Aparato
psíquico: vertiente estructural
Segunda
tópica
En su otra concepción
del psiquismo, la estructural, Freud presenta también tres instancias:
-
Ello
-
Yo
-
Superyó
A partir de 1920 Freud
llegó a establecer una distinción fundamental del aparato psíquico, al que
dividió tal como ya lo hemos mencionado en ello, yo, superyó.
¿Quedó relegada la
primera división del aparato psíquico, con la aparición de esta nueva división?
De ninguna manera,
ambas divisiones se incluyen y presuponen como veremos luego, si bien estos
nuevos lugares no se corresponden exactamente con los anteriores. Es decir, si
por ejemplo el ello reviste la mayoría de los caracteres del sistema
inconsciente, también las otras instancias, el yo y el superyo, poseen un
origen y una parte inconsciente.
El Ello:
Constituye la parte
evolutivamente más antigua de la personalidad “originariamente todo era
ello”
Contiene las pulsiones inconscientes, en parte innatas (atavismos de
la especie, heredados) y en parte reprimidas (vivencias rechazadas) Freud
relaciona el Ello con el inconsciente.
De un modo general
podemos decir que el ello es el representante de las pulsiones.
El Súper-Yo:
Se forma
por la interiorización de las exigencias y prohibiciones de los padres y otras
figuras de autoridad. Su tarea es comparable a la de un juez respecto al yo… Es
una instancia recibida de los demás a través de la cultura y tiene
"partes" conscientes, preconscientes e inconscientes.
El
superyó a su vez cumple la función
de un censor o un juez, en concordancia con la interiorización de las
exigencias parentales y de los tabúes sociales, así como también es a su vez el
substrato del ideal del yo con el
cual el yo se compara y al cual aspira.
El Yo:
El núcleo del Yo se
asocia al sistema percepción-conciencia, ya hemos hablado de que la conciencia
filtra y procesa los estímulos tanto del exterior como del interior. El Yo se
encuentra en una relación de dependencia, tanto respecto a las reivindicaciones
del Ello como a los imperativos del Súper-Yo y a las exigencias de la realidad.
Es, por tanto una instancia mediadora que trataría de conciliar las demandas
respectivas de las otras instancias, muchas veces contradictorias. El yo va a
representar a la persona como totalidad, o los intereses de ésta.
Con la aparición en la
teoría del concepto de narcisismo se postula este yo, como objeto de las
pulsiones del ello, y por tanto fuertemente cargado de libido narcisista.
Algo
más del aparato psíquico: la identificación y el complejo de Edipo
Por
lo tanto, y siguiendo el esquema estableció por Freud, el superyó se sumerge en
el ello, está íntimamente ligado al ello.
Tanto
el superyó como el ello tratan con el mundo externo a través del yo.
El
espacio que ocupa el ello debería ser mucho mayor.
Es
importante no imaginarnos esta división del aparato psíquico con fronteras
precisas, sino como la confluencia de las tres instancias, lo que nos da la
idea de la complejidad de cualquier hecho psicológico.
Es
indudable que para la comprensión de este esquema necesitamos hacer referencia
a dos nociones por lo menos que nos dan cuenta de esta división de la
personalidad. Estas nociones son la identificación y el complejo de Edipo.
Identificación
La
identificación es un proceso básico para la constitución de la personalidad
humana, es decir una operación mediante la cual se equipara un yo a otro yo
ajeno, equiparación que permite que el primer yo se comporte como el otro.
La
identificación a su vez es la forma más importante de vinculación de una
persona con otra.
De
acuerdo a esto, el sujeto de algún modo, sigue el modelo de los objetos con los cuales se ha
identificado (padres).
A su
vez el sujeto se constituye por identificación y por su vinculación con el
Complejo de Edipo. Diremos entonces y a modo de ejemplo que el superyó se nos
muestra como heredero del Complejo de Edipo, como residuo de identificación con
la instancia parental.
“Esta
nueva instancia (el superyó), superior en el yo, se halla íntimamente enlazada
a los destinos del Complejo de Edipo”. (S.Freud)
Al
culminar el Complejo de Edipo, el niño tuvo que renunciar a las intensas cargas
de objeto que había concentrado en sus padres, y como compensación de esta situación,
las identificaciones con los padres quedan muy intensificadas.
La
identificación a su vez ha desempeñado su importante papel en el comienzo de la
formación del Complejo de Edipo.
Si
tomamos al niño como ejemplo, ha dado muestras de un vivo interés por su adre,
es decir que ha hecho de él su ideal. Al mismo tiempo, o algo después, el niño
dirige sus deseos hacia su madre la cual se convierte en objeto de sus deseos.
Por
lo tanto coexisten ambos vínculos, con su padre, con el cual se identifica y con
su madre a la que desea como objeto sexual. Estas tendencias terminan por
aproximarse, de su encuentro nace el Complejo de Edipo. Este complejo
corresponde al hecho de que el niño se ve impedido de acceder a su madre, por
la interdicción de la figura del padre. El niño desvía entonces su
identificación con el padre hacia su vertiente hostil. Este proceso se
desarrolla y termina por significar el deseo de reemplazar al padre,
específicamente en su lugar respecto de la madre.
Este
proceso nos indicaría, a manera de ejemplo, los antecedentes de la formación de
estas instancias psíquicas.
A su
vez, y en función de esta segunda tópica, el conflicto dinámico estaría dado:
-
en la neurosis de transferencia (entre el yo y el ello)
-
en las psiconeurosis narcisitas (melancolía), entre el yo y
el superyó,
-
y en las psicosis (entre el yo y el mundo externo).
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