper a la juventud e introducir nuevos dioses”. Sócrates realizaba
su filosofar, su interrogar mediante diálogos, con preguntas
orientadas de antemano hacia ciertos fines. El tono de sus diálogos era irónico.
En griego ironía significaba la acción de interrogar
fingiendo ignorancia. Disimulando que él sabe lo que está preguntando, dice que
no entiende de tal o cual tema y le pregunta al interrogado acerca de algún
tema mostrándole su convencimiento de que este último conoce el tema en
cuestión; hasta que termina obligándole a confesar que en realidad no lo conoce.
Este método tenía dos tiempos: el primero es la REFUTACION,
el segundo es la MAYEUTICA. El primer momento consistía en mostrarle al
interrogado mediante preguntas que las ideas que él tiene como verdaderas son
en realidad falsas y contradictorias. Mediante este interrogatorio (o
refutación) creaba en el otro un estado de confusión y perplejidad. El fin de
esta refutación era purificar o purgar al alma de ideas erróneas. La palabra
griega “CATARSIS”, que significaba “limpieza”, “purificación”,
apareciendo aquí una analogía con el método usado por Freud en sus primeros
pacientes e incluso nos remite a las palabras que la misma Anna O, le daba al
tratamiento “limpieza de la chimenea” (sweeping cheemeney). El segundo momento
era la mayéutica, que significa el arte de parir o de dar a luz: él decía que
él se ocupaba de hacer dar a luz a las almas y no los cuerpos. Y le colocó ese nombre
ya que su madre Fenareta era partera. Sócrates sostiene que el interrogado no
hace sino encontrar en sí mismo en las profundidades de su espíritu,
conocimientos que ya poseía sin saberlo. El alma descubre en sí misma las
verdades que desde su origen posee de una manera cubierta.
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