lunes, 26 de octubre de 2015

El aparato psíquico: segunda tópica


Aparato psíquico: vertiente estructural


Segunda tópica
En su otra concepción del psiquismo, la estructural, Freud presenta también tres instancias:
-          Ello
-          Yo
-          Superyó
A partir de 1920 Freud llegó a establecer una distinción fundamental del aparato psíquico, al que dividió tal como ya lo hemos mencionado en ello, yo, superyó.
¿Quedó relegada la primera división del aparato psíquico, con la aparición de esta nueva división?
De ninguna manera, ambas divisiones se incluyen y presuponen como veremos luego, si bien estos nuevos lugares no se corresponden exactamente con los anteriores. Es decir, si por ejemplo el ello reviste la mayoría de los caracteres del sistema inconsciente, también las otras instancias, el yo y el superyo, poseen un origen y una parte inconsciente.

El Ello: 

Constituye la parte evolutivamente más antigua de la personalidad “originariamente todo era ello” 
Contiene las pulsiones inconscientes, en parte innatas (atavismos de la especie, heredados) y en parte reprimidas (vivencias rechazadas) Freud relaciona el Ello con el inconsciente.
De un modo general podemos decir que el ello es el representante de las pulsiones.

El Súper-Yo: 

Se forma por la interiorización de las exigencias y prohibiciones de los padres y otras figuras de autoridad. Su tarea es comparable a la de un juez respecto al yo… Es una instancia recibida de los demás a través de la cultura y tiene "partes" conscientes, preconscientes e inconscientes.
El superyó a su vez cumple la función de un censor o un juez, en concordancia con la interiorización de las exigencias parentales y de los tabúes sociales, así como también es a su vez el substrato del ideal del yo con el cual el yo se compara y al cual aspira.

El Yo: 

El núcleo del Yo se asocia al sistema percepción-conciencia, ya hemos hablado de que la conciencia filtra y procesa los estímulos tanto del exterior como del interior. El Yo se encuentra en una relación de dependencia, tanto respecto a las reivindicaciones del Ello como a los imperativos del Súper-Yo y a las exigencias de la realidad. Es, por tanto una instancia mediadora que trataría de conciliar las demandas respectivas de las otras instancias, muchas veces contradictorias. El yo va a representar a la persona como totalidad, o los intereses de ésta.
Con la aparición en la teoría del concepto de narcisismo se postula este yo, como objeto de las pulsiones del ello, y por tanto fuertemente cargado de libido narcisista.

Algo más del aparato psíquico: la identificación y el complejo de Edipo

Por lo tanto, y siguiendo el esquema estableció por Freud, el superyó se sumerge en el ello, está íntimamente ligado al ello.
Tanto el superyó como el ello tratan con el mundo externo a través del yo.
El espacio que ocupa el ello debería ser mucho mayor.
Es importante no imaginarnos esta división del aparato psíquico con fronteras precisas, sino como la confluencia de las tres instancias, lo que nos da la idea de la complejidad de cualquier hecho psicológico.
Es indudable que para la comprensión de este esquema necesitamos hacer referencia a dos nociones por lo menos que nos dan cuenta de esta división de la personalidad. Estas nociones son la identificación y el complejo de Edipo.

Identificación
La identificación es un proceso básico para la constitución de la personalidad humana, es decir una operación mediante la cual se equipara un yo a otro yo ajeno, equiparación que permite que el primer yo se comporte como el otro.

La identificación a su vez es la forma más importante de vinculación de una persona con otra.
De acuerdo a esto, el sujeto de algún modo, sigue el   modelo de los objetos con los cuales se ha identificado (padres).
A su vez el sujeto se constituye por identificación y por su vinculación con el Complejo de Edipo. Diremos entonces y a modo de ejemplo que el superyó se nos muestra como heredero del Complejo de Edipo, como residuo de identificación con la instancia parental.

“Esta nueva instancia (el superyó), superior en el yo, se halla íntimamente enlazada a los destinos del Complejo de Edipo”. (S.Freud)
Al culminar el Complejo de Edipo, el niño tuvo que renunciar a las intensas cargas de objeto que había concentrado en sus padres, y como compensación de esta situación, las identificaciones con los padres quedan muy intensificadas.
La identificación a su vez ha desempeñado su importante papel en el comienzo de la formación del Complejo de Edipo.

Si tomamos al niño como ejemplo, ha dado muestras de un vivo interés por su adre, es decir que ha hecho de él su ideal. Al mismo tiempo, o algo después, el niño dirige sus deseos hacia su madre la cual se convierte en objeto de sus deseos.
Por lo tanto coexisten ambos vínculos, con su padre, con el cual se identifica y con su madre a la que desea como objeto sexual. Estas tendencias terminan por aproximarse, de su encuentro nace el Complejo de Edipo. Este complejo corresponde al hecho de que el niño se ve impedido de acceder a su madre, por la interdicción de la figura del padre. El niño desvía entonces su identificación con el padre hacia su vertiente hostil. Este proceso se desarrolla y termina por significar el deseo de reemplazar al padre, específicamente en su lugar respecto de la madre.
Este proceso nos indicaría, a manera de ejemplo, los antecedentes de la formación de estas instancias psíquicas.

A su vez, y en función de esta segunda tópica, el conflicto dinámico estaría dado:
-          en la neurosis de transferencia (entre el yo y el ello)
-          en las psiconeurosis narcisitas (melancolía), entre el yo y el superyó,

-          y en las psicosis (entre el yo y el mundo externo).

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